Quítenme la escritura – y no viviré, así de sencillo, no querré, no podré. En la Rusia soviética sobreviví solo gracias a la escritura. Y todos estos años, en el extranjero, mi cuaderno es quien me ha mantenido viva”, escribió la poeta Marina Tsvietáieva desde Francia, el 24 de septiembre en 1926, a su amiga, la traductora Anna Tesková, quien a pesar de la distancia fue su gran apoyo para sobrellevar 17 años de exilio a causa de la Revolución rusa.

En esas cartas, fechadas entre 1922 y 1939, Tsvietáieva muestra sus carencias, sus miedos, sus alegrías, sus deseos y, sobre todo, su capacidad de convertir cualquier narración, por más dolorosa que fuera, en poesía. Esa correspondencia, que consta de 138 misivas, fue trabajada por Selma Ancira, quien la tradujo por primera vez al español y hoy llega a las librerías con una edición a cargo de la Universidad Veracruzana, con el título Cartas a Anna Tesková (Novela epistolar).

Marina Tsvietáieva nació en Moscú en 1892, su padre fue el creador del Museo de Bellas Artes de Moscú y su madre era pianista. Ella tuvo que salir del país en 1922, se exilió primero en Bohemia y luego en Francia. En 1939 volvió a la Unión Soviética, donde dos años después se suicidó.

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Sus obras traducidas al español —todas por Selma Ancira—, son: El poeta y el tiempo (2006), Mi Pushkin (2009), Mi madre y la música (2012), Diarios de la Revolución de 1917 (2015), Mi padre y su museo (2021) y El diablo (2025). Sin embargo, aún existen materiales desconocidos en nuestra lengua: sus relatos, ensayos y su poesía.

Anna Tesková nació en Praga en 1872, pero al año de su nacimiento, junto con su familia, migró a Moscú y, trece años después, regresó a Praga donde se desempeñó como maestra. Con el tiempo, se convirtió en una reconocida literata que trabajó dos literaturas que amaba: la rusa y la checa. Escribía, traducía, organizaba conferencias y veladas literarias.

Selma Ancira narra, en entrevista, que Anna conservó a lo largo de su vida las 138 cartas que recibió de Tsvietáieva. Marina también guardó las cartas de Tesková, pero cuando tuvo que preparar su regreso a la Unión Soviética, solo se llevó aquello de lo que no pudo desprenderse: sus libretas, sus cuadernos de trabajo, las cartas de tres poetas —Rilke, Pasternak y Gronski—, dibujos de sus hijos, algunas fotografías, pocos libros y un sobre con la leyenda “Cartas y postales de Bohemia. Fotografías de la tragedia checa (15-20 de marzo de 1939)” que contenía, entre otras cosas, once cartas de Tesková (de 1938-1939).

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Marina entregó, en 1939, dos maletas con buena parte de su archivo a otra amiga: Margarita Lébedeva (esposa del periodista ruso Vladímir Ivánovich), en las que había manuscritos y cartas de Tesková. “Un año más tarde, cuando los alemanes ocuparon París, Lébedeva, con la idea de proteger mejor el archivo que le había sido encomendado, llevó las maletas al sótano de su casa. Meses después, años quizás, hubo algún problema con el agua del edificio y el sótano se inundó. Los archivos de Tsvietáieva se perdieron”, detalla Selma Ancira.

***

Desde la primera carta, Marina Tsvietáieva habla de su difícil situación económica. El 10 de febrero de 1925, cuando vivía en Všenory, Praga, y con los dolores de haber dado a luz a su hijo Gueorgui (al que también llamó Mur), le escribió a Anna para pedirle un favor “poco atrevido”: el envío de un vestido.

“¿Alguna de las personas que están a su alrededor tendrá un vestido sencillo y que se pueda lavar? Viví todo el invierno en uno solo, de lana, que se está cayendo a pedazos. No hace falta que sea bueno, –de todas formas, no voy a ningún lado– algo sencillo. Ahora ni pensar en comprar tela y coser: ayer cien coronas a la comadrona por tres visitas, en estos días entre ciento veinte y ciento treinta coronas a la carbonera por diez días, la fianza por la báscula infantil (cien coronas), ¡y los medicamentos, y la sanidad! – ni pensar en un vestido. Pero me gustaría mucho tener algo limpio para cargar al bebé”, escribió la poeta.

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Fernanda Rojas / El Universal
Fernanda Rojas / El Universal

En las cartas, Tsvietáieva también nos entera del crecimiento de su hija Ariadna (también llamada Alia) y de la fidelidad y confianza hacia su marido, Serguéi Efrón. Él, Efrón, fue sospechoso de complicidad en el asesinato del tránsfuga soviético Ignati Reiss, en septiembre de 1937, en Suiza. Fue convocado por la policía francesa ya que encontraron pruebas de que se había ocupado de la logística, como también lo había hecho con la vigilancia del hijo de Trotsky en 1936. Ese hecho lo condenó a muerte.

¿Las cartas te dieron otra lectura de Marina Tsvietáieva?

He conocido a Marina de otra manera, he podido entrar en su exilio que para mí era importante porque había leído mucho, pero estas cartas son muy explícitas. Además de que Marina es mi gran amor, lo importante de estas cartas es que nos dan una idea del exilio ruso, no nada más de Tsvietáieva. Las carencias, las angustias, todo lo que vive, todo lo que narra, lo podría narrar cualquiera, no con esa genialidad, pero sí podría contarlo cualquiera de los otros escritores, poetas e intelectuales que se vieron obligados a emigrar.

A través de Tsvietáieva conectamos con una cantidad increíble de autores, fueron muchísimo los que emigraron y que de una manera u otra todos vivieron esas dificultades y esa sensación de destierro, de no pertenencia.

Se exilia en París con su hijo recién nacido, pero antes ya había estado ahí, de más joven.

Desde luego son dos momentos distintos, cuando ella va de joven, va a estudiar a la Sorbona, quiere conocer a la actriz Sarah Bernhardt, está viviendo el París que vivían los rusos antes de la revolución cuando podían salir. Años después regresa, ya desterrada, sin pertenencias, con dos hijos pequeños, sin trabajo, es un París muy distinto.

No creo recordar que ella se lamente o añore el París de su juventud. Marina es una persona que se enfrenta a las situaciones que le pone la vida delante con una valentía y un estoicismo dignos de ser imitados. Es una lección de vida porque no solo vemos crecer a Mur, vemos crecer a Ariadna, la niña de sus ojos a la que Marina le entregó su juventud y que llegada su adolescencia la relación de ambas cambió. Todo lo que narra es dolorosísimo. Realmente sufrí traduciendo el libro, pero sin duda, fue una manera indiscutible de conocer mejor a la poeta.

En una de las notas que incluye el libro, Selma Ancira narra que Tsvietáieva estuvo en París durante el verano de 1909, realizó un curso de francés, en la Alliance Française, y en una carta a Vera Búnina escrita en 1934, recuerda: “… tenía dieciséis años cuando por primera vez estuve sola en París. No volví con ningún sombrero, pero volví con un autógrafo auténtico de Napoleón (durante la Revolución – unos conocidos me lo robaron) y un busto auténtico del rey de Roma en porcelana de Sèvres”

Marina siempre amó Praga

Amaba Praga. En una carta, si recuerdo bien, ella dice que ama Bohemia por encima de Rusia. Para ella fue un periodo muy interesante de su vida, muy importante, incluso te podría decir que fue un periodo luminoso que no los hay en abundancia en la vida de Tsvietáieva.

Su salvación era su cuaderno.

Cuando llegan a Francia, ella suplicaba tres horas al día para poder estar a sola con su cuaderno. Marina vivió en una pobreza absolutamente increíble y la escritura, más que salvación económica, diría que fue una salvación para su alma, para su espíritu. Era su refugio. Esos cuadernos son los que me faltan traducir.

¿Sí se conservan?

Sí están. Ojalá me alcance la vida, ojalá me dé tiempo, me gustaría mucho dejarlos traducidos.

¿Poemario después de Rusia no es el último libro que escribe Marina?

Los últimos versos son los dedicados a Bohemia, los que aparecen hacia el final del libro, en las últimas cartas. Ahí sí que puso el alma, el corazón y todo el todo el sufrimiento, toda la indignación, todo lo que se vivió cuando la invasión a Checoslovaquia. Todo lo que escribió después de Rusia tiene un denominador común: la angustia vital que dominó su vida a partir de que deja Bohemia, cuando deja Praga, Checoslovaquia, y va a París, ahí comienza un periplo angustioso y difícil.

¿Cuál fue el trato que le dieron los franceses a la obra de Marina?

Eso no aparece en este libro, pero cuando ella llega a Francia y le organizan una lectura de sus poemas, comete lo que en ese momento era imperdonable: habla con el mismo cariño y la misma admiración de los escritores que se han quedado en Rusia y de los escritores que han salido de Rusia. Entonces los escritores que salieron de Rusia no se lo perdonan y comienzan a condenarla a un ostracismo cada vez mayor.

Pero Marina lo sabía, ella decía lo que creía, hablaba con la verdad, defendía sus ideas. Aun así, eso le cerraría las puertas. No obstante, tradujo textos al francés, ella era bilingüe, por ejemplo, tradujo los poemas de Aleksandr Pushkin y su libro Mi padre y su museo.

En las cartas, Marina transforma su dolor en palabras

Es un dolor sublime porque ella es una poeta y de lo mínimo crea versos, incluso si lees las cartas con atención, de algunas podríamos sacar versos completos. Ella decía que en su infancia, en su casa se respiraba aire caballeresco y eso ella lo sigue repitiendo hasta el final de su vida.

También existieron varias publicaciones rusas, por ejemplo, la revista literaria La voluntad de Rusia.

Había muchas revistas y periódicos de los inmigrantes rusos. Fue un movimiento grandísimo. Hay incluso una enciclopedia de la emigración rusa. La mayoría de los intelectuales —poetas, escritores, pintores— estaban en París, por ejemplo, Natalia Goncharova y Mijaíl Larionov, ambos pintores. Entonces, había una pequeña Rusia metida en Francia.

¿Esa enciclopedia que menciona está traducida al español?

A mí ya no me va a dar la vida ni tampoco es un tema al que quiero dedicarle lo que me queda. Es brutal el trabajo que se ha hecho tratando de rescatar toda la vida de los emigrantes, quiénes fueron, las revistas que salieron, los periódicos que se imprimieron, las publicaciones, los círculos, las asociaciones….

***

En 1937, Mariana le avisa a Anna que se mudará a París y hay un objeto que le preocupa y que aparece en varias cartas: una cesta con cosas personales. Le pregunta la poeta “¿podría guardarnos por un tiempo en su casa una cesta con nuestras cosas? Solo un tiempo, porque: o bien en tres meses – volveré, o bien, si me instalo en París (lo que dudo mucho) – Serguéi Yákovlevich me la enviará en petite vitesse. Es una cesta grande, se lo advierto, – pero ¿podría encontrar un espacio en el recibidor? Es imposible llevárselo todo”.

La partida está prevista para después del 20 de junio, continúa narrando Marina. “No sé cómo haré el viaje – soy terriblemente poco práctica. Alguno de sus conocidos, por casualidad, ¿no tendrá previsto viajar? No sé qué hacer, por ejemplo, con las comidas de Gueorgui. Come cuatro veces al día, y todo hay que calentarlo. ¿Cómo se hace eso? Seguro que no se podrá encender una cocinilla de alcohol”.

Más adelante, Tsvietáieva cuenta esa cesta se guardó en la villa Bozhenka, en Všenory, casa de Andréieva) y que adentro está el ajuar de Mur, cartas, cuadernos y “una gruesa mitología en alemán, color marrón, en pasta dura, con ilustraciones. Gustav Schwab – Die schönsten Sagen des klassischen Altertums (Las más bellas leyendas de la Antigüedad clásica)”.

Ese libro, escribió la poeta, pide que se le envíe por separado, por correo y no con el equipaje. “Tendré absoluta necesidad de él probablemente en poco tiempo para la segunda parte del Teseo que estoy escribiendo ahora. Es un libro grueso, tirando a marrón, que se cae de viejo. Tiene mi nombre y una nota: ‘un libro para toda la vida’”.

“Las cartas nos van dando pistas de cuáles son sus lecturas, sí. He descubierto autores, por ejemplo, Hildur Dixelius (1879-1969) quien escribió La hija del sacerdote, novela alemana, son tres volúmenes, los compré y los leí todos, muy obediente porque es una manera que tengo de conocer más a mis autores”, comenta Selma Ancira.

Marina habla del poeta Rilke.

Sí, por supuesto. Con Cartas del verano de 1926, con ese libro nació Tsvietáieva en español, lo publicó Siglo XXI en su momento (1984). Entonces, ahora a mí me hace mucha ilusión que nuevamente este volumen de cartas que es tan importante salga en México. Es decir, Marina nació en español en Siglo XXI y ahora 40 y tantos años después vuelve con un volumen de cartas en donde además se mencionan aquellas misivas.

En esta correspondencia, podemos imaginar a Anna Tesková.

Con todo lo que le agradece, con todo lo que sabemos que ella hizo, te das cuenta de la calidad humana de esta mujer, de la capacidad que tenía para trabajar, de su cultura, del amor por el ruso, porque estuvo en Rusia durante su adolescencia.

Marina no le está diciendo en las cartas: "Mándame, por favor, un Chanel." Le está diciendo: "Mándame un vestido que yo pueda utilizar en todas las estaciones, que lo pueda cortar, que lo pueda lavar a mano”. Ella no tiene dinero para pagar una lavandería. Entonces, habla de las dos. Este libro es una lección. Se puede vivir con lo mínimo siendo, además de todo, una persona genial que tendría que haber tenido todo porque de ser así, nos hubiera dado muchas más cosas, hubiera tenido la posibilidad de escribir más. Tenemos mucho que aprender del estoicismo, de la simplicidad, del poco vanagloriarse o enrojecerse de su ser como poeta. Marina se presenta a sí misma como una persona y la poeta se escapa porque lo lleva dentro.

¿Marina se aferra a la amistad de Anna porque era su otro soporte en el exilio?

Es la promesa de que regresará a Bohemia y por eso le dice: "organizo una lectura y viviré en su casa." Marina se monta toda la película de cómo podría ser. La última carta, la del 12 de junio de 1939, es absolutamente dramática, ella habla de su partida, de tomar el barco sin regreso, aunque no lo dice, uno lo intuye entre líneas, está el miedo del suicidio, que llega dos años después.

Por los lugares de Francia que pasó, ¿es conocido que estuvo ahí?

Sí, últimamente se han puesto plaquitas que dicen: "En esta casa vivió Marina". He recorrido esos lugares y los de Praga, también los alrededores de Praga.

¿Sigues traduciendo obra de Marina Tsvietáieva?

En este momento estoy con Tolstoi, después trabajaré Kazantzakis y regresaré con Marina.

¿Hoy existe alguna cancelación o censura en la traducción de autores rusos?

Creo que el lector inteligente, el editor inteligente y el impresor inteligente saben separar la política de la literatura y lo intentaron al principio de la guerra, pero la literatura nos puede acercar en vez de alejarnos. Y de eso se trata este momento, de encontrar un punto de encuentro, un punto de acercamiento.

¿Has vivido alguna cuestión personal por trabajar con autores rusos?

Lo que no hago es ir a Rusia y no iré hasta que no termine la guerra. Y me cuesta porque que hay teatro, literatura, las cosas que me alimentan, pero no visitaré Rusia mientras no termine la guerra.

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