
Esto no es nuevo. Esta ya lo sabemos domar. Llevarla tranquilo aun cuando no es así. El saber gozar la vida. Entonces hablar de esto es contar otra vez la misma historia. Para muchos mexicanos en busca del sueño americano, tal como lo piensa Karla Cornejo Villavicencio, Grit and hustle, es eso. El sueño americano viene con la idea de poder ganar en dólares para luego mandarle a familiares y quejarse porque creen que uno lo barre. Y solo uno sabe lo que hace y sacrifica para ganar un dólar.
Es perder comunidad y pasar años buscándola, o creándola, aun sabiendo que estás aquí por poco tiempo. El decir vengo por unos meses y ésos se convierten en años, en una generación, y en otra generación más. Y así, entre ese ir y venir continúo siempre está la mentada persecución. Es que los nazis aprendieron de Estados Unidos a cómo deshumanizar a quienes ponen en riesgo esa tan deseada y añorada pureza racial. Algo que nunca pudo ser en el resto de las Américas.
Es sabido que Estados Unidos fue creado por y para los hombres europeos. Los únicos con el privilegio de ser vistos como los elegidos ante un dios blanco, los únicos que deciden si al momento de perder la vida el cuerpo expulsa el alma o no. Y a los que no, sí les fue mal.
Lee también: Oscura punta, reseña del poemario de Ethel Krauze

Está en el Manifest Destiny: el sentirse como los elegidos por el dios blanco, vayan y expanden la fe, y esa tierra y todo en ella, es vuestra. Ese lema o visión es lo que Aníbal Quijano describe como el deseo europeo de imaginarse como los portadores y protagonistas de la modernidad. Es eso lo que los lleva a crear un orden social en donde ellos siempre ganan en Monopoly. Así, bajo un nuevo líder, quien no quiere solo ser un zapato, carreta, descapotable, sino el dueño de todas las propiedades, el banco, los dados. Esa manera de jugar y ganar con el fin de acumular es el pan de cada día. El migrante está aquí muchas veces para impulsar ese deseo. Ese sueño, como dice Karla Cornejo Villavicencio, viene con un gran precio. Nuestra gente acá sacrifica su cuerpo y mente. Yo sacrifico mi alma mexicana. Mi mamá lo sigue sacrificando todo. Mi tía sacrificó su cuerpo y varios ligamentos después de años en el trabajo de empaque. Hace unas semanas por fin volvió a Jalisco y Michoacán. Ese volver le costó muy caro y varias décadas. Ese adiós a su barrio ocurrió cuando era adolescente. Ahora regresa y viene con papeles, con la posibilidad de ir y venir. Pero también están los que van llegando porque así como nos deportan siempre encontramos nuevas maneras de persistir. Es todo lo que siempre hemos sabido. Nunca hemos dejado de ser perseguidos en Estados Unidos. La maldita persecución es lo que nunca libramos.
Me dice una paisana por acá que sabe de gente que tiene pesadillas en donde su nombre falso que le fue dado en el trabajo se le aparece en sueños, pidiéndole de regreso su identidad, aunque esa otra identidad sea la misma pero tenga otro nombre. Me acuerdo cuando cargaba ese miedo a causa de sentirme prófugo por existir. Tomar espacio en Estados Unidos me daba miedo.
Por eso por años callé, era “el callado”. El que lo veía todo, así como el hermano invisible en la gran novela Ralph Ellison, pero el que sentía también que ellos vendrían por mí en cualquier momento. Ese miedo no es el mismo miedo que uno siente a causa del crimen organizado. Es el miedo a ser capturado por el gobierno de un país fascinado con sentirse como el mero mero supremo sobre todos y todas las cosas.
Lee también: Sólo por venir a mi casa
En el pueblo donde resido, Crawfordsville, nos encontramos a cuarenta y cinco millas de la capital del estado de Indiana. Dicho estado es conocido por tener una larga historia de voto a favor de un candidato republicano. Es en este estado conservador donde los inmigrantes de todo el mundo están llegando en masa. A principios del siglo XXI, muchas familias de Veracruz y Jalisco se establecieron en este pueblo.
En esa época, la ciudad no estaba familiarizada con la gente y la cultura mexicanas. Solían creer que, en la frontera de El Paso, una señal de tráfico indicaba la distancia desde la frontera hasta este pequeño pueblo, 1407 millas. Su razonamiento no tenía nada que ver con el capitalismo tardío que obligaba a los agricultores a dejar sus tierras y a mudarse a Estados Unidos. En ese entonces, Crawfordsville tenía algunos restaurantes mexicanos, Little México y Rancho Bravo, propiedad de hermanos que luego se convirtieron en competidores entre sí. Allí como estudiante indocumentado, estudié en Wabash College, una de las tres universidades solo para hombres en el país. Allí, incapaz de solo aprender, estudiar y asistir a clases, esperé a que se resolviera mi proceso legal.
Fue en este pueblo donde solía caminar hasta Little México para nutrir mi alma o los recuerdos de esa mexicanidad que parecía ausente a mi alrededor. Fue allí, en Little México, que propuse la gran idea de celebrar el Día de la Independencia de México, y la dueña, preocupada por mi petición, me advirtió que tuviera cuidado. Me contó que hace unos años ella también, como yo, tuvo la misma idea. Fue entonces cuando dijo: “¡Oh, no!. Cuando casi lo hacía, recibí amenazas de muerte del Ku Klux Klan (KKK)”.
Durante años en Crawfordsville hubo una oficina de membresía del KKK a solo unas puertas de donde se encuentra Little México. Desde mediados de la década de 1960 hasta la década de 1990, el Consejo de Relaciones Humanas de Crawfordsville (CHRC) y la Comisión de Derechos Humanos del Condado de Montgomery (MCHRC) lideraron la lucha contra el racismo ahí y en el condado de Montgomery. El trabajo de ambas organizaciones fue responder y combatir la presencia del Ku Klux Klan en ambos condados. En las décadas de 1970 y 1980, el líder de la sección de Indiana del Ku Klux Klan vivió en Crawfordsville. Por lo tanto, el KKK realizó muchos mítines y desfiles en Crawfordsville y otras pequeñas comunidades rurales dispersas por el condado de Montgomery. El CHRC y la MCHRC respondieron a las manifestaciones del KKK con celebraciones, marchas y mítines propios.
No salgas, nos decimos, quédate en casa, porque anda la migra suelta. Todavía recuerdo cuando mamá llamó a mi tía avisándole. Le dijo no salgas porque ya se llevaron a Miguel, mi tío, después de salir de casa por unos minutos. No salgas es lo que las familias en Crawfordsville dicen. Ocultarse. Todos los días. Así como la misma Ana Frank lo hizo, excepto que la gente no está en un ático, sino en departamentos repletos de familiares de los cuales sólo pueden salir quienes tienen papeles. Eso de ocultarse también es lo que las madres se preguntan al mandar a sus hijos a la primaria.
La lucha contra el racismo en el condado de Montgomery no fue una tarea que el CHRC y el MCHRC se encargaran de llevar a cabo por sí solos. Ambas organizaciones colaboran frecuentemente con la comunidad de Wabash College para lograr sus objetivos. Para sus manifestaciones, marchas y protestas contra el racismo, el CHRC y el MCHRC solicitaron el apoyo de estudiantes, profesores y organizaciones de Wabash, como el gobierno estudiantil de Wabash y el Instituto Malcolm X de Estudios Negros. Además del apoyo de Wabash College, el CHRC y el MCHRC recibieron apoyo de empresas locales y otras organizaciones de derechos civiles en todo Indiana.
Aunque la lucha contra el racismo en Crawfordsville no recibió una atención nacional significativa, su papel fue crucial en la batalla contra el racismo, especialmente entre las décadas de 1970 y 1990. En cuanto al movimiento nacional por los derechos civiles, pueblos como Crawfordsville y otras pequeñas comunidades rurales necesitaban promover la igualdad para todas las razas. A nivel nacional, grandes organizaciones como el SNCC y la SCLC impulsaron el progreso hacia la igualdad al liderar el movimiento en zonas urbanas como Birmingham y Montgomery. Por su parte, organizaciones como el CHRC y el MCHRC en zonas rurales como Crawfordsville, Indiana, aseguraron el progreso continuo hacia la igualdad en tiempos posteriores al Movimiento por los Derechos Civiles de la década de 1960.
Me llevó años entender por qué, en cuarto grado, sentí la necesidad de escuchar sobre el Holocausto y pensar en las descripciones de la gente que huía mientras otros no sobrevivían. Comía con el resto del grupo de la Sra. Mills panqueques de papa en tercer grado. En ese entonces, en la escuela primaria Los Padres en Salinas, California, un escritor vino a visitarnos: Harold Bloom, autor de The Last Sunrise. No estoy seguro de por qué ni dónde aprendí a ponerme nervioso cerca de los escritores. Solía pensar que simplemente era un fan, y eso era todo. Allí, mientras él se sentaba en el taburete (la Sra. Mills solía apoyar el pie e inevitablemente mostrar su ropa interior, lo que nos daba algo de qué hablar en el recreo), sosteniendo el libro y a sus pies, nos sentamos y escuchamos. Estaba asombrado. Mientras el autor describía sus recuerdos de huir de los soldados nazis, su historia permaneció conmigo a lo largo de los años.
A veces creía recordar esta escena porque fue mi primer panqueque de papa. De alguna manera, recordé su historia y más tarde aprendí sobre los inmigrantes alemanes y cómo tuvieron que huir de Alemania y adoptar el inglés. Pronto, el censo reveló una disminución en los estadounidenses de origen alemán, pero como Dean Redding nos recordó, mientras nos llevaba de paseo, pueblos como Jasper, Indiana, fueron colonizados por inmigrantes alemanes. Visitamos las antiguas casas de los ricos y los templos y calles que pavimentaban. Fue en pueblos como estos donde también imaginé esta otra historia de inmigrantes del pasado. Después de eso, durante años, situé mi historia en el contexto de diferentes grupos de inmigrantes en los Estados Unidos. La diferencia fundamental entre los Estados Unidos y México y los países de grupos de inmigrantes del pasado (como los irlandeses, alemanes e italianos) es que Estados Unidos nunca entró en guerra con ellos. En cambio, México experimentó una importante pérdida de tierra después de la invasión estadounidense.
Aunque la tierra se desmarcó rápidamente, Estados Unidos no pudo deshacerse de la cultura, historia y gente mexicana. En cambio, se han visto obligados a tolerarnos e incluirnos por necesidad o beneficio, y eso es lo que me hace comprender por qué Estados Unidos nunca aceptará nuestra presencia en este país. Si bien mi experiencia en el pueblo donde vivo ahora es reconfortante, soy consciente de que la desigualdad racial experimentada a lo largo de los años, así como el nivel de incertidumbre han dejado sus huellas. Soy documentado. Tengo doble nacionalidad, mexicana y estadounidense, y puedo enumerar otros aspectos de mi experiencia que me recuerdan los privilegios y las ventajas que recibiré simplemente por esas razones. Sin embargo, incluso con esta conciencia de mí mismo, todavía tengo miedo.
La vida cotidiana es aterradora y al mismo tiempo tranquila, y he aprendido a vivir con ese malestar de la contradicción. Con el tiempo uno se va olvidando de lo que es pertenecer a algo, algo ancestral. Crees que ese dolor de cabeza, esas lágrimas antes de salir de la ducha, o el temblar al ver un carro blanco con esas malditas letras verdes, pueden olvidarse hasta que el cuerpo te lo recuerda.
Como dijo un alumno mío: el temor por ser y existir regresó para muchos durante las primeras semanas de la administración del señor cheto de queso. En mi deseo de empatizar y conectar con el miedo y la opresión compartida, se me cortaron las alas. Ahí fue donde me acordé de que esto no es nuevo. De que ya he experimentado la contradicción de sentir que a esta opresión ya la sabemos domar mientras nos decimos que hay que llevarla tranquilamente y gozar la vida cuando sabemos que tampoco es fácil. Hablar de esto es contar otra vez la misma historia. Para muchos mexicanos en busca del sueño americano, tal como lo piensa Karla Cornejo Villavicencio, grit and hustle es eso: el sueño americano viene con el deseo y la posibilidad de ganar en dólares para luego mandarle a familiares y quejarse porque creen que uno lo barre. Y solo uno sabe lo que hace y sacrifica para ganar uno solo de esos billetes.

Manual para no callar: entrevista con Malva Flores
Comentarios
Más información

Mundo
Trump se va hoy de la Cumbre del G7; tenía programada reunión bilateral con Sheinbaum este martes

Nación
Tras 9 horas de vuelo, Sheinbaum llega a Calgary para Cumbre del G7; se reunirá con el Consejo Empresarial de Canadá

Mundo
Escala tensión entre Israel e Irán; recrudece el conflicto con bombardeos y evacuaciones, sigue en vivo la cobertura