Una situación contradictoria marca el estado del teatro en la Ciudad de México desde hace tiempo. La actriz y activista cultural Dobrina Cristeva, quien también forma parte del Movimiento Colectivo por la Cultura y el Arte de México (Moccam), explica, en entrevista, que la capital del país ofrece la mayor oferta cultural a nivel nacional.
El año pasado, a partir de datos que arroja la Cuenta Satélite de la Cultura de México, la ciudad ascendió a 301.2 miles de millones de pesos (lo que representa el 36.7% del Producto Interno Bruto de cultura del país), explica.
“El presupuesto asignado para este año es de 1.3 mil millones de pesos. O sea, es una proporción increíble sobre lo que se produce en la ciudad y lo que ésta invierte en producción artística. Es patético. La Ciudad de México se ha recargado siempre en el presupuesto federal, invirtiendo lo menos posible que se pueda”, señala y abunda en que se trata de un problema aún más notorio desde que se convirtió en una entidad federativa.
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Un ejemplo claro es que la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México no tiene más de cuatro o cinco teatros, entre los que Cristeva enlista al Teatro de la Ciudad, al Foro A Poco No, al Sergio Mañana y al Hidalgo. “La ciudad más grande del país y una de las más grandes del mundo, cuenta con cuatro teatros propios. Muchos otros pertenecen a la Secretaría de Cultura y a Bellas Artes; o son privados o son de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), pero la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México cuenta, como tal, con sólo cuatro o cinco teatros”.
Y, aunque no son los únicos recintos, esta mínima cantidad tiene ciertas consecuencias: “El Teatro de la Ciudad representa lo que llega: desde conciertos hasta espectáculos circenses y folclóricos ylo que se ofrezca. Es tanta la demanda, que tienen que meter lo que hay donde sea y eso impide hacer una curaduría y un programa porque también los apoyos para la producción de artes escénicas son mínimos”.
La situación tiene muchas caras y forma una especie de círculo vicioso: “Como no hay espacio, no hay recursos y la demanda es tanta, la forma en que lo han resuelto es dando la menor cantidad posibles de funciones. Entonces, ofrecen seis funciones, diez funciones, por ejemplo, pero generan una desprofesionalización del sector porque un grupo de actores y directores tiene que ensayar cuatro meses para dar seis funciones”. Finalmente, dice, es algo que se ha tenido que hacer porque, en este problema estructural que puede verse como una especie de cáncer no sólo en la escena local de la Ciudad de México, sino del país, no hay otra opción.
“Todas las artes necesitan material e inversión previa, y las artes escénicas más; se necesitan espacios para ensayar, madera para construir, tela para hacer vestuario, transporte de mudanza y bodegas; todo eso no se considera en ninguno de los apoyos que ofrece la ciudad de México”, asegura.
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Cristeva apunta que estos problemas no son, lamentablemente, nuevos. Al contrario, cada año que pasa y cada nueva administración en la que no se atienden o reestructuran, complejiza el problema y le añade las circunstancias particulares de cada momento, tal como en el sexenio anterior lo fue el Proyecto Chapultepec. Naturaleza y Cultura.
Otro tema abandonado desde hace tiempo por las autoridades de Cultura en la capital es, continúa la actriz, la coordinación entre las distintas alcaldías de la ciudad: “Ellos podrían trabajar en coordinación y esto es un trabajo muy dispar. Casi todas las alcaldías tienen, más o menos, el mismo presupuesto. Parte de eso, claro, se asigna a Cultura. Si uno ve, por ejemplo, la oferta cultural que tiene la alcaldía Coyoacán, se habla de una orquesta, un teatro, salas de exposición y demás, lo cual no se puede comparar con lo que sucede en la alcaldía Álvaro Obregón”.
En esta alcaldía, señala, hay espacios teatrales que se usan para dar clases de aeróbics, abordar temas folclóricos y hasta pláticas con políticos: “No se usan para las Artes Escénicas y no se les da ningún mantenimiento”. A grandes rasgos, las dificultades para los creadores obedecen a viejos problemas estructurales: “Apoyar a la comunidad, no es sólo dar una cantidad de dinero para la producción, sino generar bodegas para las producciones teatrales y espacios donde los grupos trabajen y se desarrollen; depende de las autoridades generar los mecanismos pertinentes”, concluye y señala que a esto hay que sumarle los efectos que el Impuesto sobre Espectáculos Públicos (casi el 8% del ingreso de taquilla) tiene en los creadores.