Autor de historias con atmósferas apocalípticas, melancólicas y épicas, pero dotadas de un gran sentido del humor, humanas y singulares, László Krasznahorkai, el ganador del Premio Nobel de Literatura 2025 “por su obra fascinante y visionaria que, en medio de un terror apocalíptico, reafirma el poder del arte”, se ha convertido en el escritor 123 en obtener el galardón y el segundo húngaro en recibirlo, tras Imre Kertész, en 2002.

El narrador de 71 años nacido en Gyula, Hungría (5 de enero de 1954), en una entrevista con la radio sueca SR indicó: “Estoy muy feliz, tranquilo y muy nervioso a la vez”. A través se agencia literaria se dijo emocionado: “Estoy profundamente agradecido por haber recibido el Premio Nobel, sobre todo porque este galardón demuestra que la literatura existe por sí misma, más allá de diversas expectativas no literarias, y que sigue siendo leída”.

El autor de Tango satánico su primera obra, publicada en 1985, así como de Herscht 07769, la más reciente y sin traducción aún en español, fue una de las figuras destacadas de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2024, donde dijo a EL UNIVERSAL: “Soy un artista que llega a escribir libros, novelas, cuentos cortos. No trabajo en un escritorio, con una computadora y esas cosas, sino en mi cabeza, como un viejo poeta. Escribo de 15 a 50 páginas en mi cabeza, siempre revisando y corrigiendo”.

Krasznahorkai, quien es considerado “uno de los narradores más originales de la literatura europea” y cuya obra en español publica Acantilado, pasará a la historia por ser “un gran escritor épico de la tradición centroeuropea que se extiende desde Kafka hasta Thomas Bernhard”, indicó la Academia Sueca.

“No es gratuito que su apellido, que empieza con K, sea la misma K con la que empieza Kafka, no es solo casualidad alfabética, sino que va mucho más hondo. La literatura de Krasznahorkai no se puede explicar sin Kafka. Claro que Krasznahorkai tiene su propia línea, pero eso que yo llamo ‘el absurdo radical’ de Kafka, es lo que vertebra prácticamente toda la obra de Krasznahorkai. Sí es verdad que hay esta tendencia oscura, apocalíptica en su obra, pero está igual que en Kafka y también hay que señalar otra K por ahí, que es Imre Kertész, que fue el primer húngaro que recibió el Nobel hace ya 23 años. Curioso que los dos tengan apellidos con K, esa K kafkiana, no es gratuito”, apunta el escritor Mauricio Montiel.

Y si Montiel observa este temperamento oscuro y apocalíptico, igual que ocurre en Kafka, la beta humorística e irónica muy fuerte, destaca que “varios de los personajes de Krasznahorkai son bastante rocambolescos, kafkianos en ese sentido, pero son individuos que no es que ellos vean la vida con ironía, pues aunque la vida los trata muy mal, el autor los maneja con cierta compasión humorística”.

Para el escritor, diplomático y crítico literario Héctor Orestes Aguilar, el Nobel a Krasznahorkai “premia la tradición de escritores como Sándor Márai, es decir, escritores burgueses que ven el desmoronamiento de una sociedad y la resistencia de ese desmoronamiento, la pulsión central de sus temas literarios que le va a permitir penetrar en el alma de sus de sus personajes, en el alma de las tragedias personales que así mismo serán el núcleo de sus novelas. De una manera muy simbólica el premio a Krasznahorkai es un premio tardío, pero un reconocimiento de todas maneras muy válido a la gran tradición de escritores burgueses ilustrados como Sándor Márai”.

Krasznahorkai estudió Derecho y Lengua y Literatura Húngaras, y tras unos años como editor se convirtió en escritor. Para desarrollar su literatura “singularísima” como lo ha definido Acantilado, su editorial en lengua española, durante años recorrió el país y ejerció diversas profesiones en pueblos y ciudades de provincias. Orestes Aguilar asegura que el gran mérito de Krasznahorkai es describir la “Hungría profunda”; es decir, “traer la novela del ámbito rural a la ultramodernidad con una fortaleza prosística admirable y con una mirada absolutamente fuera de serie para contar la tragedia de la mujer y el hombre menor en una sociedad postsocialista como la Hungría que se transformó después de la caída del Muro de Berlín”, afirma.

Su primera novela, Satantango, traducida al español como Tango satánico, puso al escritor al centro de la vida literaria húngara, donde goza de gran número de lectores. Luego escribiría Melancolía de la resistencia, ambas novelas llevadas al cine por su amigo y compatriota Béla Tarr. Después escribiría obras como Al Norte la montaña, al Sur el lago, al Oeste el camino, al Este el río, Guerra y guerra, Ha llegado Isaías, Y Seiobo descendió a la Tierra, Relaciones misericordiosas y El barón Wenckheim vuelve a casa.

Dulce María Zúñiga, la ensayista, traductora y coordinadora académica de la Cátedra Latinoamericana Julio Cortázar, que fue jurado del Premio Formentor de las Letras 2024, cuando se le concedió ese galardón al ahora Nobel y que motivó su participación en la FIL de Guadalajara, asegura que la literatura de Krasznahorkai es muy vasta y tiene muchos registros. “Es una obra muy compleja, no se puede resumir en pocas frases”, y cita Tango satánico, que fue calificada por Susan Sontag como apocalíptica, “Apocalíptica en el sentido de que sí habla de un mundo en decadencia, de un mundo sin esperanza, pero que al final sí se redime”.

Apunta Orestes Aguilar que “la dramaturgia” de la prosa narrativa, es decir, la capacidad de transmitir la pulsión trágica de las historias que narra Krasznahorkai lo hace un escritor ciertamente perturbador y en buena medida también transgresor. “Es un autor absolutamente singular, o sea que tiene una enorme singularidad aun dentro de la literatura húngara, que tiene muy buenos escritores y escritoras, y que es un autor que, desde la intimidad de la Hungría profunda, es capaz de enviar a todos los lectores de la globalidad del siglo XXI mensajes reveladores, estimulantes e incluso perturbadores”.

Y es que ayer, tras el anunció del Nobel para el también guionista de cine conocido por su prosa difícil y exigente, su literatura comenzó a ser definida como “singularísima”, profunda y densa, que avanza rozando el “terror apocalíptico”.

Mauricio Montiel reconoce que ese estilo laberíntico muy exigente, no es para el lector contemporáneo que está acostumbrado a las redes sociales, pues al entrar al universo del húngaro, se topa con una frase de 40 páginas y le da un infarto.

Y es allí donde su temperatura literaria se empata con la temperatura visual del cineasta Béla Tarr, que describe como un cine meditativo, reflexivo, profundamente melancólico, “ha empatado esa sensibilidad cinematográfica con la sensibilidad literaria de Krasznahorkai. Qué bueno que se visibilice ahora de manera tan rotunda la obra de este autor que lleva desde los años 80 trabajando novelas y relatos, y ojalá, de verdad, el lector pierda miedo y se olvide un ratito de los tuits y de la literatura entregada como Papilla Gerber, y se adentre en la obra de este autor húngaro que considero tan imprescindible en la literatura contemporánea”.

En marzo de 2004 a Krasznahorkai le fue concedido el Premio Kossuth, uno de los más prestigiosos de su país, en reconocimiento a su obra. En mayo de 2015 ganó el Man Booker Internacional; en abril de 2021 le fue conferido el Premio Austriaco de Literatura Europea y, el año pasado fue galardonado con el Premio Formentor de las Letras, galardón por el que ese mismo año llegó a la FIL de Guadalajara para dictar la conferencia magistral en la Cátedra Cortázar; fue allí donde se encontró por unos días con la cultura mexicana.

“Él quiso visitar lugares populares como un mercado, por ejemplo, compró chiles picantes, comió tacos, o sea, él quiso realmente internarse en la vida de la ciudad, aunque estuvo pocos días, estuvo muy contento y feliz. Y nosotros también, por supuesto. Se interesó por la cultura mexicana, por la ciudad de Guadalajara, visitó los murales y la casa de Orozco, vio la arquitectura de Ignacio Díaz Morales, caminó por avenida Chapultepec. Quiso saber más de Rulfo y le fascinó”, aseguró Zúñiga, quien califica de entrañable a László Krasznahorkai, el escritor que estuvo en México, 10 meses antes de ser Premio Nobel de Literatura.

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