Cantar ópera es una vocación poética que requiere perfección técnica. Exige un compromiso con la belleza desde el dominio vocal absoluto. Es una demanda permanente de precisión y expresividad. Pero no sólo es la voz, sino también la actuación. Dar vida a un personaje operístico es al mismo tiempo una obligación teatral que implica tanto sonido como pantomima. Es algo que cualquier persona que quiera dedicarse a esto debe saber.

Por ello, los jóvenes con la ilusión de aprender este género tienen que investigar a fondo todo lo que conlleva ser un cantante de ópera profesional. Para todas las profesiones se necesitan características especiales en cuanto al carácter, voluntad y los sacrificios que se deben realizar. Interpretar una ópera está más allá de cantar bien y bonito.

Por ejemplo, lo que yo hago para prepararme para un personaje operístico es, primero, reconocer si la música escrita para ese personaje es adecuada para mi tipo de voz. De ahí, desarrollo toda la investigación sobre la historia alrededor del personaje: averiguo su psicología, estudio el libreto y la manera como lo está planteando el director de escena. Por supuesto, saberse la música hasta dormidos es vital.

Es importante, entonces, conocernos muy bien y discernir hasta dónde queremos llegar con nuestro arte. Yo trato de que mi estilo vocal sea un canto franco y honesto, lo que me ha llevado a formar parte del prestigioso programa de jóvenes valores de The Metropolitan Opera en 2020, conocido como Eric and Dominique Laffont Competition. Además, gracias a Fundación UNAM, tuve la oportunidad de participar en el evento Las Voces Líricas de México 2024, una serie de seis conciertos en febrero —cuatro en la Sala Nezahualcóyotl y dos en el Teatro Bicentenario de Guanajuato— junto a la Sinfónica de Minería.

No obstante, para llegar ahí también tuve que superar una serie de desafíos. A mí me tocó trabajar para mantener una estabilidad emocional saludable después de una pandemia que nos afectó globalmente. Ese fue uno de los más grandes, aunado a poder entrar de lleno al negocio de la ópera, luego de la misma contingencia, para establecer mi carrera laboral como freelancer. Igualmente tuve que romper con los tabúes respecto a que las mujeres debemos elegir entre hacer carrera, estar casadas o tener hijos. Creo que estos han sido los obstáculos más grandes a los que me he enfrentado —y me seguiré enfrentando en el futuro—.

A pesar de lo anterior, siempre trato de equilibrar mi vida personal con mi carrera musical. Procuro disfrutar el presente: en el momento que me toca cantar, disfruto cantar; cuando me toca estudiar, me enfoco y disfruto estudiar. Y si tengo tiempo para descansar y estar con mi familia o amigos, lo disfruto con naturalidad. No todo es ópera: me encanta escuchar música instrumental de guitarra y, en general, lo que me haga sentir bien.

Justamente el goce propiciado por la música es lo que acaba atrayendo a las nuevas generaciones a la ópera. Lo principal es que se monten las obras taquilleras, porque así cualquier persona puede sentir una conexión con las historias y los personajes. Es más fácil conquistar público nuevo cuando se identifica con la pieza, y con la publicidad adecuada para cautivarlo. De ahí que esté muy agradecida con FUNAM al interesar e impulsar a jóvenes mexicanos. Con todo, debemos seguir trabajando para que la ópera continúe su camino, pues nació para vivir por siempre.

Soprano

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