“Lo más difícil al principio fue vivir, simplemente vivir. Y la literatura vino a salvarme de vivir”, asegura la narradora y poeta colombiana Piedad Bonnett (Amalfi, 1951) a propósito de la publicación de su novela “La mujer incierta” (Alfaguara, 2025). Ese que es su proyecto más personal e íntimo —aunque su literatura se caracteriza por ser muy personal— y es el más autobiográfico en el que recupera memorias, recuerdos y evocaciones para construir su historia y reconstruir su propia identidad nació en tiempos de pandemia, un tiempo en el que se confrontó consigo misma y con sus miedos, tragedias, dolores y enfermedades.
La literatura, dice en entrevista, es un sitio al que se metió para vivir otra vida. “He comprendido con los años que yo soy una de esas personas altamente sensibles, de las que hoy se habla y califican. Por eso a los 13 años tuve una ulcera duodenal, entonces, la literatura era ese lugar donde yo me refugiaba. Luego, la literatura me expulsó al mundo, a ese del que yo estaba huyendo hace 20 años o 25. Y me volvió a decir, ‘No, el lugar está en el mundo, no en la literatura’, y eso es muy difícil”.
La escritora que ha publicado nueve libros de poesía, seis obras de teatro y seis novelas, afirma que cuando inició esta obra autobiográfica no sabía para dónde iba. “Toda novela es una aventura y un ejercicio de conocimiento, cualquiera, pero esta era especialmente exigente porque yo tenía que hacer una introspección gigante, mirar qué sí y qué no. Además, la otra cosa dificilísima de este libro fue ¿cómo no hacer una cosa completamente hilada como si mi vida fuera coherente? Porque no hay vidas coherentes”.
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En La mujer incierta está la vida de Piedad Bonnett, su niñez, sus primeros estudios en colegios de monjas, sus rebeldías e irreverencias, sus deseos y sueños, su vida en la literatura y en la academia, desde luego también su matrimonio y su maternidad, la muerte de su hijo y sus temores de Dios, del movimiento, la vida, sus padres y su familia, de su certeza desde niña de que quería convertirse en escritora. Pero también es una novela en la que explora su identidad y su cuerpo.
“Estoy hablando de un cuerpo que envejece y de un espíritu que se fortalece con un montón de cosas, pero en el que finalmente viven todavía unas vulnerabilidades. Y esa niña que yo fui sigue viviendo en mí, sigue ahí con todos sus miedos y fue cuando encontré que yo tenía que ir a mi oficio. A lo que me salvó a los 13 años en un internado, que era escribir poesía. Y a lo que me salva ahora que es que por fortuna estoy terminando otro libro; es mostrar cómo la literatura sostiene a unos seres humanos. A veces a los que escribimos y a veces a los que leen”, apunta la narradora.
La ganadora del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2024 empezó en la literatura siendo poeta a los 15 o 16 años, “ser poeta es una tontería decirlo ahí, escribía versos”, dice; pero ahora, pasados los años, asegura que “la vida me ha hecho comprender que yo soy sobre todo poeta porque para la poesía se necesita una mente particular. Como el artista plástico sabe dibujar o el músico tiene una intuición para la música, creo que los poetas tenemos una mente que asocia de una manera particular y una mirada también poética que se cultiva”.
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Dice que mientras estaba en la universidad escribió un libro de cuentos “que por fortuna no publiqué porque esto era todo imitación de Rulfo, porque Rulfo nos tenía deslumbrados a todos”. Pasados los años quiso hacer una novela “y esa novela fracasó porque yo no estaba preparada. Entonces fue tanta la desesperación que me silencié literariamente y me dediqué a la docencia. Luego, con la desesperación volvió a salir la poesía.
“Y entonces asumí eso. Dije, ‘Bueno, es que no voy a ser novelista, voy a ser poeta’, y me enamoré profundamente de la poesía. Y empecé a leer poesía y a investigar para la poesía y los versos me salían hasta por las orejas. Pero pasa mucho tiempo y me vuelve la nostalgia de la novela. Digo, ¿y qué tal que yo si puedo? Y lo hice, porque la novela es un vicio. O sea, una vez escribes una novela es porque te aferras a eso que te sostiene. Poemas tú escribes hoy uno y dentro de ocho días uno más o dos, una novela te exige a diario. Entonces por eso te envicia porque tienes algo que te sostiene en la vida”.
Bonnett confiesa que por eso escribió este libro, “cuando estaba en pandemia recordé todas las vicisitudes de mi propio cuerpo; nunca me ha dado un cáncer, nunca me ha dado nada grave, pero lidió con él todos los días a todas horas”, señala la escritora que asegura que la vida le ha hecho comprender que “yo soy sobre todo poeta”.
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Y por ello está feliz de que tras terminar “La mujer incierta” regresó a la poesía. En breve saldrá con la editorial Visor su nuevo libro de poesía, titulado “Los hombres de mi vida”, con 35 poemas, y que dice “es un libro un poco irónico sobre la masculinidad. Un libro muy pequeñito sobre un maltratador, pero también ahí está mi hijo, también está un amor, son los hombres de mi vida y unos pequeños poemas pandémicos, porque la pandemia necesariamente trajo poemas”.
Y ya trabaja en otro que se llamará “El arte de viajar” y que define también como un libro irónico. “Es irónico y es dramático. Ahora hay una frivolidad tremenda a la hora de viajar, todo el mundo va y conoce siete países en 15 días y dice que conoce el mundo, es parte de una mentalidad contemporánea que es abarcar y cero profundización. Y al lado quiero hablar del migrante, ese sí es como la idea más brutal del viaje, que se van quedando sus restos por el camino y que lo que llega ya es un ser al que le toca reconstruirse o que en el peor de los casos le toca devolverse y perder el viaje”, concluye la narradora que estudió Filosofía y Letras y Teoría del Arte, la Arquitectura y el Diseño.