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Pensaba escribir sobre la masacre de México sobre Haití, pero —al medio tiempo— me di cuenta que eso no sucedería. Pese a que la Selección Nacional fue ampliamente superior en esa primera mitad, la falta de imaginación para abrir una defensa de 10 limitados haitianos se apoderó del equipo. Intentaron por las bandas, por el centro con Guardado o Dos Santos, con algunos disparos de larga distancia, y nada funcionó. El talento desapareció.
Siempre las malas decisiones para terminar las jugadas se impusieron. Ni Pizarro, ni Raúl Jiménez s alieron en su noche.
Desde luego que la diferencia es abismal entre ambos equipos: 133 millones de euros contra apenas 5.3, según datos de Transfermarkt. Pero eso no se notó en el marcador y mucho menos en el segundo tiempo, cuando los caribeños empezaron a ver qué podían encontrarse con una jugada para definir en los 90 minutos.
Martino
festejó el gol de Jiménez como si fuera uno de Messi en un partido contra el Madrid, le volvió el alma al cuerpo, porque ésta no es la Selección Mexicana que nos quiere mostrar y porque una derrota ante un rival como Haití podría romper la luna de miel que hoy vive con la prensa y la afición.
México
está en la final, no es un logro que celebrar, era una obligación, como también lo es ganarle al que avance entre Jamaica o Estados Unidos . Hoy, lo importante será retomar el buen futbol, en el buen funcionamiento, recobrar la identidad y dejar atrás esta pésima actuación, la peor en la era de Martino con el Tri.
lumiz13@gmail.com