Ante la gentrificación y la especulación inmobiliaria que trae consigo, el centro de la Ciudad de México se ha ido llenando de condominios. ¿Qué efecto tiene este proceso urbano en colonias como el Centro Histórico, la Juárez y Roma, cuya arquitectura tiene un gran valor? Contrario a lo que se podría creer, la gentrificación en esta zona ha tenido un impacto positivo en la arquitectura. Muchos de estos edificios venían arrastrando un abandono de décadas y en los últimos años, debido a la efervescencia de la ciudad, han tenido un nuevo aire. Para entender la situación, los expertos indican que es importante conocer la historia de estas colonias en particular.

La Juárez y Roma “de popular no tenían nada. En este caso, cuando se habla de que se expulsaron a los originarios de las colonias, no es cierto”, afirma Felipe Leal, arquitecto y miembro del Colegio Nacional. Estas colonias se crearon en el Porfiriato, ahí se mudaron las clases altas que inicialmente vivían en el Centro Histórico, explica el historiador especializado en arquitectura, Pedro Rodríguez. Por eso en esas zonas se construyeron residencias lujosas a lo largo de las décadas, abarcando estilos como el art déco, neocolonialismo y hasta funcionalismo. “Como (estas colonias) fueron planificadas, tienen un mejor trazo y mejores condiciones, como parques, camellones y más espacios públicos”, agrega Leal.

A la izquierda, un ejemplo
 de edificio
 del siglo XX abandonado 
en la esquina de Atenas 
 y Abraham González, en la colonia Juárez. Foto: Gabriel Pano/EL UNIVERSAL.
A la izquierda, un ejemplo de edificio del siglo XX abandonado en la esquina de Atenas y Abraham González, en la colonia Juárez. Foto: Gabriel Pano/EL UNIVERSAL.

Pero en la década de los 70 inició la decadencia de estas colonias porque los habitantes se mudaron a otras zonas de la ciudad y en los 80, el tiro de gracia fue el terremoto de 1985, lo que causó que estos inmuebles históricos fueran abandonados, se deterioraran y así llegaran nuevos habitantes. Otro elemento que contribuyó al declive de estos edificios, incluso aquellos que se ubican en el Centro Histórico, fue la Ley de Rentas Congeladas de la capital, que se implementó en 1942 y se eliminó en 2001. Las rentas congeladas propiciaron un círculo vicioso: dueños perdían interés en las propiedades porque no les dejaban ganancias, mientras que inquilinos no daban mantenimiento porque no eran sus propiedades.

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Entonces empezaron a “dominar usos no más nobles para esas casas, como talleres mecánicos, se generó un esquema de vecindades, llegaron otros habitantes y hay una trasmutación. Lo que ha sucedido en los últimos años es que se han mejorado (las colonias) y por eso es el atractivo de ir a vivir ahí, donde hay mejores servicios y más espacio público. Se ha mejorado la infraestructura y edificios como la casa Balmori y la Casa Lamm; ha habido más conciencia por preservar”, declara el arquitecto Felipe Leal.

La Casa Balmori, inmueble rescatado en la colonia Roma. Foto: Gabriel Pano/EL UNIVERSAL.
La Casa Balmori, inmueble rescatado en la colonia Roma. Foto: Gabriel Pano/EL UNIVERSAL.

Un ejemplo de renovación es el Edificio Victoria, ubicado en C. López 44, en la colonia Centro. El inmueble, construido en los años 30 y representante del Art déco mexicano, se rescató en su exterior e interior originales y aunque en su historia carga con el despojo de habitantes para ser un Airbnb, ahora la mayoría de sus departamentos se rentan con contrato a largo plazo.

Aunque la gentrificación en el Centro Histórico es distinta a la de las otras colonias, explica Rodríguez, pues al ser una zona comercial hay más demanda para usar los edificios para bodegas:

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“El problema del Centro es que las comunidades asiáticas que tienen negocios en el Centro están ocupando los edificios de manera distinta, aunque legalmente no lo pueden hacer. Los edificios tienen un uso, pueden ser residenciales, comerciales o mixtos. La mayoría de los edificios en esta parte del Centro son de uso residencial, lo que implica que rentas, mantenimiento y pago de impuestos sea distinto, pero se usan como bodegas, eso sí que daña los edificios. Cuando se estipula un edificio residencial es porque la estructura está calculada para soportar el peso de muebles y familias, pero no para soportar toneladas de mercancía”.

Patrimonio vulnerable y mutable

Los inmuebles del siglo XX son un patrimonio vulnerable al no estar protegidos por la Ley Federal de Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos —que sólo cobija a inmuebles del siglo XVI al XIX—, por lo que muchos de estos sólo están considerados en la Relación de Inmuebles con Valor Artístico del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL). La protección que da esta catalogación es casi simbólica, se aplican sanciones sencillas si se dañan o destruyen, pero sí constituyen toda una burocracia kafkiana para poder remodelarlos. Esto, indica Rodríguez, también ha sido un factor para desalentar su rescate, dejando sólo a grandes inversionistas la capacidad para cubrir los gastos que implica seguir las indicaciones del Instituto.

Paloma Vera, de la Academia Nacional de Arquitectura, señala que la arquitectura no se puede defender sólo con declaratorias, sino que la mejor forma de preservarla es dándole vida y adaptándose a las nuevas formas de vida: “Deben mantenerse por sí mismas activas en la ciudad. Me refiero a que quizás antes era una vivienda para una sola familia, pero ahora la planta baja es comercial y en la planta alta alberga a cuatro familias. Realmente la adaptación de la arquitectura a los tiempos modernos se tiene que dar de una manera muy activa para que siga vigente”.

Gabriel Pano/EL UNIVERSAL.
Gabriel Pano/EL UNIVERSAL.

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Daños colaterales

Señalar este impacto positivo en la preservación de la arquitectura no significa que los expertos anulen los problemas que surgen a raíz de la gentrificación, que definen como un proceso natural y mundial.

La arquitecta Paloma Vera explica que las ciudades son espacios diseñados para que muchas cosas sucedan a la vez, pero con equilibrio. La cuestión es que actualmente el equilibrio se ha roto por el despojo que han causado las fuerzas económicas: “Habría que retomar iniciativas por parte del gobierno donde se estimulara la vivienda de bajo costo para que las personas no sean expulsadas de los centros”.

Esto no ha ocurrido porque, comenta Leal, la autoridad se ha visto rebasada porque la sociedad avanza a un ritmo más rápido.

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“La autoridad ha actuado de manera errática, no generó una política pública para manejar los equilibrios, ese es el problema. (La gentrificación) es muy benéfica para la ciudad porque mejora barrios, genera empleos y mejora la infraestructura de la ciudad. Pero hay una cantidad de tierra ociosa en el centro de la ciudad, ahí, con mecanismos creativos, la vivienda pública aliada con particulares se debe hacer una vivienda más asequible”.

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