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No hay un número exacto de cuántos jóvenes mexicanos han sido “reclutados” por el crimen organizado, una cifra insospechada que esboza la magnitud de la violencia en la que se ha sumergido el país. Son tiempos en los que las madres buscan a sus hijos desaparecidos más que el propio Estado, son tiempos donde los periodistas son asesinados por hacer su trabajo, y ante esta realidad el cine no ha sido ajeno.
Las cineastas Astrid Rondero y Fernanda Valadez retratan en Sujo la historia de un joven huérfano de Tierra Caliente, Michoacán. Su padre, a quien le decían El Ocho, fue asesinado por otros sicarios. El pequeño Sujo debe huir con su tía a una localidad rural, crecer aislado, al márgen de todo y de todos para evitar que las deudas de su padre le cobren factura o que termine uniéndose a esa misma maquinaria que deshizo a su familia. Un relato sobre la búsqueda de trazar un nuevo camino, sobre evitar ser presa de la espiral de violencia del crimen organizado.
Protagonizada por Juan Jesús Varela, la cinta fue galardonada con el Premio del Jurado en el Festival de Sundance. Recientemente, arrasó en el Festival de Morelia, el más importante del país, al coronarse con Mejor Dirección, Mejor Guion y Mejor Largometraje Mexicano. Pero este caudal de victorias no termina ahí, Sujo fue seleccionada para representar a México en los premios Oscar y Goya.
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No es la primera vez que esta dupla creativa, Astrid y Fernanda, acaparan los reflectores. En 2020, estrenaron Sin señas particulares, la historia de una madre que busca a su hijo desaparecido mientras intenta cruzar a Estados Unidos. Con esta cinta, Fernanda ganó el Ariel a Mejor Directora, la segunda vez que se entrega esta distinción a una mujer por la Academia Mexicana.
Sujo es un testimonio de la tragedia de nuestro presente, pero en el que hay espacio para la redención. Alejadas de los estereotipos con los que se enmarca la violencia y el narcotráfico, Astrid conversa sobre esas imágenes a las que nos enfrentamos.
Entre toda la violencia y las lamentables herencias que ha dejado el narcotráfico, ustedes deciden explorar una situación tremenda: los huérfanos del crimen. ¿Por qué abordar esa mirada?
Fueron varias cosas las que intervinieron. De entrada, el haber conversado con muchos chicos de la zona donde filmamos Sin señas particulares, jóvenes entre los 15 y 17 años, donde nos dimos cuenta que hay una cultura muy fuerte del narcotráfico y, al mismo tiempo, una situación de pocas oportunidades que, en muchos casos, los lleva al desplazamiento forzado o integrarse a las filas del narcotráfico. Eso se sumó a que en aquel momento estaba leyendo mucho a Javier Valdéz y llegó a mis manos Levantones y Huérfanos del narco: los olvidados de la guerra; fue una especie de mezcla porque en gran parte del país los jóvenes crecen con una ausencia de la figura paterna, en la mayoría de los casos los padres migran o han sido víctimas del crimen organizado. De ahí viene la idea sobre qué pasa con estos niños que quedan en la orfandad producto de la violencia y, particularmente, qué significa ser un hombre joven creciendo en un contexto como el México actual.
El crimen organizado ha penetrado en nuestra cultura, la prueba es que tenemos personajes en la música, en la televisión, donde la cultura del narcotráfico pareciera atractiva
Astrid Rondero, cineasta
Vemos crecer a Sujo desde pequeño, su pubertad en el pueblo y su exilio en la Ciudad de México. Pero a cada paso que da hay una sombra de violencia que lo sigue. ¿Hasta qué punto nuestros contextos están determinados por la violencia?
Nuestra generación de jóvenes está completamente marcada por la violencia. Vivimos condiciones que no son regulares en una democracia, por ejemplo, que los jóvenes no puedan tomar las carreteras de noche o que vivan en un estado en el que, en cualquier momento, puedan ser desaparecidos, donde es muy común encontrar actos de terrible brutalidad en espacios públicos: decapitados, fragmentos de seres humanos. Vivimos en un contexto y en una realidad extremadamente violenta, y eso, a lo mejor, para gente de otra generación fue un proceso de descomposición gradual; mientras que las nuevas generaciones viven ya insertas con estas imágenes del horror del narcotráfico. El crimen organizado ha penetrado en nuestra cultura, la prueba es que tenemos personajes en la música, en la televisión, donde la cultura del narcotráfico pareciera atractiva, y eso no es culpa ni de la música ni de las series, sino cómo ciertas ideas se han integrado a nuestra sociedad, como este pensamiento de “el vivir rápido, pero teniendo una vida de lujos”, que es una de las mentiras que ofrece el narcotráfico pero que utiliza para seducir a los jóvenes y utilizarlos en su maquinaria de guerra.
Estamos contando la historia de un joven que podría ser un número más de las filas del narco, lo que queríamos era sacarlo de ese contexto
Astrid Rondero, codirectora de "Sujo"
Ahora que tocas el tema de la cultura del narco, ¿cómo Sujo logra ir en dirección contraria a esos estereotipos que se han fabricado en las pantallas sobre la violencia?
Principalmente, proviene de leer crónica, de leer el trabajo de los periodistas, para Fernanda y para mí esa es nuestra mayor fuente de investigación; luego, el acercarnos a las realidades del país, donde estos jóvenes terminan trabajando para el crimen organizado así como ver los daños tan profundos que genera el narcotráfico. Para nosotras fue una cuestión de poner en la balanza el ideario del narco, que puede lucir atractivo, con esa realidad oscura que está dejando a familias y a toda una sociedad dañada. También lo que nos ayuda a ver las cosas distintas es que somos minoría, no sólo por ser mujeres, sino también por ser de la comunidad LGBTTIQ+, eso te hace preguntarte y ver las cosas de otra manera. Mientras desarrollamos el guion de Sin señas particulares, mucha gente nos decía que la historia interesante era ver cómo el hijo era reclutado por el crimen organizado, sin embargo, nosotras queríamos contar la otra historia, la de la madre, que nos parecía mucho más profunda y que nos permitía entender, desde una perspectiva menos vistosa, el drama que representa que un chavo sea obligado a cometer actos de extrema violencia; en aquel momento que filmamos Sin señas particulares había muy pocas películas sobre las madres buscadoras, pero en la historia de esta mujer también estábamos contando la toma de conciencia, la resistencia a la realidad del país. Con Sujo es algo similar, estamos contando la historia de un joven que podría ser un número más de las filas del narco, lo que queríamos era sacarlo de ese contexto y que pudiera desarrollarse en una capital de México, donde ahora batalla contra los prejuicios de la marginalización.
Sujo retrata otro de los legados de esta violencia: el desplazamiento forzado, cada vez nos estamos alejando más de nuestros propios hogares hasta el punto de quedar aislados. ¿Qué provoca estos desplazamientos en nuestras identidades?
El no pertenecer a un lugar. El desplazamiento forzado dentro de México es un fenómeno del que se ha hablado poco, hay muchos estados en el país donde la gente se ha visto obligada a migrar, no hacia Estados Unidos, sino que han tenido que huir a las capitales por situaciones de violencia. Es un fenómeno que va acompañado por la ausencia del Estado en zonas rurales, cuando trabajamos esta película quisimos hablar de Tierra Caliente, en Michoacán, porque en ese momentos nos parecía un ejemplo de un Estado funcional, pero ausente. Recuerdo una vez que fuimos al Festival de Morelia, en la carretera estaban quemando camiones enteros; ese es el país en el que vivimos, en la capital de Michoacán estamos celebrando el cine, pero a unos cuantos kilómetros la gente está siendo desplazada por la violencia o ejecutada. Esas dos realidades se nos hacían muy importantes contar en Sujo, así como los daños que eso genera en una persona.
Al papá de Sujo le dicen El Ocho y Sujo adopta El Cuarenta. Parece que hay un momento en el que la maquinaria del crimen borra tu nombre, tu identidad, y te conviertes en una pieza más de este engranaje.
A los jóvenes los están reclutando para ser carne de cañón, estos chavos no llegan a los 30 años. Quisimos hablar de esta situación sin tener prejuicios, por eso contamos dos lados: los hermanos putativos que crecen en el pueblo, con una figura paterna, que fueron chicos amados, fueron protegidos, pero que terminan dentro del crimen organizado sin alternativas ni salidas, y por el otro lado está Sujo, quien crece aislado y sin padres. De esos tres cachorros que empiezan juntos, sólo uno logra salir de esa espiral de violencia, quizá estamos siendo muy optimistas porque la probabilidad podría ser de uno a 30.
Nuestras vidas tienen un mayor significado si nuestras películas despiertan una conversación que sea relevante para nuestro tiempo
Astrid Rondero, realizadora
La película fue reconocida en el Festival de Sundance y fue seleccionada por México como propuesta rumbo a los premios Oscar y Goya; queda pendiente la decisión de la Academia, si resulta nominada o no. ¿Cómo ve el espectador extranjero la realidad violenta en la que estamos sumergidos?
Hay una sobreexplotación de imágenes sobre el ideario del narcotráfico, en el extranjero lo que más asocian al crimen organizado son estas imágenes falsas, creo yo, de lo que representa el narco, esa figura de la que se burlaba Luis Estrada en El infierno, que lo hace maravilloso porque lo lleva a la farsa, esa imagen ha proliferado y es lo que se ve en el extranjero sobre el narcotráfico. Pero en cuanto les cambias la perspectiva, el espectador puede hacer conexiones con cosas de su propia identidad. Tuvimos la suerte de que la película se viera en Oriente y muchos tuvieron una conexión con la idea de vivir en la adversidad y ser tú el propio forjador de tu destino. A través de esta historia, que es una historia muy sencilla, planteamos que el contexto en el que están inscritos la mayoría de las personas del narcotráfico en México es un contexto que no tiene nada de atractivo ni celebratorio y que en realidad estamos viviendo una crisis humanitaria. En cuanto le cambias al espectador la forma de contar esta realidad, lo alejas de su ideario de Al Capone, de El Padrino, de El Chapo, y lo empiezan a entender como escenarios de guerra. Creo que esta desconexión llega a pasar hasta en nuestro propio país, es algo que los de Ciudad de México creemos que no sucede, no entendemos el nivel de crisis porque no nos ha llegado al 100% a las grandes ciudades, pero también es cuestión de observar a cuánta distancia está cada persona de alguna víctima de esta violencia.
Parece que hemos hecho de la Ciudad de México una burbuja, donde esa violencia nos es ajena, sin embargo, como toda burbuja en cualquier momento puede reventar…
Los contextos son muy importantes, por eso traemos a Sujo a la Ciudad de México para hacernos esa pregunta, ¿con cuánta gente desplazada forzada nos topamos a diario que está tratando de hacer su vida? La película es una reafirmación de que las personas tienen el derecho a hacer su propio destino, a tomar su vida en sus manos, como debería ser el derecho de cualquier persona, en especial de los jóvenes. Se me hace muy conmovedor este viaje que debe hacer Sujo, casi de epopeya, para que él se pueda sentar en una silla de un salón de clases, y es muy fuerte escuchar los comentarios de algunas personas que creen que eso no es posible, que creen que no es posible que un chavo como Sujo pueda entrar a una universidad en lugar de que ingrese a las filas del narcotráfico.
Este año son muy pocas las óperas primas que se han estrenado en festivales, estamos viendo los resultados de esa administración
Astrid Rondero, directora de "Sin señas particulares"
No es común ver a dos directoras trabajando en un mismo proyecto y es menos común que tengan tanto éxito juntas. ¿Cómo ha sido posible converger tu visión con la de Fernanda?
Tenemos puntos de vista muy similares y capacidades complementarias. Fue un camino de compenetración que fue sucediendo a lo largo de nuestra propia carrera. Yo firmo como “cineasta”, no como “directora” ni “productora”, porque creo que el “cineasta” es un estado de un trabajador del cine que tiene capacidades para distintas áreas, que tiene una formación que le permite involucrarse en distintos procesos, y Fernanda también lo siente de esta manera, que es algo integral. Como nos ha tomado tanto tiempo y tanto esfuerzo, yo vengo de una minoría en la Ciudad de México, no soy de clase alta ni de clase media acomodada, a mi madre todo le costó y a mí también, sentimos que haber llegado a la posibilidad de hacer una película más vale que esa historia esté más allá del puro entretenimiento. En nuestro caso, sentimos que es una vocación, que nuestras vidas tienen un mayor significado si nuestras películas despiertan una conversación que sea relevante para nuestro tiempo, y a nosotras nos tocó el tiempo del narcotráfico.
En el sexenio de López Obrador se trastocaron los apoyos a esta industria, ¿cuál es tu lectura de la administración anterior y que necesita enmendar este nuevo gobierno?
Fuimos muy vocales al respecto, y eso nos trajo algunas consecuencias, tenemos una mala opinión de lo que sucedió con la anterior secretaria de Cultura y de la anterior directora de IMCINE: nos parece que organizaron y orquestaron, pero no midieron las consecuencias que ya estamos viviendo, porque eso es siempre lo difícil: analizar los resultados de la política cultural que, particularmente en el cine, tardan en verse reflejados. En los primeros años de Alejandra Frausto aún había mucha producción de películas que salían y se exhibían en festivales, pero eso tenía que ver con el empuje de políticas anteriores, pero ahora ya empezamos a padecer los resultados de Focine y de todas esas decisiones que hicieron que adelgazara el presupuesto. Este año son muy pocas las óperas primas que se han estrenado en festivales, estamos viendo los resultados de esa administración; ellos dicen que hubo mayor apertura en el Focine, pero lo que no dicen es el presupuesto que le están dando a cada película, no hay manera de que con esos montos una persona pueda hacer una película de un nivel competitivo internacional, esa es la triste realidad. Mi opinión actual, por suerte, cambia con la nueva administración, tengo muchas esperanzas en la nueva directora del IMCINE, estoy convencida de que Daniela Alatorre entiende que se deben hacer muchos ajustes para ayudar a los jóvenes cineastas.
Sujo es un personaje que busca cambiar su destino, si pudiéramos hacer una semejanza… ¿Qué sigue buscando Astrid en su quehacer cinematográfico?
Siento mucha conexión por Sujo, me conmuevo por el deseo de hacer algo que es inalcanzable, uno de los libros que leí desde muy joven y que siempre me encantó, Jude el oscuro, de Thomas Hardy, decía: “Quise hacer en una generación lo que le toma a dos o tres generaciones”; es ese sueño de hacer algo especial, que te cuesta terriblemente pero que sabes que no cediste en el esfuerzo. Lo maravilloso del trabajo artístico es que esos deseos son inalcanzables, pero esa pasión, esa visión y ese esfuerzo son los que te mantienen trabajando todos los días sin importar las adversidades, porque en este país hacer cine es un camino de adversidad.