Aclaro: no soy economista. Sin embargo, a lo largo de mi vida he aprendido ciertos conceptos básicos de esta disciplina que ahora me parece pertinente compartir.

La economía es una ciencia social que estudia cómo las personas, empresas, gobiernos y sociedades en general utilizan recursos limitados para satisfacer sus necesidades y deseos ilimitados. Analiza cómo se producen, distribuyen y consumen bienes y servicios.

Pero la economía no es solo una ciencia de números o mercados: es también una reflexión sobre cómo vivimos, cómo valoramos las cosas y cómo organizamos nuestra existencia en comunidad.

La forma como nos hemos organizado para vivir en sociedad ha sufrido profundos cambios y ha evolucionado a lo largo de toda la historia de la humanidad. En la actualidad nos cuesta trabajo imaginarnos el sistema feudal de la Edad Media, un periodo que duró siglos.

Después de esta época, durante muchos años siguieron subsistiendo monarquías absolutistas, en las que se entendía que el rey era el elegido de Dios para mandar y que por tanto tenía un poder sin límites. Luis XIV de Francia, también conocido como el Rey Sol, reinó en Francia desde 1643 hasta 1715, y fue uno de los monarcas más poderosos y duraderos de Europa.

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Luis XIV representa el modelo clásico del absolutismo, donde el rey gobierna sin restricciones legales ni parlamentarias. Se le atribuye la frase de “L’état c’est moi”, o el Estado soy yo. El rey no es solo el jefe del Estado; él es el Estado.

El problema es que, en todo el mundo, sigue habiendo en la actualidad líderes que imaginan que son y representan al “pueblo” y por tanto no es necesario que respeten las leyes establecidas, pues “el pueblo (que ellos creen encarnar) es superior a las leyes”.

El poder corrompe, pero el poder absoluto corrompe absolutamente. En su obra clásica Animal Farm, George Orwell muestra cómo el poder absoluto corrompe incluso a quienes prometen justicia e igualdad. El sistema termina con la célebre y triste frase de “Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros.” Lo podemos observar todos los días en todo el mundo.

George Orwell. Crédito: victorian-era.org
George Orwell. Crédito: victorian-era.org

Con la revolución francesa, en 1789, Francia se precipitó a un proceso radical de transformación social, política y filosófica. Maximilien Robespierre acuñó la frase que se convertiría en el lema nacional de Francia: "Liberté, Égalité, Fraternité" —"Libertad, Igualdad, Fraternidad", como una nueva forma de organizar una sociedad quebrantada por siglos de subyugación.

El lema surgió como una expresión de los ideales ilustrados que inspiraron el movimiento: la libertad individual, la igualdad ante la ley y la solidaridad entre los ciudadanos. Un enunciado que suena como un ideal de convivencia humana.

Desde entonces, el mundo se ha debatido, en demasiadas ocasiones en forma violenta, entre dos corrientes filosóficas de la economía, basadas en los principios de la ilustración. Entre más libertad o más igualdad, pero nos ha faltado la fraternidad.

Mientras que Francia se desgarraba en una cruenta revolución, en Escocia el filósofo y economista Adam Smith, ampliamente considerado el padre de la economía moderna y uno de los pensadores más influyentes de la Ilustración, escribía La riqueza de las naciones.

Smith fue el máximo exponente del liberalismo económico, que supone que la economía es un espacio donde los individuos ejercen su libertad para intercambiar, crear, producir y prosperar.

Por otro lado, otra corriente filosófica se ha preocupado más por la igualdad, cuyo principal ideólogo fue Karl Heinrich Marx, filósofo, economista y revolucionario alemán del siglo XIX. Su pensamiento dio origen al marxismo, una crítica profunda al capitalismo y una propuesta para una sociedad sin clases.

Para comprender el pensamiento de Marx es importante situarse en el contexto histórico de un mundo en una profunda transformación social y económica, producto de la revolución industrial.

Desde mi punto de vista, el conflicto histórico entre los postulados de libertad y de igualdad radica en una desvirtuación del concepto de igualdad. Robespierre nunca dijo que los individuos eran o debían ser iguales, sino que debería haber igualdad ante la ley.

El problema es que ningún ser humano es igual a otro. Tenemos diferentes capacidades, inclinaciones, gustos, formas de pensar. Eso es lo que nos enriquece como cultura.

Pero justo esa es la razón por la que todos los sistemas que han procurado que los ciudadanos sean iguales en todos sentidos, vivan igual, piensen igual y hasta vistan igual (recuérdese la China de Mao), han fracasado estrepitosamente. Porque no somos iguales. Lo que en verdad importa es que seamos iguales ante la ley y que todos tengamos las mismas oportunidades de desarrollarnos y de prosperar, lo que generalmente se logra con una educación de calidad.

Por ello preocupa que en México en la actualidad la educación tenga como principio: “liberar a los oprimidos y transformar la sociedad.” En este enunciado no encuentro por ningún lado el sujeto que debería ser el más importante de toda educación, que es el educando. Si la escuela no sirve para, como dice Irma Villalpando: “que los estudiantes mejoren las condiciones de vida y empleabilidad que tuvieron sus padres: la movilidad social”, entonces estamos defraudando a nuestras niñas y niños.

Le economía no es una ocurrencia, sino una ciencia, que es un conjunto sistemático de conocimientos obtenidos mediante observación, experimentación y razonamiento, que busca explicar y entender fenómenos del mundo natural, social o abstracto.

El pretender ignorar sus fundamentos trae consecuencias catastróficas a largo plazo. Algunos mitos y realidades económicas:

  • Mito: “El gobierno regala dinero”. Realidad: El gobierno no tiene dinero. Todos los recursos que administra, regularmente mal, son nuestros. Provienen de nuestros impuestos, tuyos y míos.
  • Mito: El gobierno puede pagar lo que sea, sin límite. Realidad: Las únicas fuentes de financiamiento de un gobierno son los impuestos, la deuda y la emisión de moneda (usualmente regulada por los bancos centrales). Por eso es tan importante la autonomía del Banco de México.

Preocupa en ese sentido que se sigan derrochando recursos públicos en proyectos inviables. En un barril sin fondo que es un PEMEX ineficiente e infestado de una corrupción sin límites. En obras faraónicas que nos seguirán costando montañas de dinero por generaciones, como el ecocida tren maya, la inútil refinería de Dos Bocas, el AIFA, Mexicana de Aviación y demás.

Es importante leer a Smith, a Marx, a Orwell, así como a muchos otros, para poder desarrollar un pensamiento crítico que nos permita comprender mejor nuestra realidad y no caer presa de las noticias falsas y la desinformación.

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