Para la coreógrafa de flamenco María Pagés, galardonada con el Premio Princesa de Asturias de las Artes en 2022, la reivindicación de la danza y del papel de la mujer en la danza son dos de los objetivos de sus proyectos principales: la Fundación, el Centro Coreográfico y la Compañía que bautizó con su nombre. “A nivel social, la creatividad de la mujer queda relegada y, por sí misma, la creación coreográfica requiere de liderazgo, en el sentido de que hay que conducir a todo el mundo creativo convocado y tener el espíritu, el entusiasmo y la claridad en el discurso para empujar a todos en una misma dirección”, explica la artista que en 2002 ganó el Premio Nacional del Ministerio de Cultura de España y que el 21 y 22 de julio presentará en el Conjunto Santander de Zapopan, Jalisco, su espectáculo De Scheherezade, cocreado con el escritor El Arbi El Harti y en el que reflexiona sobre la palabra, el arte y el poder femenino como respuesta ante la violencia.
En los 33 años que lleva su Compañía, Pagés ha podido detectar cierta huella machista en el universo de la danza, pese a que éste es marcadamente femenino. “En una academia de baile, lo más normal es que todas van a ser niñas o van a ser madres. Pero en el flamenco, el liderazgo no siempre queda en manos de las mujeres; en el canto, siempre han sido los hombres y hasta ahora se empieza a ver a mujeres que cantan; en la guitarra era difícil ver a mujeres guitarristas y en la danza siempre hemos sido mujeres, pero no siempre hemos liderado los proyectos que dan visibilidad al flamenco. Siempre ha habido una práctica machista dominante. Sin embargo, vivimos un momento importante en el que la gran mayoría de los proyectos flamencos coreográficos son de mujeres”.
En su caso, cuenta, ha tenido que pelear incluso dentro de la Compañía: “He tenido momentos donde digo: no es posible que me esté pasando esto”.
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Desde hace cinco años, Pagés también realiza un encuentro anual en el que invita a grandes bailarinas, no sólo de flamenco: “Dentro de la danza hay mucha creatividad femenina, muchas creadoras”.
Pero la reivindicación no sólo está en lo práctico, sino en la exploración estética. Un ejemplo concreto es De Scheherezade, pieza que Pagés y El Harti presentan a su paso por México y que describen como una coreografía flamenca optimista sobre la violencia. No es necesario aclarar que su título proviene de Las mil y una noches, “un libro que también habla de la violencia porque cada noche el rey Schahriar mata a una mujer hasta que aparece Scheherezade y lo convence, con los valores ancestrales de lo femenino, de que la violencia no lleva a ningún lado. Ella usa la palabra contra el poder de la violencia y en mil y una noches logra que no mate a ninguna mujer. En el desenlace, ese hombre deja de matar porque se enamora de ella”, complementa el escritor y también pareja de Pagés.
A partir de mujeres históricas, ficticias o mitológicas, la exploración de lo femenino continúa y se vuelve compleja no sólo con Scheherezade: desde la representación de Safo, que —en palabras de Pagés— introdujo la literatura femenina de forma contundente y reivindicativa, hasta Blimunda Sietelunas, mujer con poderes espirituales que aparece en la novela Memorial del convento, de José Saramago: “Scheherezade es la maestra que va llevando el espectáculo como hilo conductor de su mensaje. Pero la acompañan algunas mujeres que, a su vez, son violentas: está Medea, de quien podemos ver la maternidad vivida de forma violenta; está Bernarda Alba, de Federico García Lorca. Todas ellas van dejando el simbolismo de lo que representaron”.
Un momento importante de la obra, titulado “La anatomía del miedo”, aborda una especie de maternidad dictatorial. Hace referencia a El grito de Edvard Munch e “invita al hecho coreográfico porque viene de un acto concreto en el que sabemos que hay movimiento”.
En “La anatomía…” hay un momento percusivo —continúa Pagés— en el que esta versión de Bernarda Alba incita a la violencia desde el miedo: “Todo lo que hay a nivel percusivo es una transcripción de un discurso de Hitler. Nadie lo va a entender, pero sabemos que ese es su origen. La mujer no sólo transmite una manera romántica de vivir la maternidad, sino que también puede transmitir la violencia en su modo de educar y el patriarcado en sus hijas”. Una de las grandes preguntas que se plantea El Harti es por qué insistir en la creación de una nueva Scheherezade en el presente.
“Estamos en un momento en el que todo lo que hemos ganado después de la Segunda Guerra Mundial se está desmembrando; estamos viviendo momentos muy peligrosos que afectan nuestro sistema de convivencia y que abarca la democracia, los populismos, las guerras y los fundamentalismos”, afirma el escritor. Un momento, abunda, en el que la comunidad humana usa más el poder de la violencia que el de la palabra.
La palabra es, coinciden los creadores, el fundamento de la resolución de conflictos: “Scheherezade usa la palabra contra el poder de la violencia. Y que la palabra venga de la voz de la mujer es importante porque son las mujeres quienes asaltan el espacio escénico y simbólico para intervenirlo como un poder tercero. La mujer está como apartada del poder, pero ella es la mitad del poder”, continúa El Harti.
Entonces, las mujeres desmontan, en la pieza, el discurso violento de carácter masculino.
Tanto él como Pagés hacen énfasis en que detrás de este proyecto hay un hombre y una mujer compartiendo una postura: “Nuestro feminismo es permanecer con los que nos necesitan y estar en un territorio ideológico e intelectual que permite que la danza confronte al espectador y lo haga reflexionar sobre lo que vive la humanidad a nivel social y político. Un feminismo comprometido con su entorno, con las grandes inquietudes que marcan la línea del futuro y lo secuestran, y que nos están poniendo en peligro”.
El Harti, dice Pagés, es un hombre que siempre ha defendido a la mujer, de una manera natural, porque cree en ello; y lo práctico retoma cierta preponderancia: “Tenemos a dos feministas que estamos llevando el Centro Coreográfico e intentamos darle voz a lo femenino”, señala la coreógrafa y afirma que, tras su ética artística e intelectual, hay un objeto final: “Conectar con el espectador y transmitir. Cualquier cosa que venga de la obra tiene que llevar ese camino. Si no conseguimos eso del espectador, la obra no está concluida. La obra se concluye cuando esta atmósfera o ese discurso emocional llega al espectador, lo atrapa y permite que él pueda crear su propia experiencia”.
Algunos referentes que sirvieron de inspiración para De Scheherezade tienen como punto de partida el entendimiento de la pintura como una forma coreográfica: “La pintura es estática, pero nos invita al movimiento. Pintores como Caravaggio y Velázquez, en los conceptos de iluminación, o Turner, a nivel estrictamente coreográfico, marcaron la pieza; también Metrópolis, de Fritz Lang, que tiene momentos coreográficos brutales”.
La experiencia estética, continúa, no puede ser vivida desde el móvil y su espacio puede crearse desde las artes vivas. “Es importante decir que, al fin y al cabo, lo que creamos, lo que intentamos transmitir en torno a ese resultado creativo es conectar con lo que nos une a los seres humanos; provocarle aspectos al público que pueda tener dormidos y que forman parte de la configuración de cada persona: la tristeza o el miedo, por ejemplo”. Más allá de lo estético, Pagés subraya que hay que entender la danza como parte de las industrias culturales: “Si no se entiende que debe tener una base empresarial fuerte se vuelve imposible ejercerla”.
Una danza que no se delimita al baile per se y es difusora de valores: “Tiene que ver con la solidaridad, con compartir y crear equipos. A nivel social, la danza abarca más y tiene un papel que va más allá del baile como hecho”. Por último, El Harti anuncia que actualmente se está desarrollando un proyecto con la Universidad de Guadalajara para acoger a creadores en su Centro en Madrid: “Aspiramos a una sociedad igualitaria, ese es el fundamento”.
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