Efectos policiales, del escritor y académico José Manuel Mateo, apunta a repensar lo policiaco más allá del género narrativo. Imposible pensar en un momento más vigente para publicar este ensayo que hurga en el pasado para analizar prácticas generalizadas en el poder judicial de nuestro país. Compuesto por dos ensayos que bien pueden calificarse de exhaustivos tanto por su extensión como por su profundidad, el volumen se interna en dos momentos clave de la historia nacional.

El primero es en los albores de la Revolución, entre 1905 y 1907, período en que las autoridades mexicanas y norteamericanas se propusieron capturar a Ricardo Flores Magón y a la dirigencia del Partido Liberal Mexicano (PLM). El primer paso fue intervenir su correspondencia. Coludidas, las autoridades de ambos países no dudan en violar las garantías de ciudadanos para mantener una estrecha vigilancia sobre ellos, orquestadores de Regeneración.

Ubiquémonos: nos referimos al periodo en que Flores Magón se encontraba exiliado en Texas y California, concretamente en San Antonio y en Los Ángeles. Desde allí, el periodista intentaba, por medio de una intensa correspondencia, atizar el fuego revolucionario en nuestro país. En el otro lado de la ecuación se encontraba Thomas Furlong, detective norteamericano cuya carrera se prolongó por más de cincuenta años. Estaban también el entonces gobernador de Chihuahua, Enrique Clay Creel, y el Secretario de Gobernación y Vicepresidente de la República, Ramón Corral. Pero antes de ver a Furlong perseguir por mar y tierra a Flores Magón, hagamos un paréntesis.

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Vicente Alfonso, quien publicó La sangre desconocida (Alfaguara, 2022), ganó con ella el Premio Nacional de Novela Élmer Mendoza (2021).  Es narrador, editor y periodista./ Secretaría de Cultura
Vicente Alfonso, quien publicó La sangre desconocida (Alfaguara, 2022), ganó con ella el Premio Nacional de Novela Élmer Mendoza (2021). Es narrador, editor y periodista./ Secretaría de Cultura

Es precisamente la textura ensayística que José Manuel Mateo ha elegido para este trabajo lo que le permite profundizar en las causas remotas de los hechos analizados. Así, en paralelo con esta pesquisa policial, nos recuerda las ideas de Walter Benjamin respecto al papel de la policía: ésta actúa “cuando el Estado ya no puede garantizar sus fines empíricos” por medio del ordenamiento jurídico, y cuando, “en nombre de la seguridad” es preciso vigilar a ciertos ciudadanos.

Entrelazadas con sus reflexiones, Mateo nos regala ejemplos cercanos a la tradición de la novela negra, uno de ellos extraído de un clásico policial de los años veinte: Cosecha roja, de Dashiell Hammett. El académico analiza con lucidez cómo es que la novela policial en nuestros días supera a la de otras épocas amparada en su aparente validez legal, pues cuando se ejerce violencia policiaca se hace amparado en un interés colectivo representado por el Estado.

Pero volvamos a las pesquisas de Creel y Furlong: en 1906, la agencia Pinkerton, esa donde trabajaba Dashiell Hammett, participó en un cateo de las oficinas de Regeneración en St. Louis Missouri, requisando cartas y documentos de manera ilegal. Puestos al tanto del enorme operativo que les vigilaba y les asediaba, Flores Magón y demás líderes del PLM se dieron a la tarea de redactar cartas con información falsa para convencer a sus perseguidores de que se mudarían a Canadá. La estrategia dio resultado, pero no por mucho tiempo. Para no arruinar lecturas, adelantaré aquí sólo que Mateo consigna que en total fueron más de tres mil las cartas interceptadas con métodos que quedaron en la sombra, porque eran a todas luces ilegales.

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A mediados de 1907, Flores Magón fue detenido e incomunicado, más eso no detuvo el flujo de mensajes con los otros miembros del PLM. En un giro digno de las mejores novelas de espionaje, las autoridades catearon hasta los calzoncillos que la novia de Flores Magón le enviaba a prisión. Y justo allí, entre dos capas de tela, se ocultaba la correspondencia prohibida.

El segundo ensayo del volumen documenta el período 1968-1970, es decir, el momento más complejo del movimiento estudiantil en nuestro país. El objeto de la persecución policial es otro escritor: José Revueltas, a quien se acusa —el Estado le acusa— de ser el autor intelectual de un complot contra el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz.

Revueltas fue puesto a disposición del Juez Primero del Distrito Federal en materia penal el 18 de noviembre de 1968. No obstante, Mateo no toma esa fecha como punto de inicio para su investigación, sino tres días antes, pues se sabe que el novelista estuvo secuestrado en una cárcel privada durante ese lapso. Allí le habrían obligado a rendir una primera declaración que resultó llena de imprecisiones, pero que resultó clave para imputarle toda clase de delitos (diez en total).

Una vez más, haciendo uso de sus habilidades ensayísticas, Mateo disecciona la situación con lucidez al punto que devela lo que con precisión puede llamarse “un relato irreal pero legal”, merced a la invención del aparato jurídico. Una ficción jurídica que se concretó en un auto de formal prisión en contra del autor de Los días terrenales. El documento hizo pasar por hechos lo que no eran sino vaguedades sintácticas y conceptuales. Así, se responsabilizaba a Revueltas por “las muertes y lesiones del dos de octubre”, pero no se precisaba cuántas muertes ni de quiénes. Se sugería, eso sí, que al hablar de heridos y muertos se refería a agentes de la autoridad, no a estudiantes.

En palabras de Mateo, vemos “cómo se falsifica la realidad hasta permutar las posiciones del criminal y de la víctima”. No obstante, la lupa de Mateo llega más lejos: la parte media de su ensayo es una cátedra sobre la importancia de las pruebas en los procesos de procuración de justicia, y de cómo esos elementos probatorios constituyen el fundamento de existencia del Ministerio Público. Hoy que en nuestro país se discute la urgencia y la pertinencia de una reforma al poder judicial, Efectos policiales resulta un magnífico análisis de cómo esa sana distancia entre los poderes Ejecutivo y Judicial en la realidad ha sido letra muerta. Basta ver la nota al pie de la página 137, en donde Mateo evoca la opinión de expertos en Derecho respecto a lo difícil que resulta realizar cambios profundos en la mentalidad de jueces, magistrados y en general de la cultura jurídica.

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