"El que estemos aquí todos juntos hablando de Nacho es un acto de amor", dijo la escritora Sandra Lorenzano durante el homenaje póstumo que la Secretaría de Cultura federal y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) organizaron hoy  en la sala Ponce del Palacio de Bellas Artes.

La primera en tomar la palabra fue, desde la distancia, la también escritora y académica, Sara Poot, quien recordó el asombro con el que los alumnos de Solares se percataron de que, en unos de sus cuentos, el narrador revela, con ironía, que está muerto; y concluyó mencionando la luz que dejó el autor de Madero, el otro en su paso "de Chihuahua a Chimalistac y de Chimalistac a Chihuahua".

La presentación de Poot fue leída por Karen Villeda, titular de la Coordinación Nacional de Literatura, quien recapituló la vida de , ganador de algunos de los premios más prestigiosos a los que puede acceder un escritor mexicano: el Xavier Villaurrutia, el Mazatlán de Literatura y el Nacional de Ciencias y Artes, entre otros. Villeda recordó que mañana Solares habría cumplido 79 años.

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Cuando fue su turno, el escritor, periodista cultural y divulgador científico, José Gordon pasó revista de un dato curioso en la vida de Solares: el momento en que Gutierre Tibón "le abrió un mundo de experiencias inexplicables que te dejan atónito". Solares le contó a Gordon que había ido con Tibón a algunas sesiones espiritistas que se llevaron a cabo en Cuernavaca. Gordon le recordó al escritor su vena crítica, y éste le ofreció, como respuesta, la posibilidad de que el inconsciente del médium sea el detonador de una alucinación colectiva. En una de estas sesiones, Solares vio materializarse a un mago o  médico oriental que le curó una rodilla; ciertas experiencias de este tipo quedaron registradas en No hay tal lugar.

Solares recordaba, señaló Gordon, una pregunta que Krishnamurti le hizo a su amigo, el físico David Bohm: "¿Cuándo ves al cielo percibes que todo está vivo? Significa que no hay muerte”, le explicó Solares antes de preguntarse qué tan posible era cruzar el muro que separa dos mundos: el de la vida y el de la muerte. "Ese muro se está franqueando aquí mismo", concluyó Gordon.

En su momento, el escritor Francisco Prieto leyó un fragmento de un trabajo sobre Solares que le pidieron en Chihuahua y recordó una frase del novelista francés, André Gide, en la que menciona que los escritores que más le interesan son aquellos con los que encuentra afinidades y siente un diálogo directo. Prieto habló sobre algunos de sus principales libros, entre ellos, Anónimo, que describe la transmigración de un periodista en un vampiro, así como Delirium tremens, reportaje que "abre las puertas de otro mundo y recrea lo que vivieron sus personajes".

Antonio Crestani, director de escena y presidente del Fideicomiso Federico Ibarra, mencionó una frase de Jorge Luis Borges que Solares repetía y, en particular, le gustaba escuchar: “Todo encuentro casual es una cita”.  Para Crestani, Solares fue  una especie de hermano mayor que se volvió “un clásico de  la narrativa, el periodismo y el teatro”.

En el epílogo de Delirium tremens —continuó—, Solares señala que, en muchos  casos, la lesión del delirium tremens desaparece si se deja de beber. También le llamó la atención cierta tendencia al misticismo, como si la alucinación y ”tocar fondo fueran requisitos para dejar la adición”; como si fueran “dos caras de una moneda”: la enfermedad y la cura, dijo.

“¿Será el delirium tremens uno de los caminos que agudizan nuestra percepción extrasensorial?”, se preguntaba Solares, en palabras de Crestani: “¿Quién conoce el bien?,  le preguntaron a Dante. Sólo quien conoce el mal”.

Después, el actor Luis Maya leyó un monólogo de la versión teatral de Delirium tremens, sobre un hombre acosado por la visión de pequeños ángeles que lo atormentan.

La amistad fue el tema con el que Lorenzano arrancó, a partir de Novelista de lo invisible, libro de conversaciones entre Gordon y Solares. De tener como punto de partida la amistad, Lorenzano pasó a reflexionar sobre el interés profundo del también editor por lo que hay "del otro lado" al cruzar las "ventanas de la percepción" y enlistó algunos temas que se volvieron eje de su búsqueda creativa: el alcoholismo, el mal, el I Ching, "la compasión como la religiosidad más profunda" y "su pasión por el silencio". Citó una coincidencia curiosa entre Solares y el cineasta Luis Buñuel: el cuento preferido de ambos, así como el de Cortázar, era  "Sorpresas del tribunal de Dios", de Jean Cocteau: "El misterio unió a un artista ateo y a uno creyente".

El poeta Javier Contreras recordó que, en los últimos años, a Solares le inquietó que la hipervigilancia se volviera cada vez más común en la era digital; el catalizador de dicha preocupación fue la pandemia y el hecho de que internet sirviera como terreno fértil para la agresividad, la violencia y el anonimato.

En las mil 500 Minucias que Solares publicó semanalmente en EL UNIVERSAL, hizo alusión a ello, continuó Contreras y citó un par: "Eva comió del fruto prohibido porque no soportaba estar encerrada con Adán", por ejemplo, y "No levantarse de la cama por depresión es como si la muerte nos besara".

La profesora del posgrado en Letras de la UNAM, Georgina García Gutiérrez, que las Minucias fueron, para ella, lo mejor de la pandemia; recordó una: "Si le tenemos miedo a la muerte, le tenemos miedo a la vida". En las Minucias, explicó, Solares abordó temas como la trascendencia, el sexo, el poder y Dios.
"Las publicó en el confinamiento, caso insólito en el que escritor y lector estaban aislados en una peste posmoderna". Cuando tuvo oportunidad, García Gutiérrez le dijo a Solares que felicitaba a EL UNIVERSAL por publicar las Minucias, tan "profundas y bellas" y "una de las obras más importantes que se han escrito en los últimos tiempos".

El actor Salomón Santiago cerró el homenaje póstumo con la lectura dramatizada de otro monólogo, que forma parte de la adaptación teatral de Delirium tremens, sobre un hombre que padece alucinaciones sonoras.

Entre el público asistente hubo figuras como el exrector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente, y los escritores Felipe Garrido y Vicente Quirarte.

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