Desde hace varias semanas, tolvaneras con ráfagas de hasta setenta y cinco kilómetros por hora azotaron a Ciudad Juárez. Un polvo turbio, de color ocre, la envolvió, y el viento causó destrozos y problemas de salud. La calima presagiaba una tormenta que se veía venir del país del norte. La temida amenaza de imposición de aranceles a los automóviles y otros productos relacionados con la industria automotriz del presidente Trump, se cumplió el 2 de abril. Como en la fábula “Pedro y el lobo”, atribuida a Esopo, donde un pastor anuncia la llegada del lobo, el presidente de los Estados Unidos llevaba 71 días —exactamente desde el 20 de enero de este año, cuando tuvo lugar su investidura— repitiendo que cobraría aranceles del 25% a México y Canadá. Después, ha modificado, pausado o se ha retractado sobre las medidas arancelarias y las fechas en que entrarían en vigor. Como el pastor que pregona la llegada de la fiera que se comerá nuestras ovejas, así, en una hora de discurso, un solo hombre armado con un cartel de tres columnas causó caos y pánico en el mundo. Para él, “la palabra más bella del diccionario” no es paz, amor o agua, sino arancel, tariff, en inglés, según expresó en varios foros. La verdad es que “arancel”, la palabra en español de origen árabe me sonaría preciosa, si no fuera por la terrible carga simbólica que representa en la actualidad. Es la que más hemos escuchado y leído desde el 20 de enero. Los medios la repetirán ad nauseam de aquí en adelante.

No solo el anuncio de los aranceles cayó como bomba en el mundo entero, sino que asistimos con perplejidad cada día a las noticias de autoritarias y agresivas decisiones en materia de migración, recortes a ayudas humanitarias, a universidades norteamericanas, despido de trabajadores, deportaciones de voces disidentes, violaciones a la libertad de expresión, humillación al presidente de Ucrania, afanes de apoderarse de Canadá, Groenlandia, o el Canal de Panamá, entre una larga lista de perversidades. Todo esto me hace pensar que una especie de endriago o Anticristo, acompañado de una corte de ángeles demoniacos, retuerce el rumbo del mundo. Con recelo esperábamos el llamado “Día de la liberación” por el presidente Trump, la llegada del lobo, la proclama oficial de la imposición de aranceles al acero y al aluminio, sobre todos los automóviles enviados a Estados Unidos, a las autopartes no fabricadas en Estados Unidos, y los llamados aranceles “recíprocos”.

¿Cómo nos ha afectado este momento crucial en la geopolítica y la economía internacional a los juarenses? Aun antes de que Donald Trump tomara juramento al cargo, migrantes de varios países llegaron en oleadas a nuestra ciudad, al igual que a otras ciudades fronterizas. Aquello parecía una locura, nunca habíamos visto tal cantidad de gente tratando de cruzar al otro lado del Río Bravo. Los veíamos solo con lo puesto, con niños pequeños en los brazos, agolpados en los puentes internacionales o en la puerta cuarenta del muro fronterizo; pedían dinero en los cruceros, afuera de los supermercados, o lavaban ventanillas de los carros para sobrevivir. Parecían hipnotizados frente a sus celulares esperando la confirmación de una cita a través del CBP One, la aplicación gratuita de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza. Algunos lo lograron, quizá solo para ser deportados más adelante, muchos otros no. Mientras esperaban, sufrieron frío, secuestros, extorsión y muerte, como los cuarenta que murieron, lamentablemente, en el fatídico incendio en el Instituto Nacional de Migración el 27 de marzo del 2023.

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La espera se volvió angustiosa cuando el mandatario norteamericano advirtió durante su campaña, que cancelaría la aplicación y las citas en proceso el 20 de enero, el día que fuera investido como presidente. Así lo hizo. Entonces, atestiguamos escenas desgarradoras de migrantes llorosos, impotentes, al saber que su peligroso periplo de meses para llegar a la frontera norte había terminado. Grupos de apoyo tuvieron que ofrecer orientación psicológica, ya que esta decisión causó toda clase de sentimientos y emociones a los migrantes rechazados. El gobierno de México inició protocolos para protegerlos mientras regresaban a sus países de origen. La mayoría de los migrantes regresaron a enfrentar la miseria o la violencia. Los menos, decidieron quedarse a trabajar en Ciudad Juárez, como el haitiano que llena el tanque de gasolina de mi carro cada semana, o la chica colombiana que arregla las uñas en un centro comercial. Ahora, la aplicación CBP One incluye una nueva opción para los migrantes ilegales en Estados Unidos: autodeportarse. Esta violación al derecho que tienen las personas de migrar, reconocido por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, causó conmoción y acrecentó la aversión de los juarenses a las resoluciones autoritarias del presidente Trump, que vimos como racistas y discriminatorios.

FOTO: CARLOS SÁNCHEZ COLUNGA/CUARTOSCURO.COM
FOTO: CARLOS SÁNCHEZ COLUNGA/CUARTOSCURO.COM

La imagen de la ciudad también se transformó. Ante la preocupante amenaza de deportaciones masivas de Trump, el gobierno instaló diez enormes carpas equipadas con todo lo necesario, un albergue temporal con capacidad para 2,500 repatriados en el área conocida como El Punto, el lugar donde El Papa Francisco ofició misa el 17 de febrero del 2016. Un elefante blanco hasta hoy, ya que solo se han recibido entre 55 y 60 personas en promedio cada día. La tarea de deportar a los millones de indocumentados es titánica porque requiere inversión, además de los problemas logísticos y dificultades para rastrear a cada migrante.

Después de enterarme de las medidas arancelarias impuestas por el presidente Trump, pregunté a mis amigos y conocidos su opinión sobre los posibles efectos y preocupaciones que preveían en sus diferentes entornos y actividades diarias. Saben que el pastorcillo cruel confirmó que el lobo ya está a la vuelta de la esquina, pero la vida sigue su curso normal. Hasta hoy, me cuentan, las filas para cruzar los diferentes puentes internacionales de tráileres con mercancías de la industria maquiladora, estudiantes, gente que va de compras, asuntos de negocios, o por diversión, no han menguado. Consideran que los trámites aduaneros y para conseguir visas son normales, aunque hay aumento en las solicitudes, quizá debido al temor a que en el futuro haya dificultades para conseguirlas, dicen. Hay parques industriales en construcción, señales de pujanza que nos dan seguridad de bienestar para el futuro. En otras palabras: business as usual. Los ciudadanos de a pie siguen su ritmo y sus dinámicas. Quizá a muchos de ellos, los que viven un día a la vez, quienes obtienen el sustento de la economía informal o de actividades que no serán afectadas por la guerra comercial desatada por el presidente Trump, les da igual lo que ocurra en el mundo. El grito del ovejero “¡Que viene el lobo, que viene el lobo!” no llega a sus oídos. Allí sigue el vaivén de autobuses llenos de trabajadores de la maquila, los antros colmados de juventud solo preocupada por divertirse los fines de semana, y las noticias en los diarios de la violencia cobrando su cuota de sangre que nos lastima como cada día.

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Sin embargo, el panorama de esta ciudad industrial y trabajadora puede cambiar. El motor de la economía en Ciudad Juárez es la industria maquiladora. De acuerdo con algunas fuentes, hay en Ciudad Juárez diez parques industriales con 312 maquiladoras, en las que, hasta junio del 2023, ocupaban a 282,289 trabajadores según el INEGI. La ciudad entera proporciona bienes y servicios para que esta enorme maquinaria produzca y exporte a tiempo sus productos. Es la industria automotriz la dominante en las plantas ensambladoras de nuestra ciudad. Justo la que está en la mira del presidente y podría sufrir el golpe letal de los aranceles. Solo en Juárez, el ramo automotriz representa el 36% de la demanda de manufactura —un 65% en el Estado de Chihuahua— y ocupa a 142 mil trabajadores. Arneses, bombas de gasolina, radiadores, bocinas, elevadores de cristales, limpiaparabrisas, y una gran cantidad de autopartes son producidas aquí. Si el contenido de origen de estas autopartes no es totalmente estadounidense, entendemos que la repercusión en los aranceles sería enorme.

No hay que olvidar que el objetivo, deseo o capricho del presidente, es que estas empresas regresen a su país para hacer “America great again”, porque hemos sido “muy injustos con Estados Unidos”. Desconoce que las empresas maquiladoras, establecidas aquí desde 1966, han enriquecido a las grandes transnacionales a costa de nuestra mano de obra barata y que, salvo empleo y salarios de sus trabajadores, nada de esa riqueza se queda en México. Por ello, hay inquietud entre los ejecutivos de las maquilas, incertidumbre de hacia dónde va todo esto. Ayer escuché que un académico en un debate de la televisión decía que “el mundo se encuentra en una habitación oscura y sin linterna”. ¿Qué ocurrirá en el largo plazo? Yo soy escritora, no sé nada de economía, ni entiendo la complejidad de estos aranceles que han puesto en vilo al mundo, pero como extrabajadora de la industria más de tres décadas, sé que cuando hay problemas graves con la economía, la producción y las contrataciones se frenan, luego comienzan los paros temporales, después hay despidos y cierre de empresas. Esta situación ya la vivimos entre el 2000 y el 2008 durante la crisis económica mundial. La desaceleración de la economía estadounidense y la caída en la demanda mundial de automóviles, artículos electrónicos y electrodomésticos ocasionó la pérdida de 25 mil empleos solamente en Ciudad Juárez, cierre de plantas, paros técnicos y recortes de personal. Recuerdo naves industriales vacías y despidos colectivos.

Todo indica que la situación arancelaria podría causar un daño mucho mayor esta vez debido a la feroz e insensible imposición del presidente Trump. Eso es lo que podría ocurrir en el peor de los casos, y eso es justo lo que la gente teme: la pérdida de su trabajo. Las consecuencias serían desastrosas dado que no hay en Ciudad Juárez otros sectores económicos con capacidad de absorber el desempleo en las proporciones que eventualmente ocurran. Podemos imaginar el efecto dominó de un escenario así: pobreza, bajo consumo, quiebra de pequeñas y medianas empresas, migración —lo que tanto repudia el presidente— recesión y un largo etcétera.

¿Hay esperanza de una marcha atrás a la sinrazón e insensibilidad de Donald Trump hacia la pobreza a la que puede condenar a sus otrora amigos, vecinos del sur? Tampoco lo sabemos. Creemos que sus polémicas decisiones tendrán como corolario una gran crisis no solo en los países incluidos en su tabla de aranceles —calculados por una fórmula que parece del profesor Bacterio, sacada de algún cómic de Mortadelo y Filemón— sino en el propio Estados Unidos. Los analistas opinan que será el propio pueblo norteamericano quien sufra las peores consecuencias. Quizá Trump quede como Pedro, el pastor de la fábula de Esopo: repudiado, ignorado, con sus propias ovejas devoradas por el lobo, ese que voceaba para engañar a los aldeanos de su pueblo. Por lo pronto, permanecemos en la inquietud, en la cautela y en alerta sobre el futuro de mi querida ciudad y de todo México. Tal vez, ojalá, todo esto nos haga lo que el viento a Juárez.

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