Desde hace algunos meses, investigadores y artesanos han señalado que la llegada y comercialización de productos chinos en México (y otros países) ha comenzado a afectar a la industria artesanal, pues su oferta de piezas al mayoreo impulsa un crecimiento de mercados, así como de proveedores.
Debido a los bajos precios de estos productos, su invasión al mercado mexicano ha tenido gran éxito, afectando ahora a las artesanías mexicanas.
Walther Boelsterly, director del Museo de Arte Popular de la capital, advirtió hace unas semanas en una rueda de prensa que empresas chinas han comenzado a usar la Inteligencia Artificial para copiar molcajetes y producirlos en masa, para luego ser exportados a México y vendidos a precios muy bajos.
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Más grave es la comercialización en línea de productos con diseños artesanales en la plataforma china Temu, en donde se venden, a precios sumamente bajos, productos como nacimientos navideños, huipiles, molcajetes y morteros, decoraciones de Día de Muertos y hasta decoraciones del Día de la Independencia que imitan el tradicional papel picado con los colores de la bandera mexicana.
Aunado a esto, señala la investigadora en Pueblos Originarios Liliana García, estos productos chinos ya se venden en mercados y centros históricos de diferentes estados, incluyendo la Ciudad de México.
Al lado de esta mercancía, agrega la también docente de la FES Aragón, se comercializan también objetos con diseños artesanales producidos en grandes cantidades, como carteras, bolsas, platos, textiles, aretes, anillos, muñecos con vestimentas mexicanas de los que es difícil saber su procedencia, manufactura e incluso materiales, y que afectan a los artesanos mexicanos dedicados a elaborar sus creaciones de forma tradicional.

En un recorrido realizado por EL UNIVERSAL, se constató la venta de productos con diseños artesanales repetidos en diferentes lugares del Centro Histórico, como Bellas Artes y el Zócalo capitalino. Morrales, monederos, textiles, llaveros y muñecas son algunos de los productos que se encuentran en puestos de la calle, en donde la repetición de diseños es notoria.
En otros sitios, como el Centro de Coyoacán, el mercado artesanal de San Juan y La Ciudadela se mantiene la venta, en su mayoría, de productos auténticos con precios que respetan el proceso de creación artesanal y a las manos artesanas.
Entre las empresas dedicadas a la manufactura o comercialización de productos que imitan artesanías mexicanas destaca el casi de la plataforma Temu, cuyas formas de venta son complejas. Y es que al ingresar en el navegador de la aplicación términos como “huipil mexicano” o “reboso artesanal”, los resultados despliegan opciones de distintas empresas.

Al elegir una de las opciones, se detallan precios, materiales y la empresa que lo fabrica. Un huipil en esta aplicación cuesta de 179 pesos a 250 pesos, y todos sus modelos están hechos de poliéster. Pero un huipil artesanal en las tiendas del Fondo Nacional para las Artesanías (FONART) puede llegar a costar hasta 12 mil pesos, de acuerdo con los diseños y el lugar de procedencia.
Al buscar información de las empresas que fabrican estos productos chinos se encontró que se dedican a producir ropa de todos los estilos, desde calcetas y plantillas para zapatos hasta bermudas y pantalones, así como otros productos como cortinas, manteles y objetos de metal.
Un problema de grandes dimensiones
De acuerdo con la última Cuenta Satélite de la Cultura en México, elaborada por el INEGI, la artesanía es el ramo que más aporta a todo el Producto Interno Bruto (PIB) proveniente del sector cultural.
En 2023, el PIB de Cultura contribuyó con 820 mil 963 millones de pesos al PIB nacional, es decir, con 2.7% del PIB del total de la economía mexicana. De esas cifras, casi el 20% correspondió a las artesanías, lo que deja ver que la industria artesanal mexicana es la que más aporta a la economía cultural del país.
Datos del FONART señalan que en México hay más de 9 millones de artesanos, pero detrás de cada persona dedicada a la artesanía o a dirigir un taller de creación artesanal hay una familia que depende del artesano. Pero con la llegada de la piratería china se pone en riesgo la cadena de creación artesanal, señala García Montesinos.

“En el Zócalo hay productos chinos en venta, de eso no hay duda, y no pasa nada, pero si se pone el artesano los policías no lo dejan vender. Los artesanos no pueden vender sus productos, pero las calles están infestadas de todo tipo de productos chinos, no es un problema sencillo, son los gobiernos, las aduanas, las instituciones y la sociedad civil quienes forman parte del problema”, señala la investigadora.
Apunta que estos productos chinos no entran al país con la categoría de artesanía o arte, por lo que quedan exentos de pagar aranceles. “Entran al país con otras categorías, no se pagan aranceles y lo que tenemos es una invasión de estos productos inútiles, pero la gente los compra. El problema es tan grande y complejo, y daña los saberes ancestrales de los pueblos originarios, pero ha rebasado tanto al gobierno que lo tenemos en mero Zócalo enfrente de Palacio Nacional”, subraya.
Walther Boelsterly apunta que los oficios artesanales están en riesgo. “Hay molcajetes de plástico y molcajetes de piedra realizados con diseño de IA, hay robo de imágenes de Frida Kahlo o Diego Rivera impresas en carteritas producidas al por mayor, están tomando los bordados de Tenango, las piezas huicholes ya están hechas en China, están usando las imágenes de pueblos originarios, ya copiaron los textiles, estamos invadidos”, expresa.
Aunque la problemática parece avasalladora, una vía de defensa es la Ley de Salvaguarda de los Conocimientos, Cultura e Identidad de los Pueblos y Comunidades Indígenas y Afromexicanos, que ha logrado defender a artesanos que fueron plagiados por grandes empresas.
Sin embargo, las empresas que copian los diseños se escudan en los vacíos de esta ley, como la modificación de uno o más elementos en las piezas para argumentar que no es plagio.
Otra instancia que ha trabajado para proteger de plagio a los artesanos es el Instituto Mexicano de la Propiedad Intelectual (IMPI), que coopera con el FONART para asesorar a los artesanos a registrar sus productos.
Se le pidió al IMPI información acerca de la problemática de productos chinos que imitan artesanías, pero respondió que en días próximos darán más información al respecto. Se le consultó también a la Secretaría de Cultura, pero hasta el cierre de esta edición no dio respuesta.