Siempre me han parecido frívolos los reportajes o artículos periodísticos que recurren a la sabiduría de los taxistas. Es un recurso gastado y fácil para tratar de capturar lo que se piensa en las calles, la experiencia de la gente de a pie (o más bien de taxi) en una dejada. Sin embargo, la conversación que tuve con el conductor que me recogió a mi regreso de mi más reciente viaje a México me pareció una lección contundente del atractivo y la seducción de Trump y el movimiento Make America Great Again (MAGA o Haz América Grande Otra Vez) entre las minorías de Nueva York, la ciudad en que vivo desde hace más de treinta años. El conductor, un peruano que lleva más o menos el mismo tiempo que yo viviendo en Brooklyn, reaccionó en cuanto mencioné que estábamos viviendo en tiempos difíciles. Defendió con vehemencia las chifladuras racistas y manotazos autoritarios que Trump hace pasar por estrategia política: “Por lo menos Trump se atreve a hacer cosas valientes y no se conforma con quebrar la economía y abrir las fronteras a lo loco como Biden”. Sus argumentos eran un eco de las sandeces y la propaganda que Trump lleva repitiendo desde que perdió la elección y promovió la toma del Capitolio para impedir el conteo de los votos en el Congreso.

No es la primera vez que escucho a un inmigrante, legal o indocumentado, lamentar que el origen de todos los males de Nueva York son las oleadas de vándalos y criminales “ilegales” (en estos días principal pero no únicamente venezolanos) a los que Biden supuestamente les abrió las puertas. Los fanáticos de MAGA parecen haber olvidado que Biden fue vicepresidente durante los dos períodos de Barak Obama, el “deportador en jefe”, que sacó del país a 30,000 personas más que Trump en todo su primer gobierno. Biden durante su presidencia siguió aplicando leyes draconianas para limitar la inmigración, dificultar el asilo político y tan sólo en sus primeros dos años en el poder deportó a 1.3 millones de inmigrantes más que Trump en su primera presidencia (4.4 millones de individuos). Nueva York tiene fama de ser una ciudad abierta y cosmopolita, un oasis progresista en un estado tan conservador y reaccionario como el “Sur profundo”. Eso está cambiando. No solamente los bastiones derechistas, como Staten Island, se han vuelto más intensamente republicanos sino que zonas pobladas mayoritariamente por inmigrantes recientes, en partes de Queens, Bronx y Brooklyn, han dado un giro. El voto joven en todo el país ha cambiado y Nueva York no es la excepción. Los jóvenes están desilusionados y ansiosos por la disminución de prospectos laborales y educativos, además de que muchos están confundidos o enfurecidos por las políticas de identidad de género y por las iniciativas de diversidad, equidad e inclusión que el partido demócrata ha favorecido y que sienten que amenazan con restarles oportunidades.

Si bien en algunos estados los ciudadanos de origen latinoamericano abandonaron en masa al partido demócrata, en la ciudad de Nueva York tan solo hubo un voto de repudio y castigo en contra del partido que por décadas ha asumido que tiene asegurado el voto latino y no ha hecho prácticamente nada por esa comunidad. En algunos distritos con más del 51% de población latina (Queens) el voto por Trump aumentó hasta en un 31% entre 2020 y 2024. Un factor importante fue la estrategia del gobernador de Texas de enviar inmigrantes indocumentados a Nueva York para desequilibrar al gobierno de una ciudad que se considera “santuario” por su apertura pero que no estaba preparada para recibir, alojar y alimentar a cerca de 40,000 personas. Muchos inmigrantes residentes de la ciudad asumieron que estos recién llegados tendrían privilegios y oportunidades que ellos no tuvieron, lo que alimentó el rechazo. Además, tanto los medios hispanos como Fox News y el periódico New York Post insistían que padecíamos una invasión de criminales y violadores. Una muestra increíble de la deshumanización de los inmigrantes han sido las deportaciones sin debido proceso de “peligrosos criminales” a las cárceles de Nayib Bukele en El Salvador. El bulo de las fronteras abiertas y las caravanas de ilegales que avanzaban irrefrenables alimentó la paranoia, nutrido por los propios hispanoparlantes que deseaban distanciarse de los nuevos inmigrantes al condenarlos como si representaran una amenaza contra su propio estatus y seguridad.

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En su segundo período, Trump ha vuelto a la Casa Blanca con una agenda repleta de rencor, paranoia, deseos de venganza y confianza en su invulnerabilidad e infalibilidad. Después de dos presuntos atentados contra su vida, Trump dice sentirse elegido por dios y tiene aún menos pudor que en su anterior oportunidad en el poder para enriquecerse y permitir que sus incondicionales lo hagan también. Cínicamente ha lanzado una ofensiva simultánea en contra de las ramas del poder legislativo y judicial. Ha atacado a jueces y a congresistas que se han opuesto a sus designios erosionando la separación de poderes. También ha actuado contra los servicios de inteligencia, los despachos de abogados, las empresas, las organizaciones sociales, los estudiantes y académicos que lo han criticado o que se han opuesto a sus políticas.

Foto durante las protestas del "Hands Off!" contra Trump y Elon Musk, en el centro de Los Angeles. 5 de abril de 2025./ Foto de Etienne Laurent / AFP.
Foto durante las protestas del "Hands Off!" contra Trump y Elon Musk, en el centro de Los Angeles. 5 de abril de 2025./ Foto de Etienne Laurent / AFP.

Trump estremeció la economía mundial pero su guerra cultural contra los liberales, los progresistas y aquellos que no comulgan con el collage de victimización, furia, oportunismo religioso, desprecio étnico, racial y clasista que es la ideología MAGA, dejará heridas profundas en la sociedad. Sus adversarios, a quienes llama comunistas, extremistas o peor: palestinos, son aquellos que creen en la “ideología woke”. La palabra woke quiere decir despierto o alerta. Entre la población negra se usaba desde la década de los 20 del siglo pasado para señalar que se debía estar atento al racismo sistémico. La canción "Scottsboro Boys", de 1938, sobre cuatro jóvenes negros acusados de violar a una mujer blanca tiene la línea: Stay woke. Keep your eyes open (Mantente despierto. Abre los ojos). Aparentemente su primer uso en los medios fue en un ensayo en el New York Times: “If You’re Woke You Dig It” (Si estas alerta lo entiendes) de William Melvin Kelley, de 1962, en el que hablaba de la manera en que los blancos se apropiaban de ciertos términos de la comunidad negra a menudo sin entenderlos. A partir de los años 70 comenzó a ser utilizado por militantes y activistas de justicia social: defensa de las minorías y de la comunidad LGBT. Eventualmente el activismo progresista, que en buena parte se originaba en las universidades, fue cambiando de carácter al volverse más agresivo, con campañas que se viralizaron como #metoo y que lograron exponer y a veces obligar al despido o cancelación de figuras públicas del mundo del espectáculo y la academia por utilizar su poder o fama para abusar de mujeres. Sin embargo, esas conquistas y reivindicaciones elementales, entre las que sin duda ha habido excesos, provocaron una violenta reacción de la derecha que busca regresar a un pasado en que las minorías “sabían cuál era su lugar”.

El trumpismo se ha enfocado en eliminar todo programa de “diversidad, equidad e inclusión”, al exhibirlos como muestras de extremismo woke, ideología de género y teoría crítica de la raza que atentan contra el orden dominante. Estos programas han sido logros y conquistas en un país con un pasado de genocidio de la población nativa, esclavitud, racismo y opresión como es Estados Unidos. El MAGAismo denuncia al wokismo como un esfuerzo por cancelar y censurar a quien no se someta a estándares izquierdistas de “corrección política” (otro término usado para tratar de eliminar el racismo y segregación de las actividades cotidianas y que ha sido atacado por la derecha). Aunque nada ofende más a Trump y su base MAGA que las personas trans. El epítome del odio y la histeria trumpista es la transfobia, la reacción enfebrecida a la comunidad transgénero. El hecho de que alguien elija sus pronombres, que haya acceso a procedimientos de afirmación de género (intervenciones médicas, farmacéuticas, sociales y legales) y que menores de edad se sometan a estos para vivir de acuerdo con su identidad de género les causa repugnancia y horror. Las acciones de Trump se caracterizan porque la crueldad es el mensaje en la estrategia de Own the libs o bien de Joderse a los liberales.

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Buena parte de la radicalización de la derecha MAGA y su facción QAnon es herencia de la pandemia. Los mandatos de confinamiento, las vacunas e incluso el virus de Covid provocaron incredulidad entre parte de la población y dieron lugar a disparatadas teorías conspiratorias. Asimismo, el movimiento Black Lives Matter causó una reacción social violenta en contra de los activistas al presentarlos como agentes de caos. Para impedir que estas ideas disidentes siguieran proliferando, Trump prometió que disolvería el departamento de educación. Esta estrategia va más allá de las fronteras al liquidar la ayuda humanitaria internacional que administraban agencias como la ahora casi extinta USAID. La paradoja es que esta dependencia también tenía una sórdida historia de ser un vehículo intervencionista y de infiltración de gobiernos, algo que la derecha usualmente apoya. Lo que hace singular al MAGAismo es que al tiempo en que detesta todo lo que representa el wokismo también rechaza a las agencias que se dedican al espionaje, la manipulación, la desinformación y la eliminación de disidentes como el FBI y la CIA. No es que se opongan a esas actividades sino que temen al “estado profundo”. De manera semejante están a favor de las grandes corporaciones y adoran a los oligarcas, especialmente a Elon Musk que juega un papel fundamental en la destrucción del “viejo orden”, pero rechazan a las grandes farmacéuticas y creen en un movimiento de bienestar que recoge el escepticismo en contra de la medicina alópata, sospechan de las vacunas, prefieren remedios y tratamientos alternativos. Esto se refleja en desmantelar el departamento de salud y servicios humanos.

La euforia iconoclasta de Trump está presente en su desafío al orden mundial, como al invitar dos veces al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, a Estados Unidos a pesar de tener órdenes de arresto en su contra de la Corte Penal Internacional. También ha usado el pretexto del antisemitismo para lanzar una despiadada persecución de estudiantes y académicos extranjeros por manifestarse en contra del genocidio que Israel está llevando a cabo con armas estadounidenses en Gaza. Desde su llegada al poder Trump no ha podido ocultar su frustración por ser objeto del ridículo de intelectuales y académicos. De ahí su obsesión por destruir o doblegar a las universidades, y no exclusivamente a sus rincones liberales o woke. Este rechazo a la intelectualidad es un gesto populista e hipócrita de parte de egresados de escuelas de elite, como Trump (Wharton de la Universidad de Pensilvania) y su vicepresidente J.D. Vance (Yale). En su obsesión de castigar a estas instituciones, han decidido recortarles millones de dólares del presupuesto federal, en particular a universidades que han cumplido con sus exigencias y han colaborado con silenciar, arrestar y permitir la deportación de sus estudiantes, como la Universidad Columbia de Nueva York. Este esfuerzo por mostrar lealtad extrema a Israel al usar el antisemitismo como un arma pone en peligro a los judíos estadounidenses, especialmente a quienes se oponen al genocidio israelí.

El chofer peruano no tenía mucho que decir de la represión de estudiantes de nuestra ciudad ni de la supresión de la libertad de expresión. Pero el arresto del estudiante de doctorado de Columbia Mahmoud Khalil fue un mensaje de que nadie está a salvo. No basta tener visa o tarjeta verde o ser ciudadano. Para un régimen frenético y fascista, un militante propalestino, un chofer peruano y un periodista mexicano somos igualmente desechables del sueño de Hacer a America Grande Otra Vez.

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