Dos personajes con 80 años, ambos se aíslan, pero la diferencia es que uno ocupa su tiempo en escribir y el otro ha dejado de lado sus manuscritos. Los dos, Juan Cabrera y el vizconde Horacio, son hombres viejos que el escritor español y Premio Cervantes 2024, Álvaro Pombo, disfrutó construir para confrontarlos —siempre con humor— con su edad y su proceso creativo. El primero aparece en la reciente novela El exclaustrado (Anagrama, 2024) y el segundo es protagonista del Retrato del vizconde en invierno (Planeta, 2018).

En una conversación telefónica, el también Premio Herralde (1983) y Premio Nadal (2012) comenta que está en una etapa de su vida en la que los personajes octogenarios le obsesionan; incluso antes de que cumpliera los 80 años ese interés le permitió adentrarse aún más en otra de sus pasiones: la filosofía. Pombo declaró en SER, cadena de radio española, que su tiempo de adulto mayor le gusta, con una única excepción incómoda: sufrir achaques. “Tengo formación filosófica y tengo mente realista, así que veo el tema como heideggeriano, es decir, considero que el hombre es un ser para la muerte. No pienso en la muerte, pienso en el deterioro”.

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Esos desperfectos que se pronuncian con la edad, Pombo los resume en el postulado que ha llamado “la fenomenología de la fragilidad”. En la reciente entrega del Premio Cervantes, en su discurso —leído por su amigo Mario Crespo— mencionó al Licenciado Vidriera o Tomás Rodaja, personaje de Miguel de Cervantes Saavedra que se piensa de vidrio y que, en palabras de Pombo, refleja a los verdaderos victoriosos: quienes, desde su fragilidad, se sobreponen airosamente de todo obstáculo.

"En ese mismo discurso, la obsesión por la vejez estuvo presente. El galardonado recordó los achaques que Cervantes sufrió en sus últimos años: cansancio y deudas crónicas. “Cervantes quizás tenía, según los médicos actuales, arterioesclerosis, cirrosis hepática, diabetes e insuficiencia cardíaca. Con todo esto encima, con 70 años, ya había escrito casi todo lo que tenía que escribir (hacia el final de su vida aún trabajaba en El licenciado Vidriera), y llegaba al final con un relativo y admirable buen humor”.

Sin aceptar los reflejos que mira tanto en Cervantes como en sus personajes Juan Cabrera y el vizconde Horacio, Pombo está consciente de su edad. Por ello en cada respuesta aprovecha para señalar, desde su experiencia, los desafíos que hoy observa: la humildad, la compañía y la fragilidad.

Créditos: Ballesteros / AP
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¿Le interesan los personajes octogenarios?

Sí. Estoy muy interesado en los personajes que tienen mi edad. Tengo ya 85 años y estoy interesado en los personajes que llegan al final de la vida.

Juan Cabrera está dedicado a la lectura, no sale y se siente desconectado de los jóvenes. ¿Hay rasgos autobiográficos en estos personajes?

Hay algo de eso, aunque en realidad lo autobiográfico es muy superficial porque no estoy desconectado con las nuevas generaciones. Estoy, más bien, muy conectado con las generaciones de españoles que tienen ahora entre 30, 40 y 50 años. Lo único que es igual o parecido es que ese personaje, Juan Cabrera, vive en una casa como vivo yo, es decir, vivimos aislados y los dos, tanto personaje ficticio como su servidor, leemos mucho y tenemos muchos escritos, siempre estamos escribiendo. Hay un cierto parecido, eso es todo.

En la novela El exclaustrado, Juan Cabrera colgó los hábitos y ahora sólo es un hombre de letras que vive encerrado en su casa madrileña de Argüelles (barrio donde vive Pombo), escribiendo una novela que nunca le satisface.

“Los libros empequeñecen y aíslan las habitaciones, pero también ensanchan las avenidas del alma: sin conversación con los libros, Juan Cabrera se siente incapaz de imaginarse a sí mismo”, expresa Pombo.

Esa ensimismada vida cambia a partir de la llamada de su sobrino Jaime, quien tiene curiosidad por saber los motivos que llevaron a su tío a abandonar la vida religiosa. Esa duda nace cuando conoce al rencoroso Antón Rubial, quien asegura que Juan Cabrera es el culpable de su expulsión del claustro.

¿Pretender ser sabio es sinónimo de leer muchos libros?

Eso no, hay que vivir en compañía. Mi personaje, el exclaustrado, se equivoca por ser sabio y por escribir. Y es que hay que estar en compañía, hay que vivir en el mundo. El exclaustrado sale de la clausura porque le parece que sus compañeros lo confunden y se enclaustra otra vez en un mundo absolutamente pobre, se encierra en un mundo donde sólo está él mismo; ensimismarnos en nuestros yos es el más pobre aislamiento que existe.

¿Qué significado tiene para usted la soledad?

La soledad es un estado del ser. Es verdad, somos nómadas solitarios. Cada uno de nosotros, usted misma, yo mismo, el exclaustrado y Don Quijote estamos solos en el mundo, pero, a la vez que se está solo, debemos estar en compañía; hay gente en el mundo. Si renunciamos a eso, renunciamos a la existencia y nos convertimos en una persona insignificante.

¿Qué es ser un mal viejo?

Le diré que ser una mala persona es algo a lo que he renunciado voluntariamente para concentrarme en el bien, en la vida del espíritu, en la contemplación del bien. Está claro que esto que digo es puro Platón. El bien es el sol del espíritu y si no se contempla o se esfuerza uno para ser bueno, uno se convierte en una cáscara vacía.

Sigue leyendo a Sartre, Sócrates, sigue con la filosofía.

Claro, sigo leyendo filosofía y literatura. Muchos clásicos, por ejemplo, Platón, Sartre y Santo Tomás de Aquino.

El filósofo alemán Rüdiger Safranski menciona que el precio de la libertad humana es la posibilidad del fracaso. ¿Usted concuerda con ello?

La posibilidad de la libertad humana y de la soledad humana es la interpersonalidad, es la comunicación.

La libertad muchas veces se condiciona, ¿ve riesgos en la libertad?

Tenemos una libertad condicionada, el ser humano no es libre absolutamente, es libre bajo ciertas condiciones. Tenemos un libre albedrío condicionado. Tenemos una libertad condicionada. Eso es lo que hay.

¿Y la violencia nos condiciona?

Sí, condiciona a mucha gente, claro, porque la violencia tiene que ser controlada, es como la gula, tenemos que comer para vivir, pero si no la controlamos nos volvemos unas bestias tragonas, devoradoras, unas bestias muy violentas.

La humildad es correr riesgos…

Decía T.S Eliot: humility is endless, es decir, la humildad no tiene fin, quiere decir que es una de las grandes virtudes humanas. La humildad es muy difícil de alcanzarla, sin duda.

En El exclaustrado, Antón Rubial menciona que el pasado no se va, lo que queda es su significación. En contraste, Juan Cabrera indica que el pasado es parte de nosotros y no vale reavivarlo porque puede empeorar el presente.

¿Cómo mira el pasado?

El pasado es nuestra herencia más profunda. El pasado, el presente y el futuro se unen. Otra cosa es que, como decía un gran poeta mexicano que ustedes conocen: nos abrazaría este instante si durase otro instante… pero el hecho es que este instante incluye el próximo instante e incluye todos los anteriores.

Es un lector de Octavio Paz…

Claro, es uno de mis grandes poetas y uno de los grandes escritores mexicanos. Paz tiene presente al pasado mexicano y el pasado del mundo. Y por eso dice que nos abrazaría un instante, es magnífico, bueno, él es un maestro en todas las cosas que escribió, pero en este pensamiento es magnífico también.

¿Usted cómo convive con su pasado, con el pasado de España?

Convivo con el pasado de España tratando de entenderlo bien, que es difícil a veces. He escrito recientemente una novela que se titula Santander 1936 donde explico un modo de convivir con nuestra Guerra Civil. Esa es, por ejemplo, una manera de hacerlo... con la literatura.

¿Cómo imagina que podría ser el mundo sin apegos?

Sería muy aburrido. Podría ser un falso mundo arcangélico, un falso mundo de espíritus falsos.

¿Mira una devaluación de la amistad, el amor y la inteligencia?

No en mi caso particular. La amistad es un estado llevado a su máxima potencia, no sabría decirle del amor, del amor carnal, no lo sé. Quiero decir, da la impresión de que el amor carnal es Eros y la civilización, un lugar donde Eros y el amor carnal se han separado de alguna manera y ahora tenemos parece un eros tontiloco a juzgar por la televisión, pero ya comprende usted que eso no es un mismo criterio para todos.

La amistad es poder respirar a gusto. ¿Usted respira actualmente a gusto con alguien?

Es raro, eso cuesta lo suyo, a veces la gente no sabe hacer amigos, se siguen como sombras en la cadena platónica, la gente pierde su sustancia, pierde su entidad y pierde también la capacidad de querer y de dejarse querer; ambas cosas hacen falta.

En su discurso aludió al Licenciado Vidriera y a la fragilidad.

Sí, la razón por la cual utilizo este asunto de la fenomenología de la fragilidad para hablar de D y de Miguel de Cervantes es muy importante porque ya dijo Ortega y Gasset, a principios del siglo XX, que Cervantes era un gran genio profundo y pobre, es decir frágil. Para superar la fragilidad tenemos todos que llegar a la profundidad porque sólo así se romperá el cristal y se hará fuerte lo frágil.

¿Trabaja en alguna novela?

Ahora mismo estoy haciendo una colección de cuentos que se titula Cuentos autobiográficos. He escrito siempre novelas en tercera persona, he sido un novelista clásico que sigue en tercera persona a sus personajes. Ahora estoy escribiendo unos cuentos autobiográficos, es decir, en primera persona. Y ya tengo muchos cuentos, dentro de poco sacaré un libro con ese título.

¿Hay algo que le preocupe?

Sí, me preocupa la confusión política de España. La confusión política de España ahora que estamos viendo cómo se apañan los alemanes, me preocupa eso. Los enfrentamientos de España me preocupan, por decir una cosa política. También me preocupa lo caro que está todo, lo caro que está el pescado, la carne. la plaza y los pisos, lo inaccesibles que son los pisos para la gente joven. Y los jóvenes me preocupan mucho.

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