“Uno siempre dirá: qué bueno que algo empiece. Pero el punto es que llevamos años sin Programa Nacional de Teatro Escolar; llevamos años en que se abandonó un programa que era muy importante para México”, afirma el dramaturgo Otto Minera sobre el lanzamiento de la convocatoria Artes Escénicas en la Escuela, edición 2025, anunciada el 10 de abril por la Secretaría de Cultura federal, a través del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) y las coordinaciones nacionales de Danza y Teatro. Una convocatoria vista por creadores como suplente o proyecto similar al Programa Nacional de Teatro Escolar, que surgió en 1929 y cuya última convocatoria se lanzó hace seis años.

“El último año del Programa se daban 500 mil pesos para la producción y las primeras 80 funciones, teniendo en cuenta que la inflación no estaba en los niveles de ahora y se abría una posibilidad de 20 funciones extra si los gobiernos estatales aportaban una cantidad. Pero del gobierno federal eran 500 mil pesos por producción y 80 funciones”, explica el dramaturgo Enrique Olmos de Ita, quien participó activamente en el programa, para detallar una de las diferencias sustanciales entre el Programa original y la convocatoria reciente, los cuales define como “dos programas paralelos. Yo no hablaría de suplencia, sino más bien de un paralelismo que ha generado esta administración”.

“Todos los estados del país tuvieron una convocatoria con el mismo monto, las mismas condiciones. La gran diferencia es que era una convocatoria para hacer una obra de la nada y esta convocatoria nueva lo que pretende, en realidad, es contratar obras que ya existan. El Estado mexicano así renuncia a su capacidad de producir teatro como lo ha estado haciendo en los últimos años”, continúa Olmos de Ita.

(In)Visible, escrita por Enrique Olmos de Ita, se presentó dentro del Programa de Teatro Escolar en Tamaulipas en 2017. Fotos: Graciela Vergara
(In)Visible, escrita por Enrique Olmos de Ita, se presentó dentro del Programa de Teatro Escolar en Tamaulipas en 2017. Fotos: Graciela Vergara

En el programa original de Teatro Escolar (tomando como base la convocatoria de 2018 para la Ciudad de México) se ofrecían 60 funciones y se daban 479 mil pesos, entre gastos de producción, dramaturgia, honorarios de creativos, producción y pago de mantenimiento de la producción. Mientras que en la convocatoria Artes Escénicas en la Escuela se premiarán hasta 60 propuestas de teatro o danza, que tendrán un apoyo de 250 mil pesos por proyecto. Una de las mayores diferencias es que deben ser piezas que ya hayan sido estrenadas y sólo tendrán 15 funciones. Se presentarán tanto en recintos teatrales como en espacios escolares de educación básica en el estado respectivo para el ciclo escolar que arranca en agosto 2025 (la convocatoria abrió el 10 de abril, cierra el 2 de junio y el 4 de agosto da sus resultados).

“En el teatro escolar al principio eran 100 funciones, luego bajaron a 80 y en algunos lugares fueron 50. Sí, 15 funciones en realidad es poco, sobre todo considerando la gran cantidad de personas que se encuentran estudiando la educación básica en México y la gran cantidad de grupos artísticos que tienen, en el país, espectáculos para infancias y adolescentes. Da la sensación que haciendo el conteo de toda la población, el impacto será mucho menor a lo que el Programa Nacional de Teatro Escolar abarcaba”, señala.

Para la actriz Carmen Vera, quien desde 1986 hasta mediados de los 90 trabajó en proyectos de teatro escolar, es esperanzador que la convocatoria retome una labor que estuvo abandonada durante años (algo en lo que, desde distintas perspectivas, coinciden los entrevistados). Pero es “grave que si hay que hacer un recorte en lo primero que se piense es en la Cultura en lugar de que ésta se vea como una cuestión prioritaria”.

Obras clásicas en la que actuó Carmen Vera (El fantasma de Canterville en 1991-1992, y Antígona y La olla en 2001-2002), que tuvieron el apoyo del Programa Nacional de Teatro Escolar. Fotos: Carmen Vera
Obras clásicas en la que actuó Carmen Vera (El fantasma de Canterville en 1991-1992, y Antígona y La olla en 2001-2002), que tuvieron el apoyo del Programa Nacional de Teatro Escolar. Fotos: Carmen Vera

El dramaturgo Jaime Chabaud, quien tiene una amplia experiencia en proyectos comunitarios, señala ciertas diferencias donde se están perdiendo de vista los objetivos y el trato a los artistas: “Lo que hay es una transformación, incluso conceptual, porque están incluyendo la danza, que nunca se le había volteado a mirar como necesaria para el desarrollo de los estudiantes. Ojalá fuera el doble de estímulos y el doble de funciones. Que se haya incluido la danza es algo que los teatreros podríamos ver (yo no lo veo así) como una merma a las posibilidades laborales de la gente de teatro atendiendo a escolares, que es una tarea nobilisísima, Es uno de los proyectos más nobles que ha tenido cualquier institución cultural mexicana y educativa mexicana. Pero si se divide salomónicamente, mitad y mitad, se está hablando de que en realidad hay 30 estímulos para el teatro y 30 para la danza. La gente de la danza va a estar dichosa, lo merecen, lo necesitan; la gente de teatro se puede cabrear. Creo que en las circunstancias actuales va a ser funcional. Para el siguiente año tienen que probar este nuevo esquema y tienen que aumentar los estímulos, simplemente para atender a más población teatral”.

Minera, quien trabajó en obras de teatro escolar como El cuerpo humano, en 1973, y A trabajar, un año después, con el grupo Circo, Maroma y Teatro, retoma la palabra: “En aquel entonces decíamos: ‘dame un programa nacional de teatro escolar y cambiamos a México’. Porque si los estudiantes pudieran ver, desde el jardín de niños hasta la secundaria, una buena obra, tendrían 10 años expuestos al arte, lo cual es una fuerza transformadora en la vida de las personas. En una encuesta estadounidense le preguntan a la gente por qué iba al teatro y a museos, y la respuesta era que en la escuela habían recibido educación artística”. Sirve, afirma, para crear público y creadores de teatro a la vez, y destaca el valor histórico de un programa que se desarrolló a la par con el surgimiento del Instituto Nacional de Bellas Artes y la labor de Salvador Novo por el teatro mexicano. “Conforme pasó el tiempo, la comunidad artística empezó a decir que el programa era limitado, incluso geográficamente”. Pero recuerda que Mario Espinosa, desde la coordinación de Teatro de Bellas Artes empezó a llevar el programa a varios estados.

Vera complementa: “No hay educación al mexicano para que vaya al teatro”. Recalca que la ausencia de la convocatoria ha dejado un “hueco enorme en la educación del mexicano, que no sabe ir al teatro (...) Esta actividad dejaba huecos, no estaba lo suficientemente atendida para que todos fueran al teatro”.

Olmos de Ita ve una voluntad para recuperar “lo que quizá el sexenio anterior dejó perder, eso hay que destacarlo. Pero que creo que es un parche que no alcanza a cubrir todo el país. Hay estados que no están involucrados, como Nuevo León o Chihuahua. No profundiza en las distintas formas de hacer teatro para infancias o para jóvenes en relación con las edades; es decir, tendría que haber un teatro escolar para preescolar, un teatro escolar para primaria baja, un teatro escolar para primaria alta, un teatro escolar para secundaria. Esta convocatoria pues está todavía muy desequilibrada en el sentido de los públicos. No se sabe exactamente cuántos proyectos van a ir para secundaria, cuántos para primaria, cuántos para preescolar o si se va a tomar en cuenta, por ejemplo, la primera infancia, teatro para bebés”.

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