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La primera novela de Camila Sosa Villada fue un fenómeno literario. Las malas retrató con crudeza y honestidad a un grupo de travestis del Parque Sarmiento; un mundo que ella también habitó. Su relato fue, a la vez, un recorrido desgarrador por la construcción de su identidad y por la vida de sus compañeras acosadas por la intolerancia, la violencia y las constantes penurias.
La novela ha sido traducida a más de 20 idiomas y Camila obtuvo el Premio Sor Juana Inés de la Cruz y el Finestres de Narrativa en 2020. Sin embargo, el apabullante éxito también le permitió asomarse a otra intriga: qué hubiera ocurrido si una travesti tuviera una vida apacible y de lujos; una ecuación distinta pero, quizá, con los mismos infiernos.
En Tesis sobre una domesticación, su más reciente libro, Sosa Villada (Córdoba, 1982) se sumerge en la vida de una actriz travesti que, a través de su trabajo, ha logrado una estabilidad económica y social; está casada, tiene un hijo y visita frecuentemente a sus padres. Pero aunque el sueño de la clase media se ha cristalizado, la actriz se siente asfixiada por esos pactos silenciosos de los que se siente sometida.
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La escritora argentina, con ese ritmo vertiginoso y erótico que le caracteriza, examina los falsos ideales que se ciñen en las relaciones, reformula a la familia y al matrimonio como instituciones que abrazan el sometimiento, una especie de costumbre que algunos creen necesaria. Pero, también, se detiene a mirar la ternura que brota de estos vínculos y las pasiones que no conocen límites.
Tesis sobre una domesticación apareció por primera vez en Página 12, en 2019. Ahora, la editorial Tusquets presenta una nueva versión de la autora, la historia también está por salir en cines, protagonizada por la propia Camila y el mexicano Alfonso Herrera. La novela es una constante provocación a detonar las instituciones familiares y al disfrute del cuerpo porque, como dice la protagonista: “La prostitución y la actuación tienen las mismas mañas”.
“A una actriz no se le investiga, se le inventa”, dijo María Félix. ¿Cómo fue tu invención de la protagonista?
Fue mucho de mí, de María Felix, de Anna Magnani, de todas esas divas del cine que hicieron que mi atención estuviera subyugada a esas historias de vida. Ellas encontraron qué hacer en un mundo que no tenía mucho por ofrecer a las mujeres más que una casa, marido e hijos; encontraron una alternativa. Mujeres con el corazón roto que en algún momento fueron hermosas, que hicieron cosas increíbles. También hay mucho de Gena Rowlands, en su personaje de Myrtle Gordon en Opening night.
¿Qué tanto hay de ti en la actriz de la novela?
Hay cierta coincidencia en la procedencia, ella viene de un lugar muy parecido al mío, de la sierra de Córdoba, que era como tener una cabeza amurallada por las montañas y, de repente, tuvo la posibilidad de entrar a otro mundo: empieza a viajar, conocer, probar distintos sabores, cosas que no estaban hechas para ella. Lo único que no tiene nada que ver conmigo es esa historia de amor: dejar todo por un tipo y cambiar su sistema de vida; en eso no nos parecemos. Hace tiempo aprendí a pensar en el narrador como un personaje, cada libro que he publicado fue escrito por un personaje-narrador, que tengo muy claro en la cabeza. En esta ocasión, el narrador se parecía mucho a mí en cómo miro algunas cosas, por eso ironiza a la actriz, la castiga y también la perdona.
La novela avanza entre las revelaciones de la actriz a sus miedos, sus pasiones por su matrimonio o la familia. Sin embargo, parece que cada una conlleva una deuda. ¿Hasta qué punto las pasiones son deudas?
Te cobran factura, por supuesto. Te cobran cada impulso vital que tienes, si no te lo cobra otra persona, te lo terminas cobrando tú mismo porque es la lógica en la que estamos metidos. Por ejemplo, las personas que a sus 50 años se descubren como gay, empiezan a hacerse millones de panoramas trágicos a su alrededor y terminan con una relación a escondidas mientras mantienen a su mujer y sus hijos y tratan de ser los padres perfectos. Lo digo porque conozco a un montón de gente con esta situación. Parece que uno no puede tomar una desviación del trazo que nos marcan, sin curvas, sin sorpresas, nos piden que caminemos directamente a la muerte, cualquier cosa que uno haga fuera de eso, te lo cobran. Vivir es peligrar; no se puedes salir ileso de la vida.
Las familias son un terreno de confort, pero también son una zona de enorme peligro
Camila Sosa Villada, escritora y actriz
La familia es uno de los ejes principales de esta novela, que para la actriz es un espacio que reconforta y agobia. ¿Qué tipo de institución es la familia?
Es una institución burguesa. Un confort que amenaza. Es una institución que brinda una aparente escapatoria para la soledad. Hoy me comunicó mi mamá, que el marido de una tía murió. Un tipo que había abusado de su nieta y que nadie lo denunció, pero que mi tía tuvo que cuidar hasta el último momento porque tenía Parkinson. Hoy, mi tía levantó el cadáver de su marido a pesar de todo lo que hizo, y lo acompañó hasta el crematorio. Lo digo claramente, las familias son un terreno de confort, pero también son una zona de enorme peligro, y no se puede zafar de eso.
En Latinoamérica, la figura de la familia se ha puesto en un pedestal. En México está la frase y concepción de que “la familia es primero”.
Sí, pero hay que detonarla y fundar un nuevo tipo de familia, donde las mujeres y niños no estén en riesgo, donde los hombres no tengan la obligación de ser proveedores, fuertes, violentos. Una familia donde los niños no sean ignorados, donde la autonomía de los niños se respete, donde se les escuche porque sabemos que los niños tienen algo qué decir. El esplendor y decadencia de la familia ya se vio en el cine, en los libros, en muchos lugares, pero me parece que es momento de explotarla.
¿Cómo evitar la domesticación familiar?
Las familias son una instancia de la domesticación, pero la domesticación más grande ocurre con el ideal de pareja, con el ideal de que una no puede sobrevivir sola, sobre todo los travestis. Soy muy fan de Las Perdidas (influencers mexicanas), cuando pasó lo de Paola y el novio que la golpeó, primero me dio mucho miedo, pero después vi las declaraciones que ella decía: “No puedo creer que alguien que me ama, me haga esto”. ¿Cómo que no lo puedes creer? Eso también hace una persona que te ama. Sin embargo, la idea de que el amor todo lo puede es la estupidez más grande que se puede decir en nuestras sociedades, porque sabemos que no es verdad. En nombre del amor se han cometido tantos crímenes, tantas barbaridades, que no entiendo por qué siguen insistiendo con eso. Mi curiosidad por la familia es para hacer una especie de disección a este animal; es una curiosidad genuina porque durante mucho tiempo estuve sin familia.
Debemos reconocer que hay maricones de derecha, trabas de derecha, lesbianas de derecha, y ese no es el problema
Camila Sosa Villada, escritora y actriz
La novela la comenzaste a publicar en 2019. ¿Qué tanto cambió la versión que ahora presenta Tusquets?
Refiné la gramática, es un poco más elegante la manera de escribir y también fui más arrogante. Profundicé algunas cosas que estaban esbozadas en la primera versión, que quizá por timidez no había hecho, como la relación de la actriz y el director, que se volvió más honda y adoptó otro relieve. La anécdota es la misma, empieza y termina igual, pero está mejor escrita y me atrevo a citar marcas porque ahora me las puedo comprar.
La protagonista es una travesti millonaria, que vive en un departamento de 312 metros cuadrados en un lujoso barrio. Esta posición no es muy común entre las travestis de Argentina ni Latinoamérica. ¿Por qué retratarla así?
Para mí es una especie de ciencia-ficción porque es poco probable una vida así para una travesti. También es una contestación en Las malas, pues la escribí inmediatamente después de ese libro y era un momento donde recibía comentarios de los lectores como: “Ay pobrecitas”, “Ay, Camila, te pido perdón”, “Pobrecitas, no sabía que sufrían tanto”. Para mí era un problema porque de lo único que se hablaba era de la pobreza trans, de la miseria trans, de la prostitución, de la enfermedad, del hambre, pero también hay travestis que hacen una fortuna con su cuerpo, travestis felices y que no tienen ninguno de los rollos de Las malas. Con esta novela tenía ganas de que el problema fuese otro, que fuese un conflicto interno, quería que la protagonista ignorara su propia domesticación un poco cegada por la riqueza, el ego y amor. No concibo una escritura sin travestis, no sé si pueda escribir una novela de 300 páginas sobre una persona que no lo es, porque es mi ficción, porque miro el mundo desde esta perspectiva. Para mí, lo lírico, poético y hondo es todo ese universo que tienen las trabas.
¿Qué representa ser travesti en la Argentina gobernada por Javier Mieli?
Hay un enorme grupo, en el que me incluyo, que tiene miedo porque somos privilegiadas, no como el mundo de antes donde las travestis ni siquiera podían salir a la calle libremente; ahora sí podemos salir, marchar, tener banderas, aparecer en la televisión, dar entrevistas; sí, tengo miedo de perder esos privilegios porque no tengo ganas de volver a esconderme, de tener miedo, de toda la inteligencia que hay que facturar para sobrevivir en un mundo que te odia. Sin embargo, también hay una enorme porción, mucha gente de la comunidad LGBTTTIQ+, por meternos dentro de algún saco, que votó por Milei y que está contenta. Las trabas existimos con Milei y sin él, con Videla y sin él, las trabas existimos antes de que llegaran los españoles. No podemos hablar de que los gobiernos de ultraderecha son precisamente crueles con la comunidad LGBTTTIQ+ porque hay mucha gente que los apoya. También debemos reconocer que hay maricones de derecha, trabas de derecha, lesbianas de derecha, y ese no es el problema.
Parece que la derecha y la izquierda no terminan por satisfacer a la ciudadanía, que la democracia es un sistema desgastado…
También ha fallado la democracia. Las democracias se están pareciendo a las dictaduras. En un país donde tienes que elegir desde hace décadas, sólo venimos eligiendo entre el menos peor, eso no es democracia. Ahora, las democracias son grupos económicos, empresariales, y encima hacemos todo ese circo de elegir a alguien cuando en realidad quien nos está gobernando son tres o cuatro personas.
Te han llegado a catalogar como una escritora erótica. ¿Qué tipo de narradora quisiste ser en esta novela?
Me encanta que me lo digan, me parece un halago. La narradora es una impune total, es una nena que espía, que escucha hasta los ruidos que se producen en la penetración, que escucha las cosas más íntimas que se dicen los amantes al oído; eso hace la narradora. Me parece que es un terreno en el que una tiene que escribir bien, no es fácil escribir una escena sexual, hay que escribirlas muy bien, no digo que las mías lo estén, pero sí que es un aprendizaje. Me parece que completamente necesario volver a escribir erotismo, incluso pornografía. Es una experiencia erótica.
¿Cómo ama Camila Sosa sin ser domesticada?
No amo. No sé amar ni querer, no sé lo que es eso. Hace un tiempo sabía lo que era estar enamorada, tuve un par de novios y fracasos que me indicaban la proporción de un amor. Pero después de mi última separación, no sé si decidí o me desentendí de qué era. Me cuesta mucho pensarme amando a alguien.
¿De dónde sacas la fuerza para decidir no amar?
No lo decidí, creo que es algo que me sale naturalmente, me resulta cada vez más extraño amar a alguien. El amor me causa una curiosidad que sólo es literaria.