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La migración azteca es la historia más antigua relacionada con el pueblo tenochca, que es aquel que se asentó en un islote llamado Mexìco, en medio de las aguas del gran lago de Texcoco, hoy centro histórico de la Ciudad de México. En ese islote había dos ciudades: Tenochtitlan (al sur) y Tlatelolco (al norte), de ahí que a unos y a otros se les conociera con el nombre de mexicas-tenochcas y mexicas-tlatelolcas, o simplemente como tenochcas y tlatelolcas. Los tenochcas fueron la gente originaria de Aztlan, de ahí que en los primeros tiempos de su historia se les denominara aztecas, apelativo que no volverán a emplear tras fundar Tenochtitlan.

Las fuentes históricas y su problemática

Existen varios documentos pictográficos (códices) en torno al tema de la migración, cuyo relato también se ha registrado en fuentes alfabéticas, algunas anónimas, escritas en náhuatl o en español. Varios investigadores nos hemos adentrado en su estudio, pero el tema, por varios motivos, es más complejo de lo que a simple vista parece. Para empezar, hay que saber que la historia de la migración como hoy la conocemos, es un relato oficial creado por el cuarto tlatoani o gobernante de Tenochtitlan, el cual fue modificado por los subsecuentes gobernantes. Itzcoatl (1427-1440) quemó varios documentos y lo hizo para acabar con la variedad de relatos locales que existían, reflejo de la diversidad étnica que había en la isla. Aunque, como consta en las tan diversas historias de migración azteca que hemos heredado, no tuvo el éxito deseado. A lo anterior hay que sumar el hecho de que no contamos con ningún relato previo a la llegada de los españoles, lo que significa que todos fueron elaborados en tiempos virreinales, a partir de narrativas orales o de códices más antiguos, hoy perdidos. Un tiempo en el que los cronistas hicieron acopio de todos los documentos a su disposición, los cuales entremezclaron para dar lugar a un relato con apariencia, en la medida de lo posible, uniforme. Lo anterior explica que en algunas historias de la migración, el lugar de origen sea Aztlan, mientras que en otras Chicomoztoc, y que fueran los pintores o cronistas del periodo virreinal quienes incorporaran los dos lugares en una misma historia (escrita o pintada), a menos que hubiera una intencionalidad manifiesta de incorporar ambos lugares en un mismo relato por cuestiones de etnicidad y legitimidad. Nuestra tarea como historiadores es tratar de esclarecer este rompecabezas.

Aztlan frente a Chicomoztoc

Las personas generalmente se identifican con el sitio donde nacen o del que proceden, convirtiéndose éste en un elemento central para conocer el origen étnico de los protagonistas de un relato. Chicomoztoc (“las Siete Cuevas”) es un lugar muy antiguo del que muchos pueblos del centro de México decían proceder. Estaba asociado a los grupos chichimecas, renombrados cazadores, que vestían pieles, portaban arco, carcaj, flechas y bolsas de red. Como la caza era una actividad que se equiparaba con la guerra, los chichimecas también gozaban del estatus de reputados guerreros. Los aztecas, como su propio nombre indica, no venían de Chicomoztoc sino de Aztlan. Aquí nos topamos con la eterna pregunta de qué era Aztlan.

Como antes se ha dicho, en la isla habitaban dos grupos. En el siglo XVII, los tlatelolcas seguían diciendo que eran chichimecas por lo que es más que probable que contaran con documentos en los que decían proceder de Chicomoztoc. En Tenochtitlan también debía haber grupos chichimecas, pero éstos se habrían visto afectados por la política de Itzcoatl, cuando trató de unificar a su pueblo en torno a un lugar de origen único al cual denominó con el nombre de Aztlan. Como ya dijera Eduard Seler en el siglo XIX, este lugar fue una proyección de Tenochtitlan y su entorno hacia el pasado. Por tanto, una ciudad en medio de las aguas de un lago, en cuya orilla estaba un lugar llamado Culhuacan y cuyo topónimo era el de un cerro de cima curvada. Ahora bien, para diferenciar la Culhuacan histórica de la primordial, es por lo que algunos cronistas denominaron a esta última como Teoculhuacan, dándole connotaciones de sacralidad, al emplear la raíz teo- al inicio de su nombre, la cual procede del vocablo teotl, que significa “dios”.

Varios investigadores defendieron que el propósito de representar Culhuacan en el origen de la historia era vincular a los aztecas con el mundo tolteca, debido a que, tras la caída de Tula, en el estado de Hidalgo, esta ciudad se había convertido en su heredera. Sin embargo, el nombre de Aztlan y lo que este lugar representaba seguía siendo impenetrable. Fray Diego Durán fue quien propuso que el vocablo pudiera significar “Lugar de las garzas” o “Lugar de la blancura”, al asociar la raíz az- a estas aves o el color blanco. No obstante, ni las reglas gramaticales del náhuatl permiten vincular esta raíz con las garzas ni nunca hallaremos el topónimo de una garza en Aztlan, de ahí que la propuesta del fraile haya caído en desuso. Su asociación con la blancura es más que probable.

Uno de los rasgos de los paisajes de las ciudades toltecas era la blancura (árboles, tules y animales blancos), junto a unas aguas azules y rojas (la laguna de sangre), pues así es como se describe la Tollan primordial y la Tollan-Cholollan (Cholula, Puebla) en la Historia Tolteca-Chichimeca. Esto implica que Aztlan era un Tollan, como también lo era Tenochtitlan, que en la obra del padre Durán se describió como un lugar blanco, en las aguas azules y rojas de una laguna (laguna de sangre).

Para representar un pueblo, lo normal en los códices es el empleo de su topónimo, pero para el caso de Tollan o Tula, es obvio que también se podían elegir algunos aspectos de su paisaje. En el Mapa de Sigüenza o la Tira de la Peregrinación, por ejemplo, se recurrió a representar Culhuacan en asociación con Aztlan para reforzar ese vínculo con Tollan; en el Códice Aubin se optó por una isla blanca, mientras los pintores del Códice Mexicanus fueron más explícitos al acomodar el topónimo de Tollan (la caña) sobre unas aguas blancas. Con estos recursos, no cabe duda que los tenochcas negaban que fueran originarios de Chicomoztoc (“Las siete cuevas”) y, por ende, de ascendencia chichimeca, para reivindicar que, aunque venían del norte, eran toltecas. O sea, personas sedentarias, que vivían en ciudades, cultivaban y comían maíz, hablaban el náhuatl y tenían un gusto refinado para las artes.

Itzcoatl y la historia oficial de los tenochcas

Cuando los tenochcas llegaron a la cuenca de México se asentaron en un islote propiedad de Azcapotzalco, la capital chichimeca del área. Culhuacan, por su parte, era la capital tolteca de la región, papel que ya hemos visto que asumió tras la caída de Tula, en el estado de Hidalgo.

Itzcoatl llegó al poder en 1427 y a través de una serie de pactos con los señores de otros pueblos, logró derrotar a Azcapotzalco y librarse de su yugo por el hecho de vivir en sus tierras. Rediseñó también una triple alianza al frente de la cual estaba Tenochtitlan, seguida por Texcoco y Tlacopan (hoy Tacuba), motivo por el que también alcanzó un poder inusitado. Fue entonces cuando Itzcoatl se hizo con el título de culhua tecuhtli (señor de los culhuas) y Tenochtitlan tomó el relevo de Culhuacan, convirtiéndose en la nueva capital tolteca del área. Esto queda reflejado en los Primeros Memoriales, una obra pictórica donde los tres primeros gobernantes tenochcas aparecen caracterizados como chichimecas, mientras que él aparece representado como un tolteca de alto rango, en asiento de petate con respaldo, cubierto con la tilma de turquesa, ciñendo la diadema preciosa y con una nariguera de turquesa.

Fue entonces cuando se dispuso a crear una historia oficial que cohesionara a su pueblo en torno a un lugar de origen. En consonancia con lo anterior, no es fortuito que éste fuera un Tollan, al que llamaron Aztlan, como tampoco lo es que uno de los lugares más importantes por el que los aztecas pasaron y se detuvieron en su etapa migratoria fuera Culhuacan, la capital tolteca del área. El propósito era explicar que a los peregrinantes se les permitió establecer relaciones matrimoniales con los culhuas para señalar que fruto de esa permisividad fue Acamapichtli, el fundador de la casa real de Tenochtitlan, hijo de un peregrinante con la hija de Coxcox, tlatoani de este lugar. Es decir, un personaje de linaje, por cuyas venas corría la sangre culhua-tolteca. Que esto fue así es algo que corroboraron los conquistadores españoles cuando llegaron a la Costa del Golfo y escucharon decir que a los habitantes de la isla de México eran los “culúa” y que éstos eran la gente de Moctezuma y, por lo mismo, se refirieron a Tenochtitlan como la capital de la provincia de “culúa” (Culhuacan). Ahora bien, determinar cuál fue la historia oficial creada por Itzcoatl no es sencillo porque muy seguramente sus sucesores la modificaron, a la par que Tenochtitlan se engrandecía. Además, y como ya se ha dicho, las historias que hemos heredado se escribieron, pintaron y reelaboraron durante el virreinato, momento a partir del cual los relatos quedaron muy entreverados.

Otras historias de la migración

Las diferentes versiones que hemos heredado en torno a la migración parecen demostrar que el proyecto de Itzcoatl no se consolidó, al menos entre ciertos grupos. De hecho, hay un documento que rememora cómo, en 1519, dos nobles tenochcas se presentaron ante Hernán Cortés en Veracruz para explicarle que eran tenidos por desleales, por no haber consentido quemar sus antiguas pinturas cuando Itzcoatl reconfiguró la historia de su pueblo. Entre esos documentos estarían los que mostraban que el lugar de origen estaba en Chicomoztoc, las “Siete cuevas”, aunque habría que determinar si algunos de esos documentos pudieran ser de los vecinos tlatelolcas, dada su clara identidad chichimeca. No es fácil determinarlo debido al entramado de historias ya comentado y porque en 1473, los tenochcas conquistaron a sus vecinos, a los que trataron de incorporar en su historia oficial. Es por lo que, en ciertos relatos escritos, algunos cronistas dijeron que los mexicas (tenochcas y tlatelolcas) salieron de Aztlan y que 13 años después de la fundación de Tenochtitlan, por ciertas desavenencias, los tlatelolcas se fueron a fundar su capital al norte de la isla. La idea de la integración de Tlatelolco en la historia tenochca se ve reforzada cuando nos damos cuenta de que, en este periodo, se acordaron matrimonios con lo más encumbrado de la élite de ambos pueblos, como pudo ser el enlace entre Ahuizotl y Tiyacapatzin, hija del último tlatoani de Tlatelolco (Moquihuix). El fruto de ese matrimonio no fue otro que el renombrado Cuauhtemoc.

La Tira de la Peregrinación o Códice Boturini es un documento donde Aztlan es el lugar de origen y Chicomoztoc ni siquiera está. En la Crónica X sucede lo contrario: con Chicomoztoc se inicia la historia, sin que haya rastros de Aztlan, como también ocurre en el Códice Vaticano A. Lo anterior, sólo a nivel pictográfico, pues a la hora de redactar sus crónicas, ya he dicho que casi todos los cronistas incorporaron ambos lugares en sus historias. Lo mismo sucedió en algunas pictografías como el Mapa de Sigüenza o el Códice Mexicanus.

La fundación de Tenochtitlan

Tenochtitlan se fundó en el año 2 Casa (Ome Calli) como indica el monumento prehispánico conocido como Teocalli de la Guerra Sagrada que está en la sala azteca del Museo Nacional de Antropología, y como corroboran un buen número de fuentes históricas. La fecha indígena se correlacionó con el calendario europeo a partir de la llegada de Hernán Cortés a la Costa del Golfo. Si el conquistador llegó en 1519, año 1 Caña (Ce Acatl), no tenemos más que contar hacia atrás para darnos cuenta de que el año 2 Casa era el equivalente a 1325, tal como vemos en el Códice Mexicanus y el Códice Mendoza corrobora, con la particularidad de que ambos son de los códices más antiguos que tenemos.

La elección de Tenochtitlan vino determinada por el dios patrón de los aztecas, Huitzilopochtli, quien, durante la migración, anunció a sus sacerdotes que cuando lo vieran convertido en águila, posado sobre un nopal con sus raíces ancladas en una piedra, sabría que ese sería el lugar donde asentar al pueblo que lideraban. Se trataba de un entorno fértil, salpicado de tules y cañas, un Tollan, de ahí que en cierta crónica se describa con aspectos de blancura: allí donde hallaron el águila “asentada en el tunal, lugar, donde se sustentaba y descansaba, junto a los manantiales de agua azul y bermeja [Laguna de sangre], llena de peces voladores y de culebras blancas y ranas blancas”. Desde entonces, la imagen del portento se convirtió en el topónimo de Tenochtitlan y así luce triunfante el dios en la bandera nacional. Un misterio es el nombre de la isla de Mexìco, que ha dado lugar a diferentes interpretaciones (desde el siglo XVI hasta el presente), sin que exista un consenso académico en torno a algunas de las propuestas.

En 1521, el gobierno capitalino celebraba una fundación lunar de Tenochtitlan, frente a la fundación solar encarnada por Huitzilopochtli. Lo hicieron a partir de un episodio que dicen que tuvo lugar en Mixiuhcan y Temazcatitlan, en el sur de la Ciudad de México.

Como su nombre indica, Mixiuhcan es “El lugar donde se pare” y su topónimo está representado por una mujer que da a luz a un niño, mientras que Temazcatitlan se traduce “Donde abunda el baño de vapor”. En cierto momento, un cronista de finales del siglo XVI llamado Tezozomoc (nieto de Moctezuma Xocoyotzin) asoció ambos topónimos con un evento histórico, al decir que una mujer azteca, llamada Quetzalmoyahual, parió allí a un niño de nombre Contzallan, motivo por el que días después acudió al baño de vapor (temazcal). En las pictografías, sin embargo, tan sólo hay dos topónimos, cuya función es identificar geográficamente un lugar, no eventos históricos, de ahí que la mujer ni el niño tengan glifos onomásticos que permitan su identificación. Donde sí aparece Quetalmoyahual con su glifo onomástico es en una pictografía que Tezozomoc consultó, donde ella tenía un papel relevante en Chapultepec. Eso llevaría al cronista a pensar erróneamente que la mujer del topónimo de Mixiuhcan era aquella otra.

En 2025 se conmemora el aniversario de la fundación de Tenochtitlan y se está buscando con empeño un día para celebrar tan magno evento. Los tenochcas rara vez precisaron el día de los eventos históricos porque para ellos lo importante era el año, no el día, como lo demuestran en sus anales o xiuhamatl (“libros de los años”). No obstante, hay que tener en cuenta que las fuentes que se remiten a un tiempo tan lejano como el de la migración no se escribieron en esa etapa de la historia, sino tras el asentamiento en Tenochtitlan. También es importante saber que la fecha que se eligió para la fundación de la ciudad vuelve a ser una fecha oficial, de carácter simbólico, con el objetivo de aunar a la diversa población que llegó a la isla de México en diferentes momentos históricos. De hecho, la arqueología demuestra que desde tiempos teotihuacanos ya había gente en el lugar. Hay también constancia de la existencia de un eclipse solar en 1325, sin embargo, los pintores o cronistas, tan proclives a registrar fenómenos de la naturaleza nunca anotaron ese dato, por lo que es poco probable que el evento determinara la elección del año 2 Casa como fecha fundacional.


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