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En 1946 principié mi vinculación a la Universidad Nacional Autónoma de México: me inscribí en la Escuela Nacional Preparatoria en el Bachillerato de Ciencias Biológicas, cuyo edificio estaba en el centro de la Ciudad de México. Éste había sido creado por los jesuitas, y era y es un espacio majestuoso, en la calle de San Ildefonso. También era una edificación vecina a la Rectoría de la UNAM y, de hecho, constituían una unidad arquitectónica, ubicada en la calle de Justo Sierra, también una construcción grandiosa.
Cuando me registré en la prepa tenía 15 años de edad, y esa etapa duró dos años: 1946 y 1947. Al año siguiente ingresé a la Escuela Nacional de Medicina, inmueble que aloja al hoy Palacio de Medicina, una denominación que refleja la riqueza de su configuración.
El costo anual de las colegiaturas en los niveles preparatoria y profesionales era de 180 pesos y, si el estudiante lo solicitaba, podía diferir el pago o, en otros casos, contar con exención.
En esos años era una malvada tradición realizar las “novatadas” a los alumnos de primer ingreso a los planteles universitarios. Los “estudiantes” de años superiores los rapaban y además les cometían maldades. Al finalizar la década de los 50 desparecieron estas costumbres. En aquellos tiempos eran famosos los juegos de futbol americano entre los Pumas de la UNAM y los Burros Blancos del IPN.
En 1954 obtuve el título de Médico cirujano. La normativa para conseguir este documento era seis años en aulas, anfiteatros, bibliotecas, laboratorios y hospitales, así como la elaboración de una tesis, un examen teórico-práctico y el servicio social.
A los cuatro meses de haberme recibido, en noviembre de 1954, con 23 años de edad, me inicié como autor: escribí un artículo que se tituló “Pasantes de Medicina”, el cual se divulgó en EL UNIVERSAL, donde laboraba mi padre como jefe de linotipistas del “Gran diario de México”. Éste fue el principio de escritos, textos, libros y capítulos, y hasta ahora se han publicado más de 250 comunicaciones, la gran mayoría en español, aunque también se han impreso en inglés, francés, italiano, alemán, japonés y coreano; los temas principales son: gestión de servicios de salud e historia de hospitales mexicanos. Muchas publicaciones han sido editadas bajo el sello de la UNAM.
En mis tiempos estudiantiles la mayoría de las instalaciones universitarias se ubicaban en el centro del entonces Distrito Federal. Estaban desligadas físicamente, sin embargo, constituían un todo, se encontraban muy cerca una de la otra: Preparatoria, Odontología, Medicina, Economía, Ingeniería y algunos otros inmuebles más conformaban el “Barrio Universitario”, cuyas construcciones databan de la época virreinal y reflejaban la capital cultural.
El Barrio era complementado por librerías, papelerías, imprentas, la Casa del Estudiante, pensiones para estudiantes, hoteles, oficinas, consultorios, restaurantes, taquerías, cines, billares, cantinas, salitas de juegos, tiendas de ropa y peluquerías. Era un “mundito” muy vital.
Recorrer en retrospectiva el Barrio Universitario es para mí repasar tantos lugares, en particular los edificios de San Ildefonso y el Palacio de Medicina; rememorar a grandes profesores y maestros, así como a compañeros, los salones de clases y los centros de información y estudio, todo lleno de historia universitaria; y recordar los sitios de mi adolescencia y juventud, repletos de ilusiones, fantasías, aventuras, desventuras y violencias que me moldearon y me llevaron a puestos docentes profesionales y académicos nacionales e internacionales.
En la década de los 50 del siglo XX se empezaron a trasladar los establecimientos del Barrio Universitario a Ciudad Universitaria.
Después de mi egreso de la Escuela de Medicina, en 1955 y 1956 participé ocasionalmente como expositor en la Escuela de Odontología. En esos años fui designado director de una clínica; la administraba y disfrutaba mis labores, razones por las que solicité una beca para especializarme en Administración de Hospitales a la Secretaría de Salubridad y Asistencia, la cual me fue concedida a través de la Lotería Nacional; además, la UNAM me apoyó y me recomendó. Me inscribí en la School of Public Health de la Universidad de Minnesota, en donde cursé la maestría en Hospital Administration en los años 1957, 1958 y 1959. A mi regreso a México fui nombrado profesor adjunto de la maestría de Administración de Hospitales, estructurada por la UNAM y la Secretaría de Salubridad y Asistencia, con lo que “me convertí” en uno de los pioneros en gestión de servicios de salud en México e Iberoamérica. Posteriormente fui profesor interino de la asignatura Medicina Social, en la Facultad de Medicina. Más adelante obtuve la titularidad por oposición, y en 1996 adquirí la definitividad como profesor de carrera (tiempo completo).
Actualmente laboro en la Subdivisión de Graduados y Educación Continua de la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Medicina, UNAM, coordinando el Diplomado Internacional de Gestión de Servicios de Salud y participando en actividades docentes y de investigación en el Departamento de Historia y Filosofía de la Medicina.
El hecho de ser uno de los iniciadores y promotores de la gestión de servicios de salud en nuestro país y otras naciones me permitió compartir conocimientos en distintos lugares y me reveló que la UNAM, así como su símbolo gráfico con las palabras “Por mi raza hablará el espíritu”, son bien conocidos por la trascendencia de sus actividades, que han influido en las vidas de miles de seres.
He sido muy afortunado de transitar como docente de la Facultad de Medicina en tres sedes: el Palacio de Medicina, el edificio principal en la Facultad de Medicina en Ciudad Universitaria y la Unidad de Posgrado de Ciudad Universitaria. También he dado cátedras en la Facultad Nacional de Arquitectura, la Facultad de Contaduría y Administración, la Facultad Nacional de Odontología, la antigua Escuela Nacional de Enfermería, la FES Iztacala y el Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Sur.
He sido formador de numerosas generaciones y, como profesor, he tenido muchas satisfacciones; algunas provienen de mis estudiantes, ahora profesionales, que han brillado en los ámbitos laborales, docentes, de investigación y de la función pública a nivel nacional e internacional.
Desde que egresé de la Escuela de Medicina se han tenido 15 directores, y uno de ellos es mi hijo Germán. Recientemente, en el 2024, obtuvo el nombramiento la doctora Ana Carolina Sepúlveda Vildósola, la primera mujer en conseguir ese cargo.
He hecho un recorrido, a veces nostálgico, que rememora mi vida en la Máxima Casa de Estudios, expresando no sólo mi agradecimiento, sino también su trascendencia nacional e internacional. En el presente se actualiza, se renueva constantemente y se proyecta de acuerdo con los conocimientos y tendencias vigentes en México y en el mundo gracias al doctor Leonardo Lomelí, rector de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Muchas gracias a la Fundación UNAM y a quien la dirige por permitirme en este espacio privilegiado de EL UNIVERSAL ofrecer el testimonio de gran parte de mi vida.
Doctor
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