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En el MEH investigamos a muy diferentes comunidades de víctimas. No nos fijamos, no nos toca hacerlo, en la calidad moral o en el estilo de vida o en la procedencia o en las razones por las que fueron victimizados. No hicimos un martirologio ni recogimos vidas de santos; recogimos y nos dimos cuenta de una diversidad muy grande en lo que se refiere al estilo de vida de estas personas cuya suerte investigamos.
En las páginas de la colección Fue el Estado. 1965-1990, informe del MEH, hay militantes de organizaciones de izquierda; hay activistas de organizaciones político partidarias; hay personas de la diversidad sexual; hay periodistas honestos y no tanto; hay también agentes del Estado que fueron desaparecidos o asesinados por sus propios compañeros o por sus jefes.
A las víctimas las consideramos no por su honestidad, sino en razón de su vulnerabilidad; porque fueron víctimas de un poder autoritario que debió tratarlas de otra manera. No nos correspondió a nosotros juzgar. Tampoco hicimos una jerarquía entre ellas, de cuáles son más importantes que otras, eso corresponderá en todo caso a la sociedad en general; pero sí pensamos que el dolor que ellas y sus familias han sufrido merecen respeto.
Durante nuestras investigaciones requerimos, como dice La Escritura, quitarnos las sandalias porque el suelo que pisamos es suelo sagrado. El dolor nos duele al igual que a todos los seres humanos, nos duele igual a todos y a todas. Nadie merece ser torturado o torturada, mucho menos asesinado o desaparecido. Todos y todas tenemos derecho a ser respetados en nuestra integridad y dignidad.
No hay crimen ninguno que merezca ser castigado con otros crímenes atroces. Si alguien delinquió merece ser llevado a juicio y castigado conforme a derecho. Si nosotros permitimos que alguien sea torturado o desaparecido por la razón que sea, si permitimos que alguien se sienta por encima de la ley, en ese momento nos ponemos en riesgo y ponemos en riesgo a toda la sociedad, de ser tratados discrecionalmente, de ser también desaparecidos o torturados o ejecutados. Por eso todas las víctimas, cualquier víctima, tuvo algo que aportar a Fue el Estado. 1965-1990 con su ejemplo y su testimonio a la causa de la justicia y de los derechos humanos.