Desde la carretera se ve un amasijo verde, a veces opaco, denso y enredado. Para el que mira sin ver, encuentra un obstáculo. Pasa por alto árboles irreemplazables, lianas y hongos. Como sus ojos no les ven se pierden los insectos, los místicos felinos, los emblemáticos mamíferos que vuelan y polinizan, los que andan como susurros, los que alimentan, con suerte ven los colores, pero no ven las aves, ni saben cuál canto significa agua. Para el que mira sin ver, se le pierde la selva Maya.
Para el que comprende donde nace el caribe mexicano, no se deja de aprender y la selva se convierte en vida y conocimiento, que debemos proteger por nuestra supervivencia y preservar porque es tesoro de la humanidad. La Península de Yucatán ha emergido y se ha sumergido en las aguas en diferentes ocasiones debido a que las glaciaciones fluctúan el nivel del mar. Al inicio de cada periodo glacial el agua se concentra en los polos, lo que causa que el agua de la Península descienda exponiendo así una mayor cantidad de superficie de tierra. Hace 130 000 años las cuevas subterráneas se encontraban secas, con formaciones de estalactitas y estalagmitas, siendo la última inundación en el 5000 a.n.e. De esta manera, se sabe que los mayas prehispánicos conocieron los cenotes, con la misma forma geográfica que nosotros los observamos en la actualidad.
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Los cenotes han sido una importante fuente de agua dulce, que es renovable solamente por las lluvias estacionales, en una región que puede experimentar sequías severas por periodos hasta de seis meses y que carece de ríos superficiales. Esto los convirtió en un sitio clave para la supervivencia y asentamiento de distintos grupos mayas. Además de que los cenotes resguardan historia y manifestaciones de la cosmovisión de la cultura maya, conforman el sistema de cuevas inundadas más extenso del planeta, originadas por los fenómenos kársticos, razones por las que deben ser considerados patrimonio biocultural de la humanidad.
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Existen vestigios arqueológicos y paleontológicos hallados en cenotes más antiguos que la propia cultura maya, pues estos lugares, antes de ser inundados, sirvieron de refugio para los primeros habitantes de América. Prueba de ello son las osamentas más antiguas encontradas en el continente, leíste bien, aquí entre Playa del Carmen y Tulum se encontraron los restos de los humanos de los ancestros más antiguos desde Tierra del Fuego hasta Alaska, como los restos de la “Eva de Maharón” que pertenecieron a una mujer de aproximadamente 25 años de edad, que vivió hace 13 721 años. El hallazgo se dio a 27 m. de profundidad y a 360 m. de distancia del cenote Naharon, localizado 5 km al sur de Tulum.

Además del hallazgo de Naharon, se encontraron en Tulum otras nueve osamentas datadas de 10 500 a 12 700 años de antigüedad, entre ellas: Naia de 12 700 años, el Pit de 11 300 años y la Mujer de las Palmas de 10 500 años. Lo que expone la tremenda importancia de esta zona para el desarrollo de la prehistoria americana, y muestra cómo los cenotes cuando eran cuevas secas sirvieron de guarida a los clanes que habitaban en dicha región desde finales del Pleistoceno, hace unos 13 000 años, hasta el Holoceno.
Además de los restos óseos encontrados en los cenotes, también se han detectado huellas de ocupación humana en las cuevas, donde estos prehistóricos habitantes preparaban fogatas y se protegían de la fauna depredadora, propia de la Era de Hielo. En estos extraordinarios sistemas también se han hallado restos de algunos mamíferos de esa época; ejemplo de ello es el perezoso gigante del Cenote Pit. Los restos de fauna extinta encontrados en el sistema Sac Actún ofrecen una valiosa perspectiva sobre la vida en la región durante el Pleistoceno y las últimas glaciaciones, enriqueciendo la comprensión de la historia natural de México. Solo en Hoyo Negro durante los trabajos de 2019, se recuperaron restos óseos de tigre dientes de sable, gonfoterio, tapir, pecarí, cánido y tlacuache; y se logró extraer esmalte de dientes de tres herbívoros gigantes: gonfoterio de tierras altas, tapir y pecarí de collar; así como en una estalagmita, fragmentos de carbón y guano de murciélago, dentro del cual se encontraron semillas de palma.
Excepcional oportunidad para analizar, estudiarlos y ayudar en la investigación paleoecológica. Los conocimientos que aguardan a ser aprendidos son de un valor incalculable para la humanidad, y se encuentran dentro en estos sistemas de ríos subterráneos que proveen agua a toda la vida entre la falla de Holbox y el mar.
No hay absolutamente ninguna construcción, carretera, aeropuerto, hotel, campo de golf, mina sascabera nada justifica su destrucción, no hay ningún retorno de inversión, nada supera el valor de esta selva sana. No lo era un tren, no lo es el infeccioso y violento pseudodesarrollo que arrastra. Con la clausura de una carretera ilegal que pretende sacrificar toda la selva, agua y vestigios alrededor de Tulum para reemplazarla con el artificio de ponerle un precio, PROFEPA nos protege a todos.
Al menos esta vez, al menos por el momento. Hace falta que el INAH se sume a la protección de estos vestigios con preponderancia a cualquier campaña política. Urge que SEMARNAT tenga más recursos que los desarrollos privados, militares, nacionales o extranjeros, porque no hay nada más prioritario que proteger nuestros recursos naturales. Hace falta que la CONANP tenga áreas naturales protegidas no solo en documentos sino con hechos. Falta desesperadamente que la SEDATU cancele a los mercenarios que venden el paraíso para ser destruido.
Apremia que la ciudadanía, comenzando por la ciudadana presidente, comprenda que estos organismos son sus herramientas para defender su hogar de intereses sin escrúpulos. Tenemos los conocimientos para elegir alternativas. Somos parte de algo invaluable, la naturaleza en donde se desarrolló nuestra historia apunta a un futuro prodigioso, nada que lo destruya, por mucha colorida propaganda que le hagan, puede ofrecer más riqueza.