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En su edición impresa, Confabulario conmemora el centenario de la Sonora Matancera, esta orquesta del siglo fundada en la ciudad porteña de Matanzas, Cuba, el 12 de enero de 1924.
Esta agrupación ha trascendido su lugar de origen y hoy es considerado el decano de los conjuntos tropicales. Sus álbumes, canciones y letras, así como los diferentes ritmos bailables que lanzaron, están impregnados del folclor caribeño, antillano y latinoamericano. El conjunto representa por sí mismo la versatilidad musical, acogiendo a vocalistas multinacionales, el esplendor de una época de trovadores y bohemios. Aparecieron en películas y condicionaron, para siempre, la vida nocturna.
No sólo consiguieron los duetos más variados, con mexicanos, puertorriqueños, colombianos, panameños, haitianos, venezolanos... ahí donde uno se encuentre en América, la Matancera colma el imaginario. Sus integrantes, con justa alegoría, fueron capaces de mecer los aretes de la luna. Le dieron un giro a la esquina, un componente del barrio, le dieron movimiento.
Su legado está vivo en la cultura. En este número, contamos la historia de su llegada a México; por decisión del director de la orquesta, Rogelio Martínez, la agrupación se exilió de Cuba. Aquí llegaron con la fama en las maletas, pero algo castigados por salir de la tierra del fuego, donde corre el río del Pinar. No obstante, fueron vistos con recelo por los músicos sindicalizados: veían en la Matancera una dura competencia, a un gigante que lo mismo hacía de trompetista, maracero, tumbador, tresero, pianista, guitarrista y hasta de jinglero.
Acompaña a esta historia otras historias, entre las cientas que cosechó esta orquesta. A Perú llegó como un ciclón melodioso, guapachoso, cumbiambero. En el sur tocó tierra y removió los litorales de la cintura. "Ay, qué hermosura, pégale a la cinturita". Pero el fenómeno no quedó ahí, en América, en los andes, en el valle de Anáhuac, en la ciudad de esplendor multicultural, Nueva York. En Tenerife, España, a finales de 1980, reunió, en un hito numérico, a 240 mil almas efusivas.
Honremos a la Sonora Matancera.