Es peculiar que la primera descripción de la ciudad de México prehispánica y la mejor y más comprehensiva, la hizo, paradójicamente, su mismo destructor, el conquistador Hernando Cortés (1485-1547), en su Segunda Carta de Relación, escrita en la recién fundada villa de Segura de la Frontera, en el altépetl nahua de Tepeaca, el 30 de octubre de 1520. Cortés interrumpe su narración, que inicia con su avance de Veracruz hacia la ciudad de Mexico, pasando por los episodios de Tlaxcala y Cholula, cuando narra la prisión de Moteuczoma (1466-1520) y su aceptación del dominio español, para describir su gobierno y su gran ciudad. Según el escritor e historiador José Luis Martínez (1918-2007), la segunda Relación “culmina con la revelación de la excepcional civilización que existía en México, y sólo puede compararse en interés con los diarios y cartas en que Colón describía el nuevo mundo que iba descubriendo”. Y agrega mi padre: “Las descripciones posteriores de otros testigos, en especial la de Bernal Díaz del Castillo [caps. xci y xcii], agregarán detalles, aspectos más humanos y sensibles, pero no lograrán dar la expresiva visión del conjunto que aparece en esta segunda Relación”.(1)
Cuando la escribió, Cortés había vivido siete meses en la ciudad de Mexico, de noviembre de 1519 a mayo de 1520, y había tenido cuatro meses para recuperarse en Tlaxcala y después en Tepeaca, tras la campaña contra Pánfilo de Narváez (1470-1528) y la catastrófica retirada de la Noche Triste del 30 de junio de 1520, por lo que la había podido conocer y entender, en su magnificencia y funcionamiento. La describió ubicada en el valle de México rodeada de “muy altas e ásperas sierras”, con sus dos grandes lagunas, una de agua dulce y la otra de agua salada, más grande, con mareas, el tráfico en canoas, sus cuatro calzadas, sus calles de tierra y de agua, con puentes, sus mercados, surtidísimos y muy ordenados, el Templo Mayor y otros templos que eran enterramientos de los señores, los palacios y las casas, el acueducto de Chapultepec, la corte de Moteuczoma, sus casas de placer, parques y zoológico, su comida, el acato que todos le tenían, su señorío y la misma Matrícula de Tributos.
La maestra Eulalia Guzmán (1890-1985) editó en 1958 la segunda Relación de Cortés y criticó todo lo que dice sobre Moteuczoma y su corte pues, según ella, no la pudo conocer, pues Cortés no lo apresó el 14 de noviembre de 1519, sino desde el 8 de noviembre cuando entró a la ciudad de Mexico.[2]Además, Eulalia Guzmán considera que Cortés adjudicó a Moteuczoma una forma de poderío asiático absoluto que no le correspondía a su gobierno democrático.
Merece atención el punto referente a que, si Cortés apresó a Moteuczoma desde su entrada a la ciudad, todas sus descripciones de su persona y corte son falsas. Eulalia Guzmán basó su asunción en varias fuentes indígenas: las dos versiones del Libro de la Conquista de la Historia de fray Bernardino de Sahagún (1499-1590), la Séptima relación de Domingo Chimalpahin (1479-1560), fray Diego Durán (1538-1588) y la lámina 11 del Lienzo de Tlaxcala (ca. 1584). José Luis Martínez consideró estos testimonios y concluyó:
Apresar y aherrojar a Motecuhzoma al momento de su encuentro con los españoles, hubiese sido de parte de Cortés una acción insensata y casi imposible. Ahora bien, si así hubiese sido y la locura hubiese resultado, como al fin resultó, provechosa para el dominio del imperio azteca, ¿no hubiera sido Cortés el primero en alardear de su audacia?(3)
De modo que sí le podemos dar cierto crédito a las descripciones de Moteuczoma y su corte escritas por Cortés –amplificadas por Francisco López de Gómara (1511-1564), Francisco Cervantes de Salazar (1514-1575) y Bernal Díaz del Castillo (¿1492?-1584)–, pues Cortés y los suyos vivieron una situación relativamente “normal” en la ciudad de México durante seis días.
Son muy precisas las descripciones de la enorme cantidad de productos que se vendían en los mercados, como que la ciudad era la cabeza de un gran imperio, basado en el tributo, el comercio y su propia producción milpera y chinampera. Cortés menciona la “miel de una planta que llaman en las otras islas maguey”, por lo que vemos que, junto con sus hombres, introdujo a México la palabra taína o antillana maguey, que desplazó el término náhuatl metl. Ya vimos que utilizó el antillanismo “canoa”, que entró en competencia con el nahuatlismo “acale” (de acalli). Y describe por primera vez las tortillas y gorditas mexicanas: “venden mucho maíz en grano y en pan, lo cual hace mucha ventaja, ansí en el grano como en el sabor, a todo lo de las otras islas e Tierra Firme”. Más adelante agrega Cortés, con buen sentido de observación, que “todo se vende por cuenta y medida, exceto que fasta agora no se ha visto vender cosa alguna por peso”. Pero, como lo comenta Eulalia Guzmán: “De esta última afirmación de Cortés, algunos historiadores y etnólogos han concluido erróneamente que en el antiguo México no había medidas de peso”.(4)Habrá que considerar esta poco explorada cuestión.
Es valioso el dato que da Cortés de que en las plazas donde se ponían los mercados “hay casas donde dan de comer por precio”, esto es, fondas o restaurantes, indicio, advirtió Eulalia Guzmán, de la presencia de muchos forasteros. Los pagos se debían realizar en cacao.
Es de advertirse que, en su descripción de la ciudad, Cortés utiliza la grafía Temystitan (y variantes, como Temistitan, Timixtitan, Muxtitan), que aparece también en el Mapa de Uppsala, y no Tenustitan (por Tenochtitlan), que aparece en otros documentos. Esta designación “incorrecta” ha causado dificultades a los historiadores, que la atribuyen a un error de los copistas (por la semejanza de las grafías de Temistitan y Tenustitan) o a una etimología diferente del nombre de la ciudad. El historiador Antonio García de León atribuye el nombre Temistitan a la manera pipil de designar a Tenochtitlan que le transmitió a Cortés su traductora, consejera y amante doña Marina, Malintzin (1500-1529), hablante de náhuatl veracruzano.(5)
Es notable que Cortés no sólo hizo la primera descripción escrita de la ciudad de México prehispánica, sino también mandó hacer su primera pintura o mapa, como lo vio José Luis Martínez.(6) Tras la huida de la ciudad la Noche Triste del 30 de junio de 1520, Cortés y sus hombres se recuperaron en Tlaxcala, en Tepeaca y nuevamente en Tlaxcala, para organizar el ataque por tierra y agua de la gran ciudad lacustre y mandó pintar un mapa de la ciudad. Este mapa de guerra fue la base para el Mapa de Núremberg, el primer mapa conocido de la ciudad de México y sus contornos, grabado sobre madera publicado en febrero de 1524 en la ciudad bávara de Núremberg, con la traducción al latín de las segunda y tercera Cartas de relación de Cortés, firmadas el 30 de octubre de 1520 y el 15 de mayo de 1522. El mapa es una representación bella y concentrada de la ciudad de Mexico justo antes de su conquista y destrucción, en la que se aprecian la ciudad con sus templos, edificios, parques y zoológico, los lagos surcados por hombres en canoas y cruzadas por las calzadas (de Tepeyácac, Tenayuca, Tlacopan e Iztapalapa) que conectaban la ciudad con la tierra firme y por el albarradón de Nezahualcóyotl (1402-1472), tlatoanidel altépetl de Tezcoco, que separaba las aguas saladas del lago de Tezcoco de las dulces o menos saladas del lago de Mexico, las poblaciones ribereñas, los alrededores, las montañas circundantes. Para apreciar las riquezas del mapa es útil la interpretación que pintó el historiador Manuel Toussaint (1890-1955).(7)
Ha llamado la atención en este mapa, junto a lo preciso de la descripción, que las casas que forman las diversas poblaciones representadas (la ciudad de México y las poblaciones ribereñas) son europeas, y de manera más específica, alemanas. Por otro lado, el esquematismo del mapa, concentrado en lo esencial, el carácter lacustre de la ciudad, adopta la forma de representación de las ciudades insulares ideales, como las que se pueden ver en las ediciones de 1516 y de 1518 de la Utopía de Tomás Moro (1478-1535). Debido a estos y otros rasgos europeos ha predominado la idea de la factura europea del Mapa de Núremberg, que es evidente. Sin embargo, lo preciso de la descripción de la ciudad y sus contornos obliga a considerar que la primera versión del Mapa debió haber sido obra de cartógrafos indígenas, que conocían perfectamente su ciudad, a petición del capitán Cortés, como un mapa de guerra para organizar el sitio y la toma de la gran ciudad lacustre. El primer y único gran mapa de la ciudad de México prehispánica se pintó para planear su destrucción.
(1) José Luis Martínez, Hernán Cortés, México, FCE, UNAM, 1990, cap. ix, p. 254.
(2) Eulalia Guzmán, Relaciones de Hernán Cortés a Carlos V sobre la invasión de Anáhuac. Aclaraciones y rectificaciones por la profesora Eulalia Guzmán, tomo I, En que se contienen las relaciones I y II, México, Libros Anáhuac, 1958, p. 245 y ss. Edición digital, México, INEHRM, 2019.
(3) Martínez, Hernán Cortés, p. 249.
(4) Relaciones de Hernán Cortés, p. 303.
(5) Antonio García de León, Tierra adentro, mar en fuera. El puerto de Veracruz y su litoral a Sotavento, 1519-1821, México, FCE, Gobierno del Estado de Veracruz, Universidad Veracruzana, 2011, p. 47. Y en su reciente conferencia sobre la historia de la lengua nahua del Golfo en el ciclo Historiografía de la Lengua Náhuatl de la Academia Mexicana de la Historia y la Sociedad Mexicana de Historiografía Lingüística el jueves 22 de agosto de 2024.
(6) Martínez, Hernán Cortés, pp. 304-313.
(7) Manuel Toussaint, Federico Gómez de Orozco, Justino Fernández, Planos de la ciudad de México, México, DDF, UNAM (Instituto de Investigaciones Estéticas), 1938. Véase también el acercamiento detallado de Fabiola Ferman Cruz, El Mapa de Núremberg: Un acercamiento a la “visión española” de México-Tenochtitlan, Prólogo de Rodrigo Martínez Baracs, México, Biblioteca INEHRM, 2022.