"Como ocurre con muchas cosas, sólo tenemos consciencia de que han ocurrido así después de un tiempo. Con el interés que hemos empezado a tener en plantas y hongos descubrimos que había una tradición de escritura literaria vinculada con eso, una literatura a la que las plantas le habían interesado. Digamos que hay ensayistas vegetales", señala el escritor, crítico e investigador colombiano Efrén Giraldo, ganador del Premio de No Ficción Latinoamérica Independiente 2023 por "Sumario de plantas oficiosas. Un ensayo sobre la memoria de la flora", cuya edición mexicana apareció recientemente bajo el sello de Elefanta Editorial.
Las plantas tienen un lugar existencial, por decirlo de una manera un poco más amplia —continú el escritor—, pero también son un referente creativo, artístico y literario: "Me interesa subrayar que hay cierta tradición para la cual las plantas sólo son parte del decorado y quizá pueden llegar a la condición de símbolos. También me interesa cómo las plantas tienen autonomía y pueden ser una especie de modelo de vida que va más allá de estar en un lugar como trasfondo de paisaje"
Explica que un modelo de propiedades negativas ha sido proyectado sobre las plantas: "Sus características son la inmovilidad, la mudez y la pasividad; en ese sentido, desde hace mucho hay una idea sobre ciertos grados de sensibilidad", afirma y cita el los primeros versos del poema "Lo fatal", de Rubén Darío: "Dichoso el árbol que es apenas sensitivo, / y más la piedra dura, porque ésa ya no siente, / pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo, / ni mayor pesadumbre que la vida consciente".
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Aunque aparentan estar quietas, las plantas se mueven, abunda el ganador, entre otros reconocimientos, del Premio Nacional de Literatura Universidad de Antioquia 2012, en la modalidad de ensayo. Ahora se sabe que las plantas pueden solucionar problemas y comunicarse: "Está, digamos, la dimensión pensante de las plantas, entendiendo que el pensamiento va más allá de la racionalidad humana. Esto ha hecho no sólo que cambie nuestra manera de mirar las plantas, sino de entendernos a nosotros mismos".
El foco del libro, parte medular de todo el texto, alude al herbario de la poeta estadounidense Emily Dickinson: "El herbario no es tan conocido, parece una curiosidad. Poca gente sabe que desde que Dickinson era muy pequeña, estuvo empeñada en hacer un herbario. Entonces, la idea me pareció llamativa en principio. Después, está el hecho de que el herbario está muy bien conservado, además de que parece una especie de composición artística. Si se le mira bien parece un experimento artístico. Hoy en día, hay gente que hace cosas así, pero no deja de ser llamativo que, entonces, esta niña muy pequeña lo hubiera hecho. Me pareció provocadora la idea de ver el herbario como la primera obra maestra de Emily Dickinson. Es la obra de alguien que ya tenía decidido su destino".
Mientras, la primera parte del libro tiene como punto de partida una anécdota. Durante la pandemia en Colombia, Giraldo fue testigo del cierre de la Universidad EAFIT en Medellín, donde es profesor titular e investigador: "Fue impresionante recoger las cosas y ver el campus completamente desolado. Yo trabajo en un campus arborizado, con muchos jardines y árboles. Pasados unos meses del encierro, una colega me contó de una organización no gubernamental que se dedicaba a recolectar semillas de árboles sobrevivientes de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki".
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Hasta el momento, el escritor sólo había escuchado de ciertos árboles supervivientes de las bombas atómicas, los cuales eran objeto de protección. "El Estado les dio un lugar importante y construyó parques a su alrededor; en algunos casos, eran árboles muy viejos y robustos. Una noticia colombiana, que me pareció sugerente, se relaciona con esto: en Cali hay dos árboles provenientes de allí, y en Medellín hay uno".
Explica que el árbol ubicado en Medellín ha estado, desde hace una década, en la universidad donde trabaja: "Yo nunca lo había visto, no tenía noticia de él. Me pareció interesante pensar en ese árbol ignorado y viajero. Me dediqué a leer e investigar y descubrí que la especie del árbol es un alcanforero".
Ese dato curioso fue el punto de partida para escribir sobre plantas que "viajan y se mueven". El libro, explica, se convirtió en un conjunto de recuerdos y anécdotas familiares, además de una especie de viaje por la literatura vegetal, por llamarla de alguna forma.
Después de publicar el libro, lo vegetal se convirtió en un interés dominante que materializó en ciertos trabajos que hace en el campo: siembra y actividades de conservación en la zona rural, a las afueras de Medellín, donde él vive.
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"Ahora me interesa ver las plantas como un modelo existencial y ético. Una manera de estar en el mundo. Esto implica que las plantas ofrecen un modelo de inmersión en el entorno y tienen una distancia con lo que las rodea menor de la que podemos tener nosotros", señala y explica que en las plantas esto sucede fundamentalmente a través de la respiración: "Nosotros no hemos llegado tan lejos a la hora de entender que esa puede ser una realidad fundamental de la existencia".
Por último, Giraldo habla sobre sus referentes en cuestiones de estilo. El modelo final de todo ensayismo es, en sus palabras, el francés Michel de Montaigne: "Creo que es importante la manera en la que escritores como Maeterlink y Thoreau se aproximan a lo vegetal. También hay una tradición crítica más reciente a la que le interesa vincular las plantas con problemas de la historia, la literatura y el arte. En ese contexto hay que señalar a los grandes ensayistas divulgadores de lo botánico. Hay una corriente importante, reciente, de autores que reflexionan sobre el jardín, la horticultura y las plantas. Noto que vienen de campos como la botánica, la filosofía, el mundo de la conservación", concluye.