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Fui a visitar a José Ignacio Solórzano (Guadalajara, 1963), mejor conocido como Jis, con motivo del estreno del documental Molusco (2025), de Mauricio Bidault (Erredoce Cine), largometraje dedicado a este artista del mundo flotante y la vida pacheca.
Quedamos de encontrarnos al filo del mediodía en un café cercano a su casa, en la colonia Seattle, antiguo fraccionamiento empedrado de grandes casonas, árboles y pájaros, a unos pasos del centro de Zapopan. El monero llegó portando una boina que cubría su cabeza de monje y, como es habitual, en el bolsillo de su camisa llevaba una libretita y una pluma. Comenzó, sin embargo, a garabatear una especie de pajarraco en una servilleta que extendió sobre la mesa.
—Ando ya con insomnios —me dijo, dándole un sorbo a su soda con jengibre—, un molusco no está capacitado para hacer documentales.
Los boletos para la première de la película en la Sala Guillermo del Toro de la Cineteca de la Universidad de Guadalajara, en la cual él es el objeto de estudio, el homenajeado, en un filme que tiene mucho de hagiografía (y buenas dosis de melancolía), se agotaron hace algunos días y al autor de Los manuscritos del Fongus, Otro día, Sepa la bola y Material serio, entre otros muchos libros, se le ve inquieto.
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Mientras cuenta la anécdota de cómo escapó hábilmente de la alfombra roja de la inauguración del Festival Internacional de Cine de Guadalajara, estando a punto de ingresar al Auditorio Telmex, para irse mejor a su casa a fumarse un puro, sintiéndose un genio, una joven artista se acerca a saludarlo y hablan un momento de la película. Jis le expresa su temor a ser destazado por el público.
El estudio de Jis, ubicado en el segundo piso de una pequeña torre de una casa de revista —construido sobre una parte del terreno donde alguna vez estuvo la mansión de sus padres— coronada por una majestuosa ceiba, es un amplio y umbrío espacio repleto de muebles, objetos raros, piedras, libros, lámparas, retratos, fotos intervenidas, por el que hay que caminar con cuidado. Sobre un largo escritorio atiborrado de cosas, junto a la computadora, hay un pequeñísimo claro, rodeado de borradores, estilógrafos y lápices de colores, donde Jis, hombre de costumbres, se enconcha a dibujar todos los días.
“Poca gente sabe que en tus inicios hiciste cartón político”, le digo.
Jis se levanta de su asiento y busca algo. Cuando por fin lo encuentra, una hora después, veo que se trata de una fotocopia de un cartón sobre la represión del 68 (fechado diez años después), que un amigo suyo le trajo de regalo hace poco durante la presentación de un libro. El dibujo es una muestra de lo que Trino y Paco Navarrete, sus colegas de La chora interminable, llaman su etapa Chocol Vita —una marca de chocolate en polvo— por la forma infantil en que les dibujaba las narices a sus personajes. “Las manifestaciones están permitidas”, le dice un militar a un estudiante al que somete con su bayoneta. “Las matanzas también”.
Si algo le deja en claro a Jis ese dibujo prehistórico es el paso de los años.
—En estos momentos de la vida, uno es muy consciente del tiempo y sus estragos. De pronto un bloque enorme de tiempo, ¡glup!, pasa.
—¿Te angustia?
—Hay una parte que me da mucha ansia y a la vez me doy chance de contemplar la vida pasar.
Le pregunto por la muerte.
—Me angustia. Es uno de los centros de misterio de la vida. Quizá sea otro de los secretos de la maravilla del mundo. Todo en este mundo está apareciendo y desapareciendo, en una especie de principio mágico de la existencia.
—¿Cómo te sientes con el estreno de un documental sobre tu persona?
—Por un lado, estoy obviamente muy entusiasmado. Pero tengo sentimientos mezclados. Muchísimo nerviosismo y preocupación.
—¿Miedo?
—Miedo, sí. Todo está ahí como hecho bolas. Cuando llega alguien y te propone “quiero hacer un documental sobre ti”, ¿quién se niega?... Hay una parte de concatenaciones azarosas del destino en el que un documentalista, me imagino que se sentó a ver proyectos posibles y yo era uno de los temas que podía funcionarle. Le gustaba mi trabajo y de pronto pensó: ah, podría estar interesante hacer un documental sobre un caricaturista, así, de una manera vaga. No sé…
***
“Hay cosas que no son para entender, que son para sentir, y yo lo de Jis lo veo así, como para ir a otra realidad paralela”, dice Liniers. “Tenía su propio rollo pacheco, rarísimo”, dice Trino. “Pues creo que es un artista plástico”, dice Daniel Giménez Cacho. “Es un artista del sexo, de la cochinada, de la barrabasada, de la filosofía, de la profundidad humana, de la duda existencial”, dice Jose Dávila. “No puedes pasar en chinga por un cartón de Jis, tienes que detenerte”, dice Diego Luna. “Es un filósofo existencialista que escribe con caricaturas”, asegura Gonzalo Lebrija. “No es un monero, no es un humorista, no es un autor de cómics. Creo que básicamente es un poeta”, dice Aurelio Asiain. “Es un iluminado”, dice Guillermo del Toro. “Es que estoy muy traumado”, dice Jis.
Esta serie de testimonios forman parte de Molusco, el tercer documental de Mauricio Bidault (Ciudad de México, 1975), luego de Aquí sobre la tierra (2010) y Hasta el fin de los días (2014), en el que, después de tratar los temas de la migración y la violencia en el país, se decantó por la vida y obra de “un caricaturista que no sólo es chistoso, sino que tiene resonancias más allá”.
Cuenta Bidault que se encontraba estudiando un posgrado en Australia cuando se enteró de la desaparición forzada de los normalistas de Ayotzinapa, en 2014, y se preguntó cómo es que los mexicanos podemos soportar tanto, cuando se encontró en la red con un cartón de Jis que lo alumbró: un señor con sombrero regando una plantita en un laberinto, con la leyenda: “En el callejón sin salida hizo su jardín”. Entonces se dio cuenta de que lo que nos ayuda a sobrevivir a los mexicanos es el tanque de oxígeno que proporciona el humor, el arte, los amigos. “Ahí hizo click todo”, dice.
A su lado, vía zoom, está la productora Vanessa Romo (Guadalajara, 1975).
“De los tres documentales que hemos hecho, éste me parece que es el más punk. Porque en este momento en que a todo el mundo le gusta subrayar el horror, el terror, lo malo que estamos viviendo, hablar del arte, de lo hermoso y de lo bonito que puedes encontrar en la calle, es muy punk”.
Y, aunque Bidault y Romo no se encontraron precisamente a Jis en la calle, sino en su guarida, cuando éste moraba, junto con su esposa Kenya, en la colonia Americana de la capital jalisciense, Molusco tiene, entre sus escenas más notables, las desternillantes caminatas que Jis realiza en compañía de su amigo Mauricio Lara, deteniéndose a contemplar sus hallazgos urbanos por las grafiteadas calles de esta céntrica colonia. En la maraña del cableado descubren a una bailarina etérea, una partitura dodecafónica o la unión orgánica más bella entre industria y naturaleza.
Molusco es, claro, un retrato de Jis, pero también una defensa del humor en tiempos de la corrección política.
“Desde el principio sabíamos que ésta era una pieza sobre la libertad de expresión y el poder emancipador que tiene el arte, el humor y la belleza, a través de la mirada de Jis”, dice Bidault.
***
Curiosear en el estudio de Jis es una experiencia que podría tomar semanas. Además de sus gavetas con los dibujos y cuadernos que ha realizado a lo largo de su vida, están sus álbumes fotográficos y sus libros. En el librero uno puede detenerse a mirar algunas obras suyas, ampliadas o enmarcadas, y aquí y allá detenerse a contemplar una cornamenta de venado, un cuadrito huichol de estambre o los retratos de sus antepasados, como el de doña Virginia, su bisabuela, espiritista y apasionada de la lectura. En un cajón de un mueble que heredó de su padre, el paleontólogo Federico Solórzano, descubrió un grupo de piedras que pertenecieron a su colección, y así decidió dejarlas.
—¿Cómo te diste cuenta de que eras un molusco? —le pregunto.
—Me voy a poner a checar en los diarios, porque ya te dije que una de mis actividades moluscas favoritas es subir aquí, echarme un puro y revisar material de otros tiempos míos. Se pone muy bien la cosa. A lo mejor por ahí voy a encontrar una pista de cuándo comencé a usar el término… pero sí, se empezó a asentar esa metáfora, que se me hizo súper práctica. La gente la entiende a la hora de que le explicas este modo de ser: pasivo, a la sombra, poco aventurero, poco emprendedor, rutinario, prácticamente oficinista. Estoy consciente de que soy este molusco en particular, pero han de haber diferentes ramas— se ríe.
—Sí, porque me puse a investigar y aquí tengo —le señalo mi libreta de taquigrafía— que un molusco es un ser invertebrado de cuerpo blando que en muchos casos tiene concha dura.
—¡Sí, me suena! —se carcajea—. En muchos casos pienso que sí soy de concha. Siento que me meto a alguna cavidad y luego le sigo sumando a esa concha, no sé si es coral o qué, pedazos de cosas, y le sigo añadiendo pedacera al refugio. Me checa muchísimo: ¡a veces me saco de onda de lo tilichento que soy! Voy acumulando desde cuestiones mentales, recuerdos, cosas concretas de los dibujos, fotos. Heredé mucho de mi jefe —se refiere a su padre— esta onda coleccionista. Soy muy apegado a las cositas, a los objetos. A los afectos.
***
Quizá la escena más memorable de Molusco es la conversación entre Trino y Jis, emborrachándose en el salón de un hotel. Como se sabe, ambos son coautores de El Santos, personaje que, junto a la Tetona Mendoza, el Peyote asesino y los Zombies de Sahuayo, entre otros, los catapultó a la fama en la década de los noventa cuando publicaban la tira en el suplemento Histerietas del diario La Jornada. En la película, mientras chocan sus copas de vino tinto, disvariando y echándose flores el uno al otro, Trino acepta que gracias al Santos tocaron el éxito. “¡Tuvimos nuestro momento rock star que fue muy bonito!”, le contesta Jis. A lo que Trino inicia una meditación sobre el ego. “Nos nutrió”, dice, “pero tuvimos que bajar otra vez… ¡a nada!”. Las carcajadas entre ambos no se hacen esperar, mismas que se extendieron al pequeño crew de producción que los estaba grabando en ese momento.
“No podíamos parar de reír”, recuerda Vanessa Romo, quien aprovecha para aclarar que, aunque Molusco sea una película sobre un caricaturista en la que aparecen casi puros hombres, dirigida por un hombre, también es suya. “La conversamos juntos, con una directora de fotografía (Olivia Luengas), con tres asistentes de producción y dirección, mujeres. No es la idea de un señoro dirigiéndonos a todas”.
***
La noche del estreno, viernes 13 de junio, Jis venció su natural timidez de molusco y vago imperial, y encabezó la alfombra roja, con su libretita y una pluma en el bolsillo de la camisa, seguido por Trino, Daniel Giménez Cacho, Joselo y Quique Rangel de Café Tacuba (quienes también aparecen), Diana Solórzano —hermana de Jis, inspiradora del personaje de la Tetona Mendoza—, los músicos de la banda David Chanson, el periodista Diego Petersen, el director Mauricio Bidault y la productora Vanessa Romo. La cinta fue muy aplaudida, comenzando así su ciclo de participaciones en festivales —también se exhibirá en cines de todo el país y posteriormente en plataformas—. Como cerrojazo de la función, Jis tomó el micrófono para predecir que llegará un momento en que los moluscos dominen el mundo. Y aunque algo le impidió pronunciarse como el líder absoluto del movimiento molusco, gritó:
“¡Seré un buen conserje!”.
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