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Para Nadia Adame, directora artística de AXIS Dance Company, conjunto estadounidense conformado por artistas discapacitados y no discapacitados, hay reacciones que no le gustan. Una de ellas es que los espectadores le digan que se sienten inspirados por sus obras.
“¿Los inspiro porque tengo una discapacidad y he hecho una cosa que no esperaban o porque, de verdad, mi trabajo los toca?”, se pregunta la también coreógrafa española y dice que estos dos cuestionamientos marcan la diferencia fundamental.
El arte tiene que gustar porque ha hecho reír o llorar a quien lo observa, continúa Adame, cuya formación académica se la dio el Real Conservatorio de Danza de Madrid en Ballet y Flamenco, y la Universidad de Colorado, en Teatro: “Prefiero saber que a alguien lo inspiró mi pieza por tal o cuál razón y no porque tengo discapacidad. También hay gente que me dice: no me gustó. Y está bien”.
En ocasiones, la sociedad no piensa que una persona con discapacidad pueda bailar, afirma y precisa que ciertas personas se han confundido y creen que AXIS explora la danzaterapia: “Hay quienes lo hacen muy bien, pero no estamos preparados para eso porque no lo hemos estudiado. Nosotros no hacemos terapia, hacemos arte a través de la danza”.
Un objetivo específico de AXIS para su presentación en el 51 Festival Internacional Cervantino (14 de octubre, 18:00; 15 de octubre, 12:00 horas, Teatro Principal) ha sido mostrar la variedad del talento que tienen los integrantes de la compañía y los artistas con discapacidad. Muchas compañías, cuenta, tienen programaciones planas: a sus piezas les siguen otras con diferencias aparentes, pero sin emociones ni vida, ya que todos los bailarines parecen iguales desde la distancia que los separa del espectador.
“Es importante pensar en el público. Prefiero los programas con una gran variedad, donde una pieza quizá no me guste, pero puedo enamorarme de otra. Además, no sólo hay bailarines con discapacidad en este programa, también hay coreógrafos. Tenemos que representarlos detrás del escenario”.
La primera de las piezas se llama “Historias rotas” y es una inmersión en el propio pasado y las genealogías: “Como mis abuelos fueron perseguidos por Franco y su régimen, se mandaban cartas que luego había que destruir. Nunca supe lo que se contaba en ellas y nadie me lo dijo”.
Una pieza que Adame hace, en parte, como una deuda consigo misma. Es la idea de llevar las vivencias de los antepasados, sabiendo, de forma paralela, que hubo otras historias desechadas, cuyo rastro se perdió y no es posible llevar en el camino. “Lo que decidimos cargar nos afectará. Los bailarines llevan maletas para representar esto. ¿Qué hay dentro? No lo voy a desvelar, no voy a romper la magia”.
La siguiente pieza, “Tread”, de Ben Levine, exalumno del Choreo-Lab de AXIS, es diferente: mientras que “Historias rotas” es teatral y los bailarines se van encontrando, “Tread” es lúdica y explora el momento con un particular elemento de utilería: plataformas cuadradas con ruedas, especie de juguete que se comparte en escena. “Van teniendo posiciones verticales u horizontales, lo cual muestra qué bailarín tiene capacidad y cuál no. Es como poner a todos en un mismo plano y jugar con la fricción. El objeto, el juguete, también puede tener varios significados para el público”.
Por último, "Desiderata", de Asun Noales, explora la condición universal del deseo: “Es la epifanía de escuchar la vibración, el roce y el toque entre pieles y cómo, a través de esto, los bailarines se descubren unos a otros. Es una pieza íntima que se centra en la relación física”, concluye Adame.