“Cuando los tribunales le juegan a la política, los tribunales acaban contaminados por la política”, asegura el ministro en retiro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), José Ramón Cossío Díaz, quien acaba de publicar junto con José Omar Hernández Salgado, el libro La Suprema Corte en la Revolución (IIH-IUNAM/ El Colegio Nacional), donde abordan la historia de la Suprema Corte entre 1910 y 1917, un periodo que abarca lo que la actual administración llama la tercera transformación.
Periodo de la usurpación de Victoriano Huerta, en el que los ministros, afirma Cossío Díaz, se subordinaron a Huerta y al proceso político, y terminaron “completamente degradados e involucrados en un proceso que no les correspondía”.
El doctor en derecho por la Universidad Complutense de Madrid, que fuera ministro de la SCJN entre 2003 y 2018, y es integrante de El Colegio Nacional desde 2014 y columnista de EL UNIVERSAL, habla del momento histórico que revisa el libro —el corte es en 2017 con la promulgación de la Constitución—; y reflexiona sobre las resonancias con la actualidad.
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¿Qué importancia tiene para la historia de la Corte el periodo que analiza?
Abordamos desde finales del Porfiriato cuando la Corte estaba muy desacreditada, todos los ministros que eran electos popularmente, con muchas mañas, eran propuestos por el presidente Díaz y formaban parte de las élites porfirianas. Lo que es realmente brutal de aquel periodo, es que cuando Victoriano Huerta usurpa el poder y detiene al Presidente Madero y al vicepresidente Pino Suárez, manda un telegrama a todos los gobernadores, a todos los poderes, diciendo que tienen que apoyar el golpe que acaba de dar, pero Venustiano Carranza, gobernador de Coahuila, llama a desconocer a todos los poderes que se subordinen o acepten la imposición de Huerta; y la Corte, en uno de los actos más tristes de nuestra vida institucional nacional, acepta a Huerta como usurpador del poder. Esto lleva a la lucha armada y a que de 1914 a 1917 el país no tuviera Suprema Corte de Justicia.
La llamada 4T considera como la tercera transformación, ¿qué enseña?
La enseñanza del periodo y un elemento de valoración personal, es que cuando los tribunales le juegan a la política, los tribunales acaban contaminados por la política. Aquí los ministros de la Corte de 1913 quisieron apoyar a Huerta, pensaron que era el salvador de la crisis, no entendieron que su trabajo no consistía en apoyar a Huerta, que eso era un proceso político, pero los ministros se subordinaron a Huerta y al proceso político y terminaron completamente degradados e involucrados en un proceso político que no les correspondía.
¿Era apegarse a la Constitución?
Una lección muy importante es que cada quien tiene que hacer las funciones que la Constitución le otorga en el ejercicio de su cargo y no estar haciéndole al adivino, al acomodaticio en los procesos políticos. Esa es una gran lección que se aprendió.
Los ministros de entonces quisieron jugar con Victoriano Huerta, éste perdió y los ministros salieron, muchos de ellos, del país, terminaron en la condición de un ostracismo enorme, acabaron con un repudio jurídico, con un repudio moral. Yo no digo que los ministros hayan sido quienes pusieron a Huerta en el poder, pero sí le facilitaron toda la legitimación que necesitaba para su reconocimiento como presidente.
¿Ese episodio histórico es espejo del momento que atraviesa hoy la Corte y el Ejecutivo?
Es una lección importantísima que tenemos que ver en este momento donde estamos viviendo muchas confusiones, un discurso que ofrece una gran transformación a partir del liderazgo de una sola persona y lo que él piensa que es, la comprensión que él tiene de la vida, de los proyectos, de las ilusiones de todos nosotros, cuando en realidad no es más que un ser humano que obtuvo en un momento histórico un número suficiente de votos, pero que existen otros órganos, otros poderes, otras instituciones y otras visiones del mundo que no necesariamente tienen que compartirse por el Presidente, ni tenemos que compartir la de él. Ese es el elemento más básico, en el ejercicio democrático.
¿Cuál es el reto de los ministros de la SCJN ante las reformas del Presidente?
Es un momento muy complicado. Si los órganos deciden reformar la Constitución, a los ministros no les quedará más remedio que acatar la transformación constitucional si se hace con base democrática; sin embargo, mientras que llegue esa transformación los ministros tienen que sostener y aplicar la Constitución que está vigente. Si la Constitución dice que el Presidente no puede hacer tales cosas es la tarea de los ministros señalárselo al Presidente y en su caso declararle la inconstitucionalidad o la ilegalidad de sus acciones. Mientras no se transforme la Constitución, los ministros tienen un mandato constitucional, tan bueno como el del Presidente de la República para cumplir con sus tareas. Si uno se pregunta de dónde salen las competencias del Presidente, salen de la Constitución; de dónde salen las competencias de los ministros, salen de la Constitución. Esa es la tarea de los ministros, hacer lo que la Constitución les dice.
¿Qué implicaría la selección de ministros por voto popular?
Es una pésima idea, creo que, salvo Bolivia, ningún país del mundo, y es importante verlo, ha aceptado esta idea. Creo que los ministros deben tener una legitimación. Qué bueno que participa el Presidente y los senadores, como está ahora, pero decir que tiene que ser mediante elección popular es un error. Quienes quieran ser ministros como no son personas conocidas, consecuentemente para una elección se tienen que dar a conocer, ¿cómo se van a dar a conocer a quienes aspiren a ministros?, ¿va a haber un voto?, ¿va a haber una influencia de los partidos, del poder político, de la delincuencia? Hay discusiones que en esta simplificación excesiva que siempre hace el Presidente no ha querido considerar. Es una mala solución la de ir a un modelo electoral, no es un buen momento y nunca lo será.
¿Quedan meses y el Presidente sigue sacando propuestas?
Él necesita estar en la elección porque creo que al Presidente no le han salido las cosas, ni de lejos como él pensó que iban a salir, más allá de que todo el día nos las repita e insista que es el mejor gobierno del mundo. Me parece que al Presidente no le queda más remedio que seguir insistiendo que su gobierno es muy bueno, que está a la altura de los gobiernos y de otros presidentes con los que él ha decidido compararse. La comparación le correspondería a la historia, no a él, pero él ha decidido compararse con algunos de los personajes más relevantes en la vida nacional. Seguirá hablando todos los días de las elecciones, para tratar de lograr mayorías calificadas y si se puede dos terceras partes en las Cámaras, para tratar, primero, de lograr sus reformas, y después, evitar que desde el Congreso se tomen medidas en contra de él y de su gobierno, o se llega a la identificación de responsabilidades, que también le preocupará por el conjunto de temas, no sé si son todos son correctos o verdaderos, pero que sí se están denunciando, todos los días, en los medios de comunicación, sobre la corrupción, los negocios y una serie de temas que son muy delicados para todos nosotros y para la vida del país.
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