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Creatura (España, 2023), opus número dos de la autora total Elena Martín Gimeno, se convirtió en 2023 en el primer film español en ganar el premio a la mejor película europea de la Quincena de Cineastas de Cannes. Se trata de una historia sobre la identidad y el cuerpo explorados a partir de la falta de deseo que atraviesa la protagonista, Mila, interpretada por la propia Elena.

La cineasta, escritora y actriz barcelonesa todavía no estrenaba su ópera prima, Júlia Ist (2017), cuando se encontró con el tema de Creatura. Estaba en un proceso de creación de performance —además de ser una de las miradas sobresalientes del cine español contemporáneo, la creadora de 33 años tiene bases en el teatro experimental y el performance—, en una sesión con diez mujeres, amigas suyas, cuando comenzaron a compartir recuerdos sobre el cuerpo.

Investigaban precisamente sobre el cuerpo y la identidad. Buscaban “recuerdos que nos habían marcado la relación que teníamos con nuestro cuerpo en el presente”, dice la cineasta en entrevista. Eso llevó a que compartieran experiencias de las primeras veces de despertar sexual.

“Primero hablábamos de la adolescencia, que es lo que todo el mundo recuerda. Y luego algunas chicas del grupo empezaron a decir: ‘bueno, esto no lo he contado nunca, pero recuerdo cuando tenía cuatro o cinco años estar en unos campamentos y que una amiga me dijera: mira, si te frotas con el cojín, sientes unas cosquillas’. Y la otra: ‘pues no lo había contado nunca, pero recuerdo estar en mi cama mirándome la vulva, que entrara mi madre, me mirara con una cara de odio y yo sintiera que estaba muy mal y que no podía volver a hacerlo’. Empezamos a tener este tipo de conversaciones entre amigas que hablamos de todo".

A Elena, a quien le interesan los temas introspectivos según se infiere de sus dos largometrajes como directora, le sorprendieron estas historias porque ella no recordaba muchas experiencias.

“Entonces fue cuando empecé a leer sobre el despertar sexual en la infancia, a darme cuenta de que es transversal a todas las personas y que es súper importante para el desarrollo de la autoestima, para el desarrollo del conocimiento y para el desarrollo de la relación contigo y con tu entorno. Y fue ahí cuando pedí consejo a una amiga terapeuta que me empezó a mandar lecturas y entrevisté a muchas mujeres, les pregunté acerca de su relación con el cuerpo y con el sexo, de sus recuerdos, y le escribí a Clara Roquet (ganadora del Goya a la mejor ópera prima en 2021 por Libertad), que es la coguionista de la película”.

Mila, el personaje principal de esta ficción, se instala en la casa de verano familiar junto con Marcel (Oriol Pla), su pareja, en busca de paliar una relación que naufraga, pero lejos de conseguirlo, la relación se viene a pique porque Mila se siente confundida y es incapaz de sostener la excitación en sus encuentros íntimos. Él, incapaz a su vez de ayudar a su pareja, se siente incómodo y juzgado en su hombría. Entonces, ella emprende un viaje de autoexploración en el que revisita experiencias de su infancia y adolescencia con la esperanza de reconciliarse con su propio cuerpo.

¿Por qué partir de ese punto?

Porque al principio era cronológico. Empezábamos en la infancia e íbamos contando la vida, un poco como la estructura de Moonlight (Barry Jenkins; EU, 2016), que fue un referente también para la película, pero llegó un punto que nos dimos cuenta que con esa estructura cronológica, en el caso de nuestro guion, generaba un efecto de causa-consecuencia que rompía un poco la magia de cómo pensamos el deseo realmente.

Y es que, explica Elena Martín, en las entrevistas que hicieron a mujeres adultas para alimentar su historia se dieron cuenta que todas tenían algún tipo de bloqueo. “Ya fuera más consciente, más inconsciente, algo más paralizante o más anecdótico, pero todo el mundo, y también los hombres a los que entrevistábamos, todo el mundo tiene una relación compleja y muy misteriosa con su deseo y con su cuerpo”. Reconoce que ser mujer le ayudó a que otras mujeres le confiaran sus historias sobre el despertar sexual y los miedos e incertidumbres.

“Cuando la gente se pone a pensar en los porqués de lo que le gusta o no, de dónde se siente cómoda, le resulta difícil, como que te metes en una amalgama medio oscura de tu pensamiento. Y fue por eso que nos dimos cuenta que la estructura de la edad adulta tendría que ser la pregunta de partida, porque es nuestro presente más inmediato y desde este lugar es desde donde podemos decir: hostia, ¿por qué me pasa esto?, ¿de dónde viene?. Y tirar para atrás”.

Creatura se centra en tres momentos de la vida de Mila, un personaje al que Elena le llama “un Frankenstein” dado que se formó a partir de las anécdotas de varias mujeres: su infancia temprana, a los 5 (interpretada por Mila Borrás), cuando comienza a descubrir su cuerpo y a tener un acercamiento obsesivo con su padre; su adolescencia, a los 15 (Clàudia Dalmau), cuando explora el llamado despertar sexual con una curiosidad autodestructiva, y su presente, a los 35, cuando, como mujer adulta, tiene un bloqueo con su pareja. La decisión de poner este bloqueo como punto de arranque fue, dice Elena, más que nada por una cuestión de guion. “Para poner en marcha una pregunta en la ficción es necesario que pase algo concreto que te lance la duda: ¿por qué este día de su vida y no cualquier otro?”

Elena Martín construye un personaje que durante toda su vida ha transitado por una bruma de confusiones y lo muestra en tres momentos de anhelos distintos pero de pesadillas parecidas en las que una urticaria “causada por nervios” es el factor común en los miedos e inseguridades del personaje.

“Encontramos esta metáfora física de la urticaria, del rush que tiene la piel, que nos funcionaba muy bien como una manifestación del cuerpo, ¿no?, como un grito de ayuda del cuerpo que pide que no le repriman más. Un personaje que en la intimidad de la pareja es donde siente el bloqueo, que en cambio puede excitarse con un camarero en un bar, pero con su novio, que es con el que tiene una relación de intimidad, es con el que esos bloqueos se sienten más profundos”.

En Creatura no hay ni buenos ni malos, pero sí sentimientos a flor de piel y personajes que se equivocan. No hay un argumento que lleve a la solución de un conflicto, pero sí una tragedia. No hay soluciones, pero sí muchas preguntas. En ese sentido, es de algún modo un film disruptivo que habla del sexo y muestra el sexo de una forma diferente.

“Tengo la sensación que justamente ahora es que el cine está lleno de sexo, o sea, está cargado de sexo. En el cine, las series, vemos muchísimo sexo, pero muy pocas veces, casi nunca, se habla de la intimidad en el sexo. No se habla de las relaciones humanas en el sexo. No se habla de lo que realmente ocurre entre dos personas que están viviendo este intercambio. Y entonces creo que hay una necesidad y creo que debe haber algo generacional”.

Esta cuestión generacional tiene coincidencia temática con la falta de deseo de una mujer en sus treintas que se narra en El celo (Alfaguara), novela de la también española Sabina Urraca. “La tengo aquí en la mesita de noche para leerla”, dice.

En la relación de Mila con su padre hay una incomodidad que se nota desde la primera escena, cuando ella y su novio llegan a instalarse en la casa de campo. Y así en toda la historia a partir de que la Mila niña comienza a tener conciencia del placer y de su cuerpo.

“Hay una frase que se repite, que la dice el novio Marcel y también el padre (Álex Bredemühl) en un momento dado, ‘me siento incómodo’. En este caso lo dicen estos dos personajes, pero es algo que también me ha pasado, que nos ha pasado a todos, cuando cruzas un umbral de hablar de algo que realmente te afecta, la barrera protectora es la incomodidad. Y desde ahí es ‘me siento incómoda, no lo hablo’. Sentía mucha incomodidad cuando empecé a escribir la película. La sentía cuando leía cosas. Y es que me confrontaba. Pero justamente esa fue la sensación que me llevó a querer seguir investigando”.

Elena decidió usar la cámara lenta para subrayar la trascendencia de algunos momentos de la etapa adolescente de Mila, una iluminación casi oscura en las secuencias oníricas y una iluminación natural muy brillante en la etapa de la infancia.

“Una decisión muy importante en todas las etapas fue que no queríamos cambiar el formato. Íbamos a rodar todo con la misma cámara, con las mismas ópticas, con la misma luz: las fantasías, los sueños, los flashbacks y el presente. Lo que sí íbamos a modificar es... como contagiar la cámara de la energía del personaje”.

Explica que como en la edad adulta se dan relaciones más confrontacionales (“los adultos hablan y se dicen las cosas”), entonces decidió que la cámara fuera más seca. En la etapa de la infancia, en cambio, la cámara fue más orgánica en el sentido de que tenía que darle margen y seguir a la actriz de 5 años. Pero lo que más disfrutó a nivel cinematográfico y de rodaje fue la etapa de la adolescencia de su personaje.

–Yo estaba afuera –dice Elena aludiendo a que en esos momentos solamente estaba atenta a la dirección– y tenía delante una actriz que era menor de edad, pero era una persona pensante y comunicativa, así que pude tener la oportunidad de intentar transmitir la energía que existe en la adolescencia: hay algo muy explosivo, el deseo está en ese momento muy a flor de piel. En la infancia el deseo está más relacionado con lo natural, como en la escena en la que se ponen las flores en las bragas. De manera que un codo, la vulva o el mar es lo mismo, algo más orgánico, mientras que en la adolescencia hay una pulsión muy fuerte.

Esa fue la razón que la llevó a utilizar las cámaras lentas, las luces estridentes. “También hay más miedo en la adolescencia, porque hay más miedo a que te juzguen, quieres encajar, entonces todas las fantasías pasan en un lugar más oscuro. Y todo eso intentamos que se transmitiera en la forma de mover la cámara”.

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