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Piedad Bonnett se ha distinguido en el mundo de las letras colombianas como poeta, dramaturga y narradora. En 2021 publicó Qué hacer con estos pedazos bajo el sello de Alfaguara. El título de la novela es desafortunado porque pareciera inferior a la trama del texto, mucho más rico en matices lingüísticos, nudos y tensiones que alientan la profundidad y universalidad de los temas planteados, sin empujar al lector a la fácil conjetura de la opresión de la mujer y el elogio de la soltería, o la viudez, como válvula de escape.
El matrimonio, la vejez y la dispersión de los hijos son los asuntos centrales de una novela ágil, luminosa, impregnada de un lenguaje poético y un tono autobiográfico que despiertan la empatía con la protagonista Emilia y, por ende, con la propia Piedad Bonnett; una mujer que ha librado grandes batallas para ganarse un lugar en la literatura, cuyas vivencias se decantan en la perspectiva de su personaje. Emilia es una mujer de clase media, esposa por obligación, madre por destino, redactora de crónicas en una revista de ciencias sociales; hija resentida, pero atenta a los últimos estertores de un padre que agoniza.
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El drama matrimonial es el cuadrilátero más visible de la novela; en él se escenifica la lucha milimétrica, semejante a un duelo entre dos hormigas por los despojos de un gusano, entre el esposo y Emilia. Atentos a una atmósfera de asfixia, rodeados por un conjunto de señales, de símbolos y palabras no dichas ni escritas, realizan sus funciones cotidianas sin sobrepasar las líneas rojas que, de manera unilateral, se han impuesto.
Sin embargo, en un arranque de generosidad no prevista en su abúlico historial, el marido decide modernizar la cocina, para ello se deben guardar en cajas los trastos y enfrentar la temeridad del polvo mediante una tregua vacacional, que sólo intensifica las peripecias de los personajes, las grietas de su relación, la soledad que se ahonda en los silencios, en las frases hirientes y en las mutuas dolencias, cada vez menos compartidas por el uno y la otra.
En este contexto, el matrimonio pareciera asemejarse a la tarea minuciosa de los picapedreros, siempre atentos al perfil y la lisura de las superficies para dar forma definitiva, en el momento debido, al sepulcro matrimonial; obra máxima de esta sagrada institución, cuyos oficiantes llegan a la extremaunción en calidad de fantasmas, pues ya han muerto, en algún punto de la travesía, sin haberse dato cuenta.
De ahí que el otro hilo argumental del relato sea la vejez y la muerte, ya que en ellas se sintetizan las vivencias dispersas, en apariencia absurdas, hasta que se revelan en la postrera bocanada de la madre, quien se evapora porque ya había perdido toda conexión con el mundo de lo real, o del padre que se ahoga tras la clausura de la última gota de aire en la garganta, o del bebé muerto en la cuna hace muchos años, cuyo recuerdo pareciera un tormento sin fin que le come las entrañas a Emilia.
Quizá por eso al final de la novela se pregunta la protagonista, en medio de un torbellino, si el viaje habría valido la pena. Como lectores podríamos responder que sí, pues se trata de una historia que nos implica a todos por su autenticidad.