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Ahora sí que hubo novedades en estos días. De entrada, el fin de semana pasado, fuí a la Sala OllinYoliztli para escuchar por primera vez a una orquesta cuya publicidad había visto tan presente en las redes que, admito,me generaba la desconfianza que suelen propiciarme esas “Convenciones de quiroprácticos” –por no llamarles hueseros-que improvisan a diestra y siniestra para vender conciertos en los que no falta el adjetivo “espectacular”en su nomenclatura, pero que si por algo llegan a ser memorables, es porque sus resultados artísticos suelen dejar mucho que desear.
Estoy refiriéndome a la Filarmónica de las Artes, cuya página dice que fue fundada hace tres lustros por Enrique Abraham Vélez Godoy, quien funge como director artístico de esta bien comercializada agrupación que,me contaron, puede preciarse de generar sus propios recursos pues no recibe apoyo gubernamental alguno. En dicha página ponderan “su independencia y creatividad”, y que son “la única orquesta en México con su propia compañía de danza”, además de estar comprometidos con la accesibilidad y la creación de nuevos públicos, rubro en el cual he de reconocer su muy exitosa estrategia de promoción.
Todo esto sonara muy bonito, pero, que un director artístico programe un réquiem en Día de Muertos,podría parecer de un mercantilismo oportunista tan elemental, como programar El Mesías en navidad…hasta que voy viendo que, los días 1°, 2 y 3 de noviembre,ofrecerían juntos los Réquiemsde Mozart y de Verdi, monumentales cada uno en sus propios términos. Habría ignorado tan ambiciosa osadía de no ser porque, lo que en otras manos habría sido un despropósito, venía avalado por una carta más que respetable: serían concertados por Enrique Patrón de Rueda; así que, evocando a Monsiváis que solía decir que era “más curioso que digno”, me armé de valor y asistí a la última función.
La sorpresa no pudo ser más grata. Además de toparme con una muy solvente plantilla de unos sesenta atrilistas y cincuenta coristas muy bien seleccionados, vendieron todas las localidades de las tres funciones, ¡mérito que ya quisiera la Chafónica Nacional!Sumemos a ello los dos cuadros de solistas que se requirieron para cada compositor: para Mozart, el elenco lo conformaronAkemiEndo, JuliettaBeas, Alberto Galicia y Juan Carlos Navarro; y para Verdi, DhyanaArom, Rosa Muñoz, Andrés Carrillo y José Luis Reynoso.
A mi parecer, estuvo mejor logrado el Réquiem de Mozart, no solamente por el espléndidotrabajo de Patrón al frente de la orquesta, sino por la labor del coro preparado por Vladimir Rueda y el equilibrio logrado entre los cuatro solistas, pues, aunque Endo carece de un gran volumen, para Mozart no se necesita más.A diferencia, en el Réquiem de Verdi hubo espléndidos momentos, como el desempeño de las trompetas distribuidas en el escenario y a ambos costados de la sala durante el Tuba Mirum, la transparencia con que la orquesta abordó el Quid Sum Miser, o la avasalladora presencia del coro durante la colosal secuencia del DiesIrae; lamentablemente, contrastaron con el desempeño desigual de los solistas.
Soy consciente de que es agotador cantar tres días seguidos una obra de este calibre, pero en tanto que Reynoso nos conmovió profundamente durante el Confutatis en la función que presencié y Muñoz estuvo soberbia hasta el último momento, al grado de recordarme durante su LiberScriptusa nuestra gran Oralia Domínguez en aquella legendaria grabación que realizó en 1954 con Karajan,Carrillo caló y no nada más durante el Ingemisco; lo más penoso, fue quela emisión de Aromsonó inobjetablemente abierta, cascada y metálica, balando tan inmisericordemente de principio a fin que no pude más que asentir cuando enunció “tiembla todo mi ser y me lleno de pavor”.De seguir así, le auguro un mayor éxito desgañitándose en el ámbito del heavy metal.
Por otro lado, vaya revuelo que se armó el miércoles 30 de octubre, a raíz de que Alejandra de la Paz anunció a Marcelo Lombardero como nuevo titular de la Ópera de Bellas Artes. No solamente lo celebro, también hago votos porque,como funcionario, esté a la altura del brillante regista que es, porque se rodee de un equipo capaz que no ponga en entredichosu honorabilidad, tan mancillada tras sus salidas del Colón y del Teatro Argentino de La Plata, y porque no venga arrastrando compromisos que saldar: ya ven que fue durante la malhadada gestión de José Areánen ese mismo cargo,que se dieron los primeros pasos para la denominada “Colón-ización” de Bellas Artes y ambos han vuelto a hacer equipo recientemente, durante el Festival CulturaUNAM. Bien hará Lombardero en enterarse del por qué aquél está vetado en varias orquestas y no es visto con buenos ojos en otras tantas, no sea que quiera pegar su chicle aprovechando que está vacante el podio de la Orquesta del Teatro de Bellas Artes desde que, tras aquella improvisadaNovena del 29 de septiembre que en realidad fue su réquiem, López Reynoso dizque renunció aduciendo que “no se podía trabajar con Katzarava”, aunque todos supimos del voto unánime de la orquesta por quitárselo de encima.
Espero también que quien tiene Lombardero como segunda de a bordo no acabe imponiéndole elencos que, lejos de ser idóneos, sean los más convenientes para la agencia de la patrona de su ex jefe. Tiene Lilia María Maldonado una oportunidad invaluable para deslindarse de lafama de ser quien le hacía el trabajo sucio a Alonso Escalante cuando la tuvo a su servicio, tanto en el Teatro del Bicentenario como en la oficina a la que regresa y demostrar que –además de ser un Caballo de Troya- tiene la capacidad para desempeñar un cargo que, para ineptitud, arbitrariedad, nepotismo e ignorancia, ya bastante padecieron los grupos artísticos del INBAL con Mireille Bartilotti. ¡A ver cómo les va ahora con ella en la red de Teatros de la Ciudad de México!
Más que cuestionar a María Katzarava por sus gustos en programación o por su retahíla de buenas intenciones –queya sabemos, son las que pavimentan el camino del infierno-, su problema fue confiar en un par de personas que boicotearon sus esfuerzos: una, “sugiriéndole” a los artistas de su agencia, Nu Opera, y la otra, con su ineptitud y sus enjuagues. Yo me quedo con la inconmensurable artista que es y con la mujer de palabra que me confió que, mientras estuviera en el cargo, jamás la vería incurrir en el error de programarse, aunque eso nos privara de escucharla. Lo cumplió.
Ya Lombardero me adelantó que él sí se programará una vez al año, como parte del paquete por el que ha sido contratado. Confío en que así será, y anheloque no caiga en los mismos errores que María, a quien,de todo corazón, deseo que pronto volvamos a ver en lo suyo, que es el canto.