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En agosto de este año se celebra el aniversario 200 del natalicio del historiador, escritor, filólogo, bibliógrafo y editor Joaquín García Icazbalceta (Ciudad de México, 21 de agosto de 1825), por lo que la Academia Mexicana de la Historia preparó el ciclo de videoconferencias "Don Joaquín García Icazbalceta, en el bicentenario de su nacimiento", que coordina Rodrigo Martínez Baracs y se lleva a cabo los miércoles de mayo y junio.
El ciclo arrancó ayer con la mesa "La figura intelectual de Joaquín García Icazbalceta", a cargo de Enrique Krauze.
Javier Garciadiego, director de la Academia Mexicana de la Historia, fue el primero en tomar la palabra y describió a Icazbalceta como “el padre fundador de nuestra disciplina en México”. Para presentar a Krauze dijo: “Uno podría decir que el historiador más importante del México prehispánico es Matos Moctezuma, del periodo novohispano podría ser Antonio Rubial. Sin lugar a dudas, el historiador más importante del XIX y el XX es Krauze”.
Rodrigo Martínez Baracs, quien es secretario académico de la Academia Mexicana de la Historia, dijo que “Icazbalceta es uno de los historiadores que nos hizo cobrar conciencia del siglo XVI y el periodo novohispano, como un tiempo fundamental de la historia de México, nuestro auténtico periodo formativo”.
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“En sus casi 70 años de vida, Icazbalceta compiló una gran cantidad de documentos o copias de documentos del siglo XVI y posteriores (editó muchos de ellos en pulcras ediciones, con sabias noticias); escribió estudios breves, medianos y extensos sobre gran cantidad de personajes, autores, temas relativos al periodo novohispano (…) Realizó una bibliografía sobre los libros en lenguas indígenas americanas y publicó su gran obra, Bibliografía mexicana del siglo XVI, maravilloso libro de libros que creó la bibliografía científica en México; al mismo tiempo aprovechó sus documentos y amplias lecturas para iniciar un vocabulario de mexicanismos que muestran la lengua mexicana como producto de dos mundos”, continuó.
Cuando tomó la palabra, Krauze recapituló varios momentos de la vida y el pensamiento de Icazbalceta; lo describió como un “católico ferviente, hijo de españoles que de muy niño sufrió la expulsión de los españoles por el gobierno de Vicente Guerrero, alrededor de 1829”.
“De modo que este hombre fue expulsado de México y vivió en España por muchos años y desde niño mostró un entusiasmo muy particular por la lectura y el aprendizaje de los clásicos latinos”. Señaló que, a los 22 años, participó en la batalla del Molino del Rey contra los Estados Unidos: “Ahí tienen ustedes al español nacido en México más mexicano que muchos mexicanos, defendiendo el suelo de México frente a los invasores”.
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Recordó la amistad entre Icazbalceta y William H. Prescott, a quien tradujo; la correspondencia con José Fernando Ramírez, a quien se refirió como el hombre que rescató el pasado prehispánico; y citó las pequeñas biografías que escribió y la recopilación del primer siglo de la Conquista en Bibliografía mexicana del siglo XVI.
Dando saltos en el tiempo, a través de las palabras de Krauze, hay varias escenas destacables: “Mientras México se precipitaba en la guerra civil, la Guerra de Reforma y luego la Intervención, García Icazbalceta daba a luz el fruto de siete años de trabajo, el primer tomo de la Colección de documentos para la historia de México”.
El deceso de su esposa, Filomena, quien murió de parto, y la tribulación que dejó en Icazbalceta. Krauze dijo que, mientras el territorio nacional era convulso, Icazbalceta se enfrentaba a la carga de los pesares domésticos, al borde de la miseria. Pero siguió publicando, investigando y escribiendo.
Otro momento relevante lo da el contacto con Ignacio Manuel Altamirano: “La silenciosa labor fue la que convirtió al gran escritor liberal, Ignacio Manuel Altamirano, y lo persuadió a revalorar el legado de los misioneros en México. Qué paradoja, una más de las paradojas de la historia intelectual de México: el historiógrafo criollo y conservador negaría la aparición guadalupana; el polígrafo indio, liberal, escribiría La fiesta de Guadalupe, la más completa historia de la virgen de Guadalupe como el lazo de unión de todos los mexicanos en todas las épocas”, dijo Krauze.
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“Tiempo después, para cuando Icazbalceta había cumplido 60 años, podría gloriarse de haber recobrado por sí solo el legado cultural del siglo XVI, siendo tan meritoria aquella obra de editor, traductor, historiógrafo, biógrafo, difusor y bibliógrafo. Su aporte personal como historiador a la época colonial no era menos notable: cinco estudios sobre la historia de la ciudad de México (la Catedral, Chapultepec, dos sobre la historia de las costumbres, el Paseo del Pendón), siete sobre la historia de las profesiones y la instrucción pública en México (el Colegio de San Juan de Letrán), cuatro de historia religiosa, tres sobre historia económica (la historia del cacao, del ganado, la seda), cuatro estudios literarios y lingüísticos, diez sobre la imprenta en México”, enlistó.
También recordó que, en el último periodo de su vida, respondió indirectamente a la visión de Vicente Riva Palacio sobre la Conquista, objetó la dominación española en México y subrayó el peso que tuvo la estrategia de combate del México prehispánico.
“Gracias a Joaquín García Icazbalceta, podemos distraer nuestro ocio con sus maravillosas letras que no son otra cosa que el rescate de prácticamente todas las letras de México en el siglo XVI”, fueron las palabras con las que Krauze concluyó su intervención antes de continuar debatiendo con sus compañeros de mesa.
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