Retener la promesa

Un país que es un fantasma de sí mismo. Una Cuba que no se sabe si es un país —con impresionantes cifras de emigración y una población que se ha reducido en casi 18 % en menos de cinco años, tan diseminada como los habitantes de la isla, los escritores y artistas, y sus iniciativas, cuenta Dainerys Machado—. Se escribe "ante/en esa —llamémosle— “huella” Cuba, o sea: isla, mar, monte, ruina fuera de tiempo y lugar (ucrónica, utópica)", dice Jamila Medina Ríos. "Se intenta mapear el país de la mejor manera posible a través de lo literario, trabajo que no resulta fácil teniendo en cuenta que existen muchas Cubas en el imaginario de quienes producen literatura y de aquellos que reciben el producto final" afirma Elaine Vilar Madruga.

Elaine Vilar es Licenciada en Arte Teatral por el Instituto Superior de Arte de Cuba y, en 2021, obtuvo el Premio Cálamo.
Crédito: Mauro Cantillo
Elaine Vilar es Licenciada en Arte Teatral por el Instituto Superior de Arte de Cuba y, en 2021, obtuvo el Premio Cálamo. Crédito: Mauro Cantillo

La autora de La tiranía de las moscas encuentra que los autores y las autoras "dialogan críticamente sobre el cambio de paradigmas y sobre la distopía económica, política y social que degenera los tejidos humanos más profundos, y que dejan al sujeto desnudo y desamparado ante el páramo de los burocratismos y los sinsentidos (ay, paradoja, ese absurdo tropical tan desdichado y, a la vez, tan literariamente delicioso)".

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Dainerys Machado Vento fue reconocida en 2021 por la revista Granta como uno de los 25 mejores narradores jóvenes en español. Crédito: Crédito: KR
Dainerys Machado Vento fue reconocida en 2021 por la revista Granta como uno de los 25 mejores narradores jóvenes en español. Crédito: Crédito: KR

Así arroja luces sobre el estado de una literatura comprometida con la verdad y que se pregunta a dónde fue a parar la esperanza prometida. Y así la acompaña la poesía de Reina María Rodríguez, quien metaforizó el exilio y la anquilosada retórica patriótica al recordar que "tuvimos aves pasajeras / que aprovecharon la tormenta / para escapar / —años tapándolas en la noche con un paño blanco / y destapándolas con un paño prieto después, / al amanecer / contra el insomnio nacional (…) A estas alturas / regreso a mi casa / para quitar el techo / destapar la caja de pandora / —su crueldad— / (los grillos que sobrevivieron / susurrando consignas obsoletas / en este lugar que desaparece)".

El desvelo nacional, los eslóganes rancios y vacíos, la imposibilidad de una literatura cubana sin Cuba —ese "dolor y pasión enorme que una carga como un fardo simbólico y político adondequiera que va" de los que se duele Vilar Madruga— se acrecientan "en un contexto de dispersión de los creadores de esa literatura y de una globalización que borra fronteras que antaño eran muy claras", como lo explica la narradora e investigadora literaria Maielis González. De estas escrituras nos hablan siete autoras nacidas allí y dispersas por el mundo, regadas sus potentes literaturas como "carrozas cargadas de deseos, / alegría, dolor y palabras / para proteger un sentimiento, un techo / que se hunde más y más / sobre el suelo", Rodríguez dixit.

La historia borrada, la memoria perdida, la escritura necesaria

Cuba es un país que ha perdido su memoria porque "el gobierno de Fidel Castro, al puro estilo de 1984, borró o forzó la reescritura de décadas de historia y de historia literaria", afirma Machado. Por eso la escritora, incluida en la lista Granta como una de las mejores narradoras jóvenes en español en 2021, considera fundamental encontrarse en la tradición nacional no pautada por la política cultural: "Leí por primera vez a autores como Reinaldo Arenas y Guillermo Cabrera Infante cuando salí de Cuba a vivir en México. Confirmar que todo lo que me inquietaba y quería escribir en realidad era parte de una tradición, de ese torrente nacional que me antecedía, significó empezar a amar y odiar más a Cuba". Entonces nos cuenta que todo el sentido de lo que hace tiene sus raíces en las obras de sus mayores Virgilio Piñera, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Mayra Montero, Jesús Díaz y Sonia Rivera-Valdés; en los temas sobre el cuerpo, el deseo y la identidad que abordaron, y en las estrategias narrativas o dramáticas que han usado.

"Desde veteranos como Eliseo Diego y Onelio Jorge Cardoso hasta Wichy Nogueras, Raúl Rivero y Chely Lima, por mencionar solo algunos, tan vitales o más fueron algunos escritores y cronistas cubanos del siglo XIX o principios del XX como José Martí, Cirilo Villaverde, Miguel de Carrión o Gómez de Avellaneda. A menudo releo sus obras, cuya cadencia y atmósfera es lo más cercano que percibo ahora como esencia de lo cubano", refiere Daína Chaviano, una de las autoras de ciencia ficción y fantasí­a más importantes en lengua española y reconocida con el primer lugar en las categorí­as Mejor ficción popular y Mejor novela de aventura o drama en español en los Latino Book Awards en 2019. Destaca a generaciones de autores cubanos que la formaron, tanto como la relectura de sus obras, manteniendo un diálogo interior que ha evolucionado con los años y sigue enriqueciendo sus nociones sobre Cuba y su historia.

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Daína Chaviano es autora de ciencia ficción y fantasía. Su libro Los hijos de la Diosa Huracán ganó como mejor novela en los International Latino Book Awards 2019. Crédito: Liliam Dominguez
Daína Chaviano es autora de ciencia ficción y fantasía. Su libro Los hijos de la Diosa Huracán ganó como mejor novela en los International Latino Book Awards 2019. Crédito: Liliam Dominguez

De relecturas sabe bien Jamila Medina Ríos, cofundadora de la revista afro-trans-queer-feminista-decolonial Candela Review y quien explora para su doctorado las reencarnaciones del corpus mambí en el arte y la literatura cubanas hoy. Asentada entre Providence y Washington D. C., reconoce que "los anaqueles y los apetitos, las alergias y las certezas identitarias se reconfiguran con las distancias y los inviernos"; se pierde entre las noctámbulas frutas de las Islas Vírgenes de Wifredo Lam; insiste en la Mitología cubana de Samuel Feijóo y El monte de Lydia Cabrera, y llora inconsolable ante la novela inacabada Con gran amor en la que Alba de Céspedes, "regresando una y otra vez a las raíces paternas, conversa con el huracán y la palma, con la misma sabrosa tristeza de Sindo Garay, para volver a prender la luz de Yara".

Jamila Medina es poeta, narradora y editora. Autora del poemario Huecos de araña (Ediciones Unión, 2009). Crédito: Juan Rey Hernández Cabrera
Jamila Medina es poeta, narradora y editora. Autora del poemario Huecos de araña (Ediciones Unión, 2009). Crédito: Juan Rey Hernández Cabrera

En esa necesidad colectiva de dialogar con la tradición literaria y una producción local vinculadas a miradas más universales, la escritora, coreógrafa y realizadora audiovisual Laura Domingo Agüero recuerda la influencia que desde su quehacer poético han tenido sobre ella "Martí, José Lezama Lima, Dulce María Loynaz, Ángel Escobar y Raúl Hernández Novás (los suicidas de los años ochenta), y entre los contemporáneos, Juana García Abás con su obra cabalística o Reina María Rodríguez con sus poemas marcados por el dolor de la lejanía". En la narrativa considera referenciales los libros de ensayo de Lezama Lima y su Paradiso, "obra ejemplo de criollismo abordado desde el lenguaje barroco; toda la novelística de Alejo Carpentier con su real maravilloso; La Habana para un infante difunto de Cabrera Infante; Tuyo es el reino de Abilio Estévez; La novela de mi vida de Leonardo Padura, y Djuna y Daniel de Ena Lucía Portela".

El poemario Memoria de Laura Domingo Agüero ganó en 2021 el Premio Calendario y fue publicada por la Editorial Betania en 2022. Crédito: Cortesía Editorial Samarcanda
El poemario Memoria de Laura Domingo Agüero ganó en 2021 el Premio Calendario y fue publicada por la Editorial Betania en 2022. Crédito: Cortesía Editorial Samarcanda

Estas y otras tantas figuras tutelares enormes "que se mueven pesadamente en los temarios escolares o en los imaginarios colectivos, ejerciendo su fuerza gravitacional sobre las generaciones que les sucedieron, lo queramos o no", explica González, "son casi arquetipos cuya influencia rebasa lo meramente literario y a los que los escritores más jóvenes hemos tratado de emular o rechazar. Luego hemos elegido a nuestros propios padres y madres literarios". Por eso se identifica con autores cuya impronta está más relacionada con lo fantástico, como Piñera, Diego o Cabrera, "un corpus marcadamente masculino que se diversifica recién en el siglo XXI gracias a un trabajo de revisión y autocuestionamiento que estamos haciendo las propias autoras y lectoras".

Wendy Guerra publicó este año La costurera de Chanel  (Lumen) una novela que aborda las memorias familiares, y  el exilio. Crédito: Carlos Mejía/ Cultura
Wendy Guerra publicó este año La costurera de Chanel (Lumen) una novela que aborda las memorias familiares, y el exilio. Crédito: Carlos Mejía/ Cultura

Con otro tipo de cercanía a sus antecesoras, Wendy Guerra cuenta que desde pequeña conoció e intimó con autoras y autores canónicos para la literatura cubana: "Mi madre, Albis Torres, fue una excelente poeta. A través de su biblioteca y por supuesto, de su voz, heredé un lenguaje, una musicalidad y un ritmo que hoy ha emigrado a mis novelas y poemarios, dialogando con ellos de forma subliminal, en un recorrido consciente o inconscientemente. La Costurera de Chanel, mi nuevo libro, se abre a un tejido intertextual de esta tradición; un juego de palimpsestos borda su lenguaje y todo ello viene, justamente, de esta dinastía a la que orgullosamente pertenezco".

Abrir la pregunta: la idea de lo nacional

La literatura cubana no es un conjunto de temas ni un corpus de autores: "Hoy nos estamos cuestionando la propia noción de “literaturas nacionales” en un entramado donde esta no se está produciendo en el lugar de origen de quienes escriben. Las marcas nacionales van modificándose de acuerdo a las especificidades de sus escritores y de su tiempo. Quienes escribimos hoy desde Cuba o desde las distintas diásporas cubanas, tal vez no nos inscribamos en esa conocida disyuntiva de experimentar nuestro país y nuestra identidad como una cárcel o como una fiesta innombrable", señala González.

Vilar Madruga, cuya novela El cielo de la selva fue incluida por "Babelia" de El País entre los diez mejores libros de 2023, también se disloca de la idea de una literatura nacional: "He buscado descontextualizar esa marca de país en mi literatura, de forma muy intencional en ocasiones. No quiero borrar a Cuba de mi poética, pero estoy más interesada en entender cómo la isla —que durante muchas décadas ha sido una tierra aislada por decisión e imposición de muchas fuerzas políticas, dentro y fuera— se inserta en la cosmovisión caribeña y latinoamericana, por ejemplo".

Comprender la literatura nacional como toda la producción simbólica de los escritores y las escritoras cubanas, haya sido gestada dentro o fuera de la isla, le hace apetecer ver la Cuba literaria "enraizada en un contexto continental, y calibrar esa fuerza poética y dramática que nos conecta con otras realidades específicas, que pueden tener muchos puntos en común con la realidad cubana pero también otras tantas divergencias. Ya basta de pensar en Cuba solo como una entidad territorial a cuyas fronteras se subordina la literatura".

Desde otra orilla, Chaviano acoge la idea de una identidad literaria cubana que, afirma, nació a mediados del siglo XIX cuando la isla empezó a reconocerse a sí misma como una sociedad con características e intereses que diferían de su metrópolis: "Tras un período de integración que se consolidó y extendió desde entonces hasta la primera mitad del XX, dicha unidad cultural empezó a desintegrarse a raíz del constante exilio poblacional que comenzó en 1960 a través de numerosas oleadas, como la que ocurrió en 1980 por el puerto del Mariel, y la más reciente ocurrida entre 2020 y 2024, en las que Cuba perdió a más del 20 % de su población, entre ellos, centenares de escritores y artistas de diversas ramas". La autora de El hombre, la hembra y el hambre nos recuerda que ya desde los años sesenta se venía dando un cisma entre la literatura que se escribía dentro y la que se hacía fuera de Cuba, tendencia que ha ido en aumento.

Y es que en 2021 Rodríguez afirmaba que el exilio es un género literario, más que un lugar. Vilar Madruga la secunda al recordarnos que Cuba es un país de éxodos y destierros, donde "la literatura no puede sufrir la misma violencia de la exclusión que se perciben en otros frentes y terrenos de la producción simbólica de una nación".

Aunque Guerra rescata la noción de una literatura cubana con su condición endémica, voces, estilos y una forma muy particular de narrar que han marcado el ritmo de este acervo, al afirmar que "Desde la época dorada de Orígenes, o más tarde, en los “años duros”, cuando el coloquialismo sustituye el discurso poético con consignas o tonos triunfalistas, bajo el aislamiento y la censura, la literatura insular fue narrando el estado de las cosas, incluso, diciendo sin decir u omitiendo lo que nos duele, enmudece o encierra", señala que hoy las voces y las historias se han universalizado, un viaje del que ya no hay regreso.

Lo visceral, la ironía, la intertextualidad: miradas inéditas

¿Qué nos cuentan las voces que escriben desde, por, sobre —e incluso a pesar de— Cuba? Para Chaviano resulta difícil valorar la literatura que se publica dentro de la isla, que se ha encerrado en sí misma, estableciendo una especie de autobloqueo desde el punto de vista político, económico y cultural: "El Estado cubano no admite entradas ni salidas fáciles para sus escritores. Tampoco cuenta con un sistema de ventas, distribución ni promoción de cara al mundo. Por tanto, es difícil conocer a cabalidad lo que ocurre allí". Sabe, sí, que los escritores que viven afuera "han desarrollado argumentos relacionados con el choque cultural, la adaptación o la asimilación de otras culturas desde una mirada cubana, añadiendo percepciones existenciales inéditas o incluso novedosas, mientras que quienes se han quedado en la isla parecen más interesados en reflejar la degradación económica y social que ha alterado los valores tradicionales del cubano. Ambas situaciones han producido bifurcaciones literarias que, hasta donde sé, aún no han sido completamente reconocidas o examinadas".

Recorriendo una cronología, Domingo Agüero observa que desde los años noventa y hasta hace poco "hubo una peligrosa coincidencia en el acto de plasmar la realidad nacional a través de la narrativa y la poesía. Se puso de moda un “estilo” que se regodeaba en el caos, el vicio, el “desbarajuste”. De pronto muchos libros parecían haber sido escritos por el mismo autor".

Hoy, la ganadora del IV Concurso de Poesía Diversidad Literaria de Madrid encuentra como característica de la literatura cubana "lo visceral, que no es epidérmica, que se apoya también en la ironía y el choteo como testimonio de la picaresca latente en la realidad cotidiana, y de nuestra inventiva popular". Subraya, sin embargo, que sigue pendiente una exploración más profunda del intimismo y la feminidad, tarea que han emprendido autoras como Guerra y María Matienzo en su acertada forma de usar el absurdo. Destaca además la obra del joven Reiniel Pérez, Yanelys Encinosa, poeta residente en La Habana "con una obra bellísima y marcada por la influencia religiosa y mística, y Medina Ríos, una virtuosa del lenguaje más girada hacia la poesía experimental y también intertextual".

Con la dificultad que implica para quienes viven afuera acceder a los libros de autores que escriben en la isla —aunque algunos vienen utilizando Amazon como plataforma de autopublicación, por ejemplo—, Machado afirma que encuentra casi siempre un sabor a viejo en lo que alcanza a leer en redes y revistas, "como si estuviera leyendo lo mismo desde los años ochenta. ¿Serán estrategias de evasión de la censura? ¿Cómo florecen nuevas formas de literatura en una isla que muere cada día un poco más? ¿Cómo encuentra espacio la creatividad cuando se viven más horas sin electricidad que con ella?". Fuera de la isla, en cambio, destaca escrituras del realismo sucio y una ciencia ficción que toca el terror como dos de las grandes corrientes que se han asociado a la literatura cubana de las décadas recientes.

Como lectautora, filóloga y editora, Medina Ríos ha conversado con las creaciones (no solo literarias) que le son coterráneas, de ayer u hoy, "en distintas oleadas y locaciones (Holguín-La Vana-Matanzas-Guyana-Providence), con intensidades bullentes y mutantes: a veces apenas en murmullo y otras como una alharaca que me dejara insomne y muda (de los predios de Socioculturales a Artes y Letras, de Tarará a Ediciones Unión al ISA; entre revistas “ajenas” como Ámbito, Naranja dulce o Bifronte, Cacharro(s), La caja de la China, 33 y 1/3, Desliz, TREP, Amnios, la noria, y más “mías” como Upsalón, Negra, Cine Cubano, Ensayo, La Gaceta, Rialta, Candela)". Nos habla de diálogos narrativos y rizomáticos "en el Onelio o en el taller-laboratorio-klínica de JAAD con el núcleo iniciático de los Años Cero, y de lecturas encandiladas de Loynaz, Rodríguez, José Kozer, Mariano Brull, Sigfredo Ariel, Pedro Marqués de Armas y otros Diáspora(s)". Le agradecemos por ese recorrido.

La autora de País de la siguaraya se ha zambullido "en las diseminaciones de la cuentística cubana antes o después de devorar" a F. Mond, Manuel Cofiño, Ezequiel Vieta, Miguel Collazo, Antonio Benítez Rojo, Guillermo Vidal y Alberto Garrandés, Ana María Simo, Évora Tamayo, Esther Díaz Llanillo o Portela y Chaviano, archivo que la circunda o la ha custodiado, "equidistante en el tiempo y también sincrónico. Al mismo tiempo, la virtualidad pandémica y sus secuelas (socioeconómicas y vinculantes), junto al tránsito a lo digital y la persistente diasporización que nos desangra en “travesía”, han hecho que acceda o tenga más a la vista una Cuba que (me/nos) oculta otra (entre apagones, reposteos rabiosos, censuras y tachaduras), mientras nos seguimos disgregando y repitiendo en otros mares".

Al final, reclama Machado, "Si hay algo en lo que hace falta trabajar más es en reconstruir un país que nunca ha sido democrático. Los proyectos literarios nacerán en y desde esa reconstrucción. Eso no quita que su gente siga escribiendo desde donde sea que planten su bandera", esa que para Bonifacio Byrne se trae en el alma desde el destierro, entre tantos recuerdos dispersos.

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