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El poeta Armando González Torres propone un viaje por algunas de las utopías que ha ideado e impulsado la humanidad en el libro Jardines en el cielo. ¿Qué hacer con las utopías?, que recién publica Ariel.
“Lo que yo hago es recoger algunas de las que me parecen más representativas y más atractivas piezas literarias. Y me interesa mucho hacer mención de personajes, mujeres y hombres extraordinariamente atractivos, los utopistas y las utopistas, personajes dementes, soñadores y altruistas”, asegura en entrevista González Torres.
El autor indica que muchos de los derechos y de los avances civilizatorios que ahora nos parecen naturales, como equidad, Estado de derecho y libertades de género, se plantearon primero dentro de estos trazos de las utopías, que a menudo parecían fantasiosos.
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Su propuesta en este ensayo es mostrar que muchos de los ideales más nobles de la humanidad se han acuñado en el género de la utopía, que ha evolucionado desde ser un divertimento literario, como lo fue en el Renacimiento con Utopía, de Moro, o La ciudad del Sol, de Tommaso Campanella, o La nueva Atlántida, de Francis Bacon, que —dice— eran consideradas ficciones literarias, con lo cual se protegían contra la censura y cualquier posible castigo político.
En ese camino, la utopía fue evolucionando como género. “Y, por ejemplo, ya con los socialistas utópicos es más una propuesta de organización social y puede llegar a ser un manifiesto político, que ya en el siglo XX, muy a menudo, se convierte en las utopías totalitarias, en una religión política”.
Además de los cambios como género, asegura que muchas utopías tienen una obsesión por la planificación absoluta de casi todos los actos humanos y sociales, y, por otro lado, tienen una propensión a la creencia en la capacidad de perfeccionamiento ilimitado del hombre.
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A la pregunta de si hay en el siglo XXI utopías posibles ante problemáticas urgentes, el autor apunta que temas como la equidad de género, la sustentabilidad, la armonía con el medio ambiente, las libertades individuales, los derechos humanos y los avances sociales se prefiguran antes en la vida social, y muchas veces antes que en la teoría y en la lucha política se llevaron a cabo en estos relatos fantásticos o formas pioneras de organización social. “Con los socialistas utópicos, cuando Robert Owen en sus fábricas prohíbe el trabajo infantil e introduce escuelas, fue considerado como un loco, o bien, cuando las sufragistas que en el siglo XIX escandalizaban por pedir el voto de la mujer, muy a menudo usaron ficciones utópicas para resaltar este absurdo que era esa inequidad política. El pensamiento utópico sigue siendo un motor del cambio”.
De ahí que su propuesta con este libro es acercarse a este género y, con mucha mesura analítica y con imaginación, justipreciar esta función que ha tenido la utopía para proyectar algunos de los más altos ideales humanos, pero sin olvidar los extremos de la aplicación literal de lo utópico, como la intolerancia, el fanatismo y la violencia que la lectura literal ingenua de lo utópico puede generar en la vida social.
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