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I
La frase a continuación no pretende pasar como un apotegma. Los verdaderos y grandes escritores la han reafirmado con mayor holgura y destreza. La frase es simple: si la ficción se nutre de la realidad, también es capaz de sobrepasarla. Quizá en eso reparó Elon Musk al dotar a su robot Optimus Gen 2 de un cuerpo semejante al humano, con la habilidad de manipular huevos sin romperlos y bailar con menor atropello. Lo más probable es que Tesla, la compañía de Musk, se propusiera adaptar a Optimus a los androides famosos de la cinta Yo robot, basada en la novela homónima de Isaac Asimov: autómatas con la cara ovoide; pero en el caso de Tesla, éstos no cuentan con facciones.
La evolución del robot Tesla confirma nuestras sospechas, ya originadas desde aquella frase célebre dicha por Dewey (Erik Per Sullivan), el hermano menor de la serie Malcom el de en medio, a su padre Hal (Bryan Cranston) a inicios del milenio: “El futuro es hoy, viejo ¿oíste?”. En 2023 el futuro ha avanzado a zancadas. A inicios de este año, que agoniza hoy 31 de diciembre, la Inteligencia Artificial (IA) se dispuso al público, no hubo rincón en el ciberespacio donde no dejara marca, no hubo gigante teconológico que no lanzara al mercado su versión de IA con capacidades varias: principalmente redactar una noticia, cuento o ensayo (ChatGPT de Open IA o Bard de Google); hasta diseñar logotipos, bocetos o pinturas digitales (MidJourney o Dall-e); recopilar información de múltiples fuentes; indagar en buscadores (Perplexity), y acceder a videollamadas como asistente-secretario (Read AI), entre otras. En resumen, la IA se posicionó como el hacedor de encargos o el que trabaja por uno mismo. A esta inteligencia se le llamó generativa, pues es capaz de aprender sobre la marcha, y hacerlo rápido.
II
En el afán de masificar la Inteligencia Artificial y emplearla en cada sector, entre ellos en las industrias creativas, se presentaron controversias por violaciones éticas y transgresiones a los derechos de autor tras denuncias de plagio y alteración. En los primeros meses del 2023 se viralizaron imágenes del Papa Francisco en atuendos de rapero y joyería extravagante, al estilo de Ice Cube o Kendrick Lamar. O aquellas fotografías de marzo en las que Donald Trump aparece resistiéndose a un arresto. Se trataban de deepfakes a las que algunos despistados dieron crédito, cuanto más porque Trump atravesaba un proceso judicial en su contra. Artistas gráficos, ilustradores, pintores e historietistas, como la estadounidense Sarah Andersen, junto a Kelly McKernan y Karla Ortiz, llevaron las denuncias de plagio por parte de la IA al terreno legal. Adujeron que la Inteligencia Artificial tomaba como referencia obras creadas por artistas visuales para elaborar piezas.
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Uno de los casos polémicos seguidos por los medios de comunicación fue la huelga que impusieron los actores, directores y guionistas de Hollywood en julio. Encabezados por la líder sindical Fran Drescher, actriz reconocida por su papel en la sitcom noventera The Nanny, los agraviados interpusieron controversias judiciales debido a las cláusulas desmedidas con las que los productores buscaban ahorrarse dinero, siempre con la ayuda de la IA. Para efectos, plantearon a los actores participar en un par de tomas y que la Inteligencia Artificial hiciera el resto, asimilando voz e imagen de los personajes. A los guionistas los contratarían por un par de capítulos, en el caso de las series, o pagarían por la idea principal, la trama; el desarrollo terminaría definiéndose con la IA.
En Europa, organizaciones cinematográficas y de guionistas apoyaron la huelga en Hollywood. Jan Herchenröder, director general de la Asociación Alemana de Guionistas, dijo en su momento a la DW que “cuando se trata de desarrollar un guión para un largometraje, o un solo episodio, implicando a personajes humanos en conflictos o situaciones emocionales, el programa fracasa”. Todavía es incapaz de profundizar, refirió. Lo que asusta, alegó, es la eficacia de los algoritmos. “El plazo que normalmente se necesita para desarrollar una trama se acorta considerablemente. Y todo lo que es más rápido en términos de tiempo cuesta menos”. En septiembre, la huelga obtuvo un arreglo con beneficios salariales y regulaciones para el uso de la IA, limitando sus alcances.
La música no evadió las fibras automatizadas. Artistas muertos como Juan Gabriel, José José o Valentín Elizalde, en México, sonaron en una combinación de géneros algo extraña; el icónico Gallo de oro cantó “Rosa pastel” de Belanova. Iván Aguilar, hijo de Juanga y heredero, estrenó un LP con la voz del michoacano. Inédito, desde donde se mire. Sin embargo, las reacciones de artistas musicales se dispararon de forma negativa. El reguetonero puertorriqueño Bad Bunny reventó en su canal de WhatsApp pidiéndole a sus fans abandonar el grupo si les agradaba la colaboración generada por la IA, viralizada en TikTok, donde se escucha su voz, junto a la de Justin Bieber y Daddy Yankee. La artista popera Madonna se negó a que su imagen se expusiera a través de hologramas generados por computadora una vez fallecida.
III
Dentro de las redacciones, la maquinaria implantó su juego. Los portales de noticias y algunos diarios realizaron ejercicios periodísticos: ediciones a base de Inteligencia Artificial. Hubo por supuesto preocupación en las plantillas laborales, sobre todo por la generación de contenidos, la veracidad de la información y la propiedad intelectual.
Se ha discutido si la IA es una aliada o adversaria del periodismo, si puede reemplazar al redactor de noticias estandarizadas —aquellas que son bajadas a partir de un tuit o un video polémico que circula en las redes sociales y que se replica en cada portal de forma similar. La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) hizo mancuerna con 26 agrupaciones internacionales para publicar los principios globales en torno a la IA, rechazando la “apropiación intelectual” de estos sistemas. Fue una forma de exigir la regulación a la maquinaría.
Sin embargo, la “apropiación intelectual” se suscitó. Recientemente, The New York Times demandó a Microsoft y Open IA, creadores del ChatGPT, por el uso de obras con derechos de autor. De acuerdo con el medio estadounidense, las compañías emplearon millones de artículos periodísticos con el fin de “entrenar a sus chatbots que ahora representan una competencia” para el diario. El recurso fue presentado al Tribunal Federal del Distrito de Manhattan por daños y perjuicios legales y reales. Aunque no se especifica el monto de reparo, el artículo del Times refiere una suma millonaria de dólares.
IV
Los problemas que suscita la llegada de la IA se prevén a corto plazo. De acuerdo con el científico mexicano, Raúl Rojas, que la Inteligencia Artificial generativa realice actividades antes exclusivas de la creatividad humana, en el ámbito artístico e intelectual, supone un reto mayúsculo para la clase trabajadora en las industrias creativas, e incluso para las élites intelectuales. Por eso, apunta el reconocido matemático y experto en la IA, es urgente regular a la máquina para proteger al empleo y al consumidor, como lo ha hecho la comunidad europea, que impulso el Acta de Inteligencia Artificial: en ella se establece un marco regulatorio que promueva la confianza y la seguridad en el desarrollo y uso de la IA en la Unión Europea. El acta busca lograr un equilibrio entre la promoción de la innovación y el desarrollo de la IA y la protección de los derechos fundamentales, la seguridad y la transparencia.
Rojas no descarta a la IA como herramienta en quehaceres periodísticos, por ejemplo, o en la creación de contenidos, pero ve indispensable “informar al usuario que el contenido que consume fue generador por una computadora; me parece que es primordial no engañar al usuario y ser claros cuando un artículo fue generado por la IA y no por un ser humano”.
En cuanto a la industria editorial, el presidente de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, Hugo Setzer, señala que la IA representa un desafío para el derecho de autor. Coincide que es necesaria una legislación, local y a nivel global, para proteger la propiedad intelectual, pues para él aunque la máquina comience a proponer contenido original, las bases de su desarrollo se apoyan en el conocimiento humano previo. “Es una revolución tecnológica importante; no obstante, bajo las condiciones de regulación óptimas, la IA es una herramienta que puede facilitar procesos, por ejemplo, para los libros electrónicos”, dice.
El lingüista y filósofo del MIT (Massachusetts Institute of Technology), Noam Chomsky, junto a dos académicos, resolvió que los sistemas de IA carecen de capacidad crítica. “El ChatGPT y programas similares son, por diseño, ilimitados en lo que pueden ‘aprender’ (es decir, memorizar); son incapaces de distinguir lo posible de lo imposible. A diferencia de los humanos, por ejemplo, que estamos dotados de una gramática universal que limita los idiomas que podemos aprender a aquellos con un cierto tipo de elegancia casi matemática, estos programas aprenden idiomas humanamente posibles y humanamente imposibles con la misma facilidad”, se lee en el artículo publicado en el Times en abril.
Lo anterior se le expone al Premio Nacional de Ciencias y Artes en Tecnología. En palabras de Rojas, las consideraciones de Chomsky son algo “simplistas”, dado que “sí hay una interacción lógica de los componentes a la hora de escribir y presentar, lo que hace cuatro años no le asignaba a una computadora”. En el caso de las matemáticas, el científico ha experimentado con la IA para saber qué tanto entiende. “Le he planteado algunos problemas matemáticos de nivel universitario y ver si puede resolverlos: a veces los resuelve cometiendo errores garrafales, pero si en el transcurso del diálogo se le indica el error, es capaz de corregirlo, de modificar su argumentación y llegar a la solución correcta”. Rojas está convencido de que en los siguientes años, 2024 y 2025, existe una gran probabilidad de que la computadora sorteé las inexactitudes y aprenda de los humanos “y pueda producir así demostraciones originales, teoremas matemáticos complejos”. Si esto es posible, agrega, la máquina tendrá la habilidad de aplicar conexiones y secuencias lógicas y argumentativas. El matemático afirma que si todo el drama se redujera al copy-paste, no habría una discusión global en torno a la regulación de la IA. “Lo que la gente quiere entender es hasta dónde llegará”.
Toda revolución industrial, advierte Rojas al final, trae consigo crisis sociales, la mayoría ligadas al aumento del índice de desempleo. Y aunque para el expresidente de Guatemala, Pepe Mújica, la IA y la sistematización representan la viabilidad de construir sociedades donde las máquinas produzcan y las personas reciban el fruto, esa visión reserva sus dificultades. Incluso las utopías encierran elementos distópicos, resuelve el científico mexicano. “En la práctica, no funciona así. Cada vez que la sistematización acapara una o varias industrias, la gente pierde espacios laborales, y a esa gente hay que distribuirla a otros empleos cada vez más competidos, y el índice de riqueza no se mueve hacia las clases trabajadores, más bien se conserva en las altas esferas”.
La literatura ha planteado escenarios de corte futurista donde la IA coexiste con el ser humano; las películas han repasado mundos digitales hasta dilapidarlos. La curiosidad por descifrar el porvenir hasta el asombro ahora juega en tiempo presente. La IA cada vez se desapega de las tramas de ciencia-ficción.