Una larga grieta recorre el muro exterior de la biblioteca de la Escuela de Música Vida y Movimiento del Centro Cultural Ollin Yoliztli. De un momento a otro, muchos de los libros que allí había tuvieron que ser regalados por miedo a que el peso causara un daño mayor a nivel estructural. Aunque los alumnos de la escuela no están seguros de cuándo pasó exactamente, creen que fue hace un mes. El problema es que es sólo una pequeña muestra, la más reciente, de una situación que no es nueva y no es secreta.
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Los estudiantes cuentan que, tras el sismo de 2017, la escuela cerró por remodelación y, al volver, las condiciones eran mejores. Pero el confinamiento en 2020 catapultó la crisis que arrastran en el presente.
En la época de lluvias, los pasillos se inundaron y trazaron un camino de cubetas del que aún hay huellas y un rastro de plafones, por todas partes, que hoy son huecos que dejan al descubierto las tuberías y las estructuras internas del inmueble.
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En la biblioteca los anaqueles que concentran las partituras de obras y la parte más valiosa del acervo están cubiertos por bolsas negras.
En los cubículos de estudio, los alumnos deben pasar al menos tres horas de práctica, pero la humedad provocada por las goteras y las inundaciones hacen que las condiciones no sean propicias, para la escuela administrada por la Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad de México.
Las fuentes entrevistadas confirman que la escuela se sostiene con la voluntad de docentes y alumnos. Y se quejan por que sienten que no son tratados a la altura que merecen.
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Con información de José Quezada
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