En una libreta, Rosario Castellanos guardó diversos escritos mecanografiados, entre ellos, las respuestas que envió a la gaceta cultural Nivel, dirigida por el poeta colombiano Germán Pardo García. Las declaraciones de la autora se publicaron en septiembre de 1960. Nivel sólo existe en raras colecciones como las de la Biblioteca de México.

¿A qué atribuye usted el hecho, históricamente comprobable, de que en el desarrollo de las ideas estéticas, específicamente en la poesía, la mujer haya sido aventajada por el hombre?

Creo que el hecho no debe limitarse a las ideas estéticas sino a todas las formas culturales. La mujer ha estado colocada, hasta hoy, en una situación real de inferioridad que no le ha permitido tener contacto con las disciplinas intelectuales. Para justificar esta situación se ha aducido su incapacidad biológica que la reduce a objeto de placer o a instrumento de maternidad. No niego el papel importante que la biología juega en la constitución del ser humano. Pero me niego a aceptar que las glándulas constituyen un destino. Para perfeccionar a la naturaleza, para suplir sus carencias o para equilibrar los factores que la integran, está la educación. Esto es lo que el hombre ha tenido y la mujer no. El resultado de tal privilegio es la ventaja que el hombre ha ganado y que nadie puede discutirle.

¿Cree usted que la mujer latina esté mejor capacitada que la sajona, para la poesía?

No creo en las razas. Creo que la mujer sajona ha dado batallas más decididas y eficaces para lograr su emancipación y para crearse las condiciones que necesita, en las cuales todas sus capacidades —aún las poéticas— pueden ser realizadas. Además no carecen de sensibilidad y tienen un sentimiento muy profundo de la belleza del mundo exterior. En cuanto a la interioridad hay algo que las latinas debemos envidiarles: la autenticidad de sus experiencias. Entre nuestras costumbres ancestrales hay una básica que es la hipocresía. La religión, la virtud, el amor son, la mayor parte de las veces entre nosotros, el cumplimiento de una fórmula pomposa, no una flecha que hiere la intimidad y la fecunda.

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¿A qué mujer sajona concede usted la suprema jerarquía poética, dentro de su raza?

Por razones de gusto personal prefiero a Emily Dickinson. Con los medios más sencillos, con los elementos cotidianos, logra hacer respirable una atmósfera alucinante, estremecedora y misteriosa. La muerte, Dios, el enigma de la existencia, palpitan hasta en la más humilde de sus palabras.

¿Cree usted que Santa Teresa de Jesús haya sido la mujer latina más representativa, poéticamente?

No hay que olvidar que Santa Teresa fue, ante todo, una santa. Los valores que, a través de ella, alcanzaron la plenitud, eran los que en su época se consideraban más altos. A sus revelaciones místicas dio expresión literaria, pero ésta no fue nunca su vocación fundamental. Es la mujer latina más representativa de su tiempo y precisamente por ese arraigo a las circunstancias que la rodearon es por lo que se le considera universal y su actualidad es perenne.

¿Cree usted que Sor Juana Inés de la Cruz sea, juntamente con Santa Teresa, la mayor realidad poética de la mujer latina?

Según propia confesión, Sor Juana era un espíritu inquisitivo, eminentemente científico. La versificación era para ella un hecho natural, no un esfuerzo consciente. Me parece admirable, desde todos los puntos de vista, inclusive desde el poético. Porque aún allí se transparenta la riqueza y la inquietud de su temperamento, su voluntad indomable que supo hallar caminos aún dentro de las circunstancias más adversas, su simpatía cálida y omnicomprensiva, su erudición vasta y llena de vitalidad.

¿A qué atribuye usted el hecho de que haya sido en la América Latina en donde, partir del primer cuarto del siglo actual, la poesía femenina ha alcanzado su mayor desarrollo en el mundo?

Conozco demasiado poco el movimiento literario femenino en otras latitudes, como para estar conforme en afirmar que ha sido en América Latina donde la poesía logró mayor número de expresiones. Por lo demás, me resisto a calificar como poéticos los desahogos sexuales, sensuales, místicoídes o de otra índole con que nos han abrumado, desde el Bravo hasta la Patagonia, desde que las campañas alfabetizadoras lograron sus efectos hasta en las mujeres. Pero aún con estas salvedades, existe el hecho de que las mujeres no cesan de escribir libros en verso y que, estadísticamente, llevan una gran ventaja a los varones. ¿Será porque nuestro sistema económico y social, tan teñido aun de feudalismo, les concede ocios más prolongados, ya que no pueden intervenir en la vida pública y política de sus países? ¿Será porque creen en la inspiración, la intuición y todas esas formas de conocimiento que implican el mínimo esfuerzo y el máximo rendimiento? ¿Será porque empiezan a descubrir su propia existencia y, deslumbradas por el milagro, tratan de comunicar a los demás, las maravillas de su cuerpo, las alternativas de sus estados de ánimo y la fuerza de sus pasiones? Narciso, al contemplar por primera vez su imagen, calló. Pero las mujeres somos parlanchinas.

¿Cuál es para usted la poetisa latinoamericana de mayor representación?

Para mí no hay más que un nombre: Gabriela Mistral.

¿Qué sitio le concede usted a México en su aporte a la poesía femenina?

Un sitio modesto pero decoroso. Caemos menos fácilmente en la cursilería. Pero también alcanzamos con mayor dificultad las cimas.

¿Cuál es para usted la sensibilidad preponderante de la poesía mexicana?

El subjetivismo, pronunciado a media voz. El pudor discreto. Nos hemos prohibido la confesión de nuestros instintos y la confidencia de nuestros amores. Nos quedan como tema las vagas sensaciones religiosas, la resignada meditación ante la muerte, las retóricas preguntas al destino. Pero ¡ay! nada ha traspasado aún nuestra epidermis.

¿Cree usted que la poesía femenina mexicana, ante un hecho social tan importante como la revolución de 1910 haya cumplido una misión?

Si la misión era expresarla, evidentemente que no. Lo cual es disculpable. La historia constituye un problema del que se tratan de encontrar las leyes. La política tiende cada vez más a ser considerada como una ciencia. En estas condiciones expresar un fenómeno histórico y político de una manera poética significaría haber asimilado de una manera total y entrañable el concepto de lo que es la historia y las nociones políticas. Lo cual, obviamente, no ha sucedido aún. Cuando alguien se arriesga a “navegar por las olas civiles” no hace más que incurrir en lugares comunes y hacer estrepitosas exclamaciones con las que pretende encubrir el vacío y traicionar lo auténtico en este caso: el silencio.

¿Tiene usted en el desarrollo de su obra poética predilección por determinada forma y por qué motivo?

Cultivo exclusivamente el verso libre. Hace tiempo que el universo ha dejado de ser un todo ordenado susceptible de caber en una forma estricta. A través de la variedad infinita de los fenómenos hay una armonía, más vasta, más poderosa, más difícil de captar. Exige la respiración ancha del versículo, las combinaciones métricas yuxtapuestas, el contrapunto. Pero verso libre no significa para mí ni ausencia de rigor ni sobra de oscuridad. Al contrario. Es la búsqueda, sin hilo conductor de consonancias o de estructuras consagradas por la costumbre, el través de un laberinto que debe conducir hacia la luz.

¿Cree usted que la poesía sea la suprema expresión estética que rige las Artes?

Si entendemos por poesía lo que entendieron los antiguos, creación, sí. Pero si la constreñimos a un género literario determinado (lo que se escribe en verso) indudablemente que no. Hay novelas, cuentos, inclusive ensayos mucho más importantes, mucho más significativos que los más importantes y significativos poemas.

¿Hay un verdadero sentimiento nacionalista en la poesía mexicana?

No hay en México todavía una verdadera nacionalidad. ¿Cómo englobar dentro de la misma denominación a un tarahumara y a un profesionista de la altiplanicie? ¿Qué tiene que ver un lacandón con un regiomontano? ¿O un hombre del Bajío con otro de Yucatán? México es todavía un país, como diría Ortega, “invertebrado”, dividido en regiones. No ha llegado aún el momento en que se integre alrededor de un núcleo: un parejo nivel cultural, una identidad de propósitos y metas, una adivinación común de lo que ha de ser su destino histórico. Mientras tanto cada uno puede afirmar lícitamente: México soy yo.

¿Cuál ha sido para usted la poetisa representativa de ese nacionalismo?

Si el nacionalismo no existe, será imposible que tenga una representante. Aunque muchas creen que para serlo les basta con hablar del maíz, de la china poblana, del maguey, del grito de Dolores. Dios les tenga en cuenta su buena intención y les perdone su... impaciencia.

El texto original no contaba con título

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