Desde los tiempos más remotos ha habido . Una de las más antiguas, sin duda, es aquella que, nada más por divertirse, difundió entre sus vecinos aquel famoso pastorcito y que a la larga le hizo perder varias ovejas de su rebaño...

Sin embargo, a diferencia de esta fake news, cuya intención era simple y sencillamente gastar una broma, las noticias falsas de ahora persiguen, en un contexto político de incertidumbre, un objetivo más que perverso: conservar u obtener, a como dé lugar, el poder.

“En efecto, la desinformación generada por las noticias falsas llega a ser utilizada por la derecha para dos fines específicos: si está en el poder, para autoadularse y/o hacer ver mal a la oposición, y así conservarlo; y si no, para culpar a quien lo ejerce de lo ‘mal’ que marchan las cosas y/o avivar la incertidumbre, y así obtenerlo”, dice Raúl Olmedo Neri, académico de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y experto en el tema de las redes sociales.

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Como ya se señaló, las fake news son tan viejas como la humanidad. El problema, en opinión del académico universitario, es que en ciertos momentos políticos, sociales, económicos, sanitarios… se multiplican sin freno.

“Incluso, algunos autores mencionan que ya hay una industria de las fake news, en la que diversas empresas se dedican a producir noticias falsas y a difundirlas por Internet, con la finalidad de impulsar un proyecto político o, por lo contrario, cuestionarlo y desbarrancarlo. Recientemente hicimos una investigación en la que analizamos los casos del sismo del 19 de septiembre de 2017, de la pandemia de Covid-19 y de las elecciones de 2018, y en todos ellos había un contexto de incertidumbre, es decir, no se sabía qué estaba pasando o qué iba a pasar, y, por lo mismo, una alta demanda de información. Obviamente, como al principio no se pueden obtener datos confiables, fidedignos, de lo que está sucediendo, las noticias falsas surgen y operan con una mayor relevancia”, agrega.

Imagen ilustrativa de Fake News. Foto: Especial/Archivo EL UNIVERSAL.
Imagen ilustrativa de Fake News. Foto: Especial/Archivo EL UNIVERSAL.

Contenido manipulado

En todas las plataformas sociodigitales se difunden noticias falsas de cualquier índole, pero, de acuerdo con Olmedo Neri, en las que se concentran más las de corte político son dos: Twitter (hoy llamada X) y Facebook.

“¿Por qué? En cuanto a Twitter, porque tiene una lógica eminentemente política y los políticos están más presentes en esa plataforma que en otras; y por lo que se refiere a Facebook, porque ahora aglutina a gente adulta, de 25 años en adelante, que, al contrario de lo que ocurre con los jóvenes, que emigraron a Tik-Tok o a Instagram, no están desencantados de la política”, explica.

En épocas pasadas, las fake news tuvieron un impacto limitado porque su radio de acción era más bien local. No obstante, con Internet adquirieron un mayor alcance, una mayor viralidad, como se dice hoy en día.

“Esto implica inconvenientes graves, porque las noticias falsas no apelan a lo racional ni a lo verídico, sino a lo emocional, a lo que alguien quiere escuchar, y a veces ese alguien las comparte porque cree que dicen lo que considera que es la verdad. Y ése es el problema de las fake news: en su estructura se presentan como noticias, pero en el contenido manipulan los hechos, y es precisamente el contenido uno de los elementos que se deben analizar con rigor para desenmascararlas”, afirma Olmedo Neri.

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Explosión de medios de comunicación

En años recientes, gracias a la facilidad con que cualquier persona con un celular y acceso a Internet puede convertirse de la noche a la mañana en un dizque reportero o periodista, se ha visto una explosión de medios —o pseudomedios— de comunicación en YouTube y Facebook que aseguran tener la verdad absoluta.

“Y en un contexto de incertidumbre y ante la falta de información verídica, la gente recurre a ellos, pues le ayudan a posicionarse y a argumentar que lo que piensa acerca de un determinado tema es cierto porque un ‘medio de comunicación’ así lo dice. O sea, hay una descentralización en la producción de información que no ha dado buenos resultados. Y periodistas más o menos famosos también dejan de ser creíbles. Basta recordar que, por ganar la ‘exclusiva’, muchos de éstos se han adelantado y, sin confirmar la veracidad de sus fuentes, han lanzado al aire una noticia que al rato resulta ser una fake news”, comenta el académico.

Proyectos alternativos

¿Qué se puede hacer para no caer en el juego y la trampa de las noticias falsas? Al respecto, Olmedo Neri indica: “En la academia se habla de alfabetizaciones mediáticas críticas. Yo, como receptor de una noticia, no sólo tengo que analizar su contenido, sino también investigar quién la redacta (en ocasiones la firma la ‘Redacción’, lo cual podría responder a la lógica de encubrir al autor) y qué tan prestigioso y confiable es el medio de comunicación que la publica. Asimismo, uno se debe fijar en la fecha en que se produjo, porque se han difundido noticias no necesariamente falsas, pero ya viejas, de hace dos, tres, cuatro o cinco años...” Por otro lado, proyectos alternativos puestos en marcha en el pasado por periodistas, medios de comunicación y organizaciones civiles, como Verificado19S, Verificado2018 y VerifiCovid, atendieron esta problemática y se dedicaron a verificar la información que ya existía.

“Esas experiencias tendrían que ser aprovechadas por todos los medios de comunicación para anticiparse a lo que se viene con las elecciones de 2024 y, sobre todo, para indagar qué intereses se esconden detrás de las fake news. En el contexto mexicano, como no tiene el poder y lo está buscando, la derecha no escatimará ningún recurso para crear una realidad que le sea útil, lo cual es lo que persiguen las noticias falsas.”

Con todo, el académico de la UNAM cree que a estas alturas de los tiempos una gran parte de la sociedad mexicana ya es capaz de diferenciar cuando un contenido noticioso está sesgado o no.

“A través de Internet estamos adquiriendo una responsabilidad ciudadana que nos empuja cada vez más a revisar la información que consumimos y a estar conscientes del impacto que supone compartirla. El problema es cuando uno reconoce que esa información está sesgada, pero la acepta porque dice lo que uno quiere. Así pues, el reto al que nos enfrentamos tiene que ver no tanto con los medios de comunicación como con quienes comparten noticias falsas, que suman millones”, concluye.

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