Treinta y seis grados de temperatura, sensación térmica de cuarenta grados y humedad del noventa y cuatro por ciento. Con ese clima, el sudor es inevitable y pareciera que el transparente vestido azul que usa la mujer maya está justificado. Tiene el cabello recogido, los labios pintados de rojo y luce unos largos aretes azules que hacen juego con sus pulseras, también azules. Se desconoce su nombre, pero el texto jeroglífico que está escrito a sus espaldas dice que es aj ul, la persona del atole.

Ella es parte de la escena principal de la pintura mural que se conserva en la pirámide de Chi’k Naahb, complejo arquitectónico de élite de la antigua ciudad de Calakmul. Aunque hoy esa área, ubicada al sur de Campeche, es una zona arqueológica abierta al público, el acceso a la pintura mural es restringida ya que su ingreso es a través de una puerta metálica, cerrada siempre con candado.

En un recorrido exclusivo, la restauradora Gabriela Mora Navarro y la arqueóloga Adriana Velázquez Morlet abren la puerta y, además de una sensación de sauna por la gran cantidad de humedad, se impone ante nosotras la sensual mujer que fue inmortalizada por los mayas de pie, con un vestido traslúcido con algunos diseños en las orillas y pintada en una posición de recibimiento o, quizá, de estar entregando una gran vasija a otra mujer, una joven que, a diferencia de ella, viste una prenda sencilla.

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La restauradora Gabriela Mora Navarro explica las escenas del mercado maya plasmadas en una pirámide de Calakmul. En la siguiente imagen (en un recuadro) se observa a un hombre preparando atole y a otro, tomándolo./ Gabriel Pano / El Universal
La restauradora Gabriela Mora Navarro explica las escenas del mercado maya plasmadas en una pirámide de Calakmul. En la siguiente imagen (en un recuadro) se observa a un hombre preparando atole y a otro, tomándolo./ Gabriel Pano / El Universal

De esa pirámide únicamente son visibles dos de sus esquinas, ahí se observan tres altos escalones, cada uno tiene pintados a diferentes personajes que conservan su color original. A esta pirámide los arqueólogos la llaman Subestructura IV y es un basamento de 4.7 metros de alto que resulta excepcional porque su pintura mural representa escenas de un mercado. Es decir, escenas de la vida cotidiana, únicas en el arte maya antiguo.

Aparecen hombres, mujeres y hasta un niño interactuando, entregando, recibiendo, preparando y consumiendo alimentos como atole, tamales y maíz. También hay personajes que manipulan productos como textiles, tabaco y sal. Hay un cargador que lleva una gran vasija con su mecapal, con jícaras y un sombrero de zarigüeya. Entre todas las personas representadas, destaca el gran número de mujeres.

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Gabriel Pano / El Universal
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“Es probable que haya sido un mercado porque se muestra a gente ofreciendo productos alimenticios y de adorno, por ejemplo, los glifos nos dicen que ella era la persona del atole, la señora favorita de todos por su vestido transparente y quizá era una mujer importante, la administradora del mercado o una mujer de élite porque su vestido es espectacular. La mujer que está recibiendo la olla. Además del vestido sencillo, tiene la cara roja que puede ser por pintura facial o por una evocación del esfuerzo de cargar”, detalla la arqueóloga Adriana Velázquez Morlet.

A lado de esa representación, un hombre preparando atole y otro que lo consume en un vaso pintado de azul. Arriba hay personas comiendo tamales y en el inicio de otro muro está pintado el cargador con su mecapal (banda de algodón sujeta por sus extremos a dos cuerdas que sirven para sostener bultos de carga). Abajo hay un hombre que está extendiendo una tela y en otra cara de la pirámide se observa a alguien entregando tabaco medicinal, a una mujer ofreciendo sal así como a personas comiendo tamales.

“Estos eran otros tipos de tamales, estaban quemados o enchilados porque vemos que el hombre pintado tiene la boca abierta. Había muchos tipos de tamales, por ejemplo, había de pavo, de pecarí y de pescado. Se sabe que se usaban chiles, es decir, diferentes salsas. En el área maya no se cocinaron las tortillas hasta el Posclásico. Entonces, aquí toda la dieta estaba basada en tamales, atole y carnes de animales”, destaca Velázquez Morlet.

Gabriel Pano / El Universal
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El detalle que tiene cada personaje en el mural es excepcional, unos portan ropa colorida y otros usan sombreros, brazaletes, orejeras y tocados. Esa diversidad de atavíos, explican las expertas, evidencia diferencias sociales.

¿En qué año hallaron la pintura?, les pregunto. “Entre 2001 y 2004, lo primero que apareció en la excavación fueron los pies de la señora del atole”, responde la arqueóloga.

Chi’k Naahb es un conjunto a unos metros de la palaciega Gran Acrópolis y seguramente fungió como un mercado central. Las investigadoras del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) sugieren que el mercado estaba justo donde ahora se ubican los restos de pintura mural, ya que la intención de los mayas fue que estas representaciones quedaran al descubierto para que todos observaran la riqueza existente en Calakmul.

En una de las escenas pintadas aparece una señora con una vasija que posiblemente vende objetos de cerámica. En algún momento, la restauradora Mora Navarro trató de fechar la realización del mural con el tipo de cerámica plasmada ahí, sin embargo, están representadas muchas tipologías y temporalidades.

Gabriel Pano / El Universal
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La fecha de datación de esta estructura y sus pinturas es entre el 600 y 640 d.C., a inicios del siglo VII. Las investigaciones han identificado el empleo de los siguientes colores: azul, verde, una variedad de ocres, rojos y cafés. Todos aplicados sobre el fondo crema del estuco. “Los murales más tempranos emplearon seis colores y los más tardíos, con un trazo más detallado, 16 colores. Cada panel se enmarcó con una banda roja y muchos presentan textos cortos que refieren a los participantes y al alimento u objeto asociado”, explica la restauradora.

Las recientes exploraciones hechas por un equipo transdiciplinario de científicos mexicanos y canadienses (Proyecto Bajo el Laberinto) apuntan a que Chi’k Naahb fue un mercado central de la urbe maya, donde existió un sistema de intercambio económico ya que en las periferias han hallado otros mercados controlados por élites locales. Aun no existen datos precisos para afirmar si este mercado central fue el primero en edificarse en todo Calakmul. Develar cómo funcionó podría dar pistas sobre la organización de la ciudad a lo largo del tiempo.

Gabriel Pano / El Universal
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Conservación

En esta área, donde está la pintura mural, no se hace una limpieza común y ordinaria. La restauradora me muestra los fragmentos milimétricos de pintura que se desprenden. No debe llevarse ninguna escoba ni recogedor porque esos minúsculos pigmentos vuelven a ser reincorporados de manera manual.

La pregunta inmediata a la restauradora Gabriela es ¿por qué se caen? La respuesta es compleja, pero se resume a que, debido a la alta humedad, “sudan” los muros y la estructura que da soporte a la pirámide, entonces provoca un goteo (de “sudor”) que revienta los pigmentos y éstos se desprenden.

“Sucede una cristalización de sulfatos, los cuales analizamos constantemente porque es parte del monitoreo que hacemos, al igual que el mapeo de oquedades. Analizamos las sales para saber si necesitan un tratamiento más puntual y es algo que se ha estado tratando así casi desde el hallazgo, ocupamos nanopartículas de óxido de calcio para disolver la sal y poder consolidar la superficie pictórica”, explica.

Además, sucede algo curioso: al interior de la pirámide, la humedad y temperatura cambia dependiendo la altura. “En la parte alta los carbonatos son menos agresivos porque en este espacio tenemos diferentes niveles de humedad, normalmente el aire caliente sube, entonces es probable que allá tengamos unas temperaturas más altas y acá abajo tengamos más humedad. Esas pequeñas diferencias hacen que haya variadas alteraciones en la propia pirámide y como estamos rodeados de árboles, de repente empiezan a salir raíces que atraviesan las paredes, entonces hay que cortarlas porque no se pueden arrancar, incluso en ocasiones hay que aplicar algún biocida”, detalla la restauradora.

El principal motivo de que estos murales permanezcan cerrados al público es porque sólo así se han logrado preservar. Si tuvieran ventilación natural habría un problema más: entrarían plagas. Además de mantener el espacio cerrado, otra solución a favor de la conservación ha sido colocar un techo inclinado para que la condensación de humedad no dañe la estructura ni la pintura. Es decir, que las gotitas de agua (o “sudor”) resbalen por la pendiente y caigan sobre el piso y no sobre las pinturas.

“Tampoco puede haber muchas personas juntas en este espacio y me refiero no sólo a visitas sino a nosotros, quienes trabajamos la restauración. Lo ideal sería que hubiera cuatro personas durante cinco o seis horas; nos ha tocado temporadas de verano en que estamos aquí adentro a 50 grados”, narra Gabriela.

Antes de salir, les pregunto a las investigadoras si todos los jeroglíficos escritos en el mural ya es posible traducirlos o leerlos. “No, posiblemente algunos hagan referencia al lugar, pero no todos se han podido leer”, responde la arqueóloga.

Escenas acuáticas

Al cerrar la puerta metálica, las investigadoras comentan que hay otra esquina de la pirámide que también puede visitarse, sin embargo, debido a que el espacio es reducido y están colocando los andamios para iniciar su restauración, no pueden darme acceso. Afuera, el ambiente de la selva ya no se siente tan húmedo, aunque la temperatura sigue a treinta y seis grados. Damos unos pasos y la restauradora señala unos conjuntos de piedras que parecieran los cimientos de algún edificio. “Ahí también hay pintura mural”, dice.

Lo que señala es una plataforma alargada de aproximadamente 200 metros sobre la que se desplantan varios edificios que daban acceso al conjunto Chi´k Naahb y su datación es entre el 500 y 900 d.C. En aquellos años tenía dos cuerpos con algunos tramos de escalinatas, cubiertos por un mural con representaciones de elementos acuáticos que aluden a las aguadas, es decir, los depósitos mayas para almacenar agua, muy comunes en Campeche.

La restauradora Gabriela Mora Navarro explica que los mayas pintaron lirios acuáticos y aves. Los lirios aparecen extendidos con flores, tortugas y peces. Además, está pintada la expresión chi’k naahb kot, que significa: muro de Chi’k Naahb. Esa expresión era el nombre con el que se le llamó a Calakmul. En una cédula se explica que, en maya clásico, Chi’k significa coatí, tejón o pizote; y Naahb cuerpo de agua o aguada. Esto junto da el significado de: Aguada de Coatíes. Aunque Naahb también se relaciona con lo acuático y lo acuático se asocia con la entrada al inframundo.

Por ahora, las investigadoras trabajan en la preservación de estos murales y también tienen el apoyo de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas para identificar las plantas y animales propios de la región escenificados en estos murales.

Gabriel Pano / El Universal
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