Tras presentarse hace unos días en la Ópera de Argel Boualem Bessaih, como parte del 14 Festival Cultural Internacional de , que organizan autoridades de Argelia, junto a sus colegas mexicanos Luisa Mordel y Rolando Garza-Rodríguez, el barítono mexicano Carlos Reynoso (Ciudad de México, 1997) se prepara para la Opéra national du Rhin en Estrasburgo (en el rol del Marqués de Obigny en La Traviata, de Giuseppe Verdi, y posteriormente para el rol de Brundibár, en la ópera homónima de Hans Krása), el Rossini en Wildbad Festival (Ormon y Batone en L’inganno felice, de Gioachino Rossini) y para el Théâtre des Champs Élysées en París (dándole vida a Mercutio en Romeo y Julieta, de Charles Gounod), así como para más participaciones que aún no son anunciadas en la Opéra de Montpellier, Opéra de Massy, Opéra National de Bordeaux, Opéra de Rouen y Opéra de Reims, como parte de su temporada 2025-2026.

Su historia, como un joven estudiante que se formó en la Ciudad de México y apostó todos los recursos que tuvo a para alcanzar sus mayores ambiciones —seguir las huellas de gigantes como Rolando Villazón y Javier Camarena— es contada por el cantante. Su mirada entre dos continentes le permite reconocer ciertas flaquezas y crisis en las políticas públicas culturales: si en América Latina se requiere mayor cohesión entre naciones, el impulso de la iniciativa privada y una dignificación de las artes con públicos que las defiendan, dice, en Europa una crisis atravesada por varios factores ha devenido en alarmantes reducciones presupuestales.

¿Qué perspectiva tiene de la disminución de los presupuestos de Cultura en Europa?

Es totalmente cierto. Se está bajando, en gran medida, el presupuesto de Cultura. Más aún con la situación política y económica del presente, los aranceles, las guerras entre Palestina e Israel, Rusia y Ucrania. En Francia, en particular, hubo un recorte del 30% en el presupuesto de Cultura, lo cual es un recorte enorme, y que genera, cuando menos, limitaciones y nos obliga a buscar otras maneras.

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¿Y desde el punto de vista de un artista mexicano?

Poco aporta en cuanto a su particularidad desde el punto de vista de un artista mexicano. Pienso que es una tendencia que sucede en Occidente, es un detonante, una especie de círculo vicioso. Si la lumbrera que invierte más en la Cultura también deja de invertir, detonará que el resto de los países cambien. Yo me atrevo a decir que en la actualidad estamos los mismos artistas, los mismos responsables de la cultura estamos confundidos; deberíamos deificar, ofrecer cosas distintas a través de nuestro tipo de artistas; a veces nos quedamos sin ofrecer algún producto vendible. Es una consecuencia natural del capitalismo, estamos intentando vender cosas totalmente raras, no por ir contra el capitalismo, sino por demostrar que la cultura aporta mucho más que un momento de placer. Si no somos conscientes de cómo tocar a la gente verdaderamente y aportarles este interés cultural consolidado, el interés productor de pasivos y consumo de pasivos, mucho menos será valorada y considerada la cultura.

Vi un post en Instagram de una cantante en Colombia que iba interpretando piezas de ópera desde un camión de basura. Me parece que es una forma terrible de hacer las cosas. Ya de por sí hay un símil de que la Cultura es basura. La cultura tiene su sitio y nosotros mismos tenemos que darle un lugar de interés porque nadie más lo va a hacer.

¿Qué circunstancias hubo en su historia de vida para llegar a dónde está?

Es una fortuna y un privilegio poder presentarme en los sitios en los que estaré. Soy consciente de ese privilegio. Yo crecí en la Ciudad de México, estudié en la Prepa 6 y en la Facultad de Música. En la época en la que nos enfocamos, yo era una persona sumamente activa. Después de estudiar en la Facultad de Música fundé la compañía Ópera: Nuestra Herencia Olvidada, a través de la cual hemos rescatado muchos materiales y grabando nuestros primeros discos. Tuve la fortuna de integrar el Centre de Perfeccionament Plácido Domingo en Valencia, un programa de renombre; después participé en una formación de la Queen Elisabeth Music Chapel en Bélgica.

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Absolutamente todas las audiciones las he pagado. Hay quienes tienen patrocinadores o los apoyan mucho sus padres. Siempre he buscado (y lo he logrado anualmente) ahorrar lo suficiente para pagar. Es difícil hacer un viaje a Europa, no son nada baratos. La primera vez que lo hice fue a los 20 años, una audición en Florencia, me pagué el viaje y todo, y no quedé. Me pregunté muchas veces, ¿para qué me gasto 40 mil pesos en un viaje únicamente con este plan de audiciones? Es un gran desafío al que nos enfrentamos los artistas latinoamericanos si queremos hacer una carrera. Al ver el trabajo de Rolando Villazón o de Javier Camarena, uno piensa: yo quiero ser esa persona. Pero cuando uno empieza su carrera formativa en México es inevitable ver que ellos hicieron el 80% o más de su carrera en Europa. Para vivir de hacer óperas hay que irse de México, de Venezuela, de América Latina.

Desde muy joven yo trabajaba cantando en bodas. A los 20 años empecé a participar en concursos y, con lo ganado, pude pagar esa primera audición de la que hablaba y la segunda para ir a Valencia, todo a través de la misma profesión. En 2023 hice audición para, mínimo, siete teatros, quizá 10, para integrarme y en ninguno quedé. En mi segunda audición en Europa, que fue en Valencia, quedé directamente, eso es un saldo buenísimo. Es cuando te das cuenta de que realmente de eso va la carrera porque hay tantos artistas aquí, tantos criterios, tanto talento que la oportunidad aquí va de entrenar la voz y tener un poco de suerte.

¿Para usted, qué necesitaría México para convertirse en una plataforma de talento como lo es Europa?

La creatividad y el potencial que tenemos realmente es difícil de parangonar. No obstante, requerimos el apoyo de otros grupos que uno ve en ciertos países de recursos similares, incluso, a los de México. Yo tuve que sentarme aquí y allá y ganar premios para empezar a pagar mi formación. Primero que nada, no debería de haber la absoluta necesidad de salir de México para ejercer la carrera. México debería de tener un mercado bastante consolidado de consumo operístico y de consumo cultural. También debería haber una vinculación mucho más sólida con otros países, empezando por América Latina, donde somos una especie de hermandad, hermanos culturales. En lo político, creo que es importante luchar para que exista un apoyo hacia la cultura latinoamericana; sería crucial para que más talentos puedan desarrollarse y no tengan que salir de México. Vivir en México es imposible.

La colaboración con la iniciativa privada es crucial. No existen los suficientes dispositivos para que pueda participar la iniciativa privada, no hay suficiente vinculación con el extranjero y tampoco hay suficiente organización interna para que haya una coproducción entre las instituciones, organismos y escenarios en México. En cuanto a la educación cultural, es necesario tener conciencia del aporte social que da la cultura, y no el mero entretenimiento; que se distinga, que vendamos realmente y no busquemos vender y rebajar nuestro trabajo, que es tan valioso, a un mero disfrute.

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¿Es algo que vio en México?

Lo veo en general, pero sí, principalmente en México. Tenemos esta idea de democratizar la cultura (que me parece absolutamente adecuado), pero al coste menor para la población. La gente tendría que tener el tiempo y la posibilidad de acceder a un lugar donde se haga la música.

¿En qué va el proyecto Ópera: Nuestra Herencia Olvidada?

El primer disco que hicimos fue de Cenobio Paniagua, padre de la ópera mexicana. El siguiente será de compositoras mexicanas de finales del siglo XIX. Se tiene programado para lanzarse el 10 de agosto con Urtext. La curadora del programa es Montserrat Pérez-Lima, musicóloga especializada en estos temas, que ha integrado un programa bastante interesante con compositoras como Ignacia Ilizaliturri de Caballero, Cuquita Ponce, la hermana de Manuel M. Ponce, e incluso obras que jamás se grabaron de María Grever.

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