Mi tres de tres: Yuja, Nikolaj y Arturo, por Lázaro Azar

Tres generaciones de intérpretes internacionales ofrecieron recitales excepcionales. Una crónica de Lázaro Azar

El público, que llenó por completo la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes, recibió a Arturo Chacón con una ovación colmada de admiración y cariño. Foto: Gerardo Luna/ Secretaría de Cultura
El público, que llenó por completo la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes, recibió a Arturo Chacón con una ovación colmada de admiración y cariño. Foto: Gerardo Luna/ Secretaría de Cultura
Confabulario| 15-06-25 |01:03|Lázaro Azar | Actualizada |15-06-25 |01:03|

Hacía mucho que la Ciudad de México no vivía tres días con una oferta musical de tan alto nivel como el fin de semana pasado. Tres días que me hicieron lamentar el haber perdido aquellos tiempos en los que éramos felices y –al menos yo, que tanto valoro la Música- ¡claro que lo sabíamos! Pero ya ven: poco a poco fuimos perdiéndolo todo. Lo más reciente, una República en la que el poder se repartía equilibradamente en tres poderes, y quienes aspiraban a desempeñar un cargo en la función pública debían presentar unas declaraciones llamadas “tres de tres” para evitar sospechas de enriquecimiento y corrupción, ¿las recuerdan? Va este tres de tres, en memoria de aquellos tiempos:

I. Yuja Wang: Para cuantos creen que los pianistas orientales no son más que karatekas a quienes lo más que se les da es tocar rápido y la gesticulación exacerbada, Yuja Wang (Beijing, 1987) es la excepción que confirma la regla. Poseedora de una técnica extraordinaria y “una arrebatadora presencia escénica” que ha comercializado muy bien, es, también, una intérprete refinada, dueña de una profunda musicalidad… y como nadie puede tenerlo todo, tiene, también, una desventaja mayúscula: un sonido minúsculo, muy acorde con su físico menudito.

De ahí que, contra mis amigos puristas que se enroncharon ante la posibilidad de escucharla obligatoriamente sonorizada, yo, que la he escuchado en otros escenarios, incluyendo su debut en México –muy anterior al par de actuaciones con la Chafónica consignadas en el kit de prensa-, cuando Enrique Bátiz la invitó en noviembre de 2007 a tocar el Tercer Concierto de Prokofiev con la Orquesta de la Universidad de Guanajuato, consideré que no había mejor opción: aún con una orquesta pequeña, como la Mahler Chamber Orchestra (MCO) con la que aquí inició el viernes 6 una gira de ocho conciertos por América Latina en la que ella “dirige” (perdón por tan generoso eufemismo) el par de piezas en las que participó como solista, es un hecho que, sin una buena microfoneada, la iban a tapar… tal y como ocurrió, ya que si algo puede alabarse de la sonorización que se realizó en el Auditorio Nacional, es que fue muy natural.

Precisemos: contra lo que escribió el cursi e inspirado “repiortero” que publicó una nota tan fantasiosa que daba por hecho que Wang “ascendió y descendió trepidante por las notas y bemoles” de la obertura Coriolano de Beethoven y del Dumbarton Oaks Concerto, de Stravinsky, en estas obras la MCO estuvo guiada por su concertino, José María Blumenschein, y el toque de Wang fue tan delicado durante las fiorituras (vgr. compases 85, 93 y similares del Maestoso) y los pasajes menos tempestuosos del Concierto en fa menor, Op. 21 de Chopin, que no se le oía… y eso que la plantilla de la MCO no tiene ni la mitad de los músicos que suele tener una orquesta sinfónica.

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Algo similar ocurrió durante el Concierto en si bemol, Op. 23 de Tchaikowsky, en el que fueron tan sutiles los pianísimos que lograron en el Andantino semplice, que oíamos más el chillido de la colonia de murciélagos que revoloteaban sobre el público; con la pena, pero no era “el canto de dos aves que se unieron al concierto, provocando la fascinación de la audiencia”, más bien, ¡el terror!

Gracias a las pantallas laterales pudimos constatar la destreza motriz de una intérprete que no siempre escuchamos, pero que sus fans ovacionaron hasta arrancarle un par de encores, contenidos en su álbum The Vienna Recital: el Etude n. 6 de Philip Glass y el arreglo realizado por Leticia Gómez-Tagle del Danzón 2 de Arturo Márquez que, más allá de condensarlo a menos de cuatro minutos, leyó atropellada y muy cuadradamente, sin la sensualidad que se esperaría de ella y de tan cadencioso ritmo.

II. Nikolaj Szeps-Znaider: Gracias a la generosidad y los buenos oficios del Patronato y la Sociedad de Amigos de la OFUNAM, el sábado 7 escuchamos en la Sala Neza el debut en México de este afamado violinista danés. Tras meses de no asistir a un concierto de esta orquesta, lamento decir que pareciera que esa noche se esmeraron en refrendar el por qué, corroborado por el talentosísimo director de orquesta que me acompañó, aprovechando su estadía en nuestro país. Hubieran visto la cara de estupor con que, al finalizar la obertura Tannhäuser de Wagner, volteó a verme y, azorado, exclamó, “¿¡no estudiaron!?”

Al parecer, los afanes de Sylvain Gasançon se centraron en acompañar lo más decorosamente posible a tan notable solista. Cumplieron. No más. Si por algo valió la pena este concierto, fue por escuchar el sonido robusto y el fraseo impoluto con el que Szeps-Znaider (Copenhagen, 1975) abordó la Fantasía escocesa, Op. 46 de Bruch. Cuán conmovedora fue su interpretación del Andante moderato; admirable, la tranquilidad sin aspavientos con que acometió el Allegro final, y memorable, la versión de Estrellita de Ponce, en arreglo de Heifetz, que brindó como encore.

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Lamentable, la Cuarta Sinfonía, Op. 98 de Brahms que cerró la velada. El fraseo de las maderas y los metales sonó descuidado al extremo, y más que sorprenderme cuán desaseadas y faltas de control estuvieron las cuerdas, sigo sin entender cuál fue el criterio para sentar en los puestos del concertino y su asistente a un par de atrilistas de dudosa capacidad, ¡y en un concierto de tanto compromiso! Inevitable que una lectura tan guanga, desestructurada y falta de rigor, no acabara remitiéndome a pensar qué frase definiría mejor lo recién padecido. Perdón por lo coloquial, pero escuchar tan copioso noterío, fue “como ver cagar al pato”.

…algo que se ha hecho frecuente en la Dirección de Música de la UNAM: no dan una desde que José Wolffer estuvo al frente y pretendió imponer una programación tan “exquisita” que ahuyentó al público; y como buen aviador, José Julio Díaz Infante nada más no da color. ¿Librarán el naufragio tras la salida de Valeria Palomino? Ella era quien les hacía la chamba y se convirtió en el poder tras la corona. Para bien, y para mal.

III. Arturo Chacón-Cruz: La Gala con que el INBA celebró el domingo 8 en Bellas Artes los 25 años de carrera de nuestro gran tenor sonorense, ha sido la más exitosa y emotiva que se recuerde en mucho tiempo, y eso, se debe a que a la par de que Chacón (Hermosillo, 1977) se encuentra en plenitud de sus facultades vocales, siempre se ha distinguido por su honestidad y su autenticidad, cálidas virtudes ante las que no hay público que se resista.

Súmese a ello un programa redondo, inteligentemente conformado para transitar fluidamente por todas las facetas que han marcado su carrera. ¡Vaya arrojo, iniciar con Nessun dorma!, el aria de Turandot que hizo viral su participación en el teatro romano de Orange y ha hecho su rúbrica. Cuidadosamente arropado por el Coro y la Orquesta del Teatro de Bellas Artes, dirigidos respectivamente por Rodrigo Cadet y Gaetano Lo Coco, Chacón continuó su primera parte visitando la Carmen de Bizet, volvió a Puccini con Donna non vidi mai, de Manon Lescaut y entonó L’alba separa dalla luce sombra, de Tosti, para cerrar con la primera escena del cuarto acto de Macbeth, de Verdi, donde incluyó para el dueto a José Luis Gutiérrez, integrante del Estudio de la Ópera de Bellas Artes (EOBA).

Si durante la primera parte Lo Coco demostró con el Intermezzo de Manon Lescaut por qué Chacón lo presentó como “un joven genio”, con el de La boda de Luis Alonso, de Giménez, acabó por echarse al público y la orquesta a la bolsa, a la vez que marcó el tono festivo de la segunda parte, en la que hubo zarzuela (No puede ser, y La roca fría del Calvario), canciones mexicanas (Tiempo, y Paloma querida) y un par de incisos de Agustín Lara en los que participaron los becarios del EOBA (Solamente una vez, y Granada).

El público deliraba y respondió iluminando la sala con sus celulares cuando Chacón homenajeó a José José al cantar El triste, su primer encore. Aquello fue la apoteosis. Con gran sencillez, Chacón contó que él se inició cantando con mariachi y, cuando hizo su primera audición, no se sabía ningún aria y cantó el corrido de Juan Charrasqueado. Con eso cerró, tras besar el piso del escenario.

“¡Este cabrón nos cogió a todos!”, escuché decir a un espectador, emocionado hasta las lágrimas. Contagiadas por el entusiasmo, Claudia Curiel y Alejandra de la Paz bajaron a saludarlo y, muy discretamente, la secretaria de Cultura le hizo una propuesta… ¡ojalá que sea repetir en el Zócalo este conciertazo!

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