De izquierda 
a derecha y de arriba a abajo: Eduardo Luquín, Carlos Orozco Romero, 
Andrés Soler, 
Carlos Pellicer,
 Carlos Mendoza Carrasco, Celestino Gorostiza, Roberto Montenegro, Enrique González Martínez, Rafael Solana, Xavier Villaurrutia y Elías Nandino en las escaleras del Hotel Majestic, después de la comida con motivo de la celebración de la obra de teatro La Hiedra de Xavier Villaurrutia, 1942./ Autor no identificado
De izquierda a derecha y de arriba a abajo: Eduardo Luquín, Carlos Orozco Romero, Andrés Soler, Carlos Pellicer, Carlos Mendoza Carrasco, Celestino Gorostiza, Roberto Montenegro, Enrique González Martínez, Rafael Solana, Xavier Villaurrutia y Elías Nandino en las escaleras del Hotel Majestic, después de la comida con motivo de la celebración de la obra de teatro La Hiedra de Xavier Villaurrutia, 1942./ Autor no identificado

Hace cien años, en junio de 1925, la literatura mexicana estaba viviendo un momento muy importante, comenzaba a diseñarse uno de los movimientos literarios más destacados del siglo XX: la generación de Contemporáneos.

El grupo Contemporáneos, conformado, principalmente, por nueve escritores fundamentales para las letras mexicanas: Jaime Torres Bodet, Bernardo Ortiz de Montellano, José Gorostiza, Enrique González Rojo, Carlos Pellicer, Salvador Novo, Xavier Villaurrutia, Gilberto Owen y Jorge Cuesta.

Hoy sabemos que el grupo Contemporáneos estuvo integrado por una nómina mayor, constituida por una pléyade de artistas de diversas disciplinas: literatura, teatro, artes plásticas, música, fotografía, como: Antonieta Rivas Mercado, Celestino Gorostiza, Octavio G. Barreda, Ricardo de Alcázar, Carlos y Eduardo Luquín, Roberto Montenegro, Julio Castellanos, Agustín Lazo, Manuel Rodríguez Lozano, Adolfo Best Maugard, Carlos Chávez, Emilio Amero y Gabriel García Maroto, entre otros.

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En la foto de 1927 aparecen algunos integrantes de Los contemporáneos. De izquierda a derecha, sentados: Eduardo Villaseñor, José Rubén Romero, Mariano Silva y Aveces, Bernardo Gastelum, Enrique González Mrtínez, Xavier Villaurrutia, Gilberto Owen y Julio Torri; de pie: Bernardo Ortiz de Montellano, Julio Jiménez Rueda, no identificado, Enrique González Rojo, Salvador Novo, Jaime Torres Bodet, Jorge Zalamea, no identificado, no dientificado. Crédito: Secretaría de Cultura
En la foto de 1927 aparecen algunos integrantes de Los contemporáneos. De izquierda a derecha, sentados: Eduardo Villaseñor, José Rubén Romero, Mariano Silva y Aveces, Bernardo Gastelum, Enrique González Mrtínez, Xavier Villaurrutia, Gilberto Owen y Julio Torri; de pie: Bernardo Ortiz de Montellano, Julio Jiménez Rueda, no identificado, Enrique González Rojo, Salvador Novo, Jaime Torres Bodet, Jorge Zalamea, no identificado, no dientificado. Crédito: Secretaría de Cultura

Hacia 1925, ya se encontraba conformado plenamente uno de los primeros antecedentes de Contemporáneos: el “Grupo sin grupo”. En ese año aparecieron varios de sus libros: Biombo, de Torres Bodet; El trompo de siete colores, de Ortiz de Montellano; Canciones para cantar en las barcas, de Gorostiza; Ensayos, de Novo; y La llama fría, de Owen. También, la agrupación fue incluida en una nueva antología, la Antología de prosistas modernos de México.

Desde los primeros meses de 1925, Jaime Torres Bodet, Bernardo Ortiz de Montellano, Enrique González Rojo, José Gorostiza y Xavier Villaurrutia, anhelaban una nueva aventura editorial, recientemente habían participado en la revista Antena, de Francisco Monterde, la cual fue esencial para el grupo, debido a que presentó una separata en el mes de septiembre de 1924, denominada: La poesía de los jóvenes de México.

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Se trataba de la conferencia que dictó Xavier Villaurrutia en la biblioteca Cervantes, en mayo de 1924, en la cual puntualizó: “Por la seriedad y conciencia artística de su labor, porque sintetizan, en su porción máxima, las primeras realizaciones de un tiempo nuevo, es preciso apartar en un grupo sin grupo a Jaime Torres Bodet, a Carlos Pellicer, a Bernardo Ortiz de Montellano, a Salvador Novo, a Enrique González Rojo, a José Gorostiza…”, es decir, la conferencia de Villaurrutia había resultado ser una suerte de manifiesto del naciente “Grupo sin grupo”, de tal manera que, para 1925, la agrupación buscaba un nuevo medio de expresión.

Cada vez se aficionaban más con la Revista de Occidente, y comprendían que era necesario organizar una revista que causara polémica, que acabara con la quietud de México y que los representara realmente como grupo. La revista tenía que ser igual a la española tanto en el formato como en sus propósitos. Una revista que despertara controversia, pendiente en todo momento de México, pero siempre de frente y en contraste con Europa.

En mayo, aproximadamente, se decidió cómo se llamaría esta publicación: Contemporáneos. Su nombre, se aceptó siempre que había sido elegido por Jaime Torres Bodet, en su libro de memorias Tiempo de arena, menciona: “Publiqué un volumen de ensayos titulado Contemporáneos que transmitió su título a una revista”, aunque, hay que señalar, que este libro de ensayos apareció a principios de 1928, meses antes de la publicación de la revista Contemporáneos, se presume que Torres Bodet ya tenía la idea desde 1925 y, a partir de esta declaración en Tiempo de arena, nadie lo puso en tela de juicio. Por otra parte, Ermilo Abreu Gómez señala en Las revistas literarias de México, que: “El nombre lo inventó José Gorostiza. Sutil invento, pues no supone compromiso ni social ni político ni estético de los socios. Todos se sentían libres para hacer y deshacer a su antojo”. Salvador Novo sugirió, que el nombre fue tomado del que usaban unas Éditions du Capitole en París en 1923, para su colección de literatura que se llamaba Les Contemporains.

Jaime Torres Bodet escribió una carta a Alfonso Reyes para participarle el acontecimiento de la nueva publicación:

Jaime Torres Bodet

Altamirano 116,

México, D. F.

A 3 de junio de 1925

Señor Lic. Don Alfonso Reyes

Ministro de México,

París.

Mi admirado amigo:

No sé si Villaurrutia o González Rojo o algún otro le hayan anunciado la próxima aparición de nuestra revista Contemporáneos.

Deseamos que el primer número corresponda al mes de agosto. La revista será probablemente mensual. ¿Querría usted enviarnos algo suyo para el segundo número, el de septiembre? Necesitamos su ayuda pues contamos ya con su amistad generosa. En cuanto salgan los primeros ejemplares tendré especial cuidado en enviarle diez o quince para que tenga la bondad de distribuirlos bien entre escritores de París y de España. A todos ellos hemos de ir dirigiéndonos en lo sucesivo, pero existe el inconveniente de que cobran su colaboración y no hemos encontrado todavía el secreto de acuñar nuestra admiración.

En espera de sus noticias y con un saludo de nuestros amigos Villaurrutia, González Rojo y Gorostiza, quedo de usted amigo devoto y afectísimo servidor.

J. Torres Bodet

En esa época, los integrantes del grupo, atravesaban obstáculos que los marcaron y definieron para el resto de sus vidas, se habían visto inmersos en polémicas, ataques, caídas y de nueva cuenta escalaron para emerger de la adversidad.

Entre estas polémicas, podemos mencionar, la que tuvieron en 1921, con Manuel Maples Arce y el grupo del Estridentismo. Las controversias y las diferencias entre el grupo Contemporáneos y los estridentistas se mantuvieron durante las décadas siguientes, aunque, el grupo siempre trató de ignorar a los estridentistas, hasta que, finalmente, el grupo Contemporáneos se convirtió en un grupo con una mayor importancia para la vida cultural y nacional, pues sus obras y sus trayectorias fueron ampliamente reconocidas, y eran los personajes que dominaron el ámbito público por varias décadas, mientras que el grupo estridentista quedó prácticamente en el olvido.

Otra polémica en la que el grupo se vio inmerso, fue precisamente en ese 1925, a partir de la publicación del artículo “El afeminamiento en la literatura mexicana”, de Julio Jiménez Rueda, este ensayo presentó un desdén contra la nueva literatura mexicana que se estaba creando, particularmente era una declaración que podía considerarse semejante a las críticas extranjeras que estaban asombradas de que en México, recién sacudido por la revolución, no se buscara realizar una “literatura nacionalista y con fuertes rasgos autóctonos”.

Por otro lado, comenzaron los comentarios inapropiados, se empezó a decir que la Revolución Mexicana había sido llevada a cabo por un grupo de hombres “machos”, y si la literatura actual se oponía a dar cuenta de este tema, era simplemente porque los nuevos escritores tenían una “sexualidad dudosa”.

A la distancia, se puede concebir como un ataque puntual de su época, derivado de la rivalidad que se le impuso al grupo, rivalidad que ellos ni entendían, ni tomaban en cuenta, ni hacían el menor intento por entrar en esa discusión, se trataba de la rivalidad con el nacionalismo, muy representada en la plástica de la época, entre los pintores muralistas con su temática nacionalista, y los pintores llamados de “caballete”, que no basaban su obra en tipificar este estereotipo nacionalista, y que eran los artistas plásticos que formaban parte del grupo, como Roberto Montenegro, Adolfo Best Maugard, Agustín Lazo, Manuel Rodríguez Lozano, Julio Castellanos o Abraham Ángel.

Desde que se publicó este artículo, comenzó una discusión que finalizaría hasta mediados de 1925, gracias al oportunismo de los periódicos y las revistas. En este debate participaron varios escritores con plaquettes y reseñas, atacando y defendiendo con una saña y una inteligencia, según el caso. Entre los escritores que se prestaron con más interés a esta controversia podemos mencionar a Mariano Azuela, Salvador Novo, Victoriano Salado Álvarez, Francisco Monterde. También participaron otros reporteros que, bajo la protección de pseudónimos, llevaron dicha controversia hasta un límite que finalmente la desvirtuó por completo.

Xavier Villaurrutia escribió a Enrique González Martínez, para mencionarle lo que estaba ocurriendo, y también le comentó sobre la nueva revista que estaban planeando:

México 26 junio 1925

Muy admirado poeta:

Su carta, que respondió al envío de mi sencilla conferencia, y sus últimos dos libros, me han llenado de una alegría orgullosa y de un delicado estímulo.

Usted sabe –o presiente– que, aunque físicamente lejos González Martínez, la presencia de su obra en los espíritus mexicanos que algún valor representan es, además de cercana, constante.

Por esa misma comprensión y respeto a su obra, yo mismo creo que algo valgo.

Es confortante para nosotros –y para usted– pensar que la línea no se ha roto a pesar de algunas apariencias, fáciles de disolver.

Entre los poetas de mi grupo, ninguno sigue directamente su obra.

Pero esta misma pudorosa abstención ¿no es una nueva forma de respeto? ¿no es una forma más exacta de admirar, ni deseo de prolongar o continuar aquello que no ha menester ser continuado, ni prolongado?

Si algún coro merece el poeta, sea éste aquel que lo admira sin repetirlo, que lo comenta sin imitarlo, y que –coro griego–, no quiere, ni tiene derecho, a intervenir en el desarrollo de una obra de firmes impulsos. Ese es, querido maestro, nuestro coro.

Cuando en México un arribista o un amargado quieren disminuir con una sola necia palabra los valores de nuestra cultura, en nosotros cae la pena y de nosotros nace la protesta. Así cuando a usted se le ha herido. Así cuando a Alfonso Reyes. Sólo que alejados, a pesar nuestro, de los periódicos que llegan a la mayoría, no hemos podido hacer la defensa de la continuidad espiritual. –Tal vez, Enrique le ha hablado ya de esta posición nuestra en los periódicos–. Confiamos en que pronto pasará.

Ojalá las líneas anteriores borren cualquier idea instantánea de ingratitud que usted, con todo derecho, haya referido a nosotros.

¡Qué le diré de los libros! El romero alucinado lo conocía en su primera edición. El nuevo libro fui yo quien lo di a conocer en México, dándole lectura en la feria del libro. Pronto, en el tiempo necesario, escribiré sobre él. Ojalá sea en la revista que proyectamos, de la que Enrique en este momento le informa y para la cual le pedimos algo suyo.

Recuérdenos querido poeta con la correspondencia que merecemos.

Xavier Villaurrutia

A partir de esta polémica, quedaron muchas líneas bien establecidas, una de ellas, la ruptura definitiva entre la generación precedente y el “Grupo sin grupo”, el cual aceptó la responsabilidad de que su literatura fuera parte de lo “moderno”, de lo “actual”.

Todos los que se decidieron para atacar al grupo en la controversia salieron más fuertes, sobre todo en la idea del nacionalismo, porque los que estaban del otro lado, los “vanguardistas”, quedaban fuera del proyecto de nación en cuanto a lo cultural. Según este proyecto, México necesitaba más posturas y menos ideas.

El grupo criticaba ambas posiciones, de tal modo que no se ofrecía ningún beneficio al proyecto cultural, este tipo de discusiones no sumaban nada. Para empeorar las cosas, se empezó a denominar al grupo como: “los afeminados”. Sin duda, este altercado sacudió al grupo de forma estridente, ya que hasta entonces habían sido quienes llevaban la batuta sobre el ámbito cultural, la escritura, la poesía joven en México, además de haber tenido a su servicio al Estado, por medio de los puestos gubernamentales, de las editoriales, y de otras instancias dentro del gobierno.

La polémica alcanzó un nuevo matiz con el artículo de Jiménez Rueda, cuando éste pretendió juzgar la literatura de los escritores cercanos a Enrique González Martínez o Alfonso Reyes, los integrantes del “Grupo sin grupo”, señalando que sus escritos estaban lejos de enaltecer la extinta Revolución Mexicana o el naciente nacionalismo, y los tachaban de “afrancesados”, “exquisitos”, porque su literatura buscaba abarcar una cultura universal, una literatura de otras latitudes, y no centrarse únicamente en el tema nacionalista que inundaba a México. La cuestión en boga era definir sus creaciones como “antinacionales”, se expuso al grupo como “extranjerizante”, “escapista”, ajeno a las cuestiones nacionales y lo insultaron por medio de la consigna de “no viril”.

Jaime Torre Bodet, también escribió a Enrique González Martínez:

Jaime Torres Bodet

Altamirano 116,

México, D. F.

27 de junio de 1925

Sr. Dr. D. Enrique González Martínez,

Ministro de México, Madrid,

Mi querido y admirado amigo:

Ayer le escribió Xavier Villaurrutia, con alguna amplitud, explicándole los motivos de nuestro silencio absolutamente involuntario por lo que se refiere a la injusta actitud de un grupo de periodistas reaccionarios y de exministros insatisfechos. Hago mías las frases de Xavier y usted, que sabe todo lo que yo lo admiro y lo quiero, comprenderá que nos encontramos, en realidad, desterrados de una prensa que no late al unísono con el corazón nacional y en la que se siente un fingido desprecio, un efectivo temor y una invariable envidia por los intelectuales que han sido fieles a su vocación y que no se han filtrado por los alambiques de una vida reporteril más o menos honorable.

Tanto Villaurrutia como Enrique deben haberle ya dicho que pronto saldrá nuestra revista. Queremos para usted, en ella, el más alto lugar de honor. Sé que usted estima poco estos homenajes, pero como éste proviene de lo más sincero de nuestro cariño, espero que lo aceptará.

Sí, además de su colaboración que no puede faltarnos, logra usted enviarnos algo muy escogido de sus actuales amigos de Madrid, animaría usted de un soplo mágico nuestros esfuerzos. Si conseguimos suscitar interés durante seis o siete meses seguidos, el resto será cosa fácil. Pero… ¿entre tanto?

He estado distribuido en tantas y tan diversas labores que no recuerdo exactamente si le acusé recibo de El Romero (Edición Calleja) y Las señales furtivas. Éste último, admirable, como todo lo suyo, tan ágil, tan vibrante, tan juvenil que, casi, nos ha hecho sonrojar.

Esperando sus líneas –que por desgracia se están haciendo tan poco frecuentes– le renuevo las seguridades de mi profundo afecto y mi admiración invariable.

Jaime Torres Bodet

Hoy en día se puede entender, que se trataba de una discusión llena de ignorancia, machista, cerrada, y con mucha envidia, si bien era importante la labor nacionalista, esto en definitiva no se oponía a buscar el prestigio con la literatura universal y, sobre todo, en la época en que se estaba viviendo, cuando el grupo recibía el influjo de una pléyade de escritores tan fundamentales como James Joyce, y su novela Ulises o Marcel Proust, con En busca del tiempo perdido o bien, André Gide, y sus tantos relatos, en especial El regreso del hijo pródigo, y así podríamos referir múltiples ejemplos de la época, que fueron definitorios para este grupo de escritores, y es que se trató de una de las épocas más doradas de la literatura en el siglo XX, así que, a la distancia, los detractores del grupo, se nos revelan como gente muy ignorante de su época, y con muy poco conocimiento sobre la literatura que se estaba manifestando en el mundo y, por supuesto, sin ese espíritu de estudio o búsqueda más allá de nuestras fronteras.

Y, por supuesto, la envidia puede provocar todo este tipo de conductas, no hay que dejar de lado que el grupo había sido seleccionado por José Vasconcelos para colaborar con él, en la naciente Secretaría de Educación Pública, que también albergaba el Departamento de Bellas Artes, y los jóvenes ocupaban puestos gubernamentales y, a la salida de Vasconcelos, el nuevo secretario, Bernardo J. Gastélum, consideró totalmente a los jóvenes para que siguieran colaborando con el gobierno de México, así que había mucho fondo para comenzar un ataque contra ellos.

Los integrantes del grupo hicieron una defensa muy digna de su literatura, unas cuantas veces participaron de la discusión, y otra muchas guardaron silencio, esto no se trató de un acto de cobardía, era simplemente no ponerse al mismo nivel, a la altura de sus detractores, el grupo estaba inmerso en sus planes, buscaban no distraerse y continuar con su labor como funcionarios, pero también seguir adelante con su obra literaria y con sus proyectos culturales.

En este mismo año, se presentó una discusión más, ahora por el libro que había publicado José Ortega y Gasset, La deshumanización del arte, y nuevamente el grupo se vio en medio de la querella al tomar cartas en el asunto, pues no estaban de acuerdo con la tesis de Ortega y Gasset.

Pero esto solamente era el principio, todavía tendrían que transitar por senderos infranqueables, y a pesar de que algunos decenios más tarde serían ampliamente reconocidos por su labor literaria, teatral y diplomática, quizá nunca fue fácil mantenerse alejados del ámbito de las controversias y la discrepancia.

Desafortunadamente, el proyecto de la revista no llegó a cristalizarse en ese momento, a pesar de que se había puesto un gran empeño en ello, incluso, los integrantes del grupo, ya habían realizado un diseño de tipografía para la revista, que fue el mismo que usaron en 1928, y, de hecho, la correspondencia que manejaban, hojas y sobres, ya iban membretados con la tipografía de Contemporáneos.

No sólo fue la falta del apoyo económico por parte de las instituciones, hay que recordar que de 1922 a 1923, recibieron el apoyo de la Secretaría de Educación Pública, para publicar la revista La falange.Fue también, el ambiente que se estaba presentando, esta serie de ataques, que afectaban al grupo, pues al verse inmerso en este tipo de polémicas, era difícil que algún funcionario quisiera apoyar un proyecto tan directo, por no verse relacionado con ellos, ni salpicado de este tipo de discusiones. Los jóvenes tendrían que esperar hasta 1927, y ya con el apoyo de Antonieta Rivas Mercado, para publicar una revista que realmente los representó como grupo, pero que tampoco quedó fuera de tantas querellas, como fue el caso de la revista Ulises, que se convirtió en la referencia principal de la revista Contemporáneos.

Sin embargo, no hay que olvidar que 1925, marca el antecedente del nacimiento inmortal de una revista que, a partir de 1928, será fundamental para la literatura mexicana.

Meses después, Torres Bodet volvió a comunicarse con Alfonso Reyes en París:

Jaime Torres Bodet

Altamirano 116,

México, D. F.

26 de octubre de 1925

Señor Don Alfonso Reyes

Legación de México,

París.

Mi querido Alfonso Reyes:

Contesto de prisa, de prisa siempre -¿cuándo tendré la quietud necesaria a las amistades completas?-, su afectuosa última carta. Me apena que haya servido de ocasión para escribirla usted y recibirla yo una indisposición suya y espero, deseo que, en próximas veces la salud sea tan generosa como lo fue, hoy, la enfermedad. Contemporáneos ha corrido la suerte de tanta otras sus hermanas, revistas concebidas para la inmortalidad, muertas antes de nacer. No me avergüenzo de este fracaso, ni se avergonzarán los que conmigo lo compartieron. Hay que culpar un poco de esto a México. El escritor tiene aquí que pensar, que escribir, que vivir sin un público a quien dirigirse. Los libreros lo dicen: “la gente no lee”. Vea usted ¡si ha de ser terrible coincidir con este criterio!

Lo abraza,

Jaime Torres Bodet

Antología de Prosistas Modernos de México, Ed. Ermilo Abreu Gómez y Carlos G. Villenave, México, Talleres Linotipográficos Carlos Rivadeneyra, 1925.

Antena, Revista Mensual. Comenzó en julio de 1924. Llegó a publicar cinco números. Se suspendió en noviembre de 1924. La dirigió Francisco Monterde.

Xavier Villaurrutia, La poesía de los jóvenes de México, México, Ediciones de la revista Antena, 1924.

Revista de Occidente. La fundó en 1923, José Ortega y Gasset. Se mantuvo hasta 1936.

Jaime Torres Bodet, Tiempo de arena, México, Fondo de Cultura, 1955.

Las revistas literarias de México, México, INBA, 1963.

Guillermo Sheridan, Los Contemporáneos ayer, México, Fondo de Cultura, 1985.

Fernando Curiel, Casi oficios. Cartas cruzadas entre Jaime Torres Bodet y Alfonso Reyes, 1922-1959, México, El Colegio Nacional, 1994, p. 35.

Luis Mario Schneider, Ruptura y continuidad, La literatura mexicana en polémica. México, Fondo de Cultura Económica, 1986.

Carta de Xavier Villaurrutia para Enrique González Martínez, 26 de junio de 1925, Archivo de Laura González Matute.

Carta de Jaime Torres Bodet a Enrique González Martínez, 27 de junio de 1925, Archivo de Laura González Matute.

La Falange, Revista de Cultura Latina. Comenzó en diciembre de 1922. Sólo editó siete números. Finalizó su publicación en octubre de 1923.

Ulises, Revista de Curiosidad y Crítica. Se inició en mayo de 1927. Llegó a editar 6 números. Finalizó en febrero de 1928. Sus editores fueron Salvador Novo y Xavier Villaurrutia.

Contemporáneos, Revista Mexicana de Cultura. Comenzó el 15 de junio de 1928. Finalizó en 1931. Sus editores fueron Bernardo J. Gastélum, Jaime Torres Bodet, Enrique González Rojo y Bernardo Ortiz de Montellano.

Fernando Curiel, Casi oficios. Cartas cruzadas entre Jaime Torres Bodet y Alfonso Reyes, 1922-1959, México, El Colegio Nacional, 1994, p. 36.

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