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David Noria es un hombre de letras en el sentido noble del término, al reunir cualidades de escritor, cronista, poeta, traductor e investigador en ciencias sociales. Tras haber publicado una cantidad considerable de poemas y colaboraciones en revistas importantes, entrega a sus lectores este año, 2025, un bello libro, Bajé ayer al Pireo. Allí despliega sus competencias de helenista revelando la riqueza de La guerra del Peloponeso de ese historiador, fundador de la disciplina histórica, que fue Tucídides. Repasa las interpretaciones dominantes hasta ahora: aquella calificada como positivista de Jacqueline de Romilly y la otra, que considera materialista de Denis Roussel, quien tradujo a Tucídides en la edición de la Pléiade. Reconoce en ambos su erudición, pero saca a la luz un punto ciego de sus interpretaciones: el hecho de que hayan borrado, uno y otra, la dimensión literaria de la obra de Tucídides. Por un lado, Jacqueline de Romilly presenta el relato de Tucídides como puramente científico, propio de un médico hipocrático para el que la razón era el valor más importante, desprovisto de todo pathos; y por el otro, la interpretación de Denis Roussel en la que prevalece una lógica implacable que relaciona causas y efectos de una manera casi mecánica.

En su lectura de Tucídides, es claro para David Noria que se trata también de una obra literaria, porque hay un suspenso y un desenlace de éste, como en el episodio de la peste que es de enorme patetismo. David Noria coincide así con la lectura de la Escuela de París, aquella de los historiadores y antropólogos, de Jean-Pierre Vernant y Pierre Vidal-Naquet. Este último defendió dicha idea en el prefacio que escribió a la traducción de Roussel. Subrayó que no podemos leer La guerra del Peloponeso sin ver en ella una tragedia griega. Por otra parte, Cornelius Castoriadis había consagrado un seminario de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS) a Tucídides defendiendo esta misma tesis, según la cual el historiador retoma las estructuras literarias de la tragedia griega y convierte a Pericles en el coro, aunque se trate de un individuo. Transforma un coro plural en un coro individual que canta lo que ocurre. El sujeto trágico es Atenas que padece la caída a causa de su desmesura. Castoriadis va incluso más lejos, defendiendo la idea de que esta estructura trágica no es sólo literaria, sino que corresponde a la filosofía de la historia de los griegos, es decir una concepción del tiempo cíclico a lo largo del cual alternan los períodos de grandeza y pequeñez. David Noria pone en evidencia que todos estos aspectos filosóficos, antropológicos y literarios están ausentes en la interpretación de Jacqueline de Romilly y de Denis Roussel.

David Noria no se limita a ver en Tucídides al creador de un género histórico positivista; demuestra en qué sentido la historia según Tucídides corresponde a la definición de Michel de Certeau: una disciplina que es una ciencia-ficción en tensión entre sus polos, literario y científico, debiendo mantener juntos los dos extremos de la cadena. Tucídides había concebido su historia en ruptura con Heródoto, calificado de cuentista, inventor de leyendas, y oponiéndole el hecho de sólo contar lo que ocurrió, confirmado por los testigos. Pero según David Noria, Tucídides también confirma la verdad de los oráculos, constatada en los terremotos y la peste que tocó a Atenas pero no a Esparta. En este sentido, Tucídides y los griegos vieron una sucesión de eventos que sobrepasaban un aspecto puramente factual, racional. Castoriadis demostró en La institución imaginaria de la sociedad que ninguna sociedad puede reducirse a la racionalidad, ni siquiera la nuestra que es laica, moderna… Siempre habrá imaginarios. Tucídides presta atención al lenguaje, para tener cuidado de que éste no degenere en demagogia. El poder impone palabras, frases y a los ojos de Tucídides esto hace parte de la degeneración del lenguaje. Hay todo un universo de sentido que las interpretaciones clásicas han ocultado y el gran mérito de David Noria es poner en evidencia cómo Denis Roussel en su traducción excluye pasajes, y demostrar que la obra de Tucídides es mucho más rica de lo que nos decían Jacqueline de Romilly y Denis Roussel. La historia es un relato y Tucídides es también un escritor que despliega un relato trágico marcado por signos: el oráculo de Delfos, los eclipses, los terremotos… que parecen anunciar una nube oscura cerniéndose sobre Atenas, lo que sucede en efecto a la mitad del libro II con la peste y la derrota en la guerra. Es una tragedia en los dos sentidos del término: del género trágico del teatro griego y en el sentido de una catástrofe para el pueblo ateniense.

Otra parte del libro está dedicada a la recepción de los estudios griegos en América Latina, donde David Noria revisita la relación de amistad entre Octavio Paz y Castoriadis, de tanta relevancia en la evolución intelectual de México. Lo que Paz hizo en términos de creación de revistas, de toma de posiciones políticas fue fundamental y Castoriadis jugó en este plano un papel muy importante.

La bella obra de David Noria termina con una tercera sección consagrada a la poesía, pues detrás de este investigador muy perspicaz hay un verdadero poeta.

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