Más Información
Morena celebra alta aprobación de Sheinbaum como respaldo a la 4T; oposición advierte que “ninguna luna de miel es eterna”
Ken Salazar resalta colaboración de México-EU contra cambio climático; refuerza el liderazgo de América del Norte en la lucha
Erradicación de la violencia de género, prioridad de Olga Sánchez Cordero; aboga por la igualdad desde la infancia en congreso 50+1
Asesina confesa, novicia convertida militar. Catalina de Erauso es uno de los personajes más enigmáticos del Siglo de Oro español. A los quince años, huyó de un convento dominico en San Sebastián para vivir como hombre; se enlistó en la flota que partía hacia América; fue soldado de la brutal guerra del Arauco contra el pueblo mapuche: su lista de proezas y desaciertos es larga.
Entre los nombres que adoptó fue Antonio. Residente continuo de las cárceles por su negligente comportamiento, pero también paje en la corte real. El Papa Urbano VIII le concedió el permiso para vestir como hombre “sin escrúpulo de conciencia”, mientras que el rey Felipe IV le permitió conservar su rango militar y usar su nombre masculino, incluso le otorgó una pensión por sus servicios a la Corona.
En Las niñas del naranjel, la escritora argentina Gabriela Cabezón Cámara ficciona la vida de Erauso. En la trama, Antonio estuvo a unos pasos de la horca, escapa a una selva del sur de América con dos niñas, Michi y Mitãkuña, quienes le van alterando su concepción de la vida a través de una llana pregunta en la que se ve acorralado: ¿Por qué?
Entre los sonidos de la selva, el vértigo que provoca la fauna y los recuerdos de un pasado oscuro, la novelista arrastra al lector, como la fuerza de un gran río, en la batalla interna de Antonio que se aferra, como las raíces de un frondoso árbol, a no sucumbir sus ideales, pues reflexionar en ello podría hacerlo dudar.
Cabezón Cámara fue finalista en el premio Booker Internacional 2020 por Las aventuras de la China Iron. En esta nueva novela que publica Random House también nos adentra a la más salvaje y bella selva: el alma.
Antonio es un personaje muy singular para su época. ¿Qué te llevó a interesarte en él?
Al principio, la singularidad de su historia, no sólo por lo trans, sino por su determinación a regirse por su propia ley. Era un mal ciudadano colonial, asesino y genocida, no respetaba nada, hacía lo que quería. Otra cosa que me interesaba era cómo simboliza a la cosmovisión occidental. Por ejemplo, cuando él describe Lima, sólo ve España, describe el arzobispado, el convento, la universidad, un monasterio, va narrando instituciones que son España; hoy caminas por Lima y ves un montón de sitios que no son Occidente y que son muy interesantes. ¿Cómo hace para no verlo? Y es un poco la síntesis de un proyecto colonial: “Vamos a masacrar todo lo que no sea nosotros”. Pero también tiene partes conmovedoras, fue expulsado de su familia cuando era niña, a los cuatro años; vive una soledad enorme, siempre está solo de algún modo. Después, está la parte de esa espiral de crimen y muerte a la que entra, que se va acelerando y cada vez es peor. También están las proezas de haber sobrevivido a todo, de tener la aprobación del Rey y del Papa, de regresar a América. Su vida tiene velocidad y locura, esta cuestión de no esperar y hacer lo que él quería. También fue una oportunidad para explorar la Conquista y la Colonia, me interesaba explorarla en términos contemporáneos.
Antonio tiene un espíritu libre, de hacer lo que realmente quiere, pero también es una persona violenta. ¿Cómo lograste dotar a este personaje sin que el lector termine encasillandolo en un héroe o villano?
Es una persona que en un momento se ve atrapada en un espiral de violencia espeluznante. Es un espíritu libre que deja de serlo. Apelé a la ficción porque si me basaba en los documentos históricos sería difícil de retratar sus episodios de luz. Su autobiografía es un delirio, solamente hay sujeto, verbo y objeto: es un texto de acción, no hay reflexión. Quería saber qué pasaría en la vida de una persona como Antonio si de golpe se ve detenido y obligado a permanecer en un lugar tan maravilloso como es una selva. A través de las niñas, la selva y la ficción es cómo entra la luz en él.
En la novela nos encontramos con el vasco, el latín, el guaraní, el español. ¿Qué importancia tiene para ti el sonido, la música? ¿Por qué confluyen varios lenguajes?
Confluyen varios lenguajes y distintos registros del español: barroco, rioplatense. Me gusta escribir una prosa musical. El regalo que busco al lector es una música que me vibra en el cuerpo. Para mí, la materialidad de la lengua es encontrarle una música, es de vital importancia. Me gusta sentir eso cuando escribo.
Así como incorporas distintas lenguas, sucede algo similar con tus referentes culturales. En esta novela vemos guiños tan diversos, desde Shakira, Pizarnik, Miyazaki hasta Cervantes. ¿Cómo esta mezcla nutre a la novela?
Me hace sentir muy viva, son como amores. La semana pasada vi la última película de Miyazaki, El niño y la garza, me encantó, me pareció hermosa; son cosas de distinta procedencia, pero que te atraviesan por completo. Nosotros no sólo somos los libros difíciles de leer, eso es una parte. Somos la música que escuchamos, las charlas que tenemos en las calles; todo eso nos atraviesa y nos construye, tratamos de que nos construya de un modo crítico. La lengua que habitamos también está hecha de todo eso.
La selva juega un papel fundamental. ¿Es un territorio dónde le permite a Antonio y a las niñas convivir sin importar sus orígenes?
La selva es el medioambiente en el que observas cómo somos una partecita de la vida del planeta porque miras cómo un ser sale de otro y todo se transforma. Antonio comprende, de golpe, que también es parte de todo ello, en ese entendimiento va a sufrir una transformación muy radical y verá cuestionada su cosmovisión, que lamentablemente es aquella en la que fuimos educados.
¿Qué tanto influyó Quiroga y sus Cuentos de la selva? ¿También incursionaste en este territorio?
Él vivió mucho tiempo en la selva, lo mío fue una experiencia mucho más modesta. Quiroga fue lo primero que leí en mi vida sobre la selva. Cuando era niña, me leían Cuentos de la selva. En Buenos Aires hay un sistema de islas que se llama Delta del Paraná que está conectado por el maravilloso cauce del río Paraná con la selva del norte del país. En el Delta del Paraná entendí la belleza de la tierra, del mundo, es un lugar precioso. Ahí aprendí a remar, fui remando entre las islas y ves las raíces de los árboles, vas entre arroyos donde encuentras peces y aves increíbles.
A través de una carta, Antonio le revela a su tía sus secretos, sus miedos. ¿Qué hemos perdido cuando dejamos de escribir cartas?
Ese momento de concentración, de autoreflexión, de disponerse a estar dos o tres horas escribiéndole a otro que es escribirte a ti mismo. También esa sensación de meterte en un pliegue para de ahí dirigirse al otro, pero insisto, al menos en mi experiencia, cuando me dispongo a escribir un email, la sensación es muy parecida. No me sucede con las plataformas de mensajería instantánea, ahí las cosas se fragmentan, la respuesta inmediata rompe la conversación. Perdimos la posibilidad de detenernos a pensar qué queremos decir.
Una parte importante de la novela es la reflexión sobre el colonialismo y la violencia que ejerció en América. ¿Vivimos un nuevo colonialismo? ¿Tienen similitudes?
No hemos dejado de padecer violencia ni extractivismo. Latinoamérica es territorio de saqueo, territorio de extractivismo cruel y que nunca tiene en cuenta las consecuencias. En mi país apareció la hoja transgénica en 1996, se supone que eso nos iba a hacer ricos, hoy tenemos más del 40% de pobreza; cuando yo nací había el 4%. ¿Dónde carajos está la riqueza de esa hoja? Lo que sí hay es un montón de glifosato en los ríos, en el agua que tomamos, niños enfermos: eso es colonialismo. Tenemos estados y gobiernos que no pueden imaginar un desarrollo económico distinto para nuestros países, y que todo el tiempo se está sacrificando a los pueblos originarios. Cuando lees que encuentran un yacimiento de litio en Argentina, tienes que leer que están expulsando a personas que llevan siglos viviendo ahí: les roban su forma de vida, los expulsan de sus lazos sociales y los obligan a vivir en los cordones más miserables de las ciudades. La diferencia es que ahora votan.
Javier Milei es un negacionista del cambio climático y enaltece el libre mercado sin mediar consecuencias sociales. ¿Qué panorama vive la sociedad argentina?
En uno muy oscuro. Argentina está cayendo en picada, es un gobierno de ultraderecha que tiene como enemigos al socialismo, que según Milei está apoyando al mundo. ¿Qué socialismo? ¿Dónde está el socialismo, pedazo de loco? Él alucina que hay socialistas en todas partes. Tiene como enemigo al socialismo imaginario, a los que creemos en el cambio climático, a las mujeres feministas, a todo el mundo de la cultura nos odia; en Argentina no hay mucha financiación a la cultura, pero lo poco que había lo está tratando de cortar. Odia a todos menos a los empresarios ricos. Además, con una narrativa violenta, es una persona que apela a ese estilo para convocar a las masas, así que está encarnando la ira de una sociedad que tiene razones para estar iracunda. Es un momento muy oscuro, muy difícil de pensar.
¿Qué te llevarías a una selva?
Gente querida y muchos libros.