Más Información
Erradicación de la violencia de género, prioridad de Olga Sánchez Cordero; aboga por la igualdad desde la infancia en congreso 50+1
Jueces y magistrados acusan registros “inflados” en inscripción a elección judicial; exigen transparentar listas de aspirantes
Diputada del PAN plantea reforma para ampliar servicios de atención infantil; va por estrategia enfocada en Primera Infancia
En medio de esas filas que parecen interminables, un caballo de madera de unos 10 metros de altura era el foco de atención de miles de personas que cada hora cruzaban la garita de San Ysidro. Esta criatura de porte monumental tenía dos cabezas: una apuntaba a Estados Unidos y la otra a México, una especie de brújula de dos cabezas, dos lenguas, dos culturas, que estaban entrelazadas por un mismo destino. Era 1997. El artista Marcos Ramírez ERRE instaló esta pieza a unos 50 metros del mayor cruce fronterizo del mundo.
“Cuando vi esa pieza por primera vez, sentí que alguien me entendía, a mí y a mi condición binacional, bicultural. Fue cómo encontrarme y descubrir una conexión con el lenguaje del arte contemporáneo; claro, a esa edad no lo entendí así, yo estaba en la secundaria, pero sí me hizo sentir una pertenencia. Esta pieza del caballo de Troya también la uso como metáfora de mi primer encuentro con la ciudad de Los Ángeles, desde que la conocí sentí que nos entendíamos”, recuerda Selene Preciado.
Hoy, Selene es curadora y directora de programación de Los Angeles Contemporary Exhibitions (LACE), un recinto pionero en la experimentación artística de la ciudad y con un amplio recorrido social. Aunque la historia de Selene, al igual que millones de migrantes, es una constante lucha en contra de todos los pronósticos, de la norma. Creció en Tijuana, pero la vida en la frontera es un impostergable vaivén: sus padres decidieron que estudiara la preparatoria en San Diego, en la ciudad de Imperial Beach, así que cada mañana cruzaba la garita para poder asistir al colegio.
“Para la people of color (gente de color), que es un término muy amplío y abarca muchas cosas, pero que en Estados Unidos soy considerada como tal porque no soy parte del status quo, abrirse camino para una vida profesional es muy complicado, a ello hay que sumarle todos los problemas sistemáticos del mundo del arte. Yo no vengo de un círculo privilegiado, no tenía contactos, la comunidad que he hecho en Los Ángeles ha sido a través de mi trabajo”, señala Preciado, quien también laboró en el Centro Cultural Tijuana.
Los Ángeles es la segunda ciudad más grande de Estados Unidos y es donde vive la mayor comunidad latina del país: más de un millón 800 mil personas pertenecen a este estrato, el 46% de la población, de acuerdo con el último censo local. Pero no es la única comunidad migrante, desde hace décadas esta urbe se ha convertido en el hogar de personas de diversas diásporas. Este punto de encuentro ha conformado una metrópoli multicultural y una escena donde distintas expresiones coexisten y se nutren mutuamente.
“Hay que entender a Los Ángeles más allá de Hollywood, sino desde sus barrios y las personas que lo habitan”, aconseja Daniela Lieja Quintanar, curadora en jefe y subdirectora de programas del museo Roy and Edna Disney CalArts Theater (REDCAT). “En la escena cultural de la ciudad hay un empuje de artistas y curadores por las diásporas, por el movimiento POC (people of color) y del BIPOC (black, indigenous y people of color), por darle presencia a estos grupos que han sido discriminados por años. Los artistas están tratando de conectarse más con sus comunidades; creadores como Rafa Esparza y Beatriz Cortez han sido muy solidarios y es un compromiso que va a perdurar, no es una tendencia. Por ejemplo, en la Bienal del Whitney, Rafa invitó a otros artistas latinos a estar ahí con él. Al mismo tiempo, el art market está viendo que estamos haciendo cosas importantes y trata de entrar”, explica Lieja.
En octubre de 2022, Daniela se sumó a REDCAT, demostrando una vez más que las fronteras se pueden derrumbar: fue la primera mujer latina en ocupar esa posición del museo, ubicado en el downtown de Los Ángeles y que pertenece al California Institute of the Arts, un recinto reconocido por su generación de artistas y movimientos. Ella creció en la Ciudad de México; después de acabar la universidad en el Claustro de Sor Juana realizó algunos proyectos con Casa Vecina, que lideraba la curadora Helena Braunštajn, y en Clínica Regina, una iniciativa de arte comunitario que durante 30 años animó la vida cultural en la capital mexicana. Sin embargo, las aspiraciones de Daniela eran mayores.
El apoyo de algunas becas, como la de Fundación Jumex y Conacyt-Fonca, le permitieron a Daniela cursar una maestría en la Universidad del Sur de California. El resto de la historia ha sido un constante intercambio de aprendizaje, curiosidad, disciplina y trabajo que le han permitido colaborar en recintos importantes de la ciudad angelina y compartir su visión del mundo desde las salas de los museos.
“Cuando eres migrante entiendes la ciudad de otra forma, aunque he trabajado mucho para estar acá, reconozco que mi contexto es distinto y que entré al país volando a diferencia de muchas personas. Los movimientos sociales siempre han sido una referencia y el motor de mi pensamiento, lo que produzco como curadora tiene que estar conectado con un movimiento social, y Los Ángeles es una fuente de estas historias, no sólo de latinos sino también de otros movimientos, como las personas del SWANA (Southwest Asian and North African), con las que me he identificado mucho porque siento que somos un espejo bien interesante: muy familiares, las tradiciones, la comida. Me interesa trabajar con todas estas comunidades”, cuenta Daniela.
Los artistas de Los Ángeles no han sido ajenos a las problemáticas sociales de las últimas décadas, al contrario: en los momentos más álgidos es cuando más fuerte han levantado su voz y, desde su obra, se han sumado a la lucha. Creadores como Sandra de la Loza, Lalo Alcaraz, Richard Montoya, entre otros, fueron muy críticos de la controversial Proposición 187, que cimbró a la comunidad migrante del estado de California.
En 1994, el gobernador republicano Pete Wilson, que buscaba reelegirse, encabezó el movimiento de la Proposición 187, una propuesta legislativa que buscaba negar a los inmigrantes indocumentados servicios sociales, médicos y de educación pública. La iniciativa también fue nombrada por los republicanos como Save our state (Salvemos nuestro estado). La Proposición fue a las urnas en las elecciones generales del 8 noviembre de ese año y fue aprobada con el 59% de los votos. Miles de estudiantes y ciudadanos salieron a las calles a protestar. Tres días después, un juez federal promulgó una orden de aplazamiento en su contra.
Entre esos ríos embravecidos de personas clamando sus derechos estaba Heber Rodríguez, tenía ocho años y sus padres lo llevaron a las protestas. “Fue una de mis primeras experiencias como acción política y eso me puso en la dirección correcta: estar involucrado en lo que pasa política y socialmente en nuestro entorno, en pelear por los migrantes”, recuerda.
Heber nació en la Ciudad de México. Su padre fue el primero que migró. A los cincos años, también tuvo que cruzar la frontera como indocumentado para reunirse con su familia. Se instalaron en el noreste de Los Ángeles, donde ha forjado su vida y su carrera profesional. Hoy, se desempeña como gerente de exposiciones y curador asistente del museo Armory Center for the Arts, en Pasadena, California.
“En esta posición soy el primer curador de color del museo Armory, pero estoy convencido de que a nuestra comunidad todavía nos falta mucho por ser los primeros en diferentes espacios y áreas. He tenido que trabajar en contra de las probabilidades, pero para mí lo peor ya lo viví: migrar indocumentado, no ser reconocido por la ley durante casi 18 años, esa fue una gran lucha. Todo lo que hoy he logrado va en contra de mis expectativas de joven porque no tenía papeles y pensaba que no iba a poder desarrollarme profesionalmente. Tomó muy en serio esta oportunidad porque sé que también represento a otros que, por ahora, no tienen voz”, detalla Rodríguez.
En 2017, la Fundación Getty lanzó la segunda edición del Pacific Standard Time dedicado al "Arte Latinoamericano y Arte Latino en L.A.", una iniciativa que impulsó que en distintos espacios culturales de Los Ángeles y California para que realizarán exposiciones y programas públicos. Ahora, el PST vuelve con "Art & Science Collide, donde más de 800 artistas y 70 instituciones reflexionan sobre los puntos de encuentro de estas disciplinas; un esfuerzo que tuvo el respaldo de más de 20 millones de dólares en subvenciones.
Sembrando lazos
Los Angeles Contemporary Exhibitions (LACE) es un espacio experimental que fundaron artistas chicanos, figuras de la escena punk, queer y feminista, en 1978. Un espacio independiente que tendría como máximas la libertad de expresión de probar nuevas formas y materiales, una plataforma para albergar a los artistas que durante mucho tiempo fueron excluidos de la escena cultural y social. Entre sus 13 fundadores destacan nombres como Robert Gil Montes, Gronk o Nancy Youdelman.
Selene y Daniela fueron las curadoras de “Destino Elei vía Tiyei”, una exploración al archivo de 40 años de LACE para comprender su historia, la importancia de su legado y reflexionar sobre las colaboraciones de la comunidad cultural de Los Ángeles con artistas latinxs. La muestra fue exhibida en el Centro Cultural Tijuana en 2019.
“LACE es conocido como uno de los espacios más antiguos de Los Ángeles, nació en respuesta de los artistas que se sentían excluidos de las instituciones. Durante muchos años el arte chicano estuvo asociado a una imagen negativa, al rasquachismo, a una estética fea o chafa, se consideró que estas vertientes eran derivativas y que no estaban a la altura del canon o de los artistas de vanguardia. Los que hoy trabajamos aquí sentimos una responsabilidad por impulsar a las próximas generaciones, por ser un espacio incluyente”, explica Selene Preciado.
Parte de ese espíritu fue materializado por LACE en un programa de curadores emergentes. Selene fue la primera ganadora de esta iniciativa, en 2016. Trabajó y presentó junto a Idurre Alonso “Customizing Language”, una investigación crítica de cómo el lenguaje construye distintas realidades sociales y políticas; el lenguaje como herramienta de poder y como una llave de acceso a la cultura. Entre algunos de los artistas que participaron estuvieron Alexander Apóstol, Clarissa Tossin, Mely Barragán, Gala Porras-Kim, Marco Ramírez ERRE, entre otros.
“No todas las personas tienen el privilegio de ser bilingües, la gente latina que no es bilingüe en Los Ángeles tiene una razón del por qué, no es porque no quieran; en su momento, el español estuvo prohibido en las escuelas o los padres no querían que sus hijos practicaran el español para se adaptaran mejor a esa nueva vida o que no sufrieran discriminación; es una historia dolorosa de la ciudad. Me siento afortunada de poder manejarme bien en los dos lados de la frontera, siento que esa mirada te permite entender mejor ambos contextos”, comenta Selene.
Desde los espacios culturales —explica Daniela Lieja— debemos de tender los puentes con las comunidades, y una manera de hacerlo es desde el idioma. Cuando trabajé en LACE teníamos el programa “Se habla español”, que era presentar materiales didácticos en este idioma, que cuando artistas presentaran alguna obra tuviéramos interpretación simultánea, buscábamos encaminarnos hacia una “justicia del lenguaje”.
En 2018, Daniela Lieja ganó la beca de investigación curatorial de la Fundación Andy Warhol. A partir de ese programa nació Intergalactix: against isolation/contra el aislamiento, “una investigación y exposición diaspórica que reúne obras que examinan la violencia que se genera a partir de las fronteras físicas y conceptuales, y de las severas políticas migratorias”, se lee en la ficha curatorial. Gran parte del trabajo se concentró en la frontera sur entre Centroamérica y México, y se comisionaron trabajos a The Fire Theory, Tanya Aguiñiga, Cognate Collective.
“Fue curioso, pero sentí que vine a descubrir Centroamérica en Los Ángeles. En México los estudios latinoamericanos están muy enfocados hacia el sur, pero el centro se lo brincan. Fue muy importante conectar con la diáspora de Centroamérica, trabajar con artistas de El Salvador, Guatemala, acercarme a esas raíces indígenas. Llevaba mucho tiempo pensando con la frontera sur, en cómo también se estaba militarizando y entender cómo los mexicanos migrantes excluían a los centroamericanos. Cuando me gané la beca Warhol, empecé a tender más conexiones con estas comunidades, viajé a El Salvador pero el Covid terminó por cambiar mis planes y no pude viajar más, así que a la distancia hicimos talleres y comisiones para los artistas”.
“Los Ángeles se ha transformado en una capital cultural —cuenta Heber Rodríguez— pero que siempre está cambiando, algo que me gusta mucho de la ciudad es que es muy diversa, no sólo en términos de nacionalidades, sino también de subculturas interesadas en distintos géneros. Me atrae mucho la producción de artistas que están promoviendo las historias de las comunidades queer, que están logrando aproximar y sensibilizar a la población. Ahora, estoy trabajando en una nueva exposición con artistas que crean ciencia ficción a partir de pinturas o instalaciones, pero todos son artistas de color, de la BIPOC, pues por mucho tiempo estas historias sólo daban la visión de un mundo para la gente blanca, es momento de repensarlas; artistas como Manuel A. Rodríguez-Delgado, que nació en Puerto Rico, están haciendo un gran trabajo”.
“El museo Armory es muy especial porque es un punto de encuentro entre la comunidad y el arte contemporáneo, aquí trabajamos muchos proyectos con la comunidad y la educación. Nuestra audiencia más grande son estudiantes que vienen de visita, así que nuestros espacios son para sensibilizar a los estudiantes sobre la cultura visual y los medios artísticos. La primera vez que yo vine a este museo fue cuando tenía diez años, en una visita de mi escuela, cuando organizamos exposiciones me acuerdo de esa experiencia, de ese nivel de impacto y curiosidad que me dejó mi primera visita, que trato de recrearla para los jóvenes”, cuenta Heber.
“Tijuana, Ensenada, San Diego y Los Ángeles es una región más amplia de lo que realmente dictan las fronteras. Somos una región expandida, aunque no todo el mundo lo piensa así. Los artistas que yo sigo, que admiro, con los que he trabajado y quiero trabajar, son artistas que toman en cuenta su contexto, los problemas sociales de entorno, en mi trabajo curatorial también trato de reflejar eso. No estamos en una burbuja, hay que expandir nuestra mirada”, puntualiza Selene.