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Gilberto Owen
El cartel del coloquio “El viaje en el mundo contemporáneo” muestra a una persona en una lanchita con aparente propulsión ígnea. La persona en la lancha está a punto de cruzar un río tan ancho y encrespado que muy bien podría ser un mar. Lleva a la espalda una casa como mochila de viaje.
El subtítulo del coloquio reza “Relatos, guías, crónicas, testimonios”. La doctora Yolanda Guash Marí, vicedecana de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada, organizó el evento con apoyo de colegas tan apreciables como Rafael López Guzmán, Carmen Mejía Ruiz y Rocío Peñalta Catalán.
El entorno institucional son el Grupo de Investigación “Viajar por la ciudad. Representaciones literarias y artísticas del espacio urbano” y el proyecto “La construcción de la imagen de Andalucía a través de la mirada latinoamericana (1850-1950)”, del Instituto de Investigaciones Feministas.
Las ponencias tuvieron efecto en las facultades de Filología y de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid, en la Ciudad Universitaria, a unos pasos del Palacio de la Moncloa, donde se cuecen decisiones relevantes para toda España y, muchas veces, para Europa y la propia América Latina.
Durante el coloquio se presentaron ponencias relacionadas con ambos lados del Atlántico hispánico y se vertieron conceptos válidos para todos los ámbitos, más allá de nuestras letras en común y nuestras artes.
Por ejemplo, Luis Alburquerque, del Instituto de Lengua, Literatura y Antropología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (csic), habló de la urgencia de una clasificación mínima en el caudaloso río-mar de los relatos de viaje en nuestra lengua. Nos propuso valernos del concepto de familias textuales, útil para cualquier literatura y escritura, y ofreció ejemplos históricos y contemporáneos de textos a caballo entre la novela de viajes y el relato de viajes.
A su juicio, los orígenes de la novela de viajes podrían remitirse a Homero; los del relato de viajes, a Heródoto y Jenofonte.
Luis Alburquerque se refirió a la urgencia de que consideremos las implicaciones –o implicaturas– pragmáticas tanto de lo dicho –el enunciado– como del contexto desde el cual se dijo –la enunciación– a fin de que comprendamos mejor todos aquellos textos del pasado y de otras latitudes a los cuales nos aproximamos con afán estudioso.
Otras voces del coloquio hablaron de textos y temas tales como la novela Beltenebros (1989), de Antonio Muñoz Molina, y el cuento “Paso del Norte” (1953), de Juan Rulfo.
La novela del español nos estaría hablando de un cuento de hadas contado en el Infierno; el cuento del mexicano, de la errancia sin fin de un trashumante (más que migrante) a quien su propia tierra (el terruño) y su propio padre expulsan de casa por falta de oportunidades (eso hace la tierra, el terruño) y por calculado interés económico en un entorno escaso y desorganizado (eso hace el propio padre). La doctora Reyna Carretero ha trabajado con los conceptos de trashumanciay de la errancia sin fin de quien se echa la casa a la espalda.
También se disertó sobre los apoyos recibidos por un muy joven Gabriel García Márquez en París, decisivos para que se consolidara en su vocación de escritor, y sobre la filatelia y las tarjetas postales entre Andalucía y América Latina.
La noche del viernes 11 de octubre se presentó el libro Viajes y artistas desde América a Andalucía entre dos siglos (xix-xx)(Iberoamericana-Vervuert, 2023). El acto se desenvolvió en el Instituto Cultural de México en España. La edición es espléndida. Los capítulos incluyen itinerarios andaluces de Rubén Darío y desplazamientos granadinos de diversas voces mexicanas, entre otros muchos temas.
El Instituto es parte de la Secretaría de Relaciones Exteriores, y me puse a pensar en compatriotas que han experimentado esa suerte de exilio peculiar, único, que es el servicio exterior. Poetas y artistas han dado sustanciales años de sus vidas a las muchas tareas que facilitan la coexistencia de países y la coexistencia de personas procedentes de distintos países.
Un compatriota fue el poeta Gilberto Owen, estudiado a fondo por el doctor Vicente Quirarte Castañeda. Owen vivió en Colombia y en Columbia. Y, si no exactamente en la Columbia neoyorquina, sí divagó por barrios menos suntuosos, como el Bowery.
Fue diplomático, fue extranjero. Quién sabe de qué caudales y giros de la etimología proviene la palabra extranjero, tan injustamente cercana a extraño. Owen ejerció ese viaje etílico que ayuda a suavizar los contornos de las cosas y a volver un poco menos extraña la extranjería, así sea por unas horas.
Recuerdo de vez en cuando versos suyos, estrofas de amor lejano, renglones de cercanía prontamente rota. Y me pregunto si este recuerdo significa algo, modifica algo.
Amor lejano, cercanía prontamente rota hay en Escoria de la Tierra, el volumen de desplazamientos indeseados (más que viajes) que fue escribiendo Arthur Koestler entre 1939 y 1941 por una Europa convertida en un “vastísimo campo de concentración”, cuya única escapatoria llegó a ser Lisboa por un buen tiempo.
La espléndida edición pertenece a Ladera Norte. El fundador y director es el experimentado Ricardo Cayuela, vecino de Aranjuez y de Madrid. La editorial suma títulos como Nuestras palabras, de George Steiner, Adam Zagajewski y Jacqueline de Romilly; El dios que fracasó, con el propio Koestler y otras voces (ese “dios” fue la Unión Soviética), y Tierra de los hombres, magnífico volumen de los viajes en avión de un cartero por Sudamérica; el autor es conocidísimo por otra de sus obras: Antoine de Saint-Exupéry.
Escoria de la Tierra nos va dejando caer algunas paradojas y contradicciones de las muchas corrientes ideológicas de aquellos años: “el verdadero antifascismo consistía en el apoyo a los fascistas”, ironiza Koestler. La contradicción se refiere a grupos de izquierda que preferían echarle el hombro a la extrema derecha antes que unirse unos con otros después de superar sus diferencias.
La pluma de Koestler va exhibiendo la cobardía y la abyección de Philippe Pétain a la hora de entregar Francia (casi) entera a los nazis con tal de que no cayera en manos de una revolución comunista que de cualquier modo nunca iba a producirse.
Pétain entregó compatriotas suyos a las hogueras del totalitarismo en un momento en que las etiquetas sobre las frentes de las personas eran el fruto podrido de largos procesos de ideologización extrema, de nacionalismos medrosos y de espíritu conservador que ante las incertidumbres pronto se hizo ultraconservador.
El epílogo de Sergio Campos Cacho poner algunos “puntos sobre las haches”, como dijo un personaje de Doña Bárbara. Por ejemplo, nos dice quién fue la misteriosa G. que acompañó a Koestler durante buena parte de este descenso a esos infiernos terrenales que también se cuenta en Beltenebros: los infiernos de las ideologías cuando se vuelven cegadoras y simplistas y llenan de etiquetas las frentes de las personas.
Por último, en la próxima entrega hablaré de una actividad del Instituto Ortega – Marañón, del csic y de la Universidad Nacional Autónoma de México en España: Ciencia sin fronteras, celebrada entre el 15 y el 17 de octubre en Madrid.