En sus frecuentes viajes entre Rabat y Casablanca como embajador de México ante el Reino de Marruecos, el ensayista, poeta y fotógrafo Andrés Ordóñez no imaginaba que la desviación a casi medio camino lo llevaría a una obra mural del artista duranguense Ángel Zárraga (1886-1946), poco conocida para los mexicanos, “incluso para los especialistas”, y casi olvidada por los marroquíes.

Su encuentro con la pintura no fue fortuito. Sabía de su existencia porque hacia 2015, durante una visita de trabajo en México, su colega el embajador José Luis Martínez y Hernández le habló de la subasta en internet de un “supuesto” boceto de la obra ubicada en Marruecos. Aunque no le precisó la ciudad dónde se encontraba, le dijo que no era en ninguna de las conocidas como Rabat, Casablanca, Fez, Tánger o Tetuán.

Crédito: Andrés Ordóñez
Crédito: Andrés Ordóñez

A su regreso al país árabe, el investigador, -autor, entre otros libros, de Los avatares de la soberanía. Tradición hispánica y pensamiento político en la vida internacional y El mito y el desencanto. Literatura y poder en la Cuba revolucionaria-, inició la búsqueda del lugar y la obra.

Su apasionamiento lo llevó a desarrollar un detallado estudio que va revelando por qué el pintor, quien vivió buena parte de su vida en Europa donde tuvo gran éxito y formó parte de sus movimientos de vanguardia, realizó esa obra, su temática, iconografía, posibles técnicas y hasta a quien está dedicada. Su trabajo devino en el volumen de casi 100 páginas Muralismo mexicano en el norte de África. Catolicismo y nacionalismo revolucionario: Ángel Zárraga en Marruecos, cuya publicación quedó pendiente en la UNAM, tras su reciente salida del Instituto de Investigaciones Históricas.

Graduado en la UNAM y doctorado en Filosofía por la Universidad de Londres, Ordóñez relata minuciosamente esta historia en una larga conversación. Inicia en su búsqueda de la “famosa subasta” por internet y encuentra una “pequeñita ilustración, de muy baja resolución, escrita en francés, en la cual se alcanza a leer que era en Fedhala”. Luego de no encontrarla, descubre que Fedhala “es el nombre original y centenario de la ciudad de Mohammedia, un puerto en la costa atlántica del Reino, más cerca de Casablanca que de Rabat”, que en 1960 cambió su nombre original, Fedhala, al que hoy tiene en honor del rey Mohammed V, “quien recuperó la independencia del reino en 1956”. Es una ciudad “típicamente marroquí, limpia y ordenada”, cuya historia se remonta a los siglos XIV y XV. Fue un pueblo de pescadores y en su trazado moderno y funcional colaboraron los empresarios, ingenieros y hermanos George y Jean-Baptista Hersent, “figuras centrales en la historia del mural de Ángel Zárraga en Marruecos”.

El mural se encuentra en la iglesia de Santiago en la ciudad de  Mohammedia. Crédito: Andrés Ordóñez
El mural se encuentra en la iglesia de Santiago en la ciudad de Mohammedia. Crédito: Andrés Ordóñez

Ellos encargaron la construcción de la iglesia que lo acoge, a los arquitectos Alexandre y Pierre Fournier, la cual se erigió entre 1933 y 1934. Se inauguró el 28 de octubre del 34, “con la presencia del cardenal Jean Verdier, arzobispo de París”, pues entonces Marruecos era un protectorado de Francia.

Para un combatiente

Marruecos es un país musulmán, por lo cual –platica el diplomático- no tiene muchas iglesias católicas. Ya en Mohammedia no fue difícil encontrar la de Santiago de Fedhala. Dado que estaba cerrada, buscó al párroco, el padre Julien, que desconocía todo de la obra y su autor, pero lo condujo amablemente al templo, lo abrió, le prendió la luz, le dijo dónde se encontraba la pintura y lo dejó sólo pidiéndole que al irse apagara las luces, cerrara y le devolviera la llave.

Pudo disfrutarlo a detalle por largo rato y tomó fotografías, “efectivamente es un Zárraga”, se dijo y se lamentó de su estado de conservación, al descubrirle hasta unos clavos donde seguramente colgaban objetos.

-¿Qué sentimiento le provocó ver el mural por primera vez? Tener la oportunidad de observarlo en soledad, detenidamente.

-Me gustó mucho; me gusta mucho la pintura de Zárraga. Él no me era desconocido porque yo había servido en París (como ministro de la Embajada de México), y en la residencia todavía estaban los paneles que pintó por encargo de Alberto J. Pani (1927). Después averigüé que la Capilla de los Estudiantes en la Ciudad Universitaria de París, está pintada por él. Entonces tenía noción”.

Comenzó a indagar cómo había llegado el artista duranguense a pintar a Marruecos. Encontró algunas referencias de escasos renglones y una reproducción en blanco y negro “muy mala” en el libro Rescate de Ángel Zárraga, del maestro Antonio Luna Arroyo, “pionero en la reivindicación de la obra y la persona del pintor”, se lee en su ensayo. En las pocas informaciones hay equivocaciones: Se habla de un fresco, algunos de un exvoto y otros de una alusión a la vida de Santiago Apóstol.

No es un fresco, precisa en la entrevista, es un lienzo realizado en París y trasladado a Marruecos, posiblemente enrollado, pues no hay evidencia de que Zárraga haya estado alguna vez en el norte de África.

El contenido iconográfico del cuadro de 2.35 metros de largo por 1.90 de alto, ubicado en el muro frontal del baptisterio, es descrito con detalle en su ensayo y durante la entrevista:

“La obra confiesa su deuda con el arte simbolista. Lejos de pretender volúmenes, es plana y claramente su intención sugerir atmósferas emocionales… y como suele ser el caso en la pintura de Zárraga, la sensualidad es un elemento infaltable…”

La pintura consta de tres secciones verticales. En la izquierda aparecen semidesnudos San Pedro y los hermanos Santiago y San Juan, primeros discípulos de Jesús, “a quienes habría exhortado a convertirse en pescadores de almas”. Recuerda que Fedhala fue un pueblo de pescadores. La tercera sección contrasta con las tonalidades azules de las dos primeras por sus colores ocre, negro y verde, que “sugieren la contraposición entre lo celestial y lo terreno”. Plasma “el dramatismo de una pareja de ancianos que ve partir a sus hijos, Juan y Santiago” y “despierta la sensación de dolor acentuada por los colores”.

Es en la parte central, dónde se desarrolla el tema principal. Pormenoriza:

El protagonista es el apóstol Santiago, ataviado en traje de peregrino. “Llama la atención que su tocado aparente un casco militar adornado también con la concha de vieira”. Con ello integra “en una sola imagen las dos maneras de representar al santo: como peregrino y como guerrero”. Además, el santo sostiene con las manos a un soldado fallecido entrelazando sus dedos.

El mural conmemora el fallecimiento de un soldado llamado Jacques, “en lengua francesa es el mismo del santo: Jacques y Saint-Jacques: Santiago”. Un detalle destacado es que Zárraga le puso “resplandor límbico alrededor de la cabeza, cuando el rito católico prohíbe dotar de aureola a personajes no santificados. La “audacia” de Zárraga, pone la pintura al filo de la herejía”, algo entendible para Ordóñez porque el pintor formó parte de un movimiento de actualización del arte religioso, aspecto que también aborda en el ensayo.

¿Quién es el soldado fallecido? En este punto cobra mayor sentido la indagatoria que el embajador hizo sobre los orígenes de la moderna Fedhala y sus impulsores, los hermanos Hersent. Jaques Hildevert Hersent fue hijo de Jean-Baptiste y sobrino de Georges, y participó en la Primera Guerra Mundial a los 24 años. Su pérdida motivó a los hermanos a levantar en su memoria la iglesia dedicada a Santiago donde está el mural y también una escuela que lleva su nombre. La ornamentación alude a la muerte en combate del soldado, apunta Ordóñez.

Indiferencia y desdén

Su investigación continuó. En un reencuentro con Martínez y Hernández le habló de sus progresos y éste le compartió una imagen del boceto en una mejor resolución que la primera. Se da cuenta entonces que no es un boceto, “sino un plano arquitectónico de corrección del baptisterio donde se encuentra el mural”.

Se revela, asimismo, que son varios planos en los que aparecen ilustraciones de otros tres paneles proyectados por Zárraga, aunque no están firmados por él ni se menciona su nombre, sólo el de los arquitectos Fournier.

“Lo más interesante es que en el mismo espacio del mural que nos ocupa, tuvo que haber otros tres murales. La cuestión es que no sabemos si se pintaron y se destruyeron, si no se pintaron e, incluso, si se pintaron y estén debajo del yeso. El problema es que el rescate de Zárraga no está en las prioridades del gobierno mexicano”.

La familia de Ángel Zárraga y él acudieron a las autoridades del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) para ver la posibilidad de un rescate. No hubo respuesta sino hasta que los familiares escribieron una carta a la Presidencia de la República que fue turnada a la Secretaría de Cultura. Finalmente, ésta contesta aludiendo a su “política de preservación”. Y en unas líneas hacen un dictamen del estado de conservación, a partir de fotografías entregadas por el doctor Ordóñez.

Reconoce “pequeños golpes con pérdidas de capa pictórica” y sobre el perímetro inferior “áreas con pérdida de capa pictórica por abrasión o erosión”. Aparentemente, se agrega, nunca ha sido intervenida por lo cual “debe tener una gran deposición de polvo en la superficie”.

No denota interés en un proyecto de recuperación. Al contrario, solicita el envío de más fotografías por sección, un plano de zonificación, las características del muro de soporte, generalidades constructivas del inmueble e imágenes dónde sea probable que existan más obras. Concluye que “si bien el instituto cuenta con los especialistas para realizar in situ el dictamen del estado de conservación, no cuenta con los recursos para llevarlo a cabo”.

Otro problema es que tampoco parece haber disposición para contactar a la embajada de Marruecos en México, la cual ha expresado al investigador su disposición para una colaboración bilateral, expresa el investigador:

“Me dice el embajador (Abdelffatah Lebbar) que falta una manifestación de interés por parte de las autoridades culturales mexicanas en realizar un proyecto conjunto, es lo único: que Bellas Artes o Cultura se dirijan a la embajada haciendo referencia a este mural y proponiendo la celebración del proyecto de cooperación bilateral para su rescate y la exploración de la posible existencia de los otros murales en la misma iglesia. Pero no se da el paso, cuando sería la oportunidad de establecer un proyecto incluso trilateral: con Marruecos, donde está el mural, y con Francia, que entonces ejercía autoridad sobre el territorio del Reino y donde Zárraga era muy apreciado como artista; ello abatiría enormemente eventuales erogaciones económicas.”

La conmemoración el próximo 2026 del aniversario 140 del nacimiento del artista (16 de agosto) y el 80 de su muerte (22 de septiembre), podría ser el marco para integrar un proyecto para restaurar esta obra e indagar qué sucedió con los otros tres murales. La familia preparará una exposición con el Museo Nacional de Arte, anticipa Ordóñez, y además viene el Mundial de Futbol y Zárraga fue de los primeros artistas en pintar deportistas, y tiene cuadros de futbolistas mujeres, de una época en la cual no era tan común que ellas jugaran.

¿Qué más hay detrás del olvido y abandono del lejano mural de Zárraga? No aparece en los libros de recuentos del muralismo, ni en el de obras del pintor. Su familia supo del mural recientemente, luego de que su representante legal vio en YouTube una conferencia del investigador sobre la obra. Para el académico la realidad es que Zárraga ha sido excluido del movimiento muralista mexicano por motivos ideológicos:

“La gran justificación es porque vivía en Francia. Evidentemente, ese no es el punto. Fue excluido porque no entraba en la retórica del nacionalismo revolucionario posvasconcelista. Cuando José Vasconcelos deja la Secretaría de Educación Pública, Rivera logra el control del movimiento montado en la retórica del mestizaje sesgado que asume al indígena como víctima y como proletario, con la cual ni Vasconcelos ni Zárraga estaban de acuerdo.”

La idea de Vasconcelos, sigue el diplomático, era integrar al indígena al progreso, no como víctima del Occidente, sino como interlocutor, y así se lee en su discurso de toma de posesión como rector de la Universidad Nacional. En el mismo sentido, Ordoñez ubica que Zárraga, no era hispanófobo ni ocultaba su catolicismo. Y “la manifestación plena de su catolicismo lo colocaba a contracorriente del México posrevolucionario”.

“A estas alturas del siglo XXI, seguir excluyendo a Zárraga por esos motivos, es un error, porque su inclusión ampliaría el espectro del muralismo mexicano y brindaría una noción mucho más completa de la cultura mexicana, en la medida en que la religiosidad católica ha sido y sigue siendo un elemento muy importante de la vida cultural del pueblo mexicano, no de las élites revolucionarias, sino de la cultura popular”.

Estas palabras del doctor Ordóñez remiten a la introducción de su ensayo donde recupera una anécdota en la cual Octavio Paz y Rodolfo Usigli visitan a Picasso, le preguntan por Diego Rivera, pero el pintor malagueño sólo dice recordar a “su amigo pintor” Ángel Zárraga, a quien describe como inteligente, fino, culto… “excelente persona”. Usigli furioso pregunta a Paz al salir, cómo es que sólo pudo recordar a Zárraga y Paz le responde:

“Lo incomprensible es que los mexicanos lo hayamos olvidado.”

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