En el libro El otro Nobel, recientemente publicado por el sello editorial Debate, el fotorreportero Kim Manresa (Barcelona, 1961) muestra, a través de alrededor de 200 fotografías, caras distintas, íntimas y cotidianas de 30 ganadores del ; un proyecto que comenzó en 2005 y que finalizó el año pasado con los retratos que hizo de la escritora surcoreana .

Es muy notorio que retrata la vida íntima de los escritores, ¿cómo se dio ese paso?

Soy un fotógrafo que se ha dedicado al tema social. El proyecto se tomó en serio porque mi idea no era hacer ya un retrato de estudio, pero un poco sin salir de mi vida; sería, pues, el Nobel cotidiano, me refiero a la vida cotidiana tal como es y luego, si fotografío a estos escritores no quiero cambiar su estilo.

Con Saramago fuimos a dar un paseo por todo Lisboa, con Kenzaburo Oé fuimos a Tokio y nos llevó a la parte antigua de Tokio. Hay muchas anécdotas. La idea era esta, se lo explicábamos a cada uno y los primeros fueron difíciles porque no lo entendían mucho. La idea era ver el Nobel así, fuera del aura del hombre guapo, intelectual. Con Pamuk fue ir a comprar alcachofas al mercado de Estambul; con Wole Soyinka, que fue un guerrillero para luchar contra la dictadura de Nigeria, fuimos a las montañas donde luchaba, donde había cuarteles, es realmente una historia un poco inimaginable, viajar con un Nobel por las montañas, y enseñar los pasadizos; con Vargas Llosa nos dijo: “Vamos a hacer jogging con mi mujer y los perros”.

Cuando estás ahí no lo piensas, pero cuando ves todo en conjunto te das cuenta de lo que has hecho. Cada uno es una historia y parecen historias sacadas de alguna película.

Por ejemplo, con García Márquez cuando se hizo la entrevista, parecía una película de espías porque hacía un montón de años que no daba entrevistas. Pudimos hablar con su agente. Si hacéis este proyecto, no puede faltar Gabo. Entonces se montó ahí una trama para poderlo entrevistar. Con Orhan Pamuk lo entrevistamos cuando hizo unas declaraciones de que el gobierno turco había cometido una matanza, un holocausto. Entonces, los extremistas lo condenaron y se tuvo que esconder. Cuando hacíamos la entrevista fuimos a dar una vuelta por el mercado, pero Pamuk no podía salir sin guardaespaldas. Entonces dijo: “Bueno, tú llevas la cámara y tal, si pasa alguna cosa creerán que vosotros sois mis guardaespaldas y os dispararán a vosotros también”. Y con Wole Soyinka igual, tenía guardaespaldas. Con Naguib Mahfuz, él tenía unas novelas por las que también fue condenado y sufrió un atentado tremendo en El Cairo; le clavaron el cuchillo y le cortaron la yugular. Dio la casualidad de que un hombre que iba pasando era doctor y lo pudo salvar.

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Es algo similar a lo que pasó con Salman Rushdie. O el caso de Soyinka, a quien le quitaron la visa recientemente.

El de Naguib y el de Salman es el mismo caso. Tanto Salman cuando hizo Los versos escritos y Naguib, que escribió lo que ofendió a los islamistas, pues hicieron una fatua y lo condenaron a muerte porque ha ofendido. En el caso de Wole Soyinka, en estos momentos hay un personaje en la Casa Blanca que todos conocemos y que hace medidas totalmente reprochables, en las que se lleva al planeta de cabeza. Entonces, Wole Soyinka hizo declaraciones en contra de todo lo que está pasando, de la expulsión de migrantes, de la política exterior de Estados Unidos, y ahora cualquier persona que no opina igual que Trump ya es condenada. Sea escritor o lo que sea.

¿Cómo ayuda el periodismo en tiempos tan convulsos?

El periodismo como se entiende es más importante que nunca en estos momentos en que la opinión del periodista está en duda, con la Inteligencia Artificial, con las redes sociales, con el recorte de los medios, que todo se debe hacer por Internet, todo es confuso y ya no se sabe qué es verdad y qué es mentira. Casos como lo que pasa en Oriente entre Palestina Israel. Que Israel prohíbe la entrada de periodistas en Gaza, yo creo que esto es una cosa totalmente reprochable y que lo haga un país que ha sufrido tanto en la Segunda Guerra Mundial tendría que dar una lección. No sé de qué manera, pero no aniquilar a todo un pueblo.

En Ucrania-Rusia pasa igual. Ahora los periodistas estamos en el objetivo de los grandes gobiernos. Molestamos a todo el mundo. Hay que luchar con esto, tampoco ayuda el recorte de los medios. Los grandes medios tampoco ayudan a que los periodistas puedan trabajar en condiciones, una cosa importante es que les paguen bien, que no hagan el trabajo gratuito. “Si tú no te vas ahí, hay una cola”. Hay que enderezar lo que es el periodismo. Tampoco me gusta la línea que toma el periodismo. De cualquier cosa que pasa se hace un show. Y la gente de la calle ya no se toma tan en serio esta profesión que durante muchos años ha sido un ejemplo de honestidad y de bien hacer. Y que ahora ya está perdiendo los caminos.

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¿Qué debe hacer el periodismo para mostrar lo verdadero?

Hay que bajarnos un poco del pedestal, ¿no? Hay que involucrarse un poco más en las historias, en las historias humanas, como siempre se ha hecho el periodismo social. Ahora compras el periódico y todo es de chismes.

Hay que bajar los pies y hay que volver a conocer al pueblo, a mezclarse con la gente en lo que pasa. Pero cada vez hay más impedimentos. Tú quieres hacer cualquier cosa y todos son impedimentos, impedimentos e impedimentos.

Estamos en una sociedad en la que nadie quiere ver la verdad tal como es. Las grandes corporaciones multinacionales de todo tipo nos han vendido que todo es un mundo feliz, con la Inteligencia Artificial, que no pasa nada. Y no es así. Una minoría está manipulando al 95% de la población. Y el problema es que ese 95% de la otra población se lo cree y se mete en esta burbuja y ya no sale. Este es el problema. Hay que volver a la realidad.

¿Hacia dónde ve que se perfila el futuro del periodismo?

Cuando ves que la Inteligencia Artificial ya se ha puesto en la mente de todos, cuando muchos periodistas ya la usan para hacer sus artículos, cuando tú miras a Google y todo es IA, la cosa está difícil. Yo lo veo muy claro, yo no lo descubro: con el cierre de periódicos, con el desprestigio de los periodistas, creo que habría que hacer un cambio. Por ejemplo, que los colegios de periodistas de todo el mundo tendrían que poner un acuerdo, normas, que el jefe de periodistas tiene que demostrar que sirve y que éticamente es responsable. Como esto no existe, cualquiera puede decir lo que le dé la gana. Cualquiera que salga en un programa de televisión de prensa rosa y diga una opinión que vale más que el periodista que hasta habla chino. Hay que separar la parte de prensa rosa y el periodista que explica los problemas que pasan en la sociedad.

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