¿Por qué calladas? Yo prefiero decir “acalladas”, porque sí hablaron, sí escribieron, sí publicaron. Pero, sucedió que eran mujeres. Eve Gil publica Las calladas del boom, en Nitro-press, y refresca una discusión que no termina.

El primer autor literario fue autora. Ahora ya lo sabemos, la primera firma en un texto de creación es de una mujer. Enheduanna ​(2285-2250 a. C.) Ostentó el importante cargo, político-religioso, de «Suma Sacerdotisa» en el templo del dios Nannar, la Luna. Se trataba de una , hija del , que vivió en la ciudad-estado de , en el sur de la región de . Sólo por ser hija de un rey le fue dado el privilegio de la alfabetización y su nombre aparece en las excavaciones arqueológicas. Pasan los siglos, pasan los milenios. Hoy, estamos en 2025, y las autoras seguimos en la necesidad de escribir sobre nuestras ancestras que tocan tangencialmente la Historia Oficial de la Literatura, se cuelan por la puerta de atrás, o de plano, se quedan empolvados sus cadáveres en alguna biblioteca pública cuyo ejemplar nunca fue abierto.

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Enheduanna fue princesa, sacerdotisa y poetisa de la ciudad de Ur, en la antigua Mesopotamia. La imagen muestra un adorador conducido por una diosa menor a la presencia de un hombre sentado, posiblemente el deificado U Nammu, rey de Ur. Crédito: Werner Forman/Universal Images Group/Getty Images
Enheduanna fue princesa, sacerdotisa y poetisa de la ciudad de Ur, en la antigua Mesopotamia. La imagen muestra un adorador conducido por una diosa menor a la presencia de un hombre sentado, posiblemente el deificado U Nammu, rey de Ur. Crédito: Werner Forman/Universal Images Group/Getty Images

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Hace casi cien años, Virginia Woolf publicaba por primera vez, el 24 de octubre de 1929, el ensayo titulado Una habitación propia, basado en una serie de conferencias que la autora desarrolló en octubre de 1928 en el y el , ambas universidades femeninas de la . Cuando le fue negada la entrada a la biblioteca de la Universidad de Cambridge para la investigación de sus conferencias, porque no iba acompañada de un hombre, y a pesar de que ella reclamara ser la conferencista, leyes son leyes, le dijeron, Woolf modificó el tema, que sería sobre la literatura inglesa escritura por mujeres en el siglo XIX y lo dedicó a hablar sobre las circunstancias históricas injustas que rodean a las escritoras frente a sus pares masculinos. Inauguró así uno de los géneros característicos de la literatura escrita por mujeres hasta la fecha: la cuádruple trenza entre el ensayo (la idea), la crónica (el suceso), la autobiografía (la voz interna) y la ficción (la recreación).

Eve Gil, narradora y ensayista sonorense premiada —entre otros galardones— con el Premio Nacional de Cuento Efraín Huerta, continúa su labor de recuperación de voces femeninas. Crédito: Facebook de la autora.
Eve Gil, narradora y ensayista sonorense premiada —entre otros galardones— con el Premio Nacional de Cuento Efraín Huerta, continúa su labor de recuperación de voces femeninas. Crédito: Facebook de la autora.

Para entrar en el libro que hoy nos ocupa es importante tener estos pertrechos para entender de dónde viene y hacia dónde va.

Este es un libro que tiene muchos años gestándose en la mente y en la pluma de su autora, por eso es como un vino bien añejado, en ricas barricas de finas maderas y debe ser degustado así, con el paladar temperado, el gusto trabajado y sin dejar de admirar el buqué y la lentitud gozosa que exige la experiencia.

He seguido a Eve Gil desde que publicaba en Excélsior sus notas críticas, siendo una jovencita y en su clásico blog de la trenza de Sor Juana, donde ya había aparecido esta pasión por la escritura de las mujeres y la necesidad de su visibilización. Hoy, es un paradigma esta necesidad, un lema que va de lo académico a lo político, cuando tenemos paridad de género y las mujeres van rompiendo techos de cristal en direcciones antes impensables, incluso tenemos una presidenta.

Pero, en el mundo, ya teníamos una escritora que permaneció “acallada” hasta que se descubrieron sus escritos en manos eruditas. Parece que sigue siendo labor de las lectoras, escritoras, investigadoras, al fin, de las mujeres, ir en pos de sus ancestras, desenterrarlas e insuflarles el aliento que guardaban en sus letras ocultas. En la próxima entrega, entraremos en el “otro” boom del sigo XX.

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